Cap. 55: Dulce venganza

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🎆[Aviso: capítulo largo]🎆

Apenas llegaron a la gran mansión Taisho, Sesshomaru se bajó a abrir la puerta del auto para ella. Rin tomó su mano con delicadeza y caminaron juntos y en silencio hasta llegar a la entrada; ella tratando de no recordar la última vez que estuvo ahí y él sumergido en sus propios pensamientos mientras la miraba cada tanto, disimuladamente de reojo.

Pararon bajo la luz que iluminaba las grandes puertas de entrada y antes de abrirlas, el peliblanco bajó su mirada encontrándose con los expresivos ojos cafés.

Rin estiró la mano que tenía libre y acarició con suavidad su pómulo y el contorno de su rostro, con una tímida sonrisa, mientras ese rosado tan natural adornaba sus mejillas. Aún era extraño para él acostumbrarse a esa ternura que impregnaba cada una de sus acciones, pero ese simple gesto se había sentido tan reconfortante, como un muy real recordatorio de que no estaba solo. De que ella estaba ahí, a su lado.

Y entonces, guiado por la cercanía del momento, Sesshomaru se inclinó un poco más sobre ella para besar con suavidad sus labios. La atrajo hacia su cuerpo y no perdió la oportunidad de ir más allá en el segundo en que su castaña le permitió profundizar la caricia, olvidándose de dónde estaba - o sin que eso le importara realmente -, tomó su rostro con su mano grande y cálida mientras su lengua llegaba a embestir suave y lentamente la dulzura de su boca, extasiado con su sabor, apretando su cintura con su otra mano y mordisqueando sus labios cada tanto.

Y Rin, rendida y completamente derretida entre sus brazos no pudo hacer más que corresponderle.

Sólo cuando el aire escaseó entre ambos y al recordar lo que tenía en mente en un segundo de lucidez, se separó de él, sólo un poco, sin alejar su mano que aún acariciaba su rostro y se empinó para dejar un cálido beso en su cuello.

- Está muy guapo esta noche, señor Sesshomaru - susurró en su oído, rozando su piel justo antes de morder su oreja muy suavemente y sonrió para sus adentros cuando pudo sentir los músculos de su mandíbula tensarse -. Me encantaría tenerlo sólo para mí...

Los ojos del peliblanco se abrieron ligeramente más de lo normal cuando sintió su sangre bajar de golpe a su entrepierna.

Rin no pudo contener la traviesa risita que escapó de sus labios. Arregló su cabello, volviendo a su lado y recuperando la compostura, mientras él se cuestionaba qué tan posible sería cargarla sobre su hombro y desaparecer de ahí. No creía que su castaña pusiera reparos y al parecer nadie los había sentido llegar, luego se excusaría con Izayoi por faltar a la cena.

Si salía justo ahora...

- ¡Rin! - la puerta se abrió y la voz de Izayoi lo sacó de sus pensamientos.

Sesshomaru aclaró su garganta mientras maldecía en su mente. Rin sonrió ampliamente; muy tranquila, y él no pudo evitar mirarla con sus ojos entrecerrados mientras ella abrazaba cariñosamente a la mujer de su padre.

- Por dios, no puedo creer que estén aquí... Rin, no sabes cuánto me alegra que hayas venido, que hayan venido juntos... - decía emocionada, mientras estrechaba a la castaña entre sus brazos -. De verdad, no puedo creerlo...

- Gracias a usted por recibirnos, señora Izayoi.

- ¡Pero qué dices! No sabes cuántas ganas tenía de verte, pero no pensé que... - calló con sus ojos vidriosos y tomó las manos de la castaña entre las suyas, como un silenciosos agradecimiento. Sonrió y se separó de ella para saludar al peliblanco con un beso en su mejilla -. Gracias por venir, hijo.

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