Capítulo XXXVI

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Frederick creyó que no había tenido un momento tan hermoso en la vida como cuando vio a Charlotte acercándose al altar del brazo de su hermano, pero en el momento que escuchó a Charlotte decir "Acepto" supo que era ese preciso instante el más feliz de su vida.

Se encontraba seguro que su vida estaría llena de momento felices y que el puesto de el momento más feliz de su vida se renovaría muchas veces.

Salieron de la iglesia con una sonrisa plasmada en la cara, se sentían completos, Frederick condujo del brazo a su esposa, fueron hasta el carruaje en el que él había llegado.

—¿Te sientes contenta?

—Me siento más que contenta, estoy maravillada.

El camino fue silencioso, ambos estaban tan emocionados y felices que las palabras sobraban. Se tomaron de las manos todo el camino y a cada cierto minuto se miraban y sonreían.

Días atrás habían decidido que no tendrían recepción, que saldrían y volverían a la casa solo por sus maletas para irse de luna de miel. Todo el tiempo que estuvieron con la casa llena fue suficiente para ellos, no soportarían una fiesta más.

Llegaron a la mansión Erwine, las maletas de Charlotte habían sido llevadas ahí unos días atrás, poco después que ellos llegaron Logan, Sofia y los señores Sinclair arribaron también a la mansión.

—¿No quieren pasar a tomar un poco de té antes de irse? —les preguntó la señora Sinclair.

—Lo mejor es irnos ahora para que no nos oscurezca en el camino.

—Si claro, para que no les oscurezca. —dijo en voz baja Logan.

La sonrisa de Logan contagio a su esposa y ambos soltaron una pequeña carcajada.

—¿Qué es tan gracioso? —Preguntó el señor Sinclair a su hija.

Frederick miró ceñudo a su hermano y negó con la cabeza.

—Creo que es mejor que no vayamos ya. — Dijo Frederick después de ver todas las maletas arriba del carruaje que ocuparían.

—Deberían cambiarse de ropa por lo menos.

—No.

Se apresuró a responder Frederick, tomó a su esposa de la mano y la condujo hasta el carruaje. Antes de que pudiera subir Sofia la abrazó y le dijo algunas palabras al oído, Logan por su parte le dio la mano a su hermano.

—Ten un buen viaje hermano, y no olvides la plática que tuvimos.

—No tuvimos ninguna platica. —Replicó Frederick.

—Lo sé, pero también sé que te puse a pensar.

Marido y mujer se adentraron en el carruaje y comenzaron a despedirse con la mano, cuando iban ya lo bastante lejos ambos suspiraron y se recostaron sobre el asiento.

—¿Suena muy cliché si te digo que este es el mejor día de mi vida? —le preguntó Frederick.

—¿Por qué sonaría cliché?

—Porque eso es lo que dicen todas las personas el día de su boda ¿no?

—Desconozco si todas las personas la dicen, pero dudo que haya alguien más feliz que nosotros el día de hoy.

El resto del camino lo pasaron en silencio, tal vez demasiado emocionados o demasiado nerviosos para hablar, ambos sabían lo que les esperaba esa noche y la expectativa los tenía impacientes.

El sol comenzaba a meterse cuando llegaron al muelle, cerca de ahí había un hotel en el cual se hospedarían antes de embarcarse a su viaje de luna de miel. El hotel era modesto, pero lindo, la entrada estaba llena de arboles y flores de varios colores. Frederick entró primero, mientras Charlotte caminaba un poco por el muelle, tratando de apreciar la hermosura del mar que tenía frente a ella.

Charlotte se encontraba perdida entre las profundidades del inmenso mar azul, cuando sintió la mano de alguien posarse en su hombro, al voltear rápidamente se encontró con su marido.

—Lo siento, no era mi intención asustarte. Ya tenemos habitación ¿quieres ir a refrescarte un poco o prefieres caminar un rato?

Ante la perspectiva de su noche, Charlotte prefirió dar un paseo en la oscuridad. Se tomaron de la mano, consientes que ahora podían hacerlo sin temor a ser juzgados ni humillados por eso, ahora podían expresar su amor sin privaciones.

A pesar de no hablar en todo el día, ninguno de los dos se sentía incomodo, el poder tocar sus manos sin sentirse juzgados, parecía ser suficiente para ellos. Cuando Frederick se dio cuenta del tiempo trascurrido, le pidió a Charlotte volver, la noche era muy oscura y los muelles no eran particularmente seguros a ninguna hora del día.

Si alguien en especial les estuviera prestando atención, se hubieran dado cuenta enseguida que tan nerviosos se encontraban, en cuanto los recién casados cruzaron el umbral del hotel, soltaron sus manos y caminaron juntos, pero sin tocarse hasta su habitación. Charlotte aún tenía puesto su vestido de novia, pero como ella había decidido era muy sencillo y nada llamativo.

Al llegar a la habitación, Frederick le cedió el paso a su mujer, dejando que ella entrara primero. Ella se quedó quieta, recorriendo con la mirada toda la habitación.

En el centro del cuarto se encontraba una gran cama con doseles blancos, a cada lado había un mueble con rosas blancas cada uno, frente a la cama había un sofá con una mesa de centro, donde había dos copas y una botella de vino.

—¿Quieres algo de tomar?

Charlotte agradeció eso, los nervios la estaban consumiendo y pensó que una copa de vino le ayudarían a calmarlos.

Varias horas y dos botellas de vino después, los recién casados estaban acostados en la cama aún con la ropa puesta, ambos se sentían mareados y no ellos mismo. Frederick anteriormente ya se había emborrachado, pero para Charlotte era una nueva sensación.

—¿Por qué no me dejaste cambiar antes de salir? —preguntó de repente ella.

—Quería ser yo el que te quitara el vestido.

El alcohol los volvió más valientes, conforme la noche avanzaba, las preguntas subían de tono, la noche la utilizaron en conocerse a profundidad y sin ninguna censura. Ambos se confesaron que estaban muy nerviosos con la idea de su primera noche juntos como marido y mujer y se rieron al darse cuenta que, aunque se encontraban en la cama, la situación era muy diferente a como se la habían imaginado.

—Nuestra primera noche juntos será memorable, no te presionaré, quiero que suceda naturalmente.

Para ese momento el alcohol ya estaba dejando de surtir efecto en ella, dejando un rastro de dolor en su cabeza. Quiso contestar a lo que Frederick había dicho, quiso decirle que ella estaba lista, que jamás se había sentido tan preparada, pero le faltó valor para pronunciarlo en voz alta.

Amor desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora