Una noche que no se acaba (parte 2)

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Daban casi las seis de la mañana, y aparte de su estómago recompuesto a base de agua, café y antiespasmódicos masticables, su ánimo estaba a nada de explotar de euforia. Sólo necesitaba escuchar la confirmación  de Hana a todas las cosas que le había revelado Mito en esas escasas horas.
El estómago ya no le daba vueltas, y del gusto ácido en su boca apenas quedaba un resabio menor, que pensaba quitar con una pastilla de menta o lo que sea que le trajese Akira. Odiaba vomitar, y en años no lo había hecho; esa sensación  de tener la garganta rasposa, quemada por el ácido de sus propias entrañas, sentir trozos de alimentos en su garganta y nariz… era un completo y total asco, y por culpa del alcohol había devuelto frente a una audiencia no  menor en plena acera, salpicando sin querer las zapatillas antes impolutas de Mito. En un momento estaba expectante de lo que diría, ansioso porque le rectificara que Hana tenía ojos solo para él y que le explicase absolutamente todo, y al otro, sintió  un retorcijón seguido por un vómito caliente y violento que no le permitió siquiera alejarse medio metro de todos. Terminó arrodillado, vencido, mirando un revoltijo amarillento que olía a alcohol, y que le seguía provocando arcadas y debilidad por lo cual no podía ponerse en pie. Cuando las arcadas remitieron pudo enfocar sus ojos enrojecidos por el esfuerzo en un punto que no fuera lo que había comido o bebido . Quiso limpiarse la boca con su mano, pero ésta estaba salpicada también, dejándolo  sin muchas opciones, avergonzado y asqueado  de sí mismo. Nunca más bebería se juró. Una mano femenina le alcanzó un pañuelo descartable que tomó agradecido y se limpió lo mejor que pudo, alejándose despacio  del lugar del estropicio.
Avergonzado se había dejado guiar silencioso por el improvisado grupo, ahora encabezado por Iori y Mito, hasta una plaza céntrica cercana, otra vez siendo  flanqueado por los leales hermanos Sendoh que sólo se apartaron una vez lo dejaron sentado en un banco . Se seguía sintiendo fatal, y si bien el aire entre las arboledas le había sentado bien,  los cientos de metros que caminaron lo hizo reprimiendo todas la preguntas y  ansiedades que había suscitado  Mito con sus palabras. El malestar truncaba cada intento de siquiera querer preguntar o pedir explicaciones. Se limitó a mirar la espalda delgada de Mito que caminaba abrazando la cintura de Iori, y cada vez que el muchacho giraba la cabeza para cerciorarse que lo seguían, sus ojos se chocaban: los azules ansiosos  y avergonzados, los marrones analíticos.
Cuando por fin empezó a sentirse mejor  taladró a Yohei con la mirada, ya poco dispuesto  a seguir esperando que el muchacho siguiera sus arrumacos con Iori a unos pasos de ellos, medio camuflados fuera del halo de la farola. Con una expresión de resignación  en el rostro, éste dejó a la chica no sin antes susurrarle algo al oído, para luego sentarse a su lado en la banca, despreocupado como si fueran las tres de la tarde de un perfecto  domingo. Rukawa en otra ocasión lo hubiera fulminado  con desprecio, pero esta vez se tragaría la chulería  del amigo  de Hana con gusto.



-Propongo ir a buscar algo para comer y agua ¿me acompañan? – dijo Iori al aire, rompiendo  la atmósfera  de expectación  y oídos atentos de los hermanos Sendoh.



Rukawa agradeció  las directivas de Mito antes de separarse de la chica. Ya todos sabían suficiente, no era necesario que supiesen lujo de detalles… Le molestaba hallar cualidades en Mito, en su interior seguía viéndolo  como  el cómplice de las burlas de Hanamichi, pero debía admitir que tenía algo en su personalidad que le agradaba desde siempre,  que desentonaba en el grupo de bobos que rodeaba al pelirrojo.
Kuroi se encaminó junto a la chica no sin antes darle una tableta de antiespasmódicos masticables, que agradeció  sobremanera llevándose a la boca  dos, y suplicando  que su estómago los acepte. Sabían a cereza artificial, y mientras los degustaba veía empezar a alejarse a Kuroi e Iori, pero Akira permanecía clavado en su sitio, vigilando con expresión  neutra. Un sentimiento cálido se esparció  por el pecho del número  once ante la fidelidad y preocupación  de su amigo. Preocupación que no era necesaria, ni antes en los lavabos con el apasionado y reactivo pelirrojo ni ahora con el templado Mito. Lo miró fijo haciéndoselo saber, y chasqueando la lengua Akira dio media vuelta no sin antes darle una mirada amenazante a Mito. Se maravilló de haber visto esa  noche  más expresiones en su amigo que las sonrisas y la afabilidad a la que tenía acostumbrados a todos. Supuso que el alcohol también  lo volvía más permeable a mostrar su verdadero sentir.


-Habla- ordenó tras tragar a las apuradas la pasta predigerida de las pastillas.


Y Yohei Mito habló.


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El trío había vuelto a mitad de la conversación, pero se habían mantenido alejados luego de acercarle un agua mineral, y Rukawa apenas les prestaba atención  por el rabillo del ojo, sumergido en las implicancias de todo lo escuchado.  Todo, absolutamente todo, era  un malentendido gigante, de dimensiones épicas (y creía quedarse corto) y él era el ingrediente primordial junto al cabeza hueca bonachón, resignado y sufrido de Hana. Todas las cualidades que tanto amaba  en ese alocado y temperamental chico se habían conjugado con sus peores defectos para armar un malentendido eterno. Se recriminó sus silencios,  sus pocas palabras a la hora de hablar con Hanamichi y hacerse entender. Todo el tiempo tildándolo de cabeza  hueca y el único  que parecía tener aire en lugar de sesos era él mismo. Mito no tenía detalles de un montón  de situaciones que había vivenciado junto a Hanamichi -otra cualidad impensable de ese maravilloso ser que ahora reconocía: yola reserva- , pero le confesó  que sabía o intuía mucho más de lo que aparentaba,  y que por fin se decidió   a intervenir y hablar esa noche tras escuchar sus verdaderos sentimientos derrotado en la acera del Cuba Libre, ya todo salido de control.
Su cabeza ponía en comparación  continuamente  las  palabras dichas por Yohei acerca de situaciones, hechos y sentires de Hana y lo que él tenía por verdad  acerca de esas situaciones, hechos y sentires, y no coincidían en ningún  punto. Debía forzar sus neuronas a un doscientos por ciento para hallar la conexión  entre lo que él había creído que sucedió  y lo que realmente  sucedió desde  el principio  de la historia. Ahora, por ejemplo, adquiría sentido absoluto la preocupación  desmedida en la enfermería tras el ataque en la escuela de parte de la patota del número diez, y más sentido  adquirían todos los cambios de humor que escapaban de su comprensión , que atribuía a inestabilidad psíquica y emocional, y si bien eran eso exactamente, tenían como explicación  racional  que el pelirrojo estaba enloqueciendo por pensarse usado, engañado y vaya a saber  cuantas cosas más. Cuando su mente hizo el ‘click'  necesario que clarificó sus ideas y le dio gran parte de las piezas del rompecabezas que creía imposible, perdió  el hilo de lo que le relataba Mito, abrumado por la cantidad de nueva información  que procesar y principalmente  reordenar.  Repasó velozmente todo desde el inicio, y creyó recordar el momento  exacto en que todo empezó a malentenderse , allá por mitad de año tras una práctica escuchando a Ryota decirle a Hana que se apurara en confesarse a Haruko. Se había alterado tanto de tan solo pensar a Hanamichi noviando con la chica tras las semanas que lo ignoró después del acercamiento inicial que tuvieron en los vestuarios, que se le había acercado para advertirle  que no lo iba a permitir. Al inicio se había resuelto a mantener la distancia y dejarlo madurar  y aceptar el encuentro fogoso donde fueron interrumpidos por Mitsui, pero la  atención  que Haruko comenzó  a ponerle al pelirrojo lo comenzó a alterar y a recordarle que Hana se pasó desde principio  de curso babeando enamorado de ella y luciéndose para que lo vea y, asustado porque se decantase por la chica y se le confesara, le había ladrado que no pensaba dejar que ese  noviazgo ocurriera. Y se maldijo por ser poco explícito, ahora sabiendo  que el cabeza hueca interpretó que a la que celaba era a Haruko y no a él. Y seguramente allí empezó todo el enredo, pero ¿cómo pensó que luego de tremendo momento caliente en los vestidores estaba interesado en la chica y no en él?.  Ése era el momento  exacto, la raíz de sus desgracias compartidas. Y la actitud que tomó los días posteriores a la primera  vez que hicieron  el amor, acosando  a la chica a vistas de todos solo para obligarla a que dejase a Hanamichi que no tomaba la decisión de terminar ese noviazgo por su cuenta… Se  creyó vencedor  y decidido en ese momento, y lo único que había logrado era más confusión  y desconfianza en Hanamichi, que no entendía que a quien quería por completo era a él.  Se recriminaba duramente… ¿Cómo se le había ocurrido actuar así? ¿tan inmaduro y cobarde  que no podía decir las cosas directamente por miedo al rechazo? Los engranajes de su cabeza giraban alocados, y se tildaron de repente al recordar  la mirada de Hanamichi cuando agrede dejó que lo viera besando a Haruko, cuando  hasta el día anterior habían sido supuestamente novios. Y ahora sabía que no fue un supuesto ni un engaño, si no que realmente  habían  sido novios que se amaron, cuyo idilio él mismo había decidido arruinar por haber escuchado un fragmento de conversación ajena tras una puerta a escondidas que, aparte que no le correspondía escuchar, no tuvo el valor de quedarse hasta el final  o mínimamente dejarse ver y enfrentar la burla de la que se creyó víctima.  Si tan sólo  hubiera tenido las agallas en ese momento para girar el picaporte o para quedarse unos segundos más… si lo hubiera  hecho ninguno de los dos hubiera pasado por el dolor de los últimos días. Rememorar la expresión rota de Hana en el umbral del gimnasio y paralizado por la escena lo dejó con una sensación de vacío y culpa, sufriendo por el dolor que le había provocado con sus infantiles deseos de venganza. Y pensar que había atribuido la expresión  a sus sentimientos rotos por la chica.
Sintió que le faltaba el aire por el remordimiento, y su cuerpo  se estremeció por la brisa de la madrugada sobre sus brazos desnudos. Sumergido en su dolor lo sobresaltó la mano tibia de su acompañante en su antebrazo, llamando su atención.  Trató de enfocarlo y avergonzado  se percató que tenía los  ojos aguados;  el rostro de Mito era un manchón bajo la luz amarilla de la farola. Se refregó los ojos y los mantuvo pegados en sus propios pies, y volvió  a agradecer en silencio los modos del chico.

-El resto tendrás que escucharlo del bocazas de Hana- le dijo Yohei y se levantó y avanzó  tranquilo hasta el grupo cercano, con los cuales intercambió unas palabras que no oyó, ante las cuales solo Akira desvió  su mirada hacia su lugar unos segundos, y en silencio le dio a entender que le daba su espacio.

No supo cuanto tiempo  estuvo su cuerpo entumecido en esa banca a solas con sus pensamientos  brincando de un lado para el otro  dentro de su cerebro, armando nuevos recuerdos, entendiendo actitudes , rememorando palabras propias  y ajenas… ¡era demasiado! Tanto tiempo  teniendo  como enemiga mental a Haruko, cuando el enemigo  real era él mismo con sus  silencios, con sus respuestas esquivas, cortas, a veces malintencionadas y que ahora entendía como ambiguas. Yohei le contó  entre otras cosas que Hana lo vio besar a Haruko en el hotel durante el viaje a la playa semanas  atrás, algo que él ignoraba. Y entendió  que la respuesta que creyó ingeniosa en su momento  ante la pregunta del pelirrojo cuando lo encontró  meditabundo a la madrugada  entre las rocas, en realidad fue el pié inicial para que Hana pensara que era un desalmado en busca  de sexo, sea con quien sea, y no creyera que tenía sentimientos por él. Recordaba la pregunta de la boca del pelirrojo de aquella noche ante sus avances románticos y sexuales… ¿por qué  haces esto? Y él, cobarde de confesar que lo hacía porque estaba loco de amor, le había  lanzado alguna fanfarronería que siquiera recordaba  exacto, pero lo que sí recordaba  era el tremendo puñetazo  en el estómago y la fugaz y fabulosa sesión  de sexo que le siguió cuando se calmó. Recordaba el desespero que sintió en el cuerpo de Hana, y creía hallar motivos para que el tonto sintiera que debía sobreproteger a Haruko de sus instintos animales, y no precisamente por estar  enamorado de la chica, si no por su instinto protector. Se preguntaba en qué  momento Hana se enamoró de él, y mientras hacía un repaso mental por la cronología de sus encuentros su visión de las baldosas rojizas se vio ocupada por las mismas zapatillas salpicadas por su vómito  incontrolable, en las que apenas quedaban vestigios del hecho.


-Siento lo de tus zapatillas. Es un asco.  Cuando pueda te las repongo – le dijo tranquilo, pudiendo enfocar esta vez el rostro y los ojos  serenos  de Mito, que lo miraba con una media sonrisa. 

-No es nada que no se quite  con un lavado, no te preocupes -dijo Yohei restándole importancia. -¿Decidiste  el siguiente  paso? Estamos un poco cansados de estar aquí…


Rukawa se le quedó mirando, dándose cuenta que seguían todos allí, esperando  que él mejore, procese y decidiese qué  hacer. Y él seguía machacándose con algunos recuerdos y deleitándose con otros, pero siquiera había pensado en lo siguiente. Bendito Yohei que lo sacó de su ensimismamiento y le recordó que a unos kilómetros de allí un pelirrojo dormía y esperaba por él en sueños. O eso rogaba… Se levantó de un brinco cuando entendió  que su lugar estaba junto a Hanamichi, y que estaba desperdiciando el tiempo  que tenía junto a él antes de irse a Norteamérica de vacaciones. Se ubicó espacialmente  en un milisegundo y encaró en la dirección  del barrio de Hana y ya pensaba cómo aguantaría la separación  tras la emoción  de saberse correspondido,  (porque daba por hecho que la reconciliación  sería inmediata) en cómo manejaría  la ansiedad de volver a verlo, besarlo, cuando  se interpuso en su camino la silueta firme de Akira.


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Entre los  tres lo convencieron de pasar por una estación  de servicio a adecentarse. Iori lo convenció  diciéndolo  que nadie quiere una confesión  de amor, ni una reconciliación  ni nada por el estilo con alguien que había dejado su contenido estomacal  hacía nada sin cepillarse los dientes luego. Eligieron una estación  con un café 24hs, donde no halló nada para la higiene bucal, pero sí aceptó de buen gusto un café cargado y un paso por los sanitarios para refrescarse  a consciencia la cara, el cabello, descargar la vejiga y revisar su vendaje. La mano seguía pulsando de dolor, pero éste quedaba olvidado tras las emociones del momento y sólo recordaba la herida cuando sin querer la rozaba con algo… Olió la playera prestada, su cuerpo, y creyó estar potable, y tampoco  es que pudiera bañarse allí, claro, y estimaba que en última  instancia a Hana no le importaría demasiado. Lo recordó  frenético  devorándolo  en el cubículo del Cuba Libre cuando  era un mar de sudor, y se sonrió complacido y tuvo que tranquilizarse y quedarse un rato más allí dentro hasta que se normalizó la situación  dentro de sus pantalones, cosa que sucedió  de golpe cuando lo recordó salir del mismo cubículo  con Keiko, arreglándose ambos las prendas. Demasiadas emociones durante esa noche eterna. Pensaba en el exhibicionismo de Hana y Keiko, que le quitaba los ánimos, pero entendía la actitud  de Hana y su decisión  de seguir adelante con quien quisiese, y  tampoco dudaba del relato de Mito e Iori de que se deshizo de ella metiéndola en un taxi.  Él mismo lo arrojó a los brazos de la geisha con sus intentos dolidos de venganza, él le dio luz verde a otra persona para que acapare su atención.  No podía borrar la imagen de ellos besándose en la cena, ni de la manera en que bailaron, ni del maldito preservativo que cayó de la billetera de Hana frente a sus ojos. Le carcomía las entrañas la posibilidad de que, aunque no hubieran consumado el acto sexual esa noche, sí  lo hubieran  hecho antes… sabía que era posible, si hasta los había visto escabullirse a la azotea en la escuela, y conociendo lo inflamable del deseo sexual  de Hana y lo experimentada y desinhibida que parecía ser Amiya… ante tal  pensamiento golpeó con el puño la puerta del cubículo y salió  furioso con la mano en un grito de dolor  contenido, topándose con Yohei, que precavido le avisó que ambos Sendoh se fueron a una farmacia cercana en busca de algo para su boca, que lo esperaban con Iori para otro café, que no tardase.

Y entre el siguiente café, la espera y en vista de lo acaramelados que estaban Yohei e Iori, ya daban las seis; la noche comenzaba a clarear  y él seguía lejos de Hanamichi Sakuragi, escarbando en su memoria,  logrando encajar una por una las fichas, pero sobretodo ansioso por verlo, escucharlo, disculparse, abrazarlo besarlo y no dejarlo ir nunca más. Le había parecido tan tirado de los pelos que antes de empezar el noviazgo con Hana  este le prohibiese decir que estaba enamorado… una excentricidad ilógica que ahora se volvía lógica cuando creía saber lo que pasaba por la mente confundida del pelirrojo. ¿Cómo pudo pensar que era tan frío y calculador? Sí,  es verdad que la parquedad de palabras, el ocultamiento  de sentimientos y las actitudes nada buenas que había tenido con Haruko en su intento de separarlos, lo habían llevado a esa confusión  colosal, pero… ¿tan mal podía pensar de él? ¿De verdad pensaba que estando enamorado de una persona que le correspondía iba a buscar  sexo con alguien más solo para jugar? Si ésa era la imagen que había proyectado en la persona que quería conquistar, debía  rever sus actitudes y cuestionarse su propia capacidad para analizar las situaciones y personas, y claramente  mejorar la comunicación…  Hana siempre le había parecido transparente, y sin embargo, más allá de las emociones más primitivas  como la ira, los celos y la pasión , no había podido  distinguir nada más, cuando tras los ojos miel pasaron múltiples sentimientos. De repente recordó la última  visita  de Hana a su casa tras la paliza de la escuela, cuando  merendaron juntos en silencio y trató de avanzar y besarlo, desesperado  por tenerlo tan cerca sin poder tenerlo realmente como deseaba.  Hana lo había rechazado como nunca, diciéndole  que no podía responderle  porque se había terminado enamorando. Y claro que se refería a estar enamorado de él, no de Amiya, pero en su estupidez no notó la confesión osada, dolida y desesperada del pelirrojo, y le hizo saber que poco le importaba su sentir. De solo pensar el daño que le causó en ese momento, la felicidad  de saber que era todo un malentendido se esfumaba y volvía la culpa y desesperación  por querer ir a explicarle todo. ¿Y si no lo creía?, pensó asustado. Pero no, descartó el pensamiento pesimista  de inmediato. Le iba a creer, estaba seguro. Si le pedía que se arrodillase lo haría sin  pensarlo, y si se tenía que arrastrar kilómetros tras él para ser perdonado por su idiotez lo haría hasta que no le quedase piel en las rodillas.
Mientras fantaseaba con la reconciliación  la dupla Sendoh se paró al lado de la mesa, sacándolo de su ensimismamiento.


-Vamos a los aseos. Te conseguí cepillo y pasta, y unas vendas y analgésicos para tu mano- le dijo Akira mientras balanceaba ante sus ojos una bolsa plástica blanca.



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La veintena de cuadras que lo separaban  de su destino se  estaban haciendo  demasiado cortas. Se sentía casi repuesto del todo, el único  inconveniente era el cuarteto del que no se pudo deshacer. Akira había sido tajante en su postura de no dejarlo marchar solo a encontrarse con  ‘esa bestia’ , como  llamó a Hanamichi, y tuvo que ceder a que lo acompañasen mínimo hasta la esquina de la vivienda del pelirrojo cuando vio que se estaba poniendo de un ánimo que no le conocía, entre malhumorado y amenazante. Se le notaba cansado, y pensó que a fin de cuentas no le haría daño su compañía. No esperaba que los otros tres se colasen en la aventura  también,  pero allí iban los cinco: él flanqueado por la dupla Sendoh en la delantera, y más rezagados Iori y Mito, acaramelados  entre pequeñas risas.
Kuroi había intentado iniciar conversación durante el inicio de la caminata silenciosa , pero Rukawa no podía prestar atención  a nada externo. Deseaba tanto llegar, verlo, explicarle, ser perdonado, que nada más  le importaba. A doscientos metros de la tan conocida vivienda apretó el paso, ansioso y mentalizándose para el momento  en que el adormilado chico le abriera la puerta. Siempre  llevaba encima la llave alguna vez prestada, y como acto reflejo la tocó en el bolsillo delantero de su jean. El paso firme se había convertido casi  en un trote sin querer, un trote que fue interrumpido por la mano firme de Akira sujetándolo y obligándolo  a mirarlo. Distinguió  una preocupación  silenciosa.


-Estaré bien. Cuando entre a la casa se pueden marchar- le dijo de la mejor manera posible , tratando que su tono suene agradecido, pero ya alejado unos diez pasos se dio la vuelta arrepentido, y ante la mirada asombrada de todos les dio  las gracias con una sonrisa y una reverencia profunda. Si quería hacerse entender tenía que empezar a esforzarse por exteriorizar lo que sentía,  y en ese momento estaba agradecido con ellos cuatro,  de corazón, y se los hizo saber, sintiéndose  pleno en el proceso.






Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora