Capítulo IX

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Cada minuto que transcurría, Charlotte se ponía más nerviosa, el miedo que le causaba el ser presentada en sociedad como la señora Erwine, hacía que su estomago se revolviera. Su cabeza comenzaba a punzar y a formar un dolor que amenazaba en convertirse en migraña.

Sofía, lograba ver el nerviosismo de su señora, se sentía inquieta al no poder ayudarla en nada, ella comprendía el miedo que debía sentir, las mujeres con las que sus patrones solían socializar eran unas arrogantes y algunas hasta malas personas.

Por su parte Sofía, sufría sus propios nervios, era la primera vez que asistiría a una de esa clase de reuniones como dama de compañía, y no era precisamente el miedo de fallar en su trabajo lo que la tenía nerviosa; el hecho de ver a Logan relacionarse con ese tipo de damas, ver como los rumores sobre el gansterismo del hombre de su vida se convertían en realidad. Ahora eran dos mujeres con ganas de vomitar.

Juntas habían elegido un vestido de color azul rey que, en contraste con la piel blanca de Charlotte, lucía hermoso.

—Tengo miedo.

Charlotte soltó esa sola frase, no para que su dama de compañía la escuchara, la dijo solo porque pesaba tanto en su pecho que tenía que sacarla o se soltaría a llorar sin remedio.

La nerviosa dama de compañía no sabía que decir, no creía tener las palabras correctas para reconfortar a su señora, ya que ella misma no se sentía mejor, pero Charlotte le caía muy bien, su manera humilde al dirigirse a ella y a la demás servidumbre había echo que Sofía la considerara una excelente persona.

—Es normal que tenga miedo nadie sabía de usted antes de hoy, pero el señor estará a su lado en todo momento, él es un caballero. En todos los años que tengo trabajando aquí, jamás le había visto ese brillo en la mirada que tiene cada vez que la mira.

Charlotte, que no se esperaba que la joven le contestaba, se sorprendió un poco al escucharla hablar; reconsideró sus palabras.

Sí, el saber que todas las miradas se posarían en ella le causaban nervios, sí, las criticas sobre ella también le causaban un poco de malestar, pero no era eso la causa de su temor.

—Temo no ser la esposa que se espera que sea, y dejar en ridículo al Señor Erwine.

A Sofía le sorprendió la confesión, jamás se imaginó que una señora como su patrona tuviera temor a no ser una buena esposa, alguien que había sido educada para eso.

—Jamás podría dejar en ridículo al señor, al contrario, causara envidias, las damas querrán ser usted y los caballeros querrán encontrar a alguien parecida.

Charlotte, agradeció las palabras de la joven, pero sentía que no era suficiente, sí, ella no negaba que fuera bonita, el espejo se lo decía todos los días, pero ella quería ser más que una esposa trofeo, quería ser esa clase de mujeres de las cual el marido se siente orgullo de tener a su lado, que no le da vergüenza que hable y se exprese.

—Gracias, pero no es ese tipo de temor el que tengo.

Por un momento Charlotte miró a su dama de compañía y notó que estaba un poco más pálida.

—¿Te sientes bien?

—Si, muy bien, Señora.

—No lo parece, ¿Te sientes mal? Puede ir alguien más en tu lugar.

—No, claro que no, mi trabajo es servirle a usted, este enferma o no. Es la primera vez que le serviré no me ofenda al llamar a alguien más.

Tanto Charlotte como la misma Sofía se sorprendieron por esas palabras, Sofía jamás le había hablado así a nadie y mucho menos a uno de sus señores, con lágrimas en los ojos se echó a los pies de Charlotte.

—¡Lo lamento tanto! ¡Por favor no me eche! Prometo que no va a volver a suceder.

Charlotte no sabía como reaccionar, su madre hubiera corrido de inmediato a la muchacha, sus conocidas igual, pero ella no era como esas mujeres.

—Levántate, no te echare a la calle. Sé que tu trabajo es servirme, discúlpame tú, si te ofendí al pretender llamar a alguien más, pero fue con la mejor de las intenciones.

—No, no tiene usted porque disculparse, si requiere el servicio de alguien más, la haré llamar de inmediato.

Charlotte sonrió.

—¿Qué aretes crees que lucen más con esté vestido?

Sofía no dijo ni una palabra más sobre el incidente.



—Ve a avisar que partimos en veinte minutos.

La voz de Frederick sonaba ronca, la cara de su ayuda de cámara corroboraba que esa no era la voz habitual del señor Erwine. Faltaba menos de una hora para que todo Dumfriesshire conociera a su esposa. Claramente no toda la localidad estaba invitada a la fiesta de la señora Ferrars, pero Frederick conocía bastante bien a sus vecinos, más tardaría en pronunciar el nombre completo de su mujer antes de que todos supieran hasta el color de sus ojos.

Aunque los dimes y diretes de las personas a Frederick lo tenían sin preocupación algunas, las críticas y groserías para con Charlotte si lo preocupaban. No dudaba ni un segundo en defender a su esposa si fuera necesario, pero ¿cómo reaccionaría ella? Tal vez la presentación se estaba haciendo demasiado pronto, ¿Qué podrían pensar todos de una mujer que nadie antes había visto y que de un día a otro aparece siendo la esposa de un hombre que nunca la cortejó?

Uno de los defectos de Frederick era actuar precipitadamente cuando pensaba que hacía lo correcto, pero esta vez no se perjudicaba solamente él, si no que a una dama también, y no cualquier dama, si no a su esposa.

Bajó las escaleras aún sumido en sus pensamientos, las ideas y soluciones para ese dilema le llegaban a su cabeza como relámpagos. Logan llegó al encuentro de su hermano antes que Charlotte.

—¿Listo para ser la comidilla de todo Dumfriesshire?

Frederick lo miró ceñudo.

—¿Qué piensas de la idea de presentar a Charlotte como la señora Erwine?

Logan miro escaleras arriba antes de contestar.

—Es tu vida y tu decisión, pero creo que es muy pronto, ni tú ni ella están listos para estar en boca de todos.

Charlotte hizo presencia en lo alto de las escaleras, Frederick olvidó todo lo que un momento atrás lo agobiaba y dejó escapar una radiante sonrisa. Ver a su mujer ahí, con esos ojos enormes y brillantes lo hicieron tomar la mejor decisión para ambos. 



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Amor desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora