Capítulo 4

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−Dando un paseo, profesor –dijo Athena con sarcasmo.

Severus Snape avanzó un paso hacia ella de manera amenazante.

−No me hagas quitar puntos tan temprano a Ravenclaw−dijo el profesor Snape con una sonrisa burlona.

−No sería novedad –dijo Athena en un susurro.

−Y bien, ¿Qué estás esperando para largarte a tu sala común?−el profesor Snape preguntó con frialdad.

Athena iba a responder, pero se escuchó el sonido de las estatuas detrás de ella. Se dio la vuelta, dándole la espalda al profesor Snape. El profesor Dumbledore se asomó entre las gárgolas que se habían abierto.

−Ah, Severus, que inoportuno –dijo Dumbledore dándole una sonrisa−. Le he pedido a la señorita Black que viniera, pero ya que estás aquí. Puedes acompañarnos.

Athena frunció el ceño y siguió al profesor Dumbledore hasta su oficina. A su lado caminaba el profesor Snape. Su típica túnica negra, ondeando ante la fría brisa.

Entraron a la oficina y Dumbledore le indicó que se sentara en una de las sillas, frente a su escritorio. Athena observó la oficina, en busca de Fawkes, el ave fénix del director. Pero no la encontró.

−Athena, ¿Cómo estuvieron tus vacaciones?−preguntó el profesor Dumbledore, observándola por encima de sus lentes.

−Bien, profesor –respondió Athena con una media sonrisa−. Pero, ¿para qué me ha llamado?

−Como sabrás, Sirius ha escapado de Azkaban –dijo el profesor Dumbledore−. He tomado una medida preventiva, algo pequeño, si no te molesta.

Athena asintió para que el profesor continuara.

−Tendrás clases extras, con el profesor Lupin; a partir de mañana.

− ¿Eso evitará que se vuelva delictiva como su padre?−preguntó Snape con una sonrisa sarcástica.

−Ah, y clases extra de pociones; con el profesor Snape –terminó Dumbledore.

− ¡Ah, que emoción! ¿No cree profesor? –dijo Athena, una sonrisa burlona se extendió por su rostro mirando la cara de disgusto del profesor Snape.

−Como verás, tengo entendido que eres excelente estudiante, Athena –dijo el profesor Dumbledore−. Pero, necesito que puedas defenderte por sí sola, en algún momento.

Athena miró de manera dudosa al profesor Dumbledore. Pero, sin embargo no objetó.

−Ahora, Señorita Black, ya puede retirarse –dijo Dumbledore, dándole una sonrisa−. Mañana mismo le envío su nuevo horario.

Athena se levantó de la silla y se encaminó por la salida.

En aquella oficina solo se quedaron el profesor Snape y el profesor Dumbledore.

− Sabe muy bien que no doy clases extra –dijo Snape, siseando la última palabra.

−Muchacho, ella no es como Sirius –dijo Dumbledore−. Tu odio hacia él, no te deja ver lo excepcional que es Athena.

Snape se quedó mirando al profesor Dumbledore. Muy en el fondo sabía que Athena Black no necesitaba las clases de pociones.

−Dame una razón, para darle las clases –dijo Snape con frialdad.

−Verás, a pesar de tu odio. Athena aún te respeta como el gran pocionista que eres–dijo Dumbledore con aire soñador. Snape lo miró unos instantes. Se dio la vuelta y sin decir nada se encaminó hacia la salida. Dejando a un Albus Dumbledore con una sonrisa.

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