Capítulo XXXIV

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Para cuando el sol salió, los sirvientes en la casa Hamilton ya estaban afinando detalles para tan esperada boda, en alguna habitación de la mansión, Charlotte estaba más que despierta, los nervios no la habían dejado dormir y se encontraba intranquila.

Su dama de compañía aún tardaría algunas horas en tocar a su puerta para ayudarla a arreglarse para bajar a desayunar, pero ese día Charlotte no quería ver a nadie, no quería recibir felicitaciones de nadie ni ser el centro de atención, desayunaría en su habitación y no bajaría hasta que llegara la hora de la ceremonia.

Tocaron a su puerta y Charlotte se levantó de su cama, pensando que su dama de compañía por fin había llegado. Cuando vio que nadie entraba, fue hasta la puerta, su sorpresa fue grande cuando al abrirla vio que era Frederick el que había tocado.

—Lamento la interrupción.

Charlotte cubrió su cuerpo con la bata, el joven no se dio cuenta de nada, solo miraba la cara de la que en unas horas se convertiría en su esposa, su mirada era tan intensa que Charlotte se quedó petrificada en su lugar.

—¿Puedo pasar? Prometo irme antes de que alguien me vea.

La joven se hizo a un lado y lo dejó pasar.

—Sé que no son formas de dirigirme a ti, pero tenía que verte antes de que la ceremonia comience, necesito que me mires a la cara y me digas que me amas como yo lo hago y que todo el pasado este perdonado, no puedo casarme sin saber que en ti hay rencor o algún tipo de reproche.

A Charlotte se le olvidó que estaba sosteniendo su bata, dejó caer sus brazos a un lado y caminó hasta quedar frente a Frederick, no lo tocó, pero la necesidad de hacerlo emergía de lo más profundo de ella.

—¿Puedo saber porque lo dudas?

Su voz fue decidida y firma, no titubeo cuando levantó el brazo y tomó la cara de Frederick para darle un pequeño roce con los dedos.

—No he podido dormir en toda la noche pensando que tal vez te haré infeliz, que nunca me vas a perdonar, que te estoy haciendo cargar con algo que no tendrías que cargar, ¿El amor hará que olvides todo lo que pasó?

—¿Qué pasaría si dijera que no?

—Jamás te obligaría a hacer algo que no quisieras, encontraría una solución a lo que fuera que te tenga con la duda o te dejaría ir si eso es lo que quisieras, cancelaría la boda y te daría el dinero suficiente para que hagas tu vida sin mí.

—No podría ser feliz sin ti, he pasado casi toda mi vida sola y no quiero volver a estarlo, quiero despertar todos los días sabiendo que tú estás a mi lado.

—¿Y el bebé?

—No te miento y ese tema si me tiene un poco temerosa, pero es tu hijo, no puedo alejarte de él, solo promete que cuando tengamos hijos ellos tendrás su lugar como se merece y no quedaran como atrás de ese hijo.

—Esa jamás fue mi intensión, mis hijos contigo serán antes que todo. Solamente tendré como herederos a nuestros hijos.

—¿Y Susana?

—Ella no causará ningún problema. No vivirá cerca de nosotros nunca y mi contacto con ella será por medio de un sirviente especial. Jamás la volveremos a ver.

—¿La quieres?

Esa duda la había estado consumiendo desde que supo de la existencia de la mujer, el pensar que tendría que compartir el cariño de él era lo que más la mortificaba.

—Claro que no, jamás la quise y a pesar que será madre de un hijo mío, no la querré nunca, lo que pasó con ella fue una estupidez mía, provocada por celos y un despecho injustificado. Mi cariño es solo tuyo Charlotte, tú eres la única persona que quiero que me vea en mis mejores y peores momentos, quiero que compartamos nuestra vida juntos, solo tú.

—Solo yo. —Los dos sonrieron.

Como si un imán los atrajera, se acercaron y suspiraron al mismo tiempo. Por primera vez, Frederick se dio cuenta de la ropa con la que se encontraba Charlotte y enrojeció un poco. A pesar de ya no ser casto su experiencia no era la mejor ni la más extensa, aún se sentía tímido y más tratándose de la mujer con la que estaba a horas de compartir la vida.

Con una mano sostuvo fuertemente su bastón y con el otro ródeo la cintura de Charlotte atrayéndola hacia él, la besó suavemente en los labios, se concentró en no profundizar el beso, sabía que si lo hacía no podría contenerse y temía faltarle el respeto. Solo era cuestión de esperar unas horas y sería suya.

Con lo que ninguno de los dos contaba era con la reacción de ella, ese suave beso despertó algo dentro de ella, algo que hizo que sus manos rodearan el cuello de Frederick y lo atrajera aún más a su cuerpo, el beso se intensificó, los cuerpos se acercaron lo suficiente para sentir como el cuerpo emanaba de ambos.

El bastón estuvo en el suelo en un minuto y ahora las dos manos de Frederick rodeaban la cintura de Charlotte, estaban a un paso del borde de la cama cuando alguien tocó la puerta.

Se separaron en un instante, la voz de Sofía llegó desde afuera junto a la de su dama de compañía, los novios se miraron horrorizados, nadie podía ve salir a Frederick de su cuarto y menos que la vieran vestida así con el dentro de la alcoba.

Charlotte fue hasta la puerta y la abrió, antes de que ninguna de las dos mujeres entrara, ella se entre puso en su camino.

—Diana ¿puedes ir a buscarme un té para los nervios?

La dama de compañía rindió una reverencia y salió corriendo en busca del té.

—¿Estas muy nerviosa por la boda? —Le preguntó Sofía.

—Creo que está más nerviosa por sacarme de aquí.

Frederick se dejó ver atrás de Charlotte para que su cuñada lo viera, Sofia al contrario de como ellos esperaban que reaccionara, comenzó a reírse.

—Se siente mal estar de ese lado ¿Verdad hermano? —Dijo Sofia aun riéndose.

Con una sonrisa Frederick recordó el día que había encontrado a Logan y Sofia en la habitación, aunque en muy diferentes circunstancias.

—Dejaré que te sigas burlando si me ayudas a salir de aquí sin ser visto.

—Con la condición de poder contarle todo a mi marido.

La pareja de novio se miró por un segundo. —Tato hecho —Le dijo él.

Amor desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora