Desquite

387 37 32
                                    

Llegó primero, se cambió a solas y se entretuvo haciendo tiros libres mientras llegaba el resto del equipo. En diez minutos estaban todos reunidos y calentando. Ryota decidió que por ser la última práctica jugarían dos partidos completos si es que todos estaban de acuerdo y les daban las energías. Con la excusa de poner todo lo aprendido en el año en la cancha, los instó a que den su mayor esfuerzo en esos dos amistosos, cosa que se amoldó a los deseos de Rukawa. Armaron los equipos, quedando Hanamichi y él en bandos contrarios, como sucedía la mayoría de las veces para equilibrar fuerzas. Los refuerzos de mitad de año tenían un nivel bueno, pero los que realmente desequilibraban la balanza eran Sakuragi, Rukawa, Mitsui y Miyagi, por lo tanto en los equipos, a la hora de practicar, se distribuían dos y dos.

Le tocaría enfrentar a Hanamichi en el tiro de salto del inicio ... siempre que podían se medían, siendo el resultado más favorable para el número diez dada su reconocida capacidad de salto y energía , pero esta vez pondría un doscientos porciento, y estaba seguro de poder ganar el balón para su equipo. Enfiló al centro de la cancha para ocupar su lugar, y en un instante Hanamichi estaba frente a él, altivo y desafiante; sus pechos estaban separados por centímetros, y pudo percibir el particular olor dulzón del perfume de Keiko impregnado en la piel del pelirrojo, cosa que lo hizo arrugar la nariz y lo motivó a ganar a toda costa. A partir del momento en que sonó el silbato activó sus músculos y se mantuvo en un estado de alerta continuo. Jugaba junto al capitán, y eso le facilitaría enormemente llegar al área y encestar, sólo tenía que cuidarse de los triples de Mitsui y bloquear por completo a Hanamichi.

Ganó el salto despejando el balón con fuerza y directo a los brazos de Kogure, humillando el metro noventa de Hanamichi con un salto ágil. Todo lo que contenía dentro lo encausó en energía y destreza para aniquilar al aún inexperto jugador. Rukawa era conocedor del complejo que sentía el número diez ante su juego, y desplegando todo su abanico de habilidades buscó enfrentarlo en un uno contra uno constante y evidente, ganándole en cada oportunidad sin piedad. Buscaba las situaciones y las resolvía sin demasiado esfuerzo. Se cansó de quebrar sus defensas con amagues simples; si bien Hanamichi estaba lejos de ser el amateur de inicio de temporada, lo cierto es que su dribleo estaba a años luz de superar el propio, que llevaba años de práctica.

En el primer partido realizó varios Slam Dunk violentos y perfectos ante la impotencia del pelirrojo que no pudo bloquearlos, y en dos de ellos lo dejó tirado en el piso por la fuerza de su salto y sin cometer falta, para desagrado del cada vez más cabreado contrincante. No pudo ganarle en la mayoría de los rebotes, pero sí consiguió varios importantes que por regla general los habría ganado Hanamichi, logrando así superarlo en algo en lo que se jactaba ser el mejor -y lo era, pero ni muerto se lo diría-. No solía dejar el alma en la cancha en partidos de práctica, pero en ese momento se sintió pleno y feliz de mostrar sus capacidades dañando al presumido en donde le dolía: el ego. En pocas palabras, a la mitad del primer tiempo ya lo había puesto en su lugar en una maniobra visible para todos.

El ánimo de Sakuragi estaba que ardía, y se notaba en cada movimiento furioso que realizaba. Lo fulminaba con la mirada y con su lenguaje corporal, pero en ningún momento saltó sobre él como se esperaba y temía la mayoría.

El resultado fue un apabullante 98 a 32, con 64 puntos encestados por Rukawa, y apenas 8 por Sakuragi. Las habilidades del número diez fueron anuladas por completo. Rukawa se sentía eufórico cuando se fue a sentar a descansar. Sentía el desgaste, pero también se sentía capaz de jugar un segundo partido en condiciones más que buenas. Tampoco es que se estaba enfrentando a un súper equipo que lo hiciera usar su capacidad total.

Tras el descanso de quince minutos antes del segundo partido, Ryota quiso reorganizar los equipos para evitar una segunda ronda de humillaciones al malhumorado pelirrojo, pero éste, caprichoso, se negó para total satisfacción de Rukawa, que tenía otros cuarenta minutos para vengarse a su gusto. Y así lo hizo otra vez, quedando agotado por completo, pero radiante de felicidad y con su objetivo cumplido.

Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora