Sempiterno

Cap. 3: Un beso

- Entonces dime qué es lo que quieres... Y tiene que ser algo en proporción al favor que te estoy pidiendo, ¡nada demasiado grande! es sólo una llamada...

- Un beso. - Le dijo con tal seriedad que a Rin no le costó comprender que no estaba bromeando y no pudo evitar abrir sus ojos por la sorpresa, lo que al peliplata le causó algo de gracia.

"¿Por qué se sorprende?", realmente esa hermosa castaña no estaba consciente de ella misma y de lo que causaba.

Rin sintió como sus mejillas se sonrojaron nuevamente, pero aún así lo miró a los ojos con toda la determinación posible, intentando ocultar la emoción que sintió al saber que él, ese hombre tan jodidamente guapo, fuera de este mundo, quería besarla a ella... De todas las mujeres que había en ese lugar, lleno de modelos de pasarela, él la quería besar a ella. Y no le pareció un mal trato, no era como si ella no quisiera besarlo a él desde el primer momento en que lo vio...

- Bien, un beso. - Aceptó.

- En la boca, para ser más preciso. - Le dijo al ver que no puso reparos ante su petición. No quería que luego se saliera con la suya al encontrar una escapatoria en su pequeño contrato y terminara besándolo en la mejilla.

- Si, si entendí. - Dijo Rin ahora burlándose de él, con una leve risita.

Él arqueó una ceja al notarlo, pero lo dejó pasar sin decir nada. Asintió y comenzó a caminar hacia la salida, satisfecho al ver que ella lo seguía sin más cuestionamientos. Cruzaron el gran portón de la mansión, lejos de las miradas curiosas y ahí paró frente a ella.

- Primero la llamada. - Le dijo Rin intentando sonar firme y seria, pero esbozando inevitablemente una tierna sonrisa que la hacía parecer una pequeña gatita a punto de ser devorada.

Sesshomaru sacó su celular del bolsillo y envió un mensaje.

- Ya lo pedí por ti.

- Gracias. - Le dijo sonriendo.

Él la miró con el ceño levemente fruncido. ¿No iba a pedirle que le mostrara la confirmación, o algo? Fácilmente podría estarla engañando y la muy ilusa lo siguió a ojos cerrados a un lugar oscuro donde no había absolutamente nadie más. No hacía más que confiar en él y en su palabra, cuando ni siquiera lo conocía...

"Demasiado ingenua" se repitió una vez más, porque ciertamente él no era ni un caballero "ni menos un ángel" en el que debiera confiar... Debería imaginarse que apenas tuviera la oportunidad, no dudaría en aprovecharse de ella y de su bonhomía, como hacía cada vez que quería conseguir algo, porque esa era su naturaleza y esta vez no sería la excepción.

Pero de pronto todos sus pensamientos se esfumaron cuando la sintió apoyar suavemente sus pequeñas manos en su pecho y lentamente empinarse en la punta de sus pies para alcanzar sus labios.

La miró fijamente con los ojos abiertos, levemente sorprendido por su iniciativa. Francamente no lo esperaba, pensó que tendría que ser él quien diera el primer paso para cobrar su favor... Y sin poder evitarlo, se perdió en sus ojos cafés que lo miraban con una dulzura especial, como nunca antes nadie lo había visto. Se sintió embriagado por su aroma floral y bajó su mirada hasta sus sensuales labios; impaciente, sintiendo como su boca se hacía agua, pero decidió esperar.

Se mantuvo firme y quieto; analizándola, disfrutando ese fugaz momento antes del beso, esperando por ella, sintiendo la calidez de su respiración cada vez más cerca, hasta finalmente probar sus labios: suaves, carnosos y dulces con sabor a cereza. "Perfectos" dijo una vocecita en su cabeza, encendiendo una alarma en su interior. Porque para él, un ser tan frío, detallista y calculador, esa no era una palabra que anduviera repartiendo con soltura... A excepción de su impecable trabajo, no había nada ni nadie al que pudiera catalogar como perfecto.