Capítulo XXXVIII

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La noche se les fue en un segundo, ambos sintieron que les faltaron horas para amarse debidamente, pero sabían que ahora tenían toda la vida para demostrarse el amor todos los días. El primer rayo de luz hizo que ambos se movieras, Charlotte fue la primera en abrir los ojos.

Al recordar la noche anterior la vergüenza la inundó, al sentir la sabana cubriendo su cuerpo desnudo intentó pararse de la cama para intentar conseguir algo de ropa.

Frederick sintió el movimiento de su mujer queriendo liberarse de su abrazo, abrió los ojos y la vio tan sonrojada que la encontró encantadora.

—Buenos días.

Ella contestó el saludo y volvió a tumbarse en la cama, tomó la sabana y se cubrió completamente.

—¿No te ibas a levantar ya?

—No, creo que me quedaré un poco más en cama.

Frederick se levantó de la cama sin vergüenza alguna, dejando a Charlotte aún más apenada al ver la desnudez de su marido. Después de tomar su bastón, se dirigió al baño.

Viendo esa oportunidad, Charlotte se levantó de un salto y busco a tientas la bata que había usado la noche anterior, al ponerse de pie notó algo rojo que sobresalía de las sabanas y al recordar la plática que había tenido con la señora Sinclair la vergüenza se volvió aún mayor.

La sabana estaba con una gran mancha de sangre, se puso la bata de un solo movimiento sin ponerse nada debajo y juntó las sabanas para dárselas a alguien para lavarlas. Justo estaba haciendo su maniobra cuando Frederick salió del baño.

—Pensé que querías quedarte acostada un rato más.

Las palabras se quedaron atoradas en la garganta de Charlotte, pero su marido se dio cuenta que era lo que intentaba hacer y sonrió para darle confianza a su mujer.

—Es normal que se manchen las sabanas después de la primera noche de bodas.

Las mejillas de Charlotte se tornaron rojas, Frederick se acercó a su mujer y quitó las sabanas de sus manos.

— ¿Te molestaría si ponemos las sabanas en la cama y nos acostamos de nuevo? Tu atuendo me está distrayendo.

Charlotte miró hacia abajo y se dio cuenta que su bata se había abierto un poco dejando ver su desnudez. También se percató de la reacción que eso ocasionó en la anatomía de su esposo.

Las noches se hacían días mientras los recién casados disfrutaban las ventajas que traía el matrimonio, pasaban horas experimentando nuevas sensaciones. Juntos dejaron sus miedos y dudas a un lado para poder amarse sin tapujos.

El día destinado a desembarcar, Frederick y Charlotte estaban en su camarote terminando de vestirse para poder comer algo antes de bajar del barco, justo cuando estaban listos para salir el barco se tambaleo bruscamente, haciendo que Frederick cayera al piso. Cuando sintió la sacudida, su instinto fue proteger a su mujer pero su dependencia al bastón le hizo imposible ayudarla y le ocasionó la vergüenza de caerse frente a su esposa.

—Frederick, ¿Estas bien?

—Sí, ¿tú estás bien?

Como pudo, Frederick tomó su bastón y se puso de pie tomando de la cintura a su esposa con la mano que tenía libre.

— ¿Qué fue eso?

La pregunta quedó en el aire cuando la dama de compañía entró corriendo seguida del ayuda de cámara de Frederick, ambos estaban totalmente empapados.

Charlotte miró atravesó de la puerta que habían abierto y vio la gran tormenta que azotaba afuera, se sorprendió y avergonzó de si misma al no haber notado la lluvia antes.

—Señor, el barco a chocado con otro navío, tenemos que esperar indicaciones del capitán.

La dama de compañía titiritaba de frio y miedo, Charlotte al ver eso se acercó a ella y le ofreció un vestido seco para que se cambiara.

—Muchas gracias señora, pero no es necesario.

—Es una orden y usted también, tome un traje de mi marido y cámbiense, pueden ocupar el baño para esto.

Frederick le sonrió orgulloso.

Varios minutos después un ayudante del barco tocó la puerta insistentemente.

—Señores, estamos evacuando el barco, necesito que vengan conmigo, por favor.

Los cuatro siguieron al caballero no importándoles la lluvia que aunque ya había menguado un poco, aun calaba.

Había muy poca gente esperando abordar un bote, Frederick no dijo nada sobre esto, pero Charlotte no se quedó callada.

—¿Por qué hay tan poca gente?

—Estamos evacuando por clase, señora, ustedes son los primeros que evacuaran.

El lacayo pensó que esto causaría reacciones de halagos, pero la cara de Charlotte se mostró indignada.

—Mis sirvientes evacuaran en el mismo bote en el que iremos, no permitiré que sean menos dignos de vivir solo por un título.

—No podemos permitir eso señora.

—Entonces no subiremos tampoco.

Amor desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora