Capítulo ciento treinta.

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Louis no vuelve.

Harry pasa su día entre páginas y palabras que con el pasar de las horas tiene que releer mas veces ya que se distrae, lleva más veces de la cuenta su vista a la puerta, esperando que se abra de un momento a otro y coloquen a Louis a su lado, donde pertenece. A lado de Harry.

Su preocupación aumenta a la par de su recuperación, es más consciente de que él finalmente está libre de todo cancer y tendrá una vida normal en unos dias, pero no se siente feliz por ello.

No si Louis no está para festejar con él.

Entonces, al final del día, y con poca información sobre su novio, por fin la puerta de la habitación se abre.

Sin embargo, solo la cirujana entra en ella, delicada y tranquila. Harry nota como su madre se levanta y se acerca para saludarla, también en como Niall sale de la habitación sin hacer ni un solo ruido.

Harry frunce el ceño, enderezándose en su camilla, sintiéndose más liviano que cualquier otro momento de su vida ahora que sabe que está libre de peligro.

"Hey, Harry" La mujer se sienta frente a él, Harry todavía observa como su madre le da la espalda y sale también, en completo silencio, el ceño del menor frunciéndose tanto que podía llegar a doler.

"Quiero ver a mi novio"

La chica asiente.

"Voy a decirte" ella empieza.

Los extremos del campo visual de Harry comienzan a volverse borrosos, y su cabeza parece detenerse. No puede ni imaginarse, en ese momento, lo que sea que vaya a decirle la mujer. Es como si su cabeza no pudiese trabajar, ¿Entienden ese sentimiento? De repente todos tus sentidos están potenciados, puedes oler exactamente a tu alrededor, sentir todo tu cuerpo y escuchar cada mínimo ruido.

"...Y, se que puede ser difícil, pero si te mantenemos tranquilo, mejor"

"Bien" la voz de Harry sale estúpidamente estrangulada.

A medida que Sofía habla, el pecho de Harry se hunde. Con cada palabra, cada frase floja que sus labios dejan, cada apretón que da en su mano y cada sonrisa triste que ella le da. La presencia de un fantasma parece estar frente a Harry y el sabe que todo se siente irreal por una cosa.

Su mundo está cayéndose a pedazos.

Ahora le gustaría estar envuelto entre las mantas de su habitación con el cuerpo de Louis pegado cómodamente a su costado, mientras saborean humeantes tazas de té y pasan la noche entre besos y estrofas de poemas que Louis le susurra al oído, o entre lienzos y pinturas que Harry acompaña con cantos bajos.

Hicimos todo lo que pudimos, pero...

O quizás le gustaría estar en el césped, acostado, con Louis, hablándole de las estrellas y buscando constelaciones. Besándolo bajo el mar de cielo que se cierne sobre ellos y recitarle las más hermosas poesías baratas que encontró por ahí.

No hay nada que pudiésemos hacer contra ello y nosotros...

Y de repente todo se reduce a Louis, a lo que es Louis, su ser extremo que quiere anclarse al de Harry con fuego, sus ojos, los que Harry dibujó incontablemente sin saberlo en servilletas de cafeterías y tapas de cuadernos, y su boca, la que Harry creía que era la más preciosa que jamás había visto y le había jurado a la luna amar para siempre.

Lo siento mucho, Harry. Fue muerte cerebral.

Su cuerpo se congeló en ese instante. Sintió el calor subiéndole al pecho como la llama de un fuego violento, y sintió una ráfaga de imágenes atravesarle la mente, de cortos segundos. Absolutamente todo pasó frente a sus ojos. Desde que se conocieron hace diez años y Louis le enseñó su Osito, desde que comenzaron a dormir juntos en las camillas, cuando jugaban con las gotas de lluvia de la ventana, cuando se acurrucaban para mirar Los Aristogatos durante horas, cuando Harry le regalaba dibujitos porque Louis se sentía mal, cuando Louis le escribió una carta en su cumpleaños, cuando tuvieron las cirugías, cuando volvieron a casa. Todo. Absolutamente todo ocupó los sentidos de Harry, le tapó los oídos y le formó un nudo en el estómago.

Sentía sus caricias justo donde las había sentido la primera vez que hicieron el amor y escuchó las últimas estrofas de poesía que recitó en su oído.

No lloraba, porque su cuerpo estaba entumecido, y lo único que sentía y escuchaba era a Louis. Louis, que lo llamaba Ángel, Louis, que hacía reír a Harry más que a cualquier otra persona.

"Mi corazón es, y siempre será, tuyo."

Harry aprieta los párpados, sus palabras atravesando su mente como si Louis estuviese diciéndoselas a su lado, cada una de ellas.

Harry nunca estuvo preparado para enfrentar la pérdida del amor de su vida.

Oh, el dulce dolor de rasparse las rodillas jamás advirtieron a Harry sobre el dolor de rasgar su corazón.

Lienzos  {l.s}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora