Dos amantes

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En unos diez minutos llegarían a la preparatoria. Los semblantes se veían más agotados que cuando partieron tres días atrás, pero ahora también reflejaban alegría por los días de sol, mar y arena que habían pasado. El último día salieron a recorrer toda la costa, y los que tuvieron suficientes energías, hicieron el recorrido con el agua hasta la cintura. Hanamichi había sido uno de ellos, así que ahora era de los que traía mayor cara de cansancio. Rukawa era el que se veía más fresco, no puso ni un pie en el agua, ni ese día ni ningún otro. Cuando le preguntaron por qué no disfrutaba del mar, dijo que sencillamente no le gustaba. Hanamichi sabía que esa era una excusa, ya que si mostraba más de lo necesario la piel, se notarían todas las marcas que él mismo le había echo  dos noches atrás. Le causó tanta gracia ser el artífice de que el zorro llevara siempre una campera liviana cerrada hasta arriba...La noche del domingo habían decidido ir a un karaoke, mucho más tranquilo que el antro viciado donde habían ido la noche anterior, y Hana casi muere de la risa al ver que Rukawa se había tenido que volver antes y solo a causa del calor del lugar.
El retomar la rutina significaba un alivio para el torturado cerebro de Hanamichi, que al haber tenido tres días sin obligaciones se la pasó pensando en el triángulo que formaba la relación entre Haruko, el zorro y él. No había tenido oportunidad de hablar mucho más con Rukawa; el día anterior, luego de la sesión de sexo matutino, se levantaron tarde, y el resto de la jornada transcurrió en la playa, rodeados de gente. El pelirrojo se sentía satisfecho de que a Rukawa le haya quedado bien claro su pedido de discreción cuando no estaban solos... Por un momento llegó a pensar que, al estar tomado, no recordaría nada, pero estaba equivocado, y eso quedaba en evidencia con la actitud del número once, que siquiera lo miraba. El único "incidente" se dio esa misma mañana cuando estaba guardando sus pocas pertenencias; Rukawa aún dormía-no lo había visto desde el momento que, sofocado, abandonó el karaoke-, y ya casi terminaba de meter las prendas en el pequeño bolso, cuando el zorro lo atacó por la espalda y lo lanzó a la cama con rudeza, para posicionarse encima suyo y comenzar a besarlo frenéticamente. No se lo pudo quitar de encima del susto y de la sorpresa. No esperaba semejante ataque de una persona que supuestamente estaba dormida...Lo salvó un golpe en la puerta que anunciaba que pronto saldría la camioneta que los llevaría hasta la estación de trenes. Luego de la interrupción, Rukawa le robó un último beso y le aseguró que luego lo continuarían, a lo que Hana no pudo disentir.
Ahora en el tren, por esas casualidades habían quedado uno sentado al lado del otro, y Hana estaba nervioso de tenerlo tan cerca. El perfume del zorro le estaba llegando a sus fosas nasales, y podía sentir el calor del brazo de Rukawa en su costado, apenas perceptible. Haruko estaba sentada frente a ellos, junto a Ayaco que le hablaba animosamente sobre los días pasados y los futuros, haciendo hincapié en los exámenes que pronto llegarían y en las eliminatorias por el campeonato nacional que en menos de un mes comenzaban. Al colorado,  la sola mención del campeonato lo ponía de un humor excelente; se encontraba deseoso de enfrentarse a nuevos equipos y también de volver a jugar contra rivales conocidos. Sentía particular anhelo por enfrentarse contra Kawata mayor y demostrarle que había mejorado, y también por jugar contra todos los equipos que no pudieron ni ver durante el torneo anterior tras quedar eliminados.
Ya en la preparatoria, el equipo de básquet estuvo en la boca de todo estudiante. A nadie le importaba el resultado desastroso del partido contra el Josei-no estaban interesados en los méritos deportivos-, pero sí en las nuevas apariencias; todos habían vuelto con la pieles más quemadas, y para sorpresa de todos, fue Mitsui el que más revuelo armó entre las chicas. Por supuesto que Rukawa tenía su club de fan aparte, y el ser la causa de los alborotos era algo natural para el número once, por lo cual no lo sintió.
Una vez asentado el rojizo inicial, Hana estaba tomando un color dorado muy saludable, y se sentía revitalizado por las miradas que robaba en los pasillos. Nunca creyó poder reunir tanta atención por tomar un poco de sol; de haberlo sabido antes, lo más probable es que se la pasara todo el año tostado, pensaba. Hanamichi atribuía el nuevo atractivo a el color de sus ojos, de ese miel tan claro, casi amarillo, y al hecho de que, al ser la blancura de su piel menos notoria, su cabello pasaría algo desapercibido... Equivocado no estaba, pero la verdadera razón de que el pelirrojo atrajera tantas miradas y comentarios, era su expresión de felicidad absoluta; y no era la típica cara de bufón que llevaba  a todos lados cuando se paseaba por la escuela feliz por algún acontecimiento...no, era una cara de felicidad plena, de satisfacción.
Cuando dio la vuelta por un recodo del pasillo que llevaba a los aseos, escuchó como una chica le comentaba  a otra en tono confidente que se veía mejor con esa apariencia, y agregando en un tono más pícaro, le preguntaba que cómo se vería Rukawa "tostadito", a lo que la otra respondió con una risilla, que fue lo último que Hana pudo escuchar. Se disparó la imaginación de Hanamichi, que en seguida vio un zorro de ojos azules "tostadito", sin contar que también se lo estaba imaginando saliendo del mar con el agua escurriéndosele...Se estaba sonriendo, y cuando se dio cuenta del motivo, sonrojado y con enojo, golpeó con su frente la pared más cercana que tenía.

-No, no, no, no.... ¡No puedo pensar eso!-gritó enojado, mientras se daba otro golpe, esta vez más suave -¿El zorro "tostadito"? Qué estupidez...-murmuró.
-¿Que yo qué?-lo sorprendió una voz cercana.

Era Rukawa que salía del baño de hombres que estaba a medio metro. Llevaba una toalla de papel en las manos, con la cual se secaba.

-¿Me estás siguiendo?-le dijo, avergonzado por lo que podría haber escuchado.
-Podría preguntar lo mismo...
-¡Por supuesto que yo no te estoy siguiendo!-le dijo ofuscado.
-De todos modos no me molestaría que me siguieras...-le dijo el zorro con voz seductora mientras arrojaba el papel echo un bollo a un canasto cercano.

Hanamichi vio horrorizado como se acercaba con paso zorruno a  su posición, y empezó a preocuparse por lo que pudiera hacer. Había gente dando vueltas por el lugar, y lo último que quería era que alguien los viese en alguna situación comprometedora. Sin proponérselo dio un pequeño paso hacia atrás, tratando de alejarse del peligro que suponía el pelinegro. Rukawa lo notó, y se quedó estático en su posición, mirándolo duramente.

-No es necesario que te alejes...si dije que me comportaría en público es por que lo pienso hacer. No te voy a robar un beso en medio del pasillo en hora de clases. A menos que me lo pidas, claro-finalizó con una sonrisa juguetona que paralizó a Hanamichi-.
-¡Nunca te pediría algo así! Deja de decir idioteces, zorro.
-Torpe...-le decía mientras reanudaba su marcha, metiendo las manos en sus bolsillos, ignorándolo al pasar a su lado.
-Argghhh....zorro imbécil-le espetó, y furibundo se metió al aseo.

Se estaba mirando el rostro rojo en el espejo, cuando la puerta se abre y asoma por ella medio cuerpo de Rukawa. Por un momento, el pelirrojo pensó que el chico volvía por más ahora que estaban en un lugar un poco más cerrado, pero al ver que se quedaba allí, sin ingresar, lo descartó.

-Me gustaría que saliésemos. Te espero luego de las prácticas-fue lo que dijo Rukawa para luego volverse a ir sin darle tiempo a contestar.

Hanamichi estaba congelado por la petición-bueno, casi petición-de Rukawa. No había manera de escapársele; luego de las prácticas se irían juntos, ya que Hana desde hace tiempo que se quedaba un rato más y nadie controlaba a qué hora se iba ni con quién. No le podía argumentar que era raro que saliesen juntos del gimnasio, y tampoco quería dejar la preciada y beneficiosa hora extra de ejercicio. Se preguntó a dónde irían, o de si el zorro pervertido ese tenía pensado un encuentro más íntimo. Se reprendió a sí mismo por pensar que Rukawa podría llegara a querer salir a pasear con él... ¡Ni que fueran enamorados! Era evidente el motivo por el cual quería que "saliesen" juntos, no sabía por qué había pensado en otra cosa más que el sexo que compartían.


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La casa estaba en un completo silencio como siempre; daba lo mismo si su madre estuviera o no de viaje, ya que si se encontraba trabajando en la misma ciudad volvía muy tarde. Hanamichi estaba acostumbrado al silencio sepulcral del lugar. Su madre era una excelente mujer que, desde que falleció el jefe de familia, había hecho lo más humanamente posible por seguir adelante con el negocio familiar sin complicar la vida de su hijo. Hana le estaba eternamente agradecido, pues era una mujer fuerte que supo contenerlo tras la penosa  muerte de su padre. El hecho de que pasasen poco tiempo juntos no le quitaba normalidad a la relación; Noriko llamaba a diario cuando estaba fuera, se preocupaba por los estudios de su hijo-era ella la que lograba que Hanamichi de vez en cuando estudiara con anterioridad para un examen, por más que se tuviera que desvelar por explicarle por las noches-, porque a Hana no le faltase nada que ella pudiera brindarle. Y cuando estaba en casa siempre lograba que desayunen juntos, como una familia normal. A Hanamichi no le gustó al principio la soledad, pero con el tiempo se acostumbró a la independencia que eso traía. Podía escuchar música a todo volumen, comer a la hora que le viniese en ganas, dejar el baño mojado luego de bañarse, no tender la cama, pasarse horas al teléfono, mirar televisión a deshoras... Sólo extrañaba la compañía humana y las pláticas, por eso se despachaba tanto de hablar en la preparatoria.
Ahora se encontraba sentado en la barra de la cocina tomándose un jugo. Luego de la tercer hora, había pasado Ayaco curso por curso, anunciando que el capitán había decidido suspender la práctica por el día de hoy; muchos aún estaban desvelados por la salida al karaoke, y de nada valía entrenar en esas condiciones. Ésa fue la excusa perfecta que halló Hanamichi para pasar de la cita con el zorro. Ya no tenían posibilidades de salir; cada uno iría rumbo a su casa, estaba fuera de discusión el que se vayan juntos.
Se levantó desperezándose y quitándose el sueño de encima, pero sintió como un pequeño mareo le nublaba la vista y le daba una sensación de vértigo. Se dijo que estaba muy cansado y que tomaría una siesta luego de un buen merecido baño de inmersión en la tina.
El baño  hizo estragos con las pocas energías que le quedaban, dejándole el cuerpo flojo y en un estado de seminconsciencia; como pudo llegó hasta su alcoba, y luego de poner el despertador para dentro de dos horas-que es cuando pensaba ir al mercado por un par de artículos que necesitaba-se durmió cobijado bajo la liviana colcha.
Soñó con Rukawa; soñaba que estaban en la playa y que el pelinegro se metía al mar con polera, y que él mismo iba tras él, pero completamente desnudo y excitado. Cuando lo alcanzaba comenzaba a morderlo y Rukawa se alejaba, y el agua cada vez les subía más, hasta que sintió que ya no podía hacer pie y que estaba completamente sumergido en el agua salada con el zorro entre sus brazos, al cual sujetaba fuertemente para que no se hundiera.
Despertó sobresaltado por el pitido del aparato, pero repuesto del cansancio. Luego de remolonear unos momentos se levantó, pensando en lo que había soñado; maravillándose de la capacidad de ese chico de perturbarlo hasta en sueños. De una manera que no creía, sentía deseos de verlo. Se lamentó de que al final no hayan podido verse, aunque hasta hacía un poco más de dos horas daba gracias por la misma situación...
Quería verlo, quería tenerlo encerrado fuerte entre sus brazos como en el sueño, para que no se hundiera, para que saliesen a flote ambos.
Sintió urgencia por saber algo de él, pero la aplacó poniéndose en mente las compras que debía de hacer antes de que anochezca. De nada servía pensar en Rukawa, y le molestaba de sobremanera tener inevitablemente en mente a ese zorro, ya sea despierto o dormido. Sus hormonas le estaban jugando una mala pasada-pensaba-y todo por que ese chico de profundos ojos azules  había sido su primera experiencia sexual, y no conocía más que el cuerpo zorruno que tantas sensaciones desconocidas le causaba.



Como siempre era un gentío; la gente se amontonaba por doquier y la cola para las cajas era terrible, pero en ese gran mercado era en el único sitio en que Hanamichi conseguía las masas que tanto le gustaban para el desayuno. Salía de la tienda cargando sólo dos pequeñas bolsas, y había emprendido la marcha de regreso a su casa cuando  dos figuras más altas que la multitud llamaron su atención: Rukawa y Sendoh venían platicando y bebiendo cada uno una bebida energizante, como si de grades amigos se hablara. No lo habían visto, pero de seguro pronto se fijarían en esa otra cabeza rojiza que sobresalía, y no sabía si meterse en algún local para dejarlos pasar, o de si seguir caminando como si nada. En el tiempo que perdió debatiéndose entre las dos opciones, vio como ambos pares de ojos azules se fijaban en él al mismo tiempo, con notable sorpresa. Hanamichi siguió avanzando, mirando sin mirarlos, completamente anonadado por el encuentro. Como era previsto, cuando estaban a escasos pasos, fue Sendoh el que dijo la primera palabra.

-¡Sakuragi! ¡Qué sorpresa!
El pelirrojo estaba enojado, así que lo ignoró, y ya lo había pasado de largo sin darle una segunda mirada cuando un brazo lo sujetó, obligándolo a darse vuelta.

-Ey, Sakuragi, te estaba hablando-le dijo Sendoh con su mejor sonrisa.
-Déjalo, no debe de querer hablar contigo-le cortó Rukawa, deshaciendo el agarre del brazo de Sendoh.
-¡Vamos! Si hace tanto tiempo que no nos vemos...aún recuerdo que dijiste que me vencerías, y estoy esperando...-soltó Sendoh con su mejor sonrisa, sabiendo que con esto lograría una reacción del pelirrojo.
-Si aun no te derroté es porque no tuvimos oportunidad de encontrarnos nuevamente, pero no te creas la gran cosa, puercoespín asqueroso-le gruñó Hana, exaltándose por el comentario del chico de la sempiterna sonrisa.
-Jajaja... Sabía que era fácil hacerte reaccionar...
-¿Y para eso me molestas? ¿Para burlarte?-le decía más molesto, y sin esperar respuesta, se volvió a  dar la vuelta y siguió su camino lo más  aprisa que pudo-No tengo tiempo para estas idioteces...-dijo en un tono lo suficientemente alto para que ambos lo escuchasen.
-Seguro que estás apurado por ir a ver a tu chica, ¿No?

Esa había sido la voz de Sendoh, en la que como siempre se escuchaba un dejo de alegría.

Hanamichi se quedó pensando en las palabras del número siete, y recordó que debía de visitar a Haruko pronto, ya que en la escuela poco y nada la había visto. Se detuvo, y sintió la imparable necesidad de que el zorro se sintiese mal. No le gustaba la idea de verlo tan animado junto a Sendoh, y aún recordaba las palabras que había dicho esa tarde en la cancha callejera.

Nuevamente se volteó para enfrentarlos, aún sin saber muy bien qué decir.

-Sabía que era así...por lo visto Kaede no es el único que está de cita hoy...-dijo Sendoh mientras apoyaba uno de sus brazos en el hombro de Rukawa, y éste no se movió ni un milímetro para ahuyentarlo.
-Si, tengo que ver a Haruko. De echo la invité a comer a casa y por eso estaba de compras-les apuntó mientras alzaba un poco las bolsas que llevaba en las manos para darle veracidad a sus palabras.
-¡Pero qué buen novio! Tu novia debe de cuidarte mucho, chicos así no se encuentran por todos lados....bueno, nosotros seguiremos con lo nuestro...no hagas esperar a tu chica que la hora de la cena ya se acerca. Como siempre, un gusto verte Sakuragi.-se despidió la estrella del Ryonan, con una inclinación de cabeza.

Sin corresponder la cortesía, echó a andar con más prisa que antes, furibundo con las palabras que había escuchado. Rukawa de cita... ¿Así que no se conformaba con lo que él podía darle que buscaba placer en otro lado? ¡Maldito Rukawa! Se la pasaba jugando con la gente, tomándolos como meros objetos...pero claro, cuando alguien tocaba a su amor enseguida ponía cara de perro apaleado; a Hana no le había pasado desapercibida la mirada de odio que ese zorro le clavó cuando dijo que Haruko iría a su casa a cenar. Lo dijo sin pensarlo, sólo por el acuciante deseo de  lastimarlo. Había detestado encontrárselo junto a ese tipo tan falso que regalaba sonrisas hasta a las piedras. Ahora, seguro que debía de aguantarse algún berrinche de Rukawa, o de "Kaede", como lo llamaba Sendoh... ¿desde cuándo tanta amistad, tanta confianza como para llamarlo por su nombre? La respuesta le llegó como un rayo: desde que se acostaban; porque de seguro que Rukawa también lo hacía con ese tipo. Una oleada de odio hacia el número siete lo invadió al imaginarlo hacer las cosas que él mismo ya le había echo al cuerpo sumiso de ese zorro. Quería volver sobre sus pasos y llevarse al estúpido zorro consigo, alejándolo de esas otras manos... Pero no podía, no tenía derecho; era un juguete más de Rukawa, y si podía elegir entre un juguete que lo era por gusto, a uno que lo era por obligación, no era difícil de saber cual escogería...

Cuando llegó a su casa, aún seguía enojado por el encuentro tan desagradable; lo único que hizo fue tirar las compras sobre la mesa de la cocina y encerrarse en su cuarto a escuchar algo de música hasta que el cansancio hiciese aparición de nuevo; no pensaba cenar, la frustración que sentía era grande como para tragar bocado alguno. No supo cuanto tiempo se mantuvo despierto, pero con la música al máximo volumen se durmió vestido como estaba sobre el pequeño sillón de su cuarto.

Despertó completamente adolorido a la madrugada, con los oídos embotados y una pequeña congestión nasal. Llegó prácticamente a rastras hasta su cama y se acostó, tapándose hasta la cabeza. Se volvió a dormir pensando en Rukawa y Sendoh, caminando felices y "entretenidos" por el centro comercial...Rukawa lo había ignorado por completo, y tampoco habían "salido" como le había pedido éste en los aseos de la escuela. El último pensamiento que tuvo, fue una maldición. Una maldición dirigida a Ryota por haber cancelado los entrenamientos y privarlo de la compañía de Rukawa.




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El día le estaba resultando horrible. Otra vez llovía sobre Kanagawa y soplaba un viento bastante frío para esa época del año. Había amanecido más adolorido, y estaba seguro de que estaba pescando algún resfrío. Tal vez el haberse dormido tan desabrigado con la ventana del cuarto abierta le jugó en contra, pero no se dio cuenta hasta esa misma mañana cuando se levantó con el sol de lleno en el rostro. Antes de salir a la preparatoria y luego de desayunar-siguiendo el sabio consejo de su madre-, se tomó un antigripal por las dudas. No quería enfermar teniendo tantos desafíos por delante.
Otro día en que los alumnos se amedrentaban por la lluvia; la mitad de la preparatoria estaba ausente. Hanamichi se preguntaba qué harían si llegase a llover por una semana entera... él no era fanático de las clases, pero su recompensa era ver más seguido a sus compañeros y las prácticas del equipo, por lo cual rara vez faltaba.
Era la hora del entrenamiento, y Hanamichi no se sentía nada bien; le dolía la cabeza, y tenía igual de congestionada la nariz que por la mañana. Además, ya habían pasado quince minutos y Rukawa no aparecía, algo que se les hacía a todos muy atípico. Hanamichi estaba molesto, no lo había visto en toda la mañana... aunque tampoco buscó alguna ocasión para encontrárselo, ya que se la pasó en su salón dormitando.
Antes de terminar con el calentamiento, el pelirrojo le pidió permiso a Ryota para retirarse. Se vistió con cuidado volviéndose a poner el uniforme para irse a casa. Hizo tiempo para ver si Rukawa llegaba, pero pasados diez minutos más, se dio por vencido y despidiéndose a los gritos se salió del recinto.
Apenas puso un pie fuera, notó que la lluvia arreciaba más fuerte aún. Como no tenía paraguas puso su maletín sobre su cabellera para evitar empaparse más de la cuenta hasta llegar a un refugio. No había echo más de veinte pasos, cuando las mismas figuras del día anterior se le aparecieron tras la cortina blancuzca de la lluvia, ambas amparadas bajo un mismo paraguas. Y allí estaba ese estúpido zorro prácticamente pegado al de la sonrisa eterna, caminando aprisa. Pudo ver como los labios de Rukawa gesticulaban palabras, y cómo Sendoh ensanchaba más aún la mueca de su boca en respuesta. Se les quedó mirando, sintiendo como un nudo se le formaba en el estómago. Ninguno llevaba uniforme, y la única explicación era que ninguno asistió a clases ese día.
Sin darse cuenta, el brazo que sostenía su maletín había caído inerte a un lado de su cuerpo, dejando que la lluvia le mojase por completo. Y en esa posición estaba cuando por fin lo vieron. Ambos pararon su andar, Sendoh aún reía, pero Hana sólo tenía ojos para ver los azules del zorro. No sabía qué ganaba quedándosele mirando como un novio engañado, pero lo hacía... Los ojos de Rukawa estaban velados, lo miraban con cierto recelo, y para su sorpresa, vio que fue Rukawa el que reanudó la marcha y lo ignoró. Y así pasaron junto a un Hanamichi que seguía congelándose sin poderse mover.

Para cuando llegó a su casa estaba hecho un hielo por fuera y por dentro. A su entender, el pelinegro zanjó muy bien lo que eran: no más que dos chicos que compartían la cama cuando  a sólo uno de ellos se le antojaba, y ese uno era Rukawa. Hanamichi ya lo sabía, pero no dejaba de dolerle decepcionarse más y más de Rukawa.
Tiritando se metió bajo la ducha, y tuvo que quedarse un rato largo bajo el agua para que el frío se apartara de sus huesos. Luego, con un vaso de jugo de naranja y un cuenco de cereal se fue a mirar la tele, arropado en una manta hasta que otra vez el sueño lo alcanzó mientras miraba un partido de la NBA que retransmitían en un canal de deporte.






Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora