Despertares

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-Oye, zorro, ¿no crees que es hora de volver?-le decía mientras lo zarandeaba con cuidado.
-¿Mmmm?-Rukawa estaba saliendo de su sopor y no entendía muy bien. Se sentía tan cálido allí en contraste  con el arrullo del viento que oía a lo lejos.
-Que es hora de volver al hotel. No podemos quedarnos aquí eternamente, está haciendo frío.
-Ahhh...yo...-por fin recordó bien donde estaba, volviéndole la lucidez y retomando su voz serena- sí, si no se preocuparan-dijo mientras  se deshacía del brazo que el pelirrojo había pasado bajo su nuca a modo de almohada.
-Vamos, no me digas que ahora te preocupa algo aparte del básquet. No es propio de ti, Rukawa-le dijo algo escéptico, ya incorporado y con el rostro oculto por las sombras.
-Mañana tenemos un partido, por si no lo recuerdas.
-Ya sabía yo que dirías algo así. Pero bien, volvamos. Vístete de una buena vez-le dijo mientras que girando su cabeza en varias direcciones trataba de divisar sus prendas.

Rukawa se tomó un mínimo tiempo para observar a Hanamichi mientras se inclinaba para recoger sus shorts blancos. No era la primera vez que lo veía desnudo, pero en nada se comparaba a lo que veía en las duchas del vestuario o lo poco que pudo observar la vez que estuvieron juntos; esta vez la luz blanca de la luna le daba a su cuerpo un contraste claro, dejando notar cada hebra de carne que se tensaba en cada ágil movimiento. Era mágico mirarlo de ese modo, aunque fuese sólo un segundo. La vez que lo hicieron en la casa del pelirrojo no había tenido la oportunidad de echarle una ojeada directa, ya que se había dormido enseguida, y al despertar, éste ya no estaba en la cama ni en la casa. Esa fue una de las pocas veces que maldijo su sueño tan pesado, un sueño que le impidió ver a su ardiente compañero de equipo más íntimamente. Levantó su rostro con los ojos cerrados hacia el cielo, respirando ese aroma marino que lo rodeaba para tranquilizar la sangre que le empezaba a bullir nuevamente al recordar el cuerpo de ese chico. Un leve roce en la cara lo trajo de vuelta a su mundo, y eran sus propias prendas que Hana le arrojaba desde su sitio, ya de pie.

-Baja de la luna y apúrate-dijo mientras se giraba y se quedaba contemplando el mar que lamía las rocas más cercanas.

Ese gesto le pareció de lo más tierno; a su manera, le pareció pudor por parte de Hana el voltearse. Sí que era idiota, pero lo entendía.
La tibieza que hasta hace poco había sido producto de los cálidos brazos de Hana que lo habían estado rodeado durante el tiempo que durmieron brevemente entrelazados, con Hana cubriendo su cuerpo a manera protectora, estaba desapareciendo, dejándole sentir en su piel acalorada escalofríos que lo recorrían completamente. La chaqueta estaba inservible, demasiado húmeda por estar bajo su cuerpo.

Caminaron con prisa hasta el hotel. No sabía cuanto tiempo había estado dormitando en la playa, pero ya no había rastros de almas por las calles, y la luna  se alzaba en lo alto, anunciando una hora tardía. No emitieron palabra por el camino; andaban muy cerca, pero se notaba que cada uno tenía cosas en que pensar, y por lo tanto sumergidos cada uno en su mundo.
Por su parte, Rukawa pensaba en los cambios tan bruscos de actitud de Hanamichi.
"-De ahora en más sólo yo te daré la satisfacción que tanto buscas. ¿Entendiste, zorro?-".
Recordó esa frase de Hana y se quedó pensando en ella y su significancia, sin hallar una respuesta medianamente satisfactoria. Estaba por exponer sus dudas en voz alta cuando divisó las luces del cartel luminoso; ya estaban llegando, no tenía caso preguntar ahora. Y así, cayó en cuenta de que compartiría cuarto con él, cosa que para su sorpresa le erizó la piel, y lo puso un tanto ansioso. Cuando Anzai había anunciado las parejas se sintió emocionado porque  por tres noches tendría a Hana a su merced, pero ahora era un poco distinto, y no sabía el por qué. El planeaba acosarlo hasta la muerte, esperando la negativa del pelirrojo, pero ahora, el que pensaba que podía llegar a ser acosado era él mismo. La idea no le disgustaba ni un poco, pero sí lo tomaba por sorpresa; el no tomar la iniciativa era algo desconcertante, por así decirlo.

En el lobby se encontraron con una imagen un tanto graciosa: Allí estaba Anzai recostado sobre uno de los apoya brazos, despatarrado y con un hilillo de baba cayéndole por la barbilla, y si a eso se le sumaba el reflejo que la luz causaba en sus gafas...no pudo evitar que una sonrisa casi imperceptible se le formara. El entrenador era de los mejores que había conocido Rukawa, además de ser un excelente estratega desde la banca, tenía la capacidad de ver el talento en los demás y de explotarlo, pero no para bien personal como muchos, si no para el crecimiento interno del jugador. Recordaba que cuando le negó la posibilidad de irse a  Estados Unidos tras el partido con el Ryonan se lo había tomado a mal, pensando que no lo dejaba marchar por puro egoísmo, para no sacarle al equipo su mejor jugador, pero luego de la conversación con su mujer en el coche, entendió mejor las razones del anciano, y desde ese día decidió ponerse en las manos de aquel hombre de pocas palabras y mucha sabiduría para mejorar su juego. Y sí que lo había logrado, en poco tiempo se había igualado al mejor jugador de preparatoria de la nación: Sawakita.
Lo que vio en un sillón cercano le esfumó la sonrisa de golpe. Allí estaba Haruko, echa un ovillo en un sillón de un cuerpo. Se peguntaba a quién estaría esperando ¿a su novio o a él? Ahora sí que aprendería a ser más fiel con sus sentimientos esa pequeña manipuladora; cuando supiese la verdad moriría por estar cerca para verle el rostro. No es que él se considerase un santo, de echo creía que era bastante más manipulador que esa niña, pero la diferencia radicaba en los diferentes intelectos, y en que él si lo hacía por una causa justa; y su causa era  el amor que había ido creciendo durante todo ese año por ese idiota cabeza hueca que se hacía llamar genio. Aún no creía estar enamorado de un personaje así, pero lo estaba, y cómo.

-Ey, viejo-decía Hana mientras se acercaba para despertar a la masa dormida- ¡éste no es lugar para dormir! ¿Te crees que a alguien le interesa verte allí tirado?

Anzai apenas se movía, saliendo del adormecimiento, lo que al parecer enojo a Hanamichi que se agachó junto a él y le empezó a dar golpes en la papada.

-¡Waaaaaa! ¡Qué asco! ¡Viejo baboso!-exclamó cuando se dio cuenta del líquido en la pera del viejo que había tocado su mano, inmediatamente apartándose.

Este grito sacó a Anzai del sueño, pero para desagrado de Rukawa, también despertó a Haruko.

-¡Rukawa! ¡Hanamichi!-dijo en un pequeño grito la chica, levantándose como si un resorte tuviera por piernas.

Sí que era zorra... mencionarlo primero a él para luego sólo correr hacia Hana como novia preocupada. Estaba dudando bastante de la diferencia de intelectos...

-Ahhh... ¡Hola Haruko! Perdón, no quería despertarte con mis gritos, pero este viejo es una asqueroso-decía Hana mientras se limpiaba la palma de la mano en la musculosa.
-No, no importa, igual los estaba esperando-y luego de consultar su reloj de muñeca y ver la hora puso cara de sorpresa.
-¿Tan tarde es?-inquirió Hana.
-Son cerca de las dos-exclamó abriendo los ojos dejando ver con claridad sus ojos celestes-¿pasó algo?
-Ahhhh...es que...-Hanamichi no sabía que inventar, y Rukawa estaba muy divertido con la situación. Sentía deseos de decirle que se demoraron porque el cansancio los venció luego del satisfactorio sexo, pero eso hubiera sido demasiado. De momento...
-Por lo visto estuvieron peleando-declaró Anzai que ya estaba parado estirando sus cortas extremidades mientras miraba el mentón hinchado de Rukawa.

Todos se quedaron mirando el rostro de Rukawa, que a la luz se veía bastante inflamado y colorado por el golpe. Hasta él mismo lo había olvidado casi por completo; sólo sentía algo agarrotado el abdomen, pero nada de mayor mención.

-Pero creo que ya se deben de haber amigado, si no, no hubieran vuelto juntos-terminó Anzai.
-Sólo fueron unos golpes...lo típico. Pero sí, ahora somos amigos-contestó Rukawa, haciendo énfasis en la última palabra. Podía sentir como el pelirrojo lo fulminaba con la mirada. Mejor mantener la boca cerrada se dijo. Total no era algo que le costara demasiado...
-Me alegra, ahora mejor que vayan a descansar. Tienen que estar bien despiertos mañana y ya se desvelaron mucho-les ordenaba el anciano mientras caminaba hacia su cuarto.

Rukawa no tenía intenciones de hacerse de rogar, pero al ver que Hana no se separaba del abrazo que le estaba dando esa tonta lo miró con odio poco disimulado.

-¿Qué? ¿No vienes a la cama?-le ladró, tratando de que el comentario se interpretara de manera maliciosa.
-Quiero hablar con Haruko, así que vete. Iré cuando me venga en gana-le dijo Hana volviendo a ese rictus tan vacío que le había visto cuando estaba sentado en la roca.

Quería replicarle, pero desistió. No le gustaba para nada verlos juntos, pero debía dejar que hablaran  para que aclare  las cosas. Estaba convencido de que Hana rompería con ella de un momento a otro, pero conociendo el corazón del pelirrojo seguro que trataría de no lastimarla demasiado. Era en exceso bueno, y el muy tonto no sabía qué tipo de chica tenía al lado. Y con este pensamiento se encaminó al cuarto que compartirían, deseoso de esperarlo despierto; fracasó con estrépito, ya que al rato de apoyar la cabeza en la almohada cayó en un sueño profundo alimentado por la fatiga.


Algo lo estaba despertando, pero era tal el cansancio de su cuerpo, que no le permitía abrir los ojos; como el de su cabeza, que se negaba a recordar dónde estaba ni con quién. Sentía que unas manos lo despojaban de la parte superior de su pijama, y que luego  acomodaban su cuerpo con delicadeza sobre la cama. También le llegaba un leve murmullo ininteligible, para luego sentir unos fríos labios sobre su cuello, que lo terminaron de sacar de su letargo, imprimándole las fuerzas necesarias para abrir los párpados y toparse con una cabellera roja que estaba sumergida en el hueco entre su cuello y su hombro. Ver ese rojo fuego lo despertó por completo, trayendo consigo un torrente de información sobre su situación actual. Y allí estaba él, con un Hanamichi totalmente apasionado aprisionándolo contra el colchón mientras le mordía muy suavemente pedacitos de su sensible piel. Pudo ver que el pelirrojo estaba recién bañado; lo delataba el cabello húmedo y la toalla que tenía atada a la cintura. Era tan excitante ver ese cuerpo  cubriéndolo, que en lugar de mirar, prefirió comenzar a acariciar esa ancha espalda a su gusto.

-Zorro...era hora que despertaras-le dijo Hanamichi que se había apartado unos centímetros para observarlo-pensé que hasta no llegar al final no reaccionarias- dijo entre medio de una sonrisa que se le antojo provocativa, mientras que deslizaba una mano hasta el elástico de su pantalón.
-¡Ahhh!... Hanamichi- gimió extasiado Rukawa ante tal sorpresa.
-Shhh... No seas ruidoso, que las paredes son delgadas-le dijo en un susurro mientras que con la mano libre colocaba un dedo sobre los labios del pelinegro.
Ante ese contacto, Rukawa sólo atinó a comenzar a lamer los largos dedos del basquetbolista, con extremo descaro.
-Eres tan...tan...-decía Hana mientras introducía dos dedos en su boca para que los chupara.

Y por fin la mano de Hana llegó hasta su miembro semi despierto, que ante el roce, terminó por erguirse por completo mientras era masturbado con destreza. El pelirrojo estaba apoyado sobre una de las piernas de Rukawa, y éste podía sentir su miembro duro que se rozaba a través de la toalla, mientras realizaba pequeños movimientos dándose mayor placer.
Rukawa quería gemir ante tales sensaciones, pero los dedos de Hana se lo impedían, logrado que su débil voz se apagara antes de nacer. Lo único que podía hacer era lamer esos deliciosos dedos mientras se deleitaba internamente ante el placer recibido. Hana mordía sus tetillas, logrando que Rukawa se arqueara producto del dolor y la excitación. No dejo de atormentarlo con los dientes mientras que por fin, haciendo malabares, logró quitarle el pantalón y él mismo desanudarse la toalla para dejarla a un lado. Rukawa sintió ese cálido miembro rozando el suyo y sintió que allí mismo podía llegar al orgasmo de no ser por que de repente su boca fue desalojada para ser ocupada nuevamente por una lengua que jugaba dentro suyo con ansias; ansias a las cuales respondió de inmediato, enredándola junto a la suya. Hana lo besaba con tanta intensidad que sentía que el aire le estaba faltando, pero jamás se le ocurrió apartarlo. Antes muerto que abandonando esa boca que lo volvía loco.
Y sintió que el pelirrojo introducía sus dos dedos de una sola vez en su cuerpo, que se tensó por la sorpresa y le envió dolor, el cual expresó con un pequeño grito ahogado.
-Perdón, no me puedo controlar...y pensé que después de lo de hace un rato ya sabes… ya estarías acostumbrado...yo...-le dijo un muy serio Sakuragi mirándolo.
-Idiota-le dijo en medio de una sonrisa, dándole a entender que estaba bien y que podía continuar.
Y así Hanamichi comenzó a moverse dentro del pelinegro ayudado por la previa lubricación. Sacaba y volvía a introducir sus dedos, y Rukawa murmuraba pequeños resoplos de protesta  cada vez que sentía su interior vacío. Otra vez estaba al borde de un orgasmo, y sabía que Hana se había dado cuenta  porque por fin lo dejó, para acercarse a su oído y susurrarle:

-Tranquilo... aún falta la mejor parte

Y acto seguido sintió como Hanamichi se metía dentro suyo sin ningún cuidado, provocándole un gran dolor que era disfrazado por la olas de placer que le llegaban.
Lo enredó con sus piernas para hacer el contacto más profundo, para que en cada embestida su pelirrojo sintiera más y más de él. Tenía tantas ganas de gemir con fuerza que tuvo que llevarse el dorso de la mano a sus labios para acallarlos.

-Eso es muy sexy, zorrito-decía Hana con la voz entrecortada por el esfuerzo-pero no es necesario-. Y como muestra de sus palabras volvió a besarlo, acallando cualquier sonido que amenazase salir.
Era inevitable que se corriera en cualquier momento, y se sentía angustiado por no poder aguantarse más, que tuvo que terminar el beso.

-Ahhh...Ahhhh...yo...no puedo más...perdón Hana...

Con esto el pelirrojo se encendió más, y sorprendido, Rukawa pudo sentir como Hanamichi se descargaba en su interior antes de que él lo hubiese logrado. Este fue el detonante para que su tan ansiada eyaculación se desatara, manchando ambas pieles que se siguieron frotando entre sí por largo rato, disfrutando de la sensación post orgásmica que los embargaba.

-Mmmm...yo tampoco me podía aguantar más, así que estás perdonado, zorrito lindo-le dijo Hana cuando su respiración ya estaba retomando  el ritmo normal, y depositándole un beso casto en los labios se salió de él para recostarse en el escaso espacio que quedaba en la cama de una plaza.-Ahora durmamos, sino mañana no habrá quien nos levante.

Y tras estas últimas palabras, como por arte de magia, Rukawa se volvió a sumergir en sueños. Y a los pocos segundos, Hana lo siguió.

Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora