Rin miró por la ventana polarizada del auto hacia el exterior y alcanzó a ver la silueta de los rascacielos a lo lejos. Secó el sudor de sus manos en sus pantalones; se sentía nerviosa, sentía incluso miedo. Ni siquiera sabía que iba a hacer una vez que viera a ese hombre, ni siquiera tenía realmente claro qué le diría, sólo... necesitaba entender, necesitaba saber qué hacer con todos esos sentimientos que aplastaban su pecho.
Miró nuevamente por la ventana, notando como los edificios se alejaban cada vez más. Ya llevaban viajando un buen rato y estaban en una parte bastante retirada de la ciudad.
Dos hombres de apariencia tosca y rostros serios los acompañaban en completo silencio. Uno conducía y el otro iba de copiloto y ella no reconocía a ni uno de los dos.
Sesshomaru iba sentado a su lado, en la parte de atrás, y durante todo el trayecto tampoco había dicho absolutamente nada.
Sin darse cuenta, la castaña dejó escapar un suspiro.- ¿Y el señor Jaken? - le preguntó tímidamente.
- Tenía otros asuntos de los que encargarse - respondió serio después de algunos segundos, sin dirigirle la mirada.
De pronto el auto se detuvo y uno de los hombres bajó a abrirle la puerta al Taisho.
- Esperarán aquí hasta que avise lo contrario - ordenó el peliblanco y cerró la puerta antes de que la castaña tuviera tiempo de replicar.
Los dos hombres asintieron con obediencia y Rin lo miró afligida adentrarse a solas en una gran casona de apariencia vieja y abandonada. Una extraña sensación invadió su pecho al verlo desaparecer y respiró profundo intentando relajar sus pensamientos. Tenía que estar tranquila, porque él... iba a estar bien.
Miró la hora en su teléfono y luego a los hombres.
- ¿Cómo se llaman? - les preguntó con una sonrisa amistosa que se desinfló al verlos mirarse entre sí y guardar silencio.
Después de un poco más de una larga hora, una patrulla ya había llegado al lugar y, finalmente, uno de los hombres recibió un llamado.
Los tres bajaron del auto y se adentraron en la gran casona. Con cada paso que daban, la vieja madera crujía y Rin sentía sus piernas cada vez más temblorosas, sus manos más sudorosas y su estómago más revuelto.
El lugar parecía un laberinto y el tenso silencio del que esa casa era dueña parecía tan artificial, como si las gruesas y desgastadas paredes no permitieran escuchar nada de lo que ocurría al otro lado de ellas.
Caminaron por un largo y oscuro pasillo y subieron por una escalera hasta llegar a una puerta custodiada por dos policías. Los hombres saludaron con un leve asentimiento de cabeza y los policías se hicieron a un lado, permitiéndoles entrar.
El ambiente en aquella pieza era tan denso que ahogaba.
Inmediatamente, Rin buscó con la mirada al peliblanco por toda la habitación. Él estaba parado cerca de su padre, algunos metros más allá. Estaba bien y le devolvió una fugaz mirada de reojo, que a pesar de su evidente seriedad, resultó reconfortante. Luego, los ojos dorados se dirigieron al hombre que parecía ser un detective y que mantenía esposado a Naraku frente a ellos.
Comprendiendo el gesto, el detective ajustó las esposas del pelinegro a un pilar a su espalda y comenzó a caminar hacia la salida.
- Debo atender un llamado - se excusó, y dejó la habitación.
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Sempiterno
FanfictionNi uno de los dos imaginó los estragos que causaría ese fugaz encuentro casual, ni que los recuerdos de aquel serían tan difíciles de borrar... Incluso para él, un hombre frío y calculador, que no deja detalles al azar y con su exitoso futuro cuidad...