Una batalla perdida

401 31 25
                                    


La casa de Haruko no se encontraba precisamente cerca de la suya, pero Hana, ni lento ni perezoso, siendo cerca de la diez de la mañana ya estaba a unas manzanas de allí. Los sábados la actividad estudiantil era mucho menor que en los días de semana, pero así y todo observaba muchas caras conocidas caminando por las calles cercanas a la escuela -para ir a la casa de los Akagi debía de pasar por el parque aledaño a ésta, y seguir seguir seguir-. Muchos iban a las prácticas de sus talleres. Reconoció a una niña del primer curso que recordaba de haberla visto tantas veces parada frente a la puerta cerrada del taller literario, leyendo siempre un libro distinto, esperando que llegasen a abrir. Era tan pequeña que parecía ser de la escuela baja, y el ingenuo pelirrojo siempre se preguntaba cómo no se aburría de estar leyendo tanto sin mover un músculo. Pasaron varios conocidos en sus bicicletas cargado sus maletines de clases pero sin uniformes. También observó un grupo de jóvenes que se juntaban para pasar el rato juntos, lejos de toda actividad complementaria estudiantil. Se alegró muchísimo de toparse sólo con conocidos que le rehuyeran; habría sido catastrófico para su concentración encontrarse con su gundam, o peor aún con Rukawa.


Aún no era el momento de enfrentarlo a él. Primero Haruko. Tenía que liberarse de la duda de hasta dónde había llegado con el pelinegro. Eso cambiaría mucho la suerte de Rukawa. Si aún no había sucedido nada carnal, Hanamichi se limitaría a golpearlo con rudeza para obligarlo a que deje en paz a la chica. Se sabía aún idiotamente enamorado -muy a su pesar-, y nunca le haría nada que realmente lo dañara físicamente, pero no le preocupaba mucho dejarlo inhabilitado para mirarse al espejo sin verse en el rostro un golpe de su autoría... Ahora, si las cosas sí habían pasado a mayores, ese iba a ser un gran problema, porque debería manejar todo más que bien para que los daños que recibiera Haruko fueran los menores posibles.


Insufló de aire sus pulmones antes de presionar el timbre tímidamente en la residencia de la familia Akagi. Deseaba que lo atendiera Haruko; tampoco le parecía mal si atendían los padres, pero... rogaba en silencio que no abriera el Gori. No era miedo lo que sentía con respecto al gigante musculoso que tantas veces lo había dominado con su fuerza y su carácter firme e inteligente, ya sea en la duela o fuera de ella. Sakuragi lo tenía en gran estima al ex capitán, y no deseaba que este pasara por el mal rato de la deshonra de su hermana, del engaño. Estaba el honor y la felicidad de Haruko que Takenori se sentiría obligado a resguardar. El Gori no estaba todo el tiempo pendiente de su hermana cuando estaban juntos como los hermanos sobreprotectores, pero claramente le hacía sentir su presencia a todos los hombres que merodeaban a la chiquilla desde que ingreso a la secundaria alta, él incluido.


Casi de inmediato y para su alivio estaba frente a la castaña que lo miraba entre sorprendida y disgustada.



-Hola-saludó Hanamichi con una sonrisa amable pero nada feliz.


-ho-hola-tartamudeó la chica que lo observaba con sus gigantes ojos marrones muy abiertos.



Hana no sabía muy bien cómo seguir. El disgusto en el rostro de la chica le parecía antinatural. Haruko jamás le había mostrado esas expresiones. Estaba muy nerviosa, tal vez actúa así por eso, se decía.


No supo cómo preguntarle directamente lo que tanto lo aquejaba, pero... ¿de qué manera se le pregunta a la chica que hasta hace unos días era tu novia si se había estado acostando con otro? ¿de qué manera aceptaría un sí como respuesta? La duda, por más carcomiente que sea, no hubiera estado mal que fuese eso: una duda. No sabría cómo manejar la certeza.


Haruko fue la que tomó la palabra.


-Yo sé que no me porté del todo bien contigo, Hanamichi, y realmente lo siento, pero ya no puedo corresponderte-empezó la chica en un tono bien modulado pero no por eso carente de nerviosismo.

Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora