Cap. 44: Algo que vale la pena recordar

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Volvía a ser de noche en las oficinas del conglomerado Taisho y el silencio reinaba en todo el gran e imponente edificio. Pero, por sobre todo, en la segunda más grande oficina del lugar.

En el resto del edificio, el silencio pasaba casi desapercibido entre la oscuridad de la noche, pero en esa oficina en especial se sentía diferente. Tenso, profundo, solitario y espeso, como la niebla en una fría madrugada de invierno.

Y así lo prefería él.

Bebió un sorbo de su vaso mientras hojeaba unos documentos sobre su escritorio y el tintineo de los hielos apenas se escuchó. Decir que se sentía a gusto en aquel lugar probablemente sería una exageración; la simple verdad es que no sentía nada, excepto, quizás, un ligero rastro de comodidad.

O al menos hasta que su silencio se vio interrumpido por el sonido del elevador, seguido de unos inoportunos pasos a lo lejos. Frunció su ceño y se decidió a ignorarlo, pero de pronto golpearon su puerta.

- Sé que estás ahí, Sesshomaru - dijo una voz femenina que él bien reconoció. Entrecerró sus ojos, molesto al escucharla, y más aún con lo que siguió -: Si estás haciendo algo depravado, por favor, súbete los pantalones porque voy a entrar.

El peliblanco se masajeó el puentecillo de su nariz, irritado. Desvió su mirada hacia el gran ventanal de su oficina, donde se reflejaban las luces de la ciudad, hasta que la puerta se abrió.

- Amo bonito - lo llamó Jaken, asomándose por un costado de la elegante mujer que hacía acto de presencia en su oficina -, discúlpeme, por favorcito, sé que usted dijo que no quería ser molestado, pero la doñita no me escuchaba y yo...

- Silencio - dijeron los dos al mismo tiempo. 

El hombrecito asintió repetidas veces y se reverenció ante él exageradamente.

- Por dios - dijo la mujer con disgusto -, luces como si tuvieras la resaca de una semana.

- ¿Qué haces aquí, Irasue?

- En mi último viaje de negocios no me alcanzó el tiempo para encargarme de todos los asuntos que tenía planeados - respondió tranquilamente, tomando asiento frente a él con una gracia comparable a la de la nobleza -, así que no me quedó más opción que regresar.

- ¿Qué haces aquí, en mi oficina? - aclaró Sesshomaru, enfatizando lo último.

Irasue dejó escapar un suspiro teatral.

- Siempre me pregunto... ¿Cuándo va a ser el día en que simplemente te alegres de ver a tu madre?

El peliblanco arqueó una ceja.

- Tonterías.

- Bien, al grano entonces, qué aburrido eres... - le espetó negando -. Si debo ser sincera, estoy aquí sólo por curiosidad. Apenas puse un pie en el país me comenzaron a llegar rumores - dijo al fin, admirando sus uñas con despreocupación -. Nakamura aparece en todos los noticieros, y dicen las malas lenguas que tú lo entregaste... Al principio me costó enterder por qué harías semejante estupidez, pero luego de indagar un poco más, comprendí tus razones - esbozó una sonrisa mordaz -. Supongo que Toga se desentiende de todo esto... Y el famoso directorio no debe estar muy contento contigo. Dime, Sesshomaru, ¿cuál fue su ultimátum?

Él peliblanco frunció su entrecejo, extrañado por la precisión de sus palabras y de aquella pregunta.

- Por favor, hijo, no me mires así... - dijo su madre, con una leve sonrisa de lado -. Es bastante obvio y, además, conozco a esos hombres. O mejor dicho, conozco a los de su clase - agregó alzando sus cejas -. Mientras Nakamura esté en juicio, con cada día que pasa, las acciones del conglomerado caen; por supuesto que te dieron un ultimátum. A ellos no les interesa cómo se haga el trabajo, mientras se haga; no les importa lo que es correcto o incorrecto, mientras puedan llenar sus bolsillos en el proceso - clavó su fría mirada en él -. Tú deberías saber algo de eso, ¿o me equivoco? - sonrió y se encogió de hombros con elegancia -. Finalmente, así funciona el mundo de los negocios. El resto no es más que... daño colateral.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora