Cap. 24: Sentencias

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Nunca antes se había sentido así de débil y vulnerable. Era una sensación realmente desagradable y tormentosa que se rehusaba a desaparecer y todo pasó tan rápido que, hasta ahora, ni siquiera había tenido tiempo de prestarle atención a las reacciones de su cuerpo, pero... mientras veía a Sara alejarse e intentaba esclarecer sus pensamientos, de un momento a otro, su vista comenzó a nublarse.

Sintió sus piernas ceder y sus brazos sin fuerzas; pesados como hierro. Si Sesshomaru no hubiese estado atento junto a ella en ese momento, probablemente se hubiese ido de bruces contra el suelo.

- Rin - La castaña alcanzó a escuchar el tinte de preocupación en su grave voz, que para cualquiera hubiese pasado desapercibido, pero no para ella, aunque comenzaba a sonar bastante lejana cada vez - ¿Estás bien? - Le preguntó estrechándola contra su firme cuerpo.

- Si, si, estoy bien. - murmuró. Su cercanía la hacía sentir inexplicablemente más tranquila y segura, la calidez de ese cuerpo grande y duro se sentía como el perfecto refugio que tanto había anhelado.

Él asintió y sosteniéndola de la cintura comenzaron a caminar hasta el auto que Jaken ya tenía listo para partir, esperando por ellos.

La ayudó a sentarse en el asiento del copiloto, la cubrió con su saco y se subió al lado del conductor. 

El camino a su apartamento fue en silencio, manejaba y la miraba de reojo cada cierto tiempo, como asegurándose de que estaba bien, pero no parecía así. Rin iba con los ojos cerrados y su rostro se veía más pálido de lo normal. De pronto la vio deshacerse del abrigo.

- Hace calor... - murmuró y se removió en el asiento.

- Rin, háblame ¿Qué sientes?

- Mmmmh - torpemente apartó los cabellos rebeldes de su rostro, aún con los ojos cerrados - No lo sé..., me siento... extraña.

Él peliblanco la recorrió con su mirada, deteniéndose en las marcas enrojecidas de su brazo. Apretó el volante con firmeza, sintiendo como la rabia y la impotencia se apoderaban de él. Naraku había tenido la osadía no sólo de acercarse a Rin, pero también de hacerle daño... ¡en su jodida propiedad! 

Lo iba a hacer pagar por esto. Como fuera...

Pero además de esa rabia e impotencia, un desagradable sentimiento de culpa se apoderaba de él... Él la había atraído hacia esto, hacia él, a su padre, a Naraku, él lo permitió, él la descuidó y ahora, por su culpa, le habían hecho daño. Lo enfurecía el imaginar qué hubiese ocurrido si se hubiese demorado sólo un poco más. Quizás... hubiese sido demasiado tarde.

- Rin, ¿Naraku te dio algo de beber?

Ella negó con su cabeza.

- No... me ofreció, pero... yo le dije que no... - respondió con su voz que sonaba más bajita a cada palabra, hasta el punto de casi desvanecerse. Él tocó su frente, se sentía un poco más caliente de lo que debería.

Ese imbécil la había drogado.

Sesshomaru cambió el rumbo de su viaje, con dirección a su Penthouse. No tardó mucho más en llegar. La bajó en brazos del auto y la cargó así hasta su habitación, mientras la escuchaba murmurar incoherencias.

Pensó que ya se había dormido y la recostó con suavidad sobre su cama, intentando no despertarla, cuando la sintió rodear su cuello con sus brazos.

- No se vaya... por favor. - le pidió rozando sus labios, justo antes de atraparlos en un beso rudo, caliente y apasionado, de pura necesidad.

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