Capítulo XVII

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El señor Philips llegó, justo cuando Logan salía echando humo del estudio donde había mantenido una plática con su hermano. Entró en cuanto escuchó la afirmación desde dentro.

–Buenos días, señor Erwine.

–Señor Phillips, tome asiento por favor.

–Gracias, señor. ¿A que debo el honor de que me haya mandado a llamar?

–Necesito de sus servicios de nuevo, y está vez espero no pase tenga que esperar años para tener información.

El señor Phillips se sonrojó, en todos los años que tenía dedicándose a ser investigador privado, jamás alguien se había escondido tan bien como Charlotte Hamilton, por lo tanto, nunca había quedado mal en su trabajo, hasta que Frederick Erwine había solicitado sus servicios.

–Lamento si en un pasado mis servicios no fueron tan satisfactorios, pero le aseguro que esta vez no se me escapará nada.

–Eso espero en verdad. Necesito toda la información que pueda traerme sobre Robert Wallis.

El señor Phillips sacó un pedazo de papel y su bote de tinta para poder apuntar todo que el su cliente pudiera proporcionarle sobre la persona a investigar.

–¿Hay algo que quiera saber en específico?

–Quiero saberlo todo, desde el día y lugar en el que nació, hasta lo que desayuno el día de hoy. Al parecer esta comprometido con una señorita de nombre Emma Bertram y solo están de paso unos días. Hace algún tiempo, su camino se cruzó con la señorita Hamilton, así que podrá hacer algo de su trabajo anterior en este.

–¿Sabe en qué lugar se está alojando?

–No tengo idea, aunque lo he visto cerca de la mansión Hamilton el día de hoy, podría comenzar por ahí.

–Así lo haré.

–Señor Phillips, una cosa más, sé que está de más decir esto, pero necesito absoluta discreción en este asunto y mucho más en lo que logre investigar, hay cosas sobre el caso que no quiero que salgan a luz pública.

–¿Algo más que quiera decirme sobre el caso?

–No, solo espero que haya quedado claro lo que espero de esta investigación.

–Claro que sí, señor Erwine.

Después de la partida del investigador, con la habitación en total silencio, Frederick se dio el tiempo de poner su mente en el único lugar donde no la quería poner, en la imaginación.

Sabía que, aunque en realidad no estaba enamorado de Charlotte, la traición le dolía mucho, y más por el hecho de que él si había guardado su castidad para ella, él si quería un matrimonio feliz.

Jamás había experimentado un sentimiento como el odio, pero en ese momento odiaba a más de una persona: odiaba a sus padres, porque si ellos no se hubieran dejado llevar por la avaricia, ahorita no estaría en esa situación, a estas alturas, tal vez ya estuviera casado con alguien que si lo quisiera y alguien de quien si estuviera enamorado, odiaba a Robert Wallis, por arrebatarle la oportunidad de crear un matrimonio de verdad, lo odiaba por quitarle su derecho de ser el primero en la vida de su mujer. Y más que nada odiaba a Charlotte, la odiaba por no saber ser una señorita de verdad y no respetar su matrimonio, la odiaba por no ser sincera, porque aun viendo el esfuerzo que él ponía para que todo fuera felicidad, ella no pensaba decir nada sobre el asunto, y eso lo enfurecía.

Tanto tiempo guardando su castidad para alguien que no la merecía. Después de cuatro vasos de licor su cabeza ya no pensaba con racionalidad, mandó a ensillar su caballo y se dispuso a ir al burdel de la ciudad.

–Si ella no sabe respetar un matrimonio, ¿Por qué lo haría yo?

Tomó el ultimo sorbo que había en su vaso y fue al encuentro de su caballo. El lacayo al ver el estado en el que encontraba su patrón dudo en darle las riendas, pero al ver que no tenía otra alternativa, fue a buscar al otro dueño de la casa cuando vio partir a Frederick.

–Señor Erwine, disculpe la intromisión, pero creo que debe de saber que el Señor Erwine salió hace un momento y la verdad es que no se encontraba el todo bien, no es mi intención meterme en las vidas de los señores, pero iba muy alcoholizado y me preocupe un poco.

–No hace falta tanta explicación, sé bien el cariño que le tiene a mi hermano, vaya a hacer su trabajo, que yo me encargo de él. Por favor no diga nada de lo que vio a nadie.

Pero en una casa como esa, la palabra discreción no era bien aceptada por todos, cuando logan encontró a Frederick, no había sirviente que no supiera el estado del señor Erwine.

El día que Charlotte recibió al Señor Phillips en su casa, ya todos sabían de las amantes del señor Frederick Erwine.

El día que Charlotte recibió al Señor Phillips en su casa, ya todos sabían de las amantes del señor Frederick Erwine

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Amor desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora