- Esto no está bien - murmuró Rin para sí misma, con el ceño fruncido, absorta en su lectura.
Había dos libros en esa mesa de noche: "Sun Tzu y el arte de los negocios" y "El príncipe" de Nicolás Maquiavelo. El primero le pareció considerablemente aburrido, así que se decidió a hojear el segundo mientras el peliblanco descansaba a su lado, con su cabeza apoyada en su regazo.
- ¡Qué tontería! - murmuró nuevamente entre dientes, mientras su mano libre acariciaba con suavidad y ternura la musculosa espalda desnuda de su compañero.
- ¿Qué? - le preguntó él, saliendo de su letargo con su voz grave y baja y un leve tinte de curiosidad que no se alcanzó a escuchar.
- Lo siento, pensé que dormías - le susurró Rin con dulzura.
Él negó y se acomodó sentado a su lado en la cama, esperando una respuesta.
- Está bien, escucha esto... "Si bien el príncipe debe persuadir al pueblo, convencerlo, también debe emplear la fuerza, porque cuando ya no le crean se le puede hacer creer por la fuerza" - leyó -. ¡Hpmh! Y eso es lo de menos... - retrocedió un par de páginas - "... el amor y el miedo difícilmente pueden existir juntos... si debemos elegir entre ellos, es mucho más seguro ser temido que ser amado" - cerró el libro y lo miró fijamente a los ojos -. No me gustó este libro, me parece una estupidez.
Él sonrió levemente de lado al escucharla.
Tenía que admitir que, si hubiese sido cualquier otro el que hubiese entrado por su puerta hace algunas horas atrás, las consecuencias de esa interrupción hubieran sido muy, muy diferentes.
Pero no había sido cualquier otro, había sido Rin.
"Rin preocupada por él", corrigió.
Y por inexplicable que fuera, también tenía que admitir que, cuando la vio ahí parada frente a él, sintió una extraña satisfacción.
Su voz, suave y melodiosa, le entregó una calma antes desconocida para él. Una calma tan hipnótica como la que se siente al estar encerrado durante una fuerte tormenta y tan cautivante como seguir el curso de las aguas tranquilas de un río.
Y no era la primera vez. Exactamente así se sentía cada vez que ella le preguntaba si todo estaba bien, cada vez que le decía cuánto lo quería, cuando le hablaba de su trabajo o cuando la escuchaba reír o tararear suavemente cualquier canción que tuviera en su mente en ese momento. Incluso cuando la escuchaba rabiar o defender sus principios o ideales con tanto ahínco. Porque, aunque ni siquiera estuviera de acuerdo con ellos; aunque fueran completamente contrarios a los suyos, simplemente escucharla era... fascinante.
- No me parece un disparate.
- ¡Por favor! ¿No me digas que le encuentras razón?
- La tiene, ese es el punto. Se basa en la realidad, no en la utopía, y ha sido un aporte a la política moderna por cientos de años - dijo con tranquilidad -. ¿O piensas discutir con años de historia?
La castaña se encogió de hombros.
- Que tenga cientos de años no quiere decir que tenga la razón - insistió con cierta firmeza y sus cejas alzadas -. Si fuera por eso, tendríamos que hacer caso a todo lo que diga el señor Jaken... - murmuró divertida y él sólo la miró por el rabillo del ojo ocultando la leve sonrisa que se asomaba en su frío rostro. Rin suspiró -.No creo que el hombre sea malo por naturaleza, o que el fin justifique los medios. Este libro avala la crueldad...
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Sempiterno
FanficNi uno de los dos imaginó los estragos que causaría ese fugaz encuentro casual, ni que los recuerdos de aquel serían tan difíciles de borrar... Incluso para él, un hombre frío y calculador, que no deja detalles al azar y con su exitoso futuro cuidad...