Su corazón latía desbocado y aquel delatador sonrojo se negaba a desaparecer de sus mejillas. Ese peliblanco se veía condenadamente atractivo en ese traje hecho a medida, como siempre, haciendo alarde de su porte imponente, elegancia y poder... Rin respiró profundo, intentando controlar su pulso acelerado. No quería volver a mirar hacia aquel lugar y el nerviosismo estaba comenzando a apoderarse de ella. Lo mejor por ahora, sería buscar a Kohaku o algo que hacer para distraer su mente.
La aguardaba una noche verdaderamente difícil.
- ¡Rin! - La suave voz de esa mujer la hizo voltearse.
- ¡Señora Izayoi! Qué gusto verla. - se acercó a saludarla con un abrazo, agradeciendo internamente que la sacara de ese suplicio.
- Igualmente querida, te ves preciosa. - Saludó también a Sara y a Sango. - Todas se ven preciosas. - sonrió.
La castaña le sonrió de vuelta con sus mejillas sonrojadas por su tierno halago.
- Muchas gracias, usted también se ve hermosa... Debe estar muy feliz por Inuyasha, ¿no?
Sara las miró a ambas con cuestionamiento... La forma tan familiar en la que se saludaron le causó extrañeza.
- Si que lo estoy, Kagome es una chica maravillosa, me alegra que se hayan encontrado. - sonrió - Linda, antes de que te vayas recuérdame devolverte tu pañuelo, además tengo un regalo para ti. Le dije a Inuyasha que te lo pasara el día de su cumpleaños, pero parece que no pudiste venir.
- Si, lo siento, viajé a ver a mi papá.... Y no tiene que preocuparse, señora Izayoi, le dije que no era necesario... - respondió bastante cohibida.
- Claro que lo es. ¡No te vayas sin avisarme! - le guiñó un ojo, Rin le sonrió tímidamente - Con permiso, chicas, nos vemos más tarde.
La mujer siguió su camino, mientras Sara veía a Rin de reojo.
- ¿Por qué te tiene un regalo? - se atrevió a preguntar al fin, con un ligero tinte amargo en su voz, que puso a Rin nerviosa.
- No lo sé, un día me la encontré y le presté un pañuelo, eso es todo. La señora Izayoi es muy amable...
- Si, es verdad. - Dijo Sango - A veces me cuesta creer que Inuyasha sea su hijo.
Rin soltó una risita.
Después de un rato de aperitivos, saludos y conversaciones, todos tomaron asiento en sus mesas y la cena transcurrió sin problemas...
Aunque no sabía si era su imaginación, pero estaba casi segura de que podía sentir el peso de esos ojos dorados en su espalda, como si la estuvieran siguiendo a cada momento. Esa sensación era como un déjà vu del día en que lo conoció; esa mirada de miel derretida era tan intensa que quemaba su piel aún bajo su ropa y simplemente le pareció imposible de ignorar. Y es que así era todo con él...
Imposible de ignorar.
Pero aún así, tenía que intentarlo... Prefería evitarlo y no mirar en su dirección, porque... tenía miedo. Tenía miedo de descubrir que esa sensación era sólo producto de su imaginación y que en realidad, él no la miraba a ella, que en realidad... él miraba a alguien más.
Las horas pasaron y todo el ambiente se sentía bastante más relajado. Algunos ya bailaban y Rin aprovechó el momento para acercarse a conversar con Kagome e Inuyasha.

ESTÁS LEYENDO
Sempiterno
FanfictionNi uno de los dos imaginó los estragos que causaría ese fugaz encuentro casual, ni que los recuerdos de aquel serían tan difíciles de borrar... Incluso para él, un hombre frío y calculador, que no deja detalles al azar y con su exitoso futuro cuidad...