Dumbledore... Aurora...
Oscuridad, todo era oscuridad, voces lejanas se escuchaban, Athena sudaba frío entre sus sábanas de seda, poco a poco se iluminaba la habitación, se encontraba corriendo, pero no sabía de quién o de que
Aurora...
Ese nombre retumbaba en su mente, cada vez se hacía más y más fuerte...
Se despertó de golpe, su respiración era agitada y gotas de sudor resbalaban por su cuerpo. Ya había amanecido, se levantó y se dirigió hacia el baño. Tomó un largo baño, sumergió su cabeza varias veces en la tina. Jamás había tenido pesadillas.
Se reincorporo con tranquilidad y agarró su bata. Secó su cabello, este ya había crecido bastante. Se miró al espejo y observó unas pequeñas ojeras que le habían comenzado a salir.
−Qué raro...−dijo Athena mientras fruncía el ceño. Salió del baño, cambiándose a su ropa normal y a listándose para el desayuno. Se encontraba haciéndose una coleta alta, cuando tocaron su puerta−. Adelante.
−Athena, querida –una voz suave habló.
−Tía Narcissa, buenos días –dijo Athena cordialmente hacia su tía.
−Veo que ya estas lista para el desayuno –dijo Narcissa acercándose hacia ella.
−Sí, en un momento bajo –dijo Athena asintiendo.
−Te esperamos, hay algo que tu tío Lucius quiere hablar contigo –dijo Narcissa suavemente, Athena sólo asintió. Narcissa salió de la habitación, dejándola sola.
Athena suspiró y se dispuso a bajar, sus vacaciones no habían sido malas, todo estuvo tranquilo, se había estado enviando cartas con Remus y una que otra a Sirius, pero en secreto. No convivió mucho con Draco, sólo lo necesario. Se había mantenido en contacto con sus amigos. Hermione se encontraba con los Weasley, la habían invitado a pasar lo que resta del verano con ellos, al igual que a Harry; seguramente irían al campeonato de Quidditch.
−Athena, querida –dijo Lucius con una sonrisa al verla bajar.
−Tío –respondió Athena con un leve asentamiento de cabeza−. ¿Quería comentarme algo?
−Ah, sí –dijo Lucius colocando una mano sobre su hombro de Athena−. Cómo veras, el campeonato de Quidditch se llevará a cabo mañana; el mismo Ministro de Magia nos ha pedido acompañarlo...
− ¿Acompañarlo? –dudó Athena, lo entendía muy bien por parte de Lucius, pero Athena no era un acompañante de lujo.
−Claro, ver el partido desde el mejor lugar posible –dijo Lucius con grandeza.
−Supongo que no tengo opción –dijo Athena, aceptando la oferta.
El desayuno transcurrió normal, al final, Athena se dio una vuelta por el gran jardín, en el se encontraban pavos reales blancos, dándole un toque muy elegante a estos. Su lechuza se posiciono en su hombro, traía una carta. Athena tomó la carta y la abrió con cuidado...
"Querida Athena:
Espero que esta semana te vaya de maravilla, he estado buscando un nuevo trabajo y espero conseguir uno. He estado tomando las pociones que me has mandado, eso alivia muchas cosas, no tengo palabras para agradecerte todo, espero que nos volvamos a ver pronto, cuídate mucho...
Atentamente: R. J. L"
Athena sonrió y suspiró, no quería que Lupin se sintiera que le debe algo, ella lo hacía porqué le importaba, se dispuso a subir a su habitación y responderle su carta. Caminó por la gran sala de estar, hacia unas escaleras y paró en seco en la puerta del despacho de su tío.
−Por más libre que este, Lucius. No voy a ir –una voz fría resonó por el despacho. Lucius levantó una ceja y miró detrás de Snape, viendo a Athena parada en la puerta.
− ¿Necesitas algo, querida? –preguntó Lucius con suavidad. Athena levantó ambas cejas y negó.
−Una disculpa, estaba pasando por aquí –dijo Athena descuidadamente, miró hacia Snape−. Profesor –dijo Athena en forma de saludo y se retiró.
Snape asintió en forma de respuesta y se quedó mirando unos segundos más donde Athena había estado. Ella había cambiado, su cabello, ahora estaba largo, había crecido unos centímetros más; su rostro se veía más perfilado, sus ojos, siempre brillantes, sus labios, rojizos y delineados...Frunció el ceño y se giró, encarando a Lucius.
− ¿Entonces, es un no? –Lucius preguntó una última vez. Snape roló los ojos y se dio la vuelta para irse−. Espera, ¿no te vas a quedar a almorzar?
−No tengo tiempo para tus cosas, Lucius –dijo Snape con fastidio.
− ¿No lo has sentido? –murmuró Lucius con cuidado. Severus miró hacia el brazo izquierdo de Lucius, lo tenía sostenido. Sabía a qué se refería, un ardor se había estado presentando.
−Me tengo que ir –dijo Snape sin más y se retiró de la mansión Malfoy.
Athena se encontraba terminando su carta, donde le decía a Lupin que no se preocupara por agradecerle, lo hacía porque le importaba, había omitido a su padre. Lupin estaba haciendo que estar en la casa de los Malfoy no sea una tortura.
− ¿Ya empacaste? –preguntaron desde la puerta. Athena suspiró. Era Draco.
−En un momento, no tardaremos cinco días en llegar –dijo Athena rolando los ojos.
−No entiendo porque no te emociona, te solía gustar el quidditch –dijo Draco con una ceja levantada. Athena frunció el ceño, ¿Draco, le estaba hablando bien? ¿Sin discutir?
− ¿Necesitas algo? –preguntó Athena extrañada.
−No –dijo Draco sin importancia.
− ¿Qué haces aquí? –preguntó Athena.
−No es tan malo convivir contigo –dijo Draco encogiéndose de hombros.
Athena le miró pensativa, sólo convivían lo suficiente, pero Draco tampoco había sido mala compañía, al parecer en el colegio es un patán, pero en su casa, es diferente.
−No te emociones, Malfoy –dijo Athena con una sonrisa ladeada.
−Claro –dijo Draco dándose la media vuelta−. Te apuesto tu Saeta de Fuego a que los Búlgaros le patearan el trasero a los Irlandeses.
−Acepto –dijo Athena con una sonrisa triunfante−. Quiero ver cómo pierdes tu dignidad.
Draco levanto una ceja y sonrió de lado.
−Ya veremos –dijo Draco dándose la media vuelta y yéndose de la habitación de Athena.
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A Black's Desire
FanfictionAthena Saiph Black, con todas las habilidades dignas de una Ravenclaw, a excepción de una; meterse en problemas. Su vida dio un giro completo al escuchar que su padre, Sirius Black había escapado de Azkaban. En su tercer año en el Colegio Hogwarts...