Pesadillas

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Hanamichi seguía sentado en el mismo sillón en el que una vez esperó a Rukawa. Ya era tarde, y Haruko jamás había aparecido. Tampoco lo telefoneó para avisarle de su retraso o de su ausencia; sólo se limitó a dejarlo plantado con la cena servida y las velas consumiéndose. Había armado una gran recepción para la niña: velas, comida italiana, un rico postre, música suave...Todo para nada, para ahora estar mirando un punto de la puerta desganado. Siquiera curiosidad sentía. Estaba dolido y decepcionado. Llevaba tres horas sentado allí y su cabeza ya había dado mil vueltas al asunto sin encontrar respuesta satisfactoria. No la llamó, no tenía porqué. Esa misma tarde había hablado con Haruko, le contagió su entusiasmo por la cita, por esa nueva oportunidad que se tomarían, por dejar de lado las intrigas. Y la pequeña de ojos claros pareció tan entusiasmada con la propuesta que al pelirrojo jamás se le cruzó por la cabeza que lo dejaría esperando como a un idiota. Pero así fue, y ya no tenía caso seguir esperándola. Se levantó y se fue a su cuarto para sumergirse en el tan necesitado descanso.


En el medio de la noche sintió un leve cosquilleo por el pecho, y abriendo los ojos asustado, se sorprendió con la cara del zorro que lo observaba desde una mínima distancia con sus ojos azules velados por la oscuridad. El cosquilleo se debía a las caricias que le daba el otro por encima de su remera de dormir sin quitarle la vista de encima. Podía sentir el peso de Rukawa que hundía el colchón del lado de donde estaba sentado, pero era incapaz de emitir palabra; el asombro era tal que sólo alcanzó a entreabrir los labios para  demostrar sorpresa, a lo cual el zorro se aprovechó y lo besó duramente, introduciendo su lengua en su boca. La pasión era tal que no le permitía respirar. Ya lo sentía sobre él, y sus manos ya recorrían su piel. Hanamichi se excitó, y ahora de sus labios asomaban quejidos por la brutalidad del beso y gemidos por la sensación de esas manos; ambos mezclándose en una espiral que lo dejaba extasiado y en un completo vacío mental. Rukawa se apartó para observarlo un segundo y luego continúo besando su cuello. Lo mordía a su paso, y Hanamichi gemía del dolor y del placer que le causaba esto. Una parte suya quería apartarlo, pero la otra lo deseaba con urgencia; ya había pasado mucho tiempo desde la vez que compartieron la cama, y Hanamichi no había hecho nada desde ese entonces. Lo necesitaba, quería acostarse con él y hacerlo suspirar toda la noche. Deseaba oír su respiración entrecortada.
El pelirrojo estaba perdido en lo que sentía, mantenía los ojos cerrados mientras Rukawa seguía mordiéndolo y lamiéndolo  a su gusto, cuando sintió una fuerte presión en sus manos que no le permitía moverse. Y no era eso sólo, sentía que todo su cuerpo estaba en una posición estática. Sus músculos no respondían. Con intriga abrió  sus párpados para encontrase con una situación nada realista: Rukawa estaba parado completamente desnudo a los pies de la cama observándolo desde la altura, y él estaba sujeto a su propia cama por cuerdas que lo mantenían inmóvil. Empezó a desesperarse, no entendía qué estaba pasando; sus brazos se estaban durmiendo y se sentía pesado. Quiso gritarle y exigirle una explicación, pero por más que se esforzaba nada salía de su garganta. Y así siguió tratando de hacerse escuchar cuando sintió amortiguado el ruido de la campanilla de su casa. Apenas era audible, pero mientras pasaba el tiempo crecía en intensidad, hasta que logró que Hanamichi por fin despertara.

-¡Mierda! Sólo fue un sueño-exclamaba frustrado mientras notaba que estaba enredado entre las colchas. Esa debía de haber sido la sensación de haber estado atado-¿Y ahora quién llama con tanta insistencia?
Se levantó como pudo-aún con la cabeza totalmente embotada-y cruzó la sala hasta llegar a la entrada. Tras la puerta se encontró con una figura gigantesca muy familiar: el Gori estaba allí, y no tenía cara de buenos amigos.

-¡G-Gori! ¿qué estás haciendo en mi casa?-y observando que apenas había luz en la calle prosiguió-¡Y a estas horas encima!
-Busco a mi hermana. ¿Haruko está aquí?-pregunto muy serio.

Así que el Gori no sabía donde había pasado la noche Haruko… eso sí que era una novedad para el pelirrojo que no salía de su asombro. En todo momento pensó que Haruko sólo lo dejó plantado por gusto, pero no porque tuviese otra cosa que hacer. Era día de semana, ¿dónde diablos se podía haber metido? ¿y con quién? Esa era la verdadera pregunta que se hacía.

-No, no está. Habíamos quedado en vernos anoche pero no vino.
-Si me estás mintiendo juro que te daré la golpiza de tu vida, cabeza hueca-le dijo Akagi  con amenaza en el rostro.
-Nooo, no, no. No te pongas así. Si quieres pasa y mira para que veas que no está, que no la tengo escondida-le decía Hanamichi mientras se hacía a un lado dándole libre acceso.
Akagi miró al interior desconfiado, pero al observar la mesa aún puesta y los restos de las velas se convenció de lo que le decía el pelirrojo, que aún tenía la marca de la almohada en la cara.

-Está bien, seguiré buscándola. Se dejó el celular en la casa y me preocupa que no haya avisado a donde iba. Si llegaras a saber algo llámame.
-Ahhh...podrías intentar llamar a alguna de sus compañeras, de seguro está con alguna de ellas. No te preocupes mucho, Haruko sabe cuidarse y no se expondría al peligro. Quita la cara de gorila preocupado-le dijo Hanamichi para distender un poco la mueca del excapitán.
-Mmmm....si. Adiós-Y dándose la media vuelta se regresó para su casa que no estaba muy lejos de allí. En el camino pensaba en la actitud poco preocupada del numero  diez por la desaparición de la chica. Tal vez las cosas no estaban muy bien después de todo, y si así era, era una auténtica  lástima, porque a pesar de ser bastante torpe, Hanamichi era un muchacho de gran corazón y tenía futuro en el deporte. De seguro Haruko estaba en casa de alguna de sus compañeras, y lo más normal hubiese sido primero llamarlas a ellas, pero por algún motivo pensó que estaría con su novio. Después de todo Haruko es una muchacha ya crecidita, y en el último tiempo mostraba un interés excesivo por su presencia. El amor hacía estragos en la gente. Y con este pensamiento se tranquilizó un poco y siguió su camino; ya aparecería.


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Era miércoles, y el día que había despuntado encapotado se transformó en el transcurso de unas horas en un paisaje lúgubre. La cortina de lluvia era tan espesa que poco dejaba ver hacia delante. Hana sentía que el día le pegaba bastante bien con su estado anímico. Llevaba paraguas, pero aún así no pudo evitar terminar bastante mojado camino a la escuela. El panorama allí lo alegró: eran pocos los que habían asistido a clases, se veía que la lluvia los desanimaba a concurrir. Mejor para él, no tenía ganas de toparse con nadie. Se limitaría a dormir la siesta sobre su banco; ese día sentía un particular sueño, había estado despierto hasta tarde y el Gori lo había levantado al alba. Debía recuperar fuerzas para el entrenamiento de la tarde.
Haruko tampoco fue, pero eso no le preocupó. Le daba lo mismo el verla o no. Mientras esa mañana se duchaba se dijo a sí mismo que haría de cuenta que no había pasado nada, que no estaba decepcionado. Después de todo le gustaba la idea de engañarse pensando que Haruko había pasado la noche en casa de alguna de esas dos chiquillas que jamás se le despegaban; era la opción que menos pesar le traía. Si no, sólo le quedaba pensar que había salido con otro muchacho, o que había salido con un muchacho en particular. Esta última idea era la que le ponía el mundo de pies, y de la que trataba de mil formas  no  aferrarse.

Ver a Rukawa en las prácticas le hizo recordar el sueño que había tenido y que por culpa del ruidoso Gori se había desvanecido a los pocos segundos de despertar. Vaya que había sido real, y cómo le había gustado. ¿Desde cuándo tenía esos tipos de sueños con él? Recordaba que antes tenía pesadillas con el muy maldito; pesadillas en donde Rukawa anotaba canastas pasando por encima de él, donde  era un gigante de más de tres metros y él se veía como una enanito que cabía en la mano del otro. Cuando tenía esos sueños despertaba muy enojado, y cuando lo veía, lo reñía sin cesar y sin motivos aparentes. Lo afectaban mucho. Ahora se sentía incapaz de pelearlo, el hecho de que lo visitase en sueños no lo perturbaba de la manera que lo hacía antes, es más, hasta podría decir que le agradaba.

-Este sábado el entrenador Anzai arregló un partido amistoso que se llevará a cabo en la prefectura de Shisuoka, contra el Josei-decía Ryota para todos los concurrentes. El Josei era  el equipo que llegó  a las finales en su bloque en los nacionales, donde fue derrotado por el Daiei.-el entrenador dice que será una buena oportunidad para jugar contra uno de los posibles candidatos al próximo campeonato.
-¿Eso significa que debemos viajar hasta Shisuoka?-preguntó  Yasuda, al que aún le costaba hablar por el ejercicio.
-Exacto. Saldremos este viernes, así que tienen dos días para pedir permiso y preparar sus cosas.
-¿Y cuándo volvemos?-preguntó Mitsui.
-Eso es lo mejor, volvemos recién el lunes temprano. La idea es que nos relajemos un poco y disfrutemos de la  playa de allí el tiempo que estemos. El entrenador dijo que como pronto empezarán los exámenes finales no nos vendría mal un pequeño viejecito para volver con todas las energías repuestas- explicó Ryota radiante.
Los semblantes que hasta hace poco lucían agotados ahora se veían todos resplandecientes. Bueno, no todos, como siempre el número once era la excepción a la regla.
-Bien, derrotaremos al Tosei y también disfrutaremos de unos lindos días al aire libre. Ese viejo de vez en cuando tiene buenas ideas. Jajaja-reía Hanamichi
-Josei, idiota. Aprende a escuchar-le dijo cansado el base.
-¡Y no llames viejo al entrenador!-le gritaba Mitsui mientras le propinaba un golpe en la cabeza.
-¡¡¡Waaa!!! Ya déjenme, no corrijan a este genio- gritaba el pelirrojo mientras se acariciaba el sitio golpeado.
-Idiota-murmuró Rukawa que estaba a unos pasos de la reunión.
-Tu eres el idiota, estúpido zorro. Métete en tus cosas y no molestes-le espetó acercándosele.
-Ya ya...no peleen. Por hoy terminamos.

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El tan ansiado viernes  llegó, y en la estación de trenes destacaba un grupo de muchachos atiborrados de bolsos. Ahí estaba reunido el Shohoku completo, incluido entrenador y managers.
Hanamichi estaba de un humor estupendo, se sentía afortunado por el viaje y por la nueva oportunidad de demostrar sus habilidades ante un equipo fuerte como el Josei. No es que él supiera que eran fuertes, pero si el entrenador lo decía, debía de ser cierto; después de todo ese viejo sabía bastante de básquet. Y por fin viajaría con Haruko. Ya se habían visto, y Haruko le explicó que no fue a la cita por que Fuyi se sentía muy enferma y ella se quedó cuidándola toda la noche, y cómo se dejó el celular en la casa no pudo avisarle. Hanamichi optó por creerle la historia, era lo mejor. Así y todo no se habían visto más, pero las cosas ya estaban mejor pasados dos días. Y ahora Haruko le sonreía y hablaba como si nada, ante la mirada fastidiada de un zorro.
Acá tienes zorro-pensaba el pelirrojo con una sonrisa de triunfo-por más que te las ingenies por entablar conversación con ella a mis espaldas ella sólo me mira a mí, y ésta es la muestra: a ti siquiera se molestó en saludarte.
El viaje se hizo corto. Sakuragi compartió asiento con su chica, pero a lo poco del trayecto se quedaron dormidos. Al llegar los despertó Ayaco, zamarreándolos suavemente.
-Arriba dormilones, que ya llegamos. Se veían tan enamorados durmiendo juntitos...-y puso una de esas sonrisas tan infantiles en donde arrugaba muchos los ojos.
Hana se desperezó y se levantó para recoger sus bolsos de los portaequipajes cuando Rukawa le pasó por al lado empujándolo con clara intencionalidad.
-Imbécil, fíjate por donde caminas que no estás ciego-gritó Hanamichi completamente enfadado.
-Eres tu el que aún está dormido, idiota-y sin voltear se dirigió a las puertas dobles y descendió, dejando al pelirrojo echando espuma por la boca.


En el hotel donde se quedarían las habitaciones eran dobles, y apenas pusieron un pie en el lobby ya estaban discutiendo sobre quien compartiría cuarto con quien. Lejos estaban de plantear que querían a alguien particular de compañero, lo que discutían era con quien no querían estar.
-Yo no pienso compartir cuarto contigo Ryota, cualquiera menos tú -exclamaba Mitsui.
-¿Quién te dijo que yo si? Hasta preferiría estar con el témpano de Rukawa que con un envidioso-estalló Ryota. Desde que Ryota había sucedido a Akagi como capitán, Mitsui se mostraba por demás enojón con el base.-Además yo preferiría estar con Ayaco...
-¡Pervertido!-gritaron al unísono Ayaco  Hanamichi y Mitsui.
-jajaja, noooo....es que me gusta mucho hablar contigo...nada más. Y todos estos tipos son muy ruidosos para quererlos de compañía..-dijo muy apenado Ryota.
-No digas tonterías. Me quedaré con Haruko, eso salta  a la vista. Ustedes arréglense como puedan-finalizó Ayako. Y tomando sus bolsos y la mano de la otra niña se encaminó al mostrador para pedir su habitación.
Ryota la miraba irse con cara de perro apaleado. Había perdido la oportunidad de pasar tiempo extra con su adorada belleza de cabello ondulado.
Mientras tanto, el resto del equipo iba eligiendo sus compañeros, y para disgusto de Hanamichi se iban separando en pares. Kakuta se apartó con Yiosaki y Yasuda con un muchacho nuevo que había ingresado al equipo a mitad de año. Quedaban solo ellos cuatro: Rukawa, Sakuragi, Mitsui y Ryota, que se miraban entre sí con recelo. Hana no hubiera tenido problemas en quedarse con Ryota, ya que eran amigos, pero no le había pasado desapercibido el comentario de que era "ruidoso", y su torpe orgullo no se lo permitía. Ni hablar de estar con el pandillero de Mitsui. Rukawa era caso aparte, no se sentía en condiciones de estar en el mismo cuarto con él a solas.
-Bueno, haremos esto sencillo-intervino Anzai que hasta ese momento se había quedado observando la escena callado-todos pondrán sus nombres en estos papeles y haremos un sorteo para decidir las parejas-dijo mientras sacaba un bolígrafo y una hoja de sus bolsillos traseros.

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En el cuarto se podía ver a un pelirrojo completamente rabioso que más que acomodar las pocas cosas que traía, las arrojaba con furia sobre la cama.
Al final el sorteo se había realizado, y todos salieron ganando menos él, a quien le había tocado quedarse con el zorro. Maldijo una y mil veces su mala suerte...
Y Rukawa no dijo nada en ningún momento. Se limitó a asentir y encaminarse a la recepción siguiendo el ejemplo de Ayaco y del resto de los compañeros que ya habían salido sorteados. El viaje de ensueño se le estaba convirtiendo a Hanamichi en una pequeña pesadilla...compartir cuarto con ese tipo le aterraba en varios sentidos, y la única manera de reaccionar posible para él era peleándolo.
Rukawa acomodaba todo con lentos movimientos. Hana estaba sentado en su cama observando el pequeño cuarto que sólo se componía de dos camas separadas por un espacio estrecho, una mesa de luz y una cómoda. Una ventana sobre los cabezales de las camas era lo único que le otorgaba algo de vida al lugar. La proximidad era demasiada, y Hanamichi comenzó a ser totalmente consciente de la presencia de Rukawa. Esa figura alta de espaldas a él le provocaba un sudor frío en la nuca. Era casi tan alto como él, pero bastante más menudo, si es que ese calificativo se le podía aplicar a un muchacho de semejante altura. La camiseta que traía puesta era de un color púrpura que no hacía más que resaltarle la nívea piel y enseñar sus brazos bien formados. El jean era otra cosa...estaba tan acostumbrado a verlo con los holgados shorts de entrenamiento que verlo enfundado en algo ajustado libraba mucho su imaginación. Le sentaban excelentemente bien... enojado con este pensamiento el pelirrojo hizo lo único que sabía hacer: buscar pelea.
-Apresúrate, zorro, que yo también necesito guardar mis cosas allí-dijo en un mal tono.
Rukawa se giró, se le acercó muy lento y quedando parado frente suyo lo miró desde arriba tomándolo del mentón para que lo mirase.
-No estés tan ansioso. Debes saber esperar, Sakuragi-dijo en un ronroneo.
En un segundo se levantó de la cama, y empujándolo pasó por su lado para salir de ese lugar tan pequeño que estaba viciado por el olor del pelinegro. El sólo toque en su barbilla había despertado imágenes en la cabeza de Hanamichi que necesitaba quitar.
-Eres un imbécil Rukawa-dijo Sakuragi antes de cerrar la puerta de un golpe.

Fue el primero en bajar al lobby, esperaría al resto para ver que decidían para ese día. Seguro que entrenaban por la tarde-noche para el partido del día siguiente. De a poco todos fueron llegando y se iban acomodando en los sillones. Cuando ya estaban casi todos presentes, la recepcionista se acercó al grupo.
-Disculpen, pero tengo una llamada desde Kanagawa para el señor Kaede Rukawa-dijo la señorita en el tono más cortés.
-Soy yo-dijo levantándose Rukawa.
-Tiene una llamada de Akira Sendoh-le dijo pasándole un teléfono inalámbrico que llevaba consigo.
-¿Puedo tomarla en mi cuarto?-preguntó rechazando el aparato que la mujer le daba.
-Por supuesto.
Y dicho esto el zorro dio las gracias y desapareció, dejando a medio equipo de básquet-por no decir equipo completo-con sorpresa y curiosidad. Todos se hacían el mismo interrogante: ¿Qué hacía Sendoh llamando a Rukawa? ¿Y por qué necesitaba estar a solas para hablar con él?

-Por lo que veo los rumores son ciertos...-dijo rompiendo el silencio Mitsui.
-¿De qué hablas?-preguntó Hanamichi que más que sorprendido estaba en exceso enojado.
-Tetsuo me había dicho que se cruzaban muy seguido con Rukawa cuando salía a recorrer las calles en moto, y que siempre iba acompañado de otro muchacho...
-Pero eso no significa nada de nada-estalló Haruko que hasta el momento se había quedado callada.
Todos la miraron, a excepción de su novio, que ya esperaba en cierto modo la reacción de ésta.
-Digo...deben ser muy buenos amigos, nada más...-continuó la chica que ya estaba completamente ruborizada.
-Y yo que pensaba que ahora andaba trás de ti, Haruko-dijo Mitsui.
Hana lo miró con odio pero no dijo nada.
-Bueno, puede ser que le gusten los muchachos nada más, y lo de Haruko sea un malentendido-agregó Ryota.
-Chicos, me parece que no deberíamos estar hablando de esto. Deben ser amigos, tal como dice Haruko...-dice poco convencida Ayaco.
-Si solo fueran amigos no tendría necesidad de irse a hablar a solas, ¿no?-preguntó divertido Mitsui.
-Mmmmm....-fue toda la respuesta de la chica.
-Tengo mucha curiosidad...por ahí lo de Haruko haya sido sólo para despistarnos...-caviló Mitsui-lo más probable es que sea homosexual. Je, así se entendería su cara de no me importa cuando sabe que tiene media preparatoria a sus pies...
-¿Nuca pensaste que me pueden gustar las dos cosas?-dijo una voz molesta desde detrás del lanzador.
Todos callaron y enrojecieron. Tan metidos en sus dudas no lo vieron llegar. Sólo Hanamichi lo había visto, y ahora no le quitaba la mirada de encima. El muy maldito lo miró fijo cuando dio a entender que podría ser bisexual.
Nadie sabía qué decir, y por suerte llegó Anzai para sacarlos a todos de esa situación tan incómoda.

Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora