Los meses de verano oficialmente habían llegado a su término. La fresca brisa otoñal había reemplazado por completo la calidez de las tardes despejadas, y aunque en algunos días el sol parecía brillar con intensidad y aferrarse a los vestigios de su estación favorita, el calor simplemente ya no era el mismo.
Hoy era uno de esos días y, mientras miraba distraídamente por la ventana, comenzaba a sentir las señales del cansancio del año, acumulado en sus hombros.
Desde la sala en la que se encontraba, en el edificio de la consultora, podía ver por el gran ventanal como los árboles en la calle comenzaban a teñirse de llamativos colores rojizos y anaranjados, y como algunas de sus hojas secas eran arrastradas por el viento con resignación. En ese momento, se descubrió a sí misma recordando haber leído hace poco, que el otoño era la estación idónea para acabar con lo que fuera; para arrancar de raíz cualquier cosa que no quieras que vuelva a crecer... Ahora que lo veía con sus propios ojos le encontraba más sentido, quizás porque en otoño todo parecía más dispuesto a morir.
- Rin.
La grave voz del pelirrojo sentado frente a ella la obligó a salir de sus pensamientos. Volvió su vista a él; llevaba sus cabellos rojizos, como las hojas del otoño, atados en un moño y sus ojos verdes la escudriñaban con impaciencia.
Ya llevaba horas en esa sala junto a él y la verdad es que ella también comenzaba a impacientarse. Había otras cosas que tenía que hacer y en su mente sonaban mucho más entretenidas que repasar todos los gastos de sus últimos trabajos con su ex.
- Discúlpame, ¿qué decías?
- Te preguntaba si ya tenías hambre, podríamos pedir algo para comer y luego seguimos - sugirió relajadamente -. ¿Qué se te apetece?
- Kirinmaru...
- Rin, no pienses mal - la interrumpió al saber que vendría un inminente rechazo -. Es sólo un almuerzo entre colegas, nada más.
- No pienso mal, no es eso - dijo negando con sus manos -. Es que tengo un compromiso y ya debo irme, lo siento - se disculpó con toda la cordialidad posible -, pero puedo decirle a Eiji que venga a ayudarte con todo esto.
El pelirrojo frunció su ceño, evidentemente molesto.
- ¿Entonces ahora también piensas dejar tu trabajo por él? - le preguntó acusatoriamente. Quería mantener la calma, de verdad quería, pero este asunto lo sacaba de sus cabales.
- ¿Disculpa? - inquirió la castaña con expresión algo ofendida.
- Lo he visto cuando viene a buscarte, Rin - masculló el pelirrojo con los dientes apretados -. Sé que están juntos, todo el mundo lo sabe...
- Quizás porque nunca ha sido mi intención ocultarlo - dijo encogiéndose de hombros con tranquilidad y él chasqueó su lengua -. Y no es que sea tu asunto, pero no estoy dejando mi trabajo para nada - continuó con un tono bastante más áspero que el anterior -. Es mi día libre, ¿lo olvidas? Vine a ayudarte sólo porque me lo pediste y si me hablas de la manera correcta, puedo seguir ayudándote mañana también, pero ahora tengo un compromiso, así que me iré y no tengo porqué darte explicaciones al respecto.
Él negó con desprecio.
- No tienes ni idea de dónde te estás metiendo - espetó, viéndola con sus ojos entrecerrados mientras ella guardaba sus cosas -. Te vas a arrepentir de esto, Rin.
La castaña levantó su rostro, mirándolo con el ceño fruncido y él pareció notar que lo estaba echando a perder. No hacía más que alejarla cada vez más... y no era eso lo que en realidad quería.
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Sempiterno
FanfictionNi uno de los dos imaginó los estragos que causaría ese fugaz encuentro casual, ni que los recuerdos de aquel serían tan difíciles de borrar... Incluso para él, un hombre frío y calculador, que no deja detalles al azar y con su exitoso futuro cuidad...