Capítulo 35

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Severus Snape resultó ser el mayor perjudicado durante la semana siguiente. Estaba más irritado de lo que podía estar. Y simplemente se lo debía todo a Athena Black.

Claro, al no tener sus clases extra buscó tiempo para estar con los gemelos Weasley. Casi todos los días había una nueva broma, y era exactamente para él. Se había ganado más castigos, incluso más que los gemelos. Y todas las bromas que ella había hecho, estaban dirigidas para una única persona. Severus Snape, el murciélago de las mazmorras.

Pero ninguno de los castigos había sido con él. Según ella, era mucho mejor pasarlos con el señor Filch, aunque era una mentira. Simplemente se la había pasado evitando hablar con el profesor Snape, a pesar de los intentos de este tratando de poder hablar con ella.

Athena estaba en la clase de pociones, junto a Harry, que estaba nervioso. Sólo faltaban dos días para la primera prueba y se sentía muy nervioso.

Se encontraban haciendo un antídoto. Snape caminaba entre los pupitres, observando cada caldero por el que pasaba. Se detuvo en el caldero de Athena y Harry. El antídoto estaba muy bien realizado, él lo podía notar con sólo verlo. El estúpido de Potter tenía suerte de sentarse a lado de Black. Soltó un bufido y caminó de regreso hacia el frente, donde tenía un caldero con el mismo antídoto, pero le faltaba un ingrediente para ser acabado.

−Harry –murmuró Athena, llamando la atención del pelinegro−. ¿Quieres ver algo divertido?

Harry le miró con confusión. Pero no se negó, asintió con una sonrisa. Y Athena le señaló el caldero, que se encontraba junto a Snape. Harry en ese momento cambió su reacción, no iba a salir nada bueno de esa broma.

−Athena, no –murmuró Harry, pero era demasiado tarde. Athena había lanzado un ingrediente que no era el correcto hacia el caldero de frente−. Demonios...

Lo siguiente que se escuchó, fue una pequeña explosión; dejando la mayor parte del aula cubierta en un material grisáceo y pegajoso. Se escucharon varios quejidos de los alumnos. Mientras una ligera risa se escapaba de los labios de Athena. Ella se había protegido junto con Harry.

Todos miraron al profesor Snape, este tenía la cara cubierta del material grisáceo. Athena sonrió con satisfacción, ocasionándole que Harry le diera un codazo. El profesor soltó un suspiro más que molesto.

−Todos fuera –dijo con una suavidad, que jurarían que estaba tranquilo−. ¡AHORA!

Bramó y todos recogieron todas sus pertenencias saliendo rápidamente del aula. Athena y Harry estaban haciendo lo mismo, pero con más cuidado.

− ¡Black! ¡Tú te quedas! –volvió a bramar Snape. Haciendo que Athena tragara en seco. Harry le miró con ambas cejas levantadas. Ella le hizo un ademan para que se vaya.

Athena se giró, sabía que no tenía salida. Esperó a que Snape dijera algo o hiciera algo.

Snape sacó su varita, limpiándose el material grisáceo que le cubría el rostro y le manchaba su ropa. Después de eso, cerró la puerta con otro movimiento de varita.

−Te acabas de ganar un mes de castigo –por fin habló Snape, su tono era el que cualquier alumno evitaría−. Limpia tú desorden.

Athena frunció el ceño. Estaba sacando su varita de su túnica, cuando de pronto sintió un rápido desliz de su mano y su varita ya no estaba. Alzó su vista, Snape le tenía una mirada mordaz, mientras sostenía su varita en una mano y la de ella en la otra.

−Sin magia –dijo Snape, mientras se daba la vuelta−. Si veo que usas magia...

Athena por primera vez en su vida le sintió verdadero temor a Snape. Estaba demasiado molesto como para seguir haciéndole bromas.

A Black's Desire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora