Capítulo ochenta y dos.

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Louis ama el rostro de Harry.

Todo de él. Desde los diminutos lunares que toca con el índice, y cree que forman constelaciones, hasta sus labios sonrosados, donde podría dormir si fuera lo suficientemente pequeño para ello, parecen dos almohadas. Tiene una peca pequeña en el labio, tambien, y él se enamora de ella la primera vez que la nota.

Porque-entonces, sí, Louis conoce sus facciones, pero nunca lo tuvo así de cerca y así de libre para estudiarlo.

Podría mirarlo toda la noche, lo ha hecho, esa primera noche. Quería saberse de memoria la forma en la que se arrugaba su ceño si estaba soñando algo feo, o como apretaba la nariz delicadamente a veces, o abría su boca inconscientemente.

Una vez, cuando era pequeño, veía a su madre mirar a sus hermanas bebés cuando las alimentaba. Las miraba, de cerca, y las acariciaba. Cuando él le preguntaba por qué lo hacía, ella le respondía que cuando amas a alguien, te gusta mirarlo. Saber absolutamente todo. No simplemente un hijo, quizás tu pareja. Lo amas, entonces quieres conocer todo de ella.

Louis podía entender completamente el punto ahora.

Dejó besos suaves en la mejilla de Harry, sonriendo ante el recuerdo, apartando su gorrito con cuidado para besar su frente.

Louis repasó palabras en esas pestañas, cuando las mira, descansando tranquilamente en su pómulo, reescribe la historia.

Harry está aferrado firmemente a él, durmiendo, completamente ajeno a la lluvia de pensamientos de Louis. Sin embargo, su adoración parecer ser mutua incluso en esta situación.

Finalmente, Louis besa con calidez sus labios, dejando alma en ellos, antes de apartarse y sonreírle.

"Mi ángel" su voz sale suave, y Harry parece moverse con las palabras, como si quisiera acercarse lo más posible a Louis, hasta fusionar sus almas.

Lienzos  {l.s}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora