Mantra

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Sabía que estaba asustando al resto de sus compañeros su esa excesiva energía al jugar, le era imposible contenerse. Estaba molesto, y la ausencia del pelirrojo no era beneficiosa para su estado de ánimo. Sendoh lo había acompañado hasta el gimnasio, y lo último que esperaba era encontrarse con Hanamichi parado, como el torpe que era, bajo la lluvia. Al principio casi muere de la ternura al verlo empapándose, pero luego se interpusieron los recuerdos del día anterior: primero su anuncio de que cenaría junto a Haruko cuando él ya le había dicho de que se vieran, y segundo, que cuando lo fue a buscar a su casa para cerciorarse de que en efecto la chiquilla no estaba allí, se encontró con la casa a oscuras aparentes, y sólo se escuchaba música alta que salía por la ventana de lo que sería el cuarto de Hanamichi. Llamó en repetidas ocasiones, pero no obtuvo respuesta. Durante todo el rato, estuvo jugando con el juego de llaves que siempre llevaba a todos lados; las llaves que Hana le había dejado el día en que se quedó a dormir, el día de su primera vez. Estaba tentado de usarlas y ver dónde y qué estaba haciendo Hanamichi como para no atenderlo. Jamás se le pasó por la cabeza que estuviese dormido...por la mente de Rukawa desfilaban las más alocadas y aterradoras ideas; que estuviera teniendo una cena romántica para consolar a esa llorona, o que estuviera consolándola de un modo más íntimo, o que tal vez salieron juntos a dar un paseo como los "novios" que eran, o que tal vez la haya acompañado a su casa luego de la inocente comida. Ésta última era en la que más le hubiera gustado pensar, pero lamentablemente se le hacía más patente que estén teniendo algún tipo de velada especial, y más conociendo las artimañas de Haruko... Fue el casi convencimiento de que dentro de esa casa pasaba algo que de seguro él no quería ver, lo que lo logró que no usase las llaves. Se había marchado desecho, con una sensación de pesar que no experimentaba desde hacía rato. No podía creerse como Hana seguía creyendo en la inocencia y bondad de esa niña... aceptó que siguiese saliendo con ella porque vio la determinación en los ojos miel cuando se lo dijo, y porque quería evitarse una pelea por una razón tan tonta como Haruko Akagi, pero ahora estaba arrepintiéndose de haber cedido. Hanamichi podía llegar a ser en extremo bueno, y por lo tanto, tonto.
Al llegar a su casa insistió con el teléfono, pero nadie contestaba, sólo saltaba la voz jocosa de Hanamichi animándole a dejar un mensaje y asegurando que en cuanto pudiese devolvería la llamada. Cada vez que lo pasaban a la máquina, era un punto más que subía el enojo de Rukawa, remplazando al sentimiento de desazón que lo consumía.
Cerca de la medianoche dejó de insistir, y furibundo se fue a dormir para olvidarse un poco de la rabia.
Había pasado toda la mañana en la casa de Sendoh, pero esto tampoco había logrado quitar de su cabeza el enojo contra el número diez. Sabía que de seguro se quedó impactado por verlo junto a Sendoh tan campante, pero no le importó, que sufriese lo que él.

Tras una volcada espectacular que dejó tendido en el piso a Yasuda, que lo miraba con terror, Ayaco dio por terminada la práctica. La mocosa de Haruko tampoco estaba presente, y Rukawa no quería indagar en los motivos para ambas ausencias. Otra vez se quedó entrenando hasta deshoras; sus padres estaban acostumbrados a sus llegadas tardes. No le decían nada,  sabían que su hijo era casi un profesional en el básquet y se sentían orgullosos del talento que poseía y explotaba al máximo.


            

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Otro día más y no se había cruzado con Hanamichi en toda la mañana. Había insistido hasta tarde con el teléfono, pero otra vez le contestaba la fastidiosa máquina. Rukawa se había aprendido de memoria cada altibajo de la voz de Hana en ese monólogo.

A las práctica tampoco se presentó, pero para su mala suerte, Haruko si.

Rukawa practicaba su dribleo absorto en sus pensamientos pesimistas, cuando un nombre emitido en una conversación hizo que prestase atención a lo que sucedía a su alrededor.

-¿No sabes nada de Hanamichi?-le preguntaba Ayaco a Haruko.
-No, solo sé que hoy faltó a clases. Cuando lo fui a buscar para que almorcemos, me encontré con Yohei y me dijo que Hana no había ido...
-Pobre...ayer ya se sentía mal, creo que estaba por agarrar un resfriado, y el muy tonto no quiso ir a la enfermería...
-No sabía que estaba enfermo...-dijo pensativa y algo preocupada Haruko.
-No pareces la novia, Haruko... pensé que lo veías fuera de la escuela, o que mínimamente hablaban por teléfono-le dijo la manager tratando de sacarle información, fiel a su naturaleza curiosa.
-Ahh...es que yo...ehh... bueno, la verdad es que no nos vemos desde el día en que volvimos del viaje...yo estaba algo ocupada con los exámenes, por eso falté ayer...

Rukawa no tenía necesidad de mirarla para saber que la tonta esa de seguro estaba colorada y seguro jugaba con su ropa o con sus propios dedos. Odiaba como se hacía la inocente, pero en su mente retumbaba lo que había dicho... Si Hana no la había visto, todas sus conjeturas se iban por el suelo; y también le preocupaba que su torpe estuviese enfermo.

-Lo que ahora me preocupa es Hana, que debe de estar sólo en su casa...su mamá se la pasa de viaje, y si está enfermo necesitará de alguien que lo cuide...-continuó aún más apenada Haruko, que de veras estaba preocupada por la salud del chico que tanta alegría desparramaba y que tanto la animaba.
-Pues bueno, niñita, para eso estás tú... ¿no crees?-le sonrío picaronamente la manager.-No descuides a ese muchacho que te lo pueden arrebatar en cualquier momento...
-¿A Hanamichi? ¡Imposible!-ésas eran las voces conjuntas de Mitsui y Ryota, que poco más morían de la risa por la insinuación de Ayaco de que alguna chica más podía poner sus ojos en el pelirrojo.
-¡Ustedes cállense insensibles! Hanamichi es un chico muy carismático, aunque algo tonto, debo admitirlo...-y se reía mientras lo decía, debatiéndose entre el enojo y la carcajada.
-Yo creo que es muy tonto y algo carismático...-acotó Mitsui.
-¡Si! Totalmente de acuerdo contigo-lo secundó Ryota. Por extraño que parezca, esos dos, cuando se trataba de burlarse de Hana se ponían de acuerdo, olvidando sus diferencias.

Rukawa no podía más con su genio, y ardiendo de la rabia por los comentarios que escuchaba, decidió mandar un par de miradas gélidas entre esa cacofonía de risas y burlas, que no fueron vanas, porque más de uno se le quedó mirando, sintiendo como eran atravesados por esa repentina sensación de ser odiados. Y la que más intriga mostraba en sus ojos era Haruko, que lo miraba dubitativa. Rukawa se le acercó, a paso lento, sin despegarle la vista, y cuando la tuvo lo suficientemente cerca como para que sólo ella lo escuchase, le dijo que era una "excelente novia", que la felicitaba. Haruko quedó dura, sin saber como tomar las palabras del amor de su vida, que ya desaparecía por la puerta de los vestuarios.

-¿Haruko?-la llamaba Ayaco-¿Pasó algo? ¿Te dijo algo que te molestara?
-Pobre de Hana...-murmuraba Ryota-creo que Rukawa por fin a puesto sus ojos sobre alguien, y justo ahora...
-Y yo que pensaba que Rukawa era gay...-dijo divertido Mitsui.
-¡Mitsui!-le recriminó Ayaco, alterada por el comentario del número catorce.
- Pero si es verdad...tanta mistad con Sendoh, la indiferencia ante toda muchacha que lo persigue...y eso que tiene para elegir-dijo con evidente envidia.
-¡No! ¡Rukawa no es gay! Ya no digas esas cosas...-le cortó la chica de ojos celestes, apenada por la  conversación que se estaba llevando a cabo.
-No, ya sé, ahora ya me quedó claro... Además todos nos dimos cuenta de que durante el último tiempo, Rukawa sólo tiene ojos para ti, y que mira con bastante rencor  a Hanamichi...cosas rara en él que lo único que muestra en la cara es nada...-se explicó Mitsui.
-Y si con eso no alcanza para sacarnos las dudas, es más que elocuente la escenita de celos que armó el fin de semana...-siguió Ryota.

De a poco fueron notando como todo el equipo se había ido apiñando atraído por la conversación, cosa que le molestó a Ayaco, que si bien quería saber todo, le molestaba que los demás fueran tan curiosos.

-Bueno, basta de cháchara, que hay que entrenar. ¡Basta de flojera!-y volviéndose hacia Haruko que estaba ida en sus pensamientos, agregó por lo bajo-me debes una charla...



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Sabía que se habían quedado hablando de él, pero poco le importó. Se retiró de ese gimnasio, no soportaba que dijeran idioteces sobre Hana, y menos si no estaba para defenderse. Cada día detestaba más a Haruko... ella sabía cosas de "su pelirrojo" que él ignoraba por completo, y eso lo fastidiaba. Sentía culpa por haber pensado tan mal de Hanamichi, y por haberlo ignorado el día anterior bajo la lluvia. Si se estaba enfermando, con ese chaparrón seguro que había empeorado.
Pedaleaba lo más rápido que podía, esta vez no dormitaría sobre su bicicleta, estaba apurado por llegar a donde Hana y saber de él. Ahora le preocupaba el que no le contestase el teléfono, y el saber que su madre no estaba en casa no ayudaba con su preocupación, que no hacía más que crecer a cada instante.
Por fin llegó, y con el último tino que halló, tocó la puerta, esperanzado que alguien le abriese, pero nada... No esperó más y sacó las llaves  ya calientes de tanto manoseo y las usó.
La casa estaba en penumbras, y cuando cerró la puerta tras sí, quedó más oscura todavía. Los postigos de las ventanas estaban cerrados. Se dirigió a la cocina, llamándolo sin alzar mucho la voz. Allí se encontró con bolsas del mercado, aparentemente las mismas que contenían los ingredientes para la cena que jamás tuvo lugar. Se preguntó por qué le habría mentido con respecto a eso, pero siguió buscándolo; iría derecho a la habitación, si estaba en casa debería de encontrarlo en su cuarto, sería lo más lógico.
Golpeó la madera, sintiéndose ridículo ante tal acto, ya que había ingresado a su domicilio sin permiso, pero ahora mostraba decencia al tocar... No hubo respuesta, por lo que abrió la puerta, encontrándose con un cuarto aún más oscuro. Cuando sus ojos se acostumbraron a la poca luz, pudo divisar un bulto en la cama, cubierto por completo, que se movía espasmódicamente; y también oía pequeños gemidos, casi imperceptibles.
Poco más y se abalanzó sobre la cama, sentándose a un lado y destapando a Hanamichi. Se veía demacrado. Prendió la luz del velador y comenzó a llamarlo, muy preocupado. Su rostro no era ejemplo de salud; se veía rojo y sudado, con unas profundas ojeras moradas que adornaban sus ojos ahora cerrados. Tiritaba del frío, de seguro volaba en fiebre. A un lado de la cama se encontró con una cantidad sorprendente de papeles hechos bollitos, así que Rukawa dedujo que efectivamente estaba engripado. Con toda la decisión del mundo ose dijo que lo cuidaría.


Ya le había dado a tomar un par de pastillas para la gripe, le había mejorado el rostro secándoselo, y había echo que tomase abundante agua para que repusiera el líquido perdido por el sudor. Ahora se lo veía más tranquilo; la fiebre seguía ahí, pero por lo menos ya no tiritaba. Las compresas habían cumplido su cometido mitigando el calor del cuerpo del pelirrojo. Cada cinco o diez minutos Rukawa se las cambiaba, sorprendido de lo calientes que las retiraba de la frente de Hana.

Se estaba comenzando a poner el sol, cuando alguien toca el timbre de la casa, sobresaltando a Rukawa que ya estaba cabeceando acostado contra el respaldo de la cama, con una mano sobre el pecho que subía y bajaba rítmicamente por el sueño. No sabía quien podía ser a esa hora, pero no dejaría que el molesto ruido se repitiese. Hana necesitaba descansar. Abrió pronto, con su mejor cara de molestia, que intensificó en cuanto vio a la persona que estaba a punto de pulsar otra vez el botón del timbre.
La chiquilla se le quedó mirando con expresión de no entender nada, con el brazo duro donde estaba, sin darse cuenta.

-¿Qué quieres?-le preguntó Rukawa, dejándole bien claro que tenía prisa por que se fuera.
-Ahh... Kaede... ¿Qué haces en la casa de Hanamichi?-balbuceó.
-¿Qué quieres?-le repitió.
-Venía para ver cómo estaba Hanamichi, por lo que dijeron hoy de que estaba enfermo.

Rukawa la miró asqueado pensando en lo falsa que era, ¿recién a esa hora se acordaba de que su "novio" estaba enfermo y de que podía necesitarla? Sabía que debía hacer que se fuera rápido, o si no le saldría con algún reproche que no quería afrontar...después de todo la última vez en el hotel la había besado y le dijo que la quería... y no le pasó desapercibido que hace un rato lo llamó Kaede...

-Está mejor. Puedes irte, no te necesita.

Escupió las palabras, cerrando la puerta al instante, sabiendo que Haruko seguro había quedado con la boca abierta. Si Hanamichi lo hubiera visto, de seguro que se enojaba por su crueldad; pero el punto es que Hanamichi no lo veía...
Estaba por cambiar otra vez las compresas cuando el timbre vuelve  sonar. Baja más rápido aún que antes, y de un tirón abre la puerta con violencia, esperando encontrarse nuevamente con la figura escuálida de Haruko. Pero quien estaba allí no era otro que el muchacho que estaba todo el día pegado a Hanamichi, ése al que llamaban Yohei Mito.

-¿Qué haces en la casa de Hanamichi?-preguntó Yohei, adelantándose a cualquier palabra de Rukawa-por que no creo haberme equivocado de casa...-agregó echándose atrás para comprobar que la dirección era la correcta.
-Está enfermo y lo estoy cuidando-dijo seco.
-¡¿Tú, cuidando de Hanamichi?! Eso no me lo creo ni en mil años... dile que salga, que quiero verlo-le ordenó.

Rukawa sabía que debía de andarse con cuidado con ese tipo, no era como tratar con Haruko; Mito tenía una mirada inteligente y madura, raro en alguien de su edad.
Y ahora le estaba ordenando algo a él, a Kaede Rukawa, como si estuviera hablándole a un crío.

-No puede, está durmiendo. Pasa a verlo mañana-y con esto quiso cerrar la puerta, pero se vio impedido por el pie que coló Yohei entre el marco y la puerta.
-Quiero saber qué pasa aquí-le dijo serio el otro, ayudándose con el brazo para volver a abrir la puerta, a lo que Rukawa no se resistió.
-Pasa lo que te dije: está enfermo y lo estoy cuidando. Pescó una gripe, estaba con fiebre y ahora ya descansa tranquilo.
-Eso lo entendí, lo que no entendí es por qué tú, precisamente tú, estás en "su casa" cuidándolo como si fueran grandes amigos.
-Somos más que amigos-le dijo Rukawa serio. Una cosa era que el resto no supiese de su relación, pero siendo éste el mejor amigo de Hana, lo mejor era que lo supiese lo más pronto posible.
-¡¿Qué?! ¿Estás hablando en serio?-le dijo atónito Yohei, que lo miraba con los ojos desencajados tras la insinuación de que había algo más que amistad.
-Sí. Pregúntale mañana a Hamemichi si no me crees.

Y viendo que el muchacho seguía con los ojos abiertos, mudo de la impresión, aprovechó para sacárselo de encima con una "adiós", y pudo escabullirse dentro de la casa sin contratiempos.

Por suerte Hana seguía durmiendo en la misma postura en la que lo había dejado. Ya era de noche y debía de preparar algo para que comieran. Estaba en aprietos, puesto que no había cocinado jamás nada; estaba acostumbrado a los cuidados maternales y nunca tuvo que valerse él mismo para algo tan elemental como comer.
Bajó a la cocina en busca de alguna idea; revolvió entre las bolsas que Hanamichi había traído del mercado, pero estaban repletas de unos extraños bizcochos,  ramen y bebidas de refresco. Se sonrió pensando en los ingredientes para la supuesta cena con Haruko. No quedaba más remedio que preparar el ramen, y siguiendo las instrucciones del envase, consiguió quedar satisfecho con el resultado final: un tazón humeante de buen olor.

         

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No logró despertarlo lo suficiente como para que hiciese el intento de darle de comer. Apenas si abrió los ojos y creyó que lo reconoció, los ojos miel revelaban sorpresa. No lo dejó hablar y se dispuso  a acomodarlo para que quedase en una posición que le facilitase la ingesta, pero le fue imposible; Hanamichi pedía que lo dejase dormir, que estaba muy cansado y no tenía apetito. Por eso, el tazón de ramen ahora descansaba intacto sobre la mesa de noche, junto al velador que iluminaba la estancia.
Rukawa ya se había acomodado bajo las colchas junto al cuerpo de Hana, cuando escuchó que lo llamaba en sueños. Llamaba al zorro. Rukawa no pudo más que sonreírse por la manía del número diez de decirle zorro. Todo en ese chico lo eclipsaba, y el tenerlo a su lado como en ese momento, lo tenía ido, perdido en el mar de emociones que le provocaba. Quería gritarle que lo amaba hasta que su garganta le quedara ronca y los oídos del otro sangrasen, pero sabía que hablar de sentimientos incomodaba a Hana, y era una de las cosas que le aclaró aquella noche en la acera tras unos árboles. No entendía el porqué  de semejante petición, siendo que Hanamichi era escandaloso hasta en sus sentimientos. Creía que se podía deber a que aún lo apenaba tener "algo" con alguien de su mismo sexo...después de todo, eran jóvenes y propensos a dejarse estigmatizar por el "qué dirán", y por lo visto Hana aún más. ¿Y qué no haría el por el pelirrojo al que amaba con devoción? Se contentaba con saber que el otro sentía lo mismo, que lo celaba, que lo deseaba tanto como él... Urgía por decirle lo que sentía, y sabiendo que el colorado dormía profundamente no se refrenó, y abrazándolo fuertemente, le repitió hasta el cansancio dos palabras: "te amo".
Y sin darse cuenta se durmió, con el improvisado mantra en los labios.


Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora