Capítulo VIII

16.2K 1.5K 63
                                    



El sol comenzaba a asomarse y Charlotte aún no había podido conciliar el sueño la expectativa para lo que traería el día la estaba matando.

Apenas y se recuperaba de los miedos mal infundados que había idealizado para la noche anterior: el comportamiento de Frederick la desconcertaba y a la vez la fascinaba, pero ahora no solo tendría que lidiar con su marido, si no con toda una casa llena de sirvientes y responsabilidades a las que ella no estaba acostumbrada.

Con la vista puesta en el lago que se veía a través de su ventana, Charlotte, se olvidó del tiempo y se hundió en sus pensamientos. Las horas pasaron y la servidumbre comenzó con sus quehaceres, Sofía; Que era la dama de compañía de la señora Erwine, tocó la puerta y entró tímidamente en la habitación.

—Buenos días, Señora.

Al no conocer de nunca a su nueva patrona, le daba miedo encontrarse con una mujer como la anterior señora Erwine, o como alguna de las señoras que algunas conocidas atendían.

La noche anterior, Frederick le había anticipado la presencia de Sofía, así que su llegada no la tomó por sorpresa.

—Buenos días.

Aún con la vista fija en el lago, Charlotte contestó el saludo. ¿Qué tantos rumores estarían corriendo en ese preciso momento por la casa? La incertidumbre la consumía. No quería ser la comidilla de la gente. No quería avergonzar a Frederick.

—¿Algún color en especial que quiera lucir hoy, Señora Erwine?

Por un momento Charlotte dudó en responder a la pregunta de Sofía, ¿Cuánto tiempo tardaría en acostumbrarse a su nuevo nombre?

—Sorpréndeme.

Por fin dio media vuelta quedando de frente con su dama de compañía, Sofía había oído ya hablar por la casa, de los ojos de la nueva señora, pero verlos en persona era hipnotizante, jamás había visto unos ojos de ese color, ni que expresaran tanto, sonrío a su señora, y comenzó a sacar la ropa que usaría.

Las dos mujeres querían impresionarse mutuamente, Charlotte, creía que, si se portaba amable con su nueva dama, podría sacarle información sobre lo que se decía de ella. Sofía por su parte, sabía que al tratar bien a la señora, su trabajo estaba asegurado, y no tendría que abandonar esa casa que tanto quería.

—¿El señor ya se ha despertado?

Ignoraba como comenzar la plática, para Charlotte siempre había sido difícil iniciar conversaciones, incluso mantenerlas a flote se le dificultaba.

—Si señora, el señor Erwine lleva despierto algunas horas.

—¿El desayuno ya se sirvió?

—No señora, falta el señorito Erwine y usted en bajar.

Tantas cosas habían ocupado su cabeza, que Charlotte había olvidado por completo la existencia de su cuñado. ¿Qué pensaría de ella?

—¿Cómo es el señorito Erwine?

—Es una excelente persona.

La charla se pospuso, Charlotte se encontraba totalmente vestida y se le solicitaba en el comedor.

Frederick y Logan, esperaban en el comedor a la señora Erwine, ambos se encontraban en silencio; Frederick aún creía estar soñando, le costaba mucho aceptar que por fin había encontrado a su esposa, que por fin podía formar esa familia que tantos años había anhelado. Logan por su parte ignoraba el estado de humor de su hermano, y dudaba mucho como comportarse en ese momento, referente a su cuñada, solo le intrigaba saber que era tan especial en ella, que podía tener de especial una mujer que obsesionaba tanto a su hermano.

Los hombres se pusieron de pie al ver entrar a la señora, Frederick rodeo la mesa y se acercó a su esposa; mientras su hermano no quitaba la vista de una muy sonrojada Sofía.

—Permíteme presentarte a mi hermano, Logan Erwine.

Logan se acercó a su cuñada y como todo caballero se inclinó ante ella.

—Un placer conocer por fin a la señora Erwine.

—El placer es mío.

Frederick encaminó a su esposa hasta su lugar correspondiente en la mesa, mientras Logan, esperando que nadie notara su ausencia un segundo se acercó lo más posible a la dama de compañía. Sin decir nada le tomó la mano y acaricio sus nudillos suavemente. Se separó rápidamente y fue a ocupar su asiento.

El desayuno trascurrió en silencio, ninguno de los tres se atrevió a hablar. La incomodidad fue rota por un sirviente que traía una carta dirigida para Frederick, éste la abrió y con una sonrisa leyó el contenido.

—La señora Ferrars nos ha invitado a una fiesta que dará en nombre de su sobrina.

—¿Y se puede saber el motivo de tu sonrisa? A ti jamás te han gustado ese tipo de reuniones.

—Sonrío, porque será la primera reunión en la que asistiré con mi mujer, y podré anunciar abiertamente mi matrimonio.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Amor desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora