Capítulo XXVIII

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La hora más calurosa del día estaba en su apogeo y el llanto de la joven por fin había cesado, en su lugar, el instinto de supervivencia comenzaba a tomar partido e ideaba un plan para salir o por lo menos hacer que alguien supiera donde se encontraba.

La persona que la mantenía cautiva se había ido unos minutos antes y por el ruido de un caballo galopando a lo lejos, supo que tenía vía libre para poder hacer algo rápido si no quería ser descubierta.

Respiró profundamente y trató en vano ponerse en pie, las cuerdas que la tenían atadas las piernas y las manos, estaban tan bien amarradas, que le hacían casi imposible el moverse. Puso todo su empeño en no dejar que los nervios y la desesperación se apoderaran de ella, obligó a las lagrimas que se comenzaban a formar en sus ojos desaparecieran.

Volvió a tomar aire, y con la poca cordura que le quedaba se dispuso a inspeccionar todo el lugar. Se encontraba en una cabaña que a su parecer pertenecía a algún leñador. El cuarto en el que se encontraba constaba de una pequeña ventana en forma circular y una puerta. Dentro del cuarto había una mesa, una pequeña cama donde se encontraba ella acostada y nada más.

Miró detalladamente todo, tratando de encontrar algo que la ayudara a desprenderse de las cuerdas que la sujetaban, pero no encontró nada que la ayudará. Así que hizo lo único que a su parecer era su única opción de salir de ahí. Comenzó a gritar rogando a Dios que alguien la escuchara y la ayudara.

Cuando se dio cuenta que nadie iría en su ayuda, dejó que el dolor volviera a ella. La agitación ocasionada por el llanto hizo que cayera de la cama, el golpe hizo que llorara aún más, la desesperación de tener las extremidades atadas empezaba a provocar que hiperventilara. La claustrofobia estaba haciendo efecto, el corazón se le aceleraba más a cada momento, comenzó a pelear con las ataduras sin éxito.

Cuando su cuerpo se cansó de luchar, apoyó su cabeza en el frio y sucio suelo y fijó su mirada al fondo de la parte de debajo de la cama. Algo brillaba, espero a que las lagrimas se secaran y solo así fue capaz de enfocar bien su vista. Había un tenedor casi al fondo de la cama.

Recordó que cuando el hombre le había llevado comida, ella había derramado todo, al parecer el tenedor había quedado olvidado por su captor. Hizo su mayor esfuerzo por arrastrarse hasta el lugar donde estaba el utensilio. Estaba a punto de rendirse cuando la punta de su lengua tocó el cubierto.


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–La señora Jones ha mandado a todas sus chicas a investigar todo lo que puedan, y el capitán Federstone ha puesto a todos sus hombres a buscar por todo el condado– dijo Logan.

–Me siento un inútil al no poder ir yo mismo a buscarla. –Dijo Frederick con la mirada puesta en su pierna.

–No te preocupes hermano, yo mismo iré a buscarla y la traeré sana y salva. –Frederick le dedicó una melancólica sonrisa a su hermano menor.

Amor desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora