Días después de la boda, la pareja de recién casados emprendió su viaje de luna de miel. En el momento de la partida hubo tantas lagrimas como en la ceremonia del enlace. Los padres de Sofia, seguían viviendo en la mansión Erwine y aunque ya no trabajaban ahí, el habito de ser parte del personal tantos años, les impidió no meter sus consejos y manos cada vez que les era posible. Y claro cada que el dueño de la casa los sorprendía, recibían una reprimenda.
La mansión Hamilton estaba en constante movimiento, con los preparativos de la próxima unión no había momento en el día en el que no hubiera más gente de la que se esperaba. Muchos de los invitados de la boda de Logan, eran también solicitados para la boda del hermano mayor, así que su estadía en las diferentes mansiones se había prolongado. Charlotte no tenía a donde escapar, a donde quiera que iba, siempre encontraba a alguien que quisiera ser su amiga o por lo menos alguien con quien tomar el té.
Una mañana, Charlotte despertó antes que todos y emprendió un viaje a caballo, acompañada solamente por su dama de compañía y el guardia que le había sido asignado. Desde su secuestro, no había podido salir sola a ningún lado, siempre debía estar alguien con ella. Aunque al principio le molestó el no tener privacidad, le era satisfactorio saber que estaba segura.
Las tierras de los Hamilton eran mucho más extensas que la de los Erwine y para Charlotte era sorprendente ver hasta donde llegaba su fortuna, a pesar de los problemas económicos que algún día tuvieron sus padres supieron levantarse de las adversidades y crear un gran imperio. Ella, con los años que estuvo sola también ayudó a incrementar la fortuna, nunca dejó que los negocios de su padre decayeran.
Después de un rato cabalgando, decidió parar a descansar cerca de un pequeño riachuelo que tenía dentro de sus tierras, el guardia y su dama de compañía desmontaron un poco apartados de ella para ofrecerle un poco de la privacidad que anhelaba.
El día era tan perfecto que le molesto tener que irse de la comodidad que le ofrecía una pequeña parte de sus tierras, sin querer molestar a sus acompañantes, se acercó lentamente a donde se encontraban. Charlotte había estado tanto tiempo rodeada de falso amor, como lo era el de sus padres, que le sorprendía ver el verdadero amor de tan de cerca, en tantos lugares.
Su dama de compañía y su guardia, se mantenían muy de cerca platicando en voz baja, la sonrisa que él de daba a ella, le hizo recordad las sonrisas que Frederick en algún momento llegó a brindarle.
La relación con su prometido estaba en uno de sus mejores momentos, Frederick, dispuesto a remediar todo el daño que le había causado a su novia, se desvivía por complacerla en todo y por demostrar su afecto en cada oportunidad que tenían y claro cada que la intimidad del momento lo brindara.
—Estoy tan cómoda como ustedes, pero al parecer ser la dueña de la casa me trae responsabilidades con los invitados que no puedo postergar tanto tiempo.
Los jóvenes se pararon de un salto y se disculparon con su señora, ella no hizo más que sonreír.
—No tiene por qué disculparse, ambos son, jóvenes, solteros y hermosos, tiene todo el derecho, jamás me han descuidado, así que no tengo ningún impedimento. Es más, si consiguen alguien que los remplace el día de hoy de sus actividades, pueden tomarse el día libre, no planeo salir de casa, así que no tendrán mucho trabajo.
Se montó en su yegua y dejó que la brisa llenara su rostro, la equitación era algo que amaba practicar y mucho más montar por paisajes tan hermosos como lo eran sus tierras y todas las tierras vecinas. Recordar cuando amaba cabalgar, hizo que a su mente llegara la imagen de Frederick con su bastón, el pensar que su marido no podría acompañarla nunca en una de esas salidas, la hacía sentir un poco de pesar por el futuro.
Recordó la noche anterior, se había ofrecido una cena en la mansión Erwine para darles un poco de actividad a los invitados. La entrada de los anfitriones estuvo llena de cuchicheos, la mayoría de los presentes sentían lastima por Charlotte, que siendo tan joven tuviera que cargar con un invalido como marido, cada vez que alguien se acercaba a conversar con ella, lo hacían hablando muy suavemente como si estuvieran hablando con alguien a quien le das un pésame.
La madre de Sofia había estado muy al pendiente de ella, le había dado más consejos en ese poco tiempo que tenía de conocerse que su madre en toda su vida. La señora Sinclair, le había dicho que las dudas iban en aumento conforme la fecha de la boda se acercaba, que las opiniones que la gente tuviera sobre su futuro marital, era algo que sucedería siempre por la posición que tenía la familia Erwine.
Le contó todos los rumores que surgieron de su hija antes de la boda, Charlotte se sorprendió al no estar enterada de todo lo que se había dicho, pero la señora Sinclair la tranquilizo al recordarle que ella tenía otras cosas en la cabeza por esas fechas.
—¿Amas al señor Erwine? —Le preguntó muy seriamente la señora Sinclair.
—Si, lo amo. Pensé que después de lo vivido mi amor disminuiría, pero no ha hecho más que aumentar.
—Entonces no tienes porque dejar que los comentarios afecten tu felicidad, el matrimonio es difícil, no todo será amor, todos tenemos problemas, pero un consejo que te doy es que lidies solo con los problemas que ustedes generen, nunca pelees por un rumor ni por un comentario de terceras personas.
El camino se le hizo demasiado corto, quiso dar la vuelta y volver a tumbarse a un lado del lago. Desmontó ágilmente y apenas tuvo los pies en el piso, la voz de Frederick la saludó. Ella lo miró y las pocas dudas que tenía desaparecieron, el corazón le explotaba de amor.
Se encontraron y se saludaron cortésmente, la mirada de ambos destilaba ansias por tocarse, pero el protocolo dictaba que debían esperar, Frederick la condujo hasta el salón, donde pudieron estar solos un momento antes de comenzar su día como anfitriones.
La boda estaba muy próxima, una semana faltaba para el regreso de los recién casados, y diez días para el tan esperado enlace.
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Amor desconocido
Historical FictionFrederick Erwine, tiene a todos los habitantes del condado de Dumfriesshire a sus pies. Las madres, tratan de emparejar a sus hijas con tremendo partido, los caballeros, buscan incluirse en sus negocios, las jóvenes, rezan para que las note y los ni...