Esperando a Yohei

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El reloj de la sala daba las ocho pasadas. Habían quedado en juntarse a las nueve en la casa de Kogure, y de allí partir todos juntos al Cuba Libre. El Cuba Libre  era un resto-pub de moda del que Hanamichi no había conocido su existencia hasta el día anterior en que lo mencionaron en  los vestuarios. Lo cierto es que la mayoría de los integrantes del equipo eran menores de edad y difícilmente podrían ingresar a festejar a una discoteca sin que varios de ellos no fueran detenidos en la puerta, por lo tanto Kogure había seleccionado al Cuba Libre por ser un restorán de minutas sencillo y accesible a sus bolsillos, donde pudieran cenar todos juntos, y donde luego de cierta hora se bajaban las luces, ponían música bailable y corriendo algunas mesas se armaba una pequeña pista de baile y se podían tomar algunos tragos. Kogure les había contado que por lo menos una vez al mes iban  allí con Takenori y otros amigos a pasar una noche divertida, y Hanamichi había quedado realmente sorprendido… no imaginaba al Gori divirtiéndose, y menos aún bailando,  pero bueno, el cuatro ojos no acostumbraba a mentir, y no quedaba más que creerle. Al final todos habían accedido a despedir el año comiendo, bailando y bebiendo en camaradería.  Todos menos Rukawa que tenía planes, como les había dicho.  Tal revelación le había caído fatal por un lado, pero por otro se alegró de que no fuera y estuviera allí arruinando la noche. En especial  su noche.
En los días que pasaron desde el momento en que terminó lo que fuera que venían teniendo hasta ese momento con Rukawa, no pudo sacárselo de la cabeza en  ningún momento, siquiera estando con Keiko, que lo atraía como la miel a las abejas. Aún pasando el rato con ella, una parte suya estaba pensando en Kaede siempre. Keiko era fantástica, mucho más de lo que había esperado jamás. Chicas así de bonitas sólo se veían en la televisión o en revistas, y definitivamente el carácter abierto y franco que tenía le gustaba  muchísimo a Hanamichi -aunque en un principio se sintió algo cohibido ante ella por esas mismas cualidades-.  Se sentía halagado  por haber sido capaz de atraer la atención sin proponérselo de alguien así, y su autoestima estaba recuperándose a pasos agigantados sabiéndose envidiado por todo chico que respirara por allí cerca. De un día  a otro pasó de ser un bufón a uno de los chicos más populares de  la preparatoria, cosa rarísima para alguien de primer año y que sólo había pasado con Rukawa, el basquetbolista perfecto, reservado e inalcanzable, por el que chicas de todos los años babeaban… lástima que hubiese pasado tres días antes de terminar las clases. Se sentía raro ser el tema de conversación por algo bueno,  y no por hacer el ridículo en la cancha o por andarse a los golpes por ahí, o por su cabello rojo furia.
Ya estaba vestido con sus mejores prendas: un pantalón de jean azul profundo bastante pegado, una camisa gris clara que su madre le dijo era moderna y le quedaba de maravillas  y unas zapatillas nuevas que se compró para la ocasión.  Luego de la funesta práctica del día anterior, donde su ánimo terminó por los pisos, entre su banda y Keiko lograron hacerlo olvidar la paliza que le dio Rukawa en ambos partidos y frente a media preparatoria. Pasaron el resto del día en el centro comercial paseando, comiendo cosas ricas, riendo, eligiendo las zapatillas para la noche siguiente y por supuesto que jugando al Pachinko. Resultó que Keiko era fanática  al igual que ellos cinco, y ninguno tuvo que contener su euforia infantil al ganar o sus ataques de rabia al perder, porque Keiko reaccionaba de la misma manera. El día siguiente a la golpiza que entre Noma, Ookus y Takamiya le dieron a Rukawa,  el trío se presentó en su casa para disculparse por su accionar-con Yohei a la cabeza-, y un poco para pedir explicaciones por la defensa de Hanamichi a su supuesto archienemigo… Sabía que tras las disculpas seguramente estaba Yohei, ya que conociendo a sus otros amigos ninguno se pondría  a pensar en que habían actuado mal, no en vano los trataba  desde la primaria y juntos formaron una banda con la que pocos se metían,  y los que lo hacían se arrepentían a fuerza de golpes. Con pocas excusas, algunos balbuceos erráticos y las ayudas oportunas de Yohei  -bendita sea la amistad- se los pudo sacar de encima para ponerse a estudiar.
El viernes, al regresar a su hogar y encontrarse otra vez sólo -Noriko pasaría el fin de semana en otra ciudad, había partido esa misma mañana tras tres días en casa- la alegría que había sentido durante la divertidísima tarde se fue desvaneciendo, y el  recuerdo de su impotencia ante el juego imposible de Rukawa fue ganando terreno, y ya acostado en su cama no había podido dejar de pensar en lo idiota que se debía de haber visto siendo superado en todo de manera obvia y abrumadora.  Siempre supo que Rukawa estaba en un nivel superior – podía no admitirlo frente a los demás,  pero interiormente no se engañaba-, y ese día el muy maldito le había dejado en claro qué tan superior era de una manera implacable, y lo que más jodía a Hanamichi era saber que siquiera le costó demasiado vencerlo. Jugando como dupla contra otros equipos olvidó lo que era enfrentarse al novato estrella, y parecía que en las prácticas no jugaba en serio…Tal vez por eso tantas veces lo había visto practicar junto a Sendoh, al que seguro respetaba por estar a su mismo nivel.
Cerraba los  párpados y recordaba los ojos azules que no se apartaban de los  suyos al momento del uno contra uno, y así y todo lograba pasarlo como si no estuviera allí haciendo lo posible para frenarlo, como si fuera un muñeco atornillado a la duela y no el jugador que había detenido a increíbles jugadores en partidos serios. Recordaba los tapones increíbles con los que bloqueó sus pocas llegadas bajo el aro, y con más ardor recordaba las veces que lo dejó desmadejado en el piso, mirándolo con cara de estúpido tras los potentes Slam Dunk… y ni hablar de la cara de asco, arrugando la nariz,  que puso segundos antes del tiro de salto cuando se acercó  a su posición.  En ese momento exacto supo que algo andaría mal: Rukawa no dejaba traslucir nada en un partido sin importancia como aquél.
Se había dormido sintiéndose un inservible, y durante toda la noche había dado vueltas en la cama, agobiado por pesadillas que por suerte en la mañana no recordó.
Las ocho y cuarto y seguía sentado esperando paciente por su amigo, vestido y perfumado. En el bolsillo trasero de su pantalón llevaba la billetera, y dentro de ésta, además de dinero y su identificación, llevaba un preservativo. Se sintió raro esa misma tarde comprándolos en la farmacia, fue su primera vez en esa situación. Aún no habían llegado a esa instancia con Keiko, pero sabía que de seguir las cosas como hasta ese momento,  sucedería más temprano que tarde, y Yohei el día anterior lo había hecho caer en cuenta del detalle que, durante el sexo con Rukawa, nunca había tenido en cuenta algo: la protección.  Por loco que sonase, nunca pensó en un preservativo. Jamás de los jamases.  Su amigo casi cae redondo  del espanto cuando, ofuscado y avergonzado, le confesó no haberse cuidado, y le hizo prometer que de ahora en más tomaría los recaudos, y más con una chica, que podía quedar embarazada. Tal vez esa noche concretasen, o tal vez no, pero nada costaba estar preparado, pensaba.
La idea de tener relaciones con Keiko lo traía un poco nervioso. No quería prejuzgar, pero le parecía evidente que ella tenía experiencia, y él con mujeres la verdad que no… En esos poquísimo días que se conocieron supo que era más grande que él,  que había venido de Tokio -donde dejó un novio y varios ex-, que no sentía vergüenza por hacer o decir nada, que había ido con Mitsui  hasta su casa el día que se saltó la práctica y nadie atendió, y que lo había hecho porque estaba loquísima por él, entre otras  cosas. Sentía un calor en el pecho cuando pensaba que traía loco a alguien, y se sentía realmente bien sentirse deseado, y sabía a ciencia cierta que Keiko lo deseaba. El segundo encuentro que tuvieron se dio en el salón, y  era de esperarse, ya que compartían cinco horas diarias. Nuevamente se reprendió  a sí mismo por ser tan ciego de no haberla notado antes, cuando no había chico de la clase que no revolotease como mosca a su alrededor. Siempre aislado en sus pensamientos y problemáticas, un total imbécil… Ese día en el primer recreo se quedaron juntos en el salón,  y ella le exigió la respuesta a su pregunta del día anterior, a lo que Hana no pudo decirle que sí. Torpemente le dio a entender que no podría salir con alguien que no conocía de nada, pero Keiko fue clara y sincera diciéndole que no era necesario que fueran novios estrictos, que con pasar tiempo juntos y conocerse un poco mejor ella estaba más que bien. Pasaron el resto de ese recreo y el siguiente conversando ante las miradas incrédulas de todos sus compañeros, que no podían entender como esos dos que siquiera se saludaban, ahora coquetearan tan descaradamente como si estuviesen solos y no entre sus compañeros de clase. Y es que lo que Hanamichi intentó que sea respetuoso,  con los constantes avances de la chica sobre sí mismo le fue imposible.  A la belleza natural que portaba había que sumarle una seducción fuerte: sus expresiones, sus modos, sus miradas, su risa, la manera en que se movía… lo que más lo descolocaba a Hanamichi era lo mucho que lo tocaba. Eran toques leves: una caricia en un brazo, un abrazo de alegría,  un toque en sus cabellos, un beso espontáneo muy cerca de la boca, un agarre de manos, un toquecito juguetón en la punta de la nariz. Y tras quedar en verse luego de las prácticas – había decidido prescindir del tiempo  extra, no quería quedarse a solas con Rukawa- por fin habían avanzado. A pocos metros del portón de salida de la preparatoria, mientras iban caminando y hablando, Keiko frenó, entrelazó sus brazos tras su cuello, lo atrajo y le comió la boca ahí mismo, sin preámbulos y frente a quien quisiese ver. En principio se quedó sin reacción, pero en cuanto sintió la intensidad del beso -la fuerza con la que esos labios levemente saborizados por algún bálsamo mordisqueaban y succionaban los suyos- instintivamente respondió, siguiendo el ritmo impuesto por la chica y atrayéndola contra sí por la pequeña cintura. El beso duró varios minutos y tuvo que cortarlo cuando se dio cuenta que sus partes bajas estaban reaccionando. La sonrisa satisfecha de Keiko lo relajó, y siguieron caminando y conversando hasta que sus caminos se separaron. Ambos  debían estudiar,  de lo contrario les hubiera gustado seguir juntos un rato más.  El resto del camino  a su casa, en lugar de pensar en lo  que había pasado con Keiko, se la pasó pensando en Rukawa, en lo mucho que le hubiese gustado traerlo loco a él, en lo mucho que le gustaría besarlo y tocarlo nuevamente.
Tras ese primer día juntos el segundo no venía siendo muy diferente hasta el momento en que a la hora del almuerzo iban por un pasillo rumbo a la cafetería y se toparon con Haruko, que venía buscando a Hanamichi con una aspecto bastante deprimente. A Hanamichi siempre le pareció que uno de los rasgos más peculiares de Haruko era la sonrisa inocente y continua que llevaba puesta, como si todos sus pensamientos fueran rosas.  Esta vez se la veía decaída, con los ojos apagados y algo hinchados. Era evidente que había llorado no hacia mucho. Antes que le pudieran preguntar qué le pasaba, Haruko se largó  a llorar desconsoladamente para desconcierto de ellos dos. Entre hipidos y suspiros de dolor, le pidió perdón  a Hanamichi por no haberle prestado oídos a todo lo que le decía por su bien, y le contó como pudo que Rukawa había terminado con ella de la nada. Terminaron almorzando los tres en el salón un almuerzo que se encargó de ir a buscar Keiko para dejarlos un rato hablar a solas. Al pelirrojo notó lo madura y segura que era Keiko, que sabiendo de su noviazgo anterior con Haruko se mostraba comprensiva y tranquila. Otro punto a favor de esa súper chica, se decía.
Cuando fue  a las prácticas Rukawa lucía como siempre: distante y despreocupado, como si el día anterior no hubiera terminado con una chica que había dicho querer. Hana había pensado mucho en el accionar de Rukawa tras lo que les contó Haruko, y lo único que podía entender es que dijo quererla para obtener sexo de ambos: de ella enamorándola y de él por su afán de protegerla. No cabía más decepción en su corazón… Rukawa era abominable, y si bien aún seguía culposo por sus propias actitudes,  descubrió que estaba bastante cabreado con el pelinegro, aunque eso no le daba derecho  a entrometerse o castigarlo. O eso pensó hasta el día siguiente en las escaleras cuando se portó tan groseramente con Keiko y le dieron ganas de darle una golpiza allí mismo por patán y engreído. Ese día,  al dar por finalizada la última hora lectiva del año, Keiko y él se sentían dichosos de haber pasado los exámenes,  y habían empezado como quien no quiere la cosa una ronda de besos en el salón, olvidados de donde estaban. Cuando el profesor  boquiabierto les llamó la atención fueron corriendo a esconderse , y el lugar más seguro les pareció las escaleras  que llevaban a la terraza. Los besos fueron subiendo en intensidad mientras estaban en el descanso, y Hana pensó que sería buena idea subir hasta la azotea, para evitar a los otros estudiantes que tuvieran la misma idea que ellos. Nunca pensó que se toparía allí con Rukawa, y de no ser por la intervención de Keiko en el momento justo, seguro las cosas se le habrían salido de control otra vez. Tanto esfuerzo y en un instante estuvo a punto de tirarlo por la borda… Todo lo que hacía Rukawa le parecía inconcebible, y tras  cada humillación que recibió en las siguientes horas se decía que tendría que haberle dado un puñetazo por lo menos. Desquitó su rabia injustamente con la puerta del casillero, pero era eso o saltar sobre Rukawa y molerlo a golpes. La furia no se le bajó hasta el momento en que Mitsui comenzó  a hablar de las marcas pasionales que tenía el pelinegro, cosa que le recordó el porqué no debía dejarse llevar por sus instintos. De la ira pasó  a la culpa, y con el siguiente comentario de Ryota su ánimo cayó a niveles subterráneos. No se había dado cuenta de la fuerza de su agarre en el encuentro en las escaleras, pero ese hematoma en el brazo de Rukawa era de su autoría, estaba seguro y se aborrecía  a sí mismo por no saber controlar su genio y su fuerza. Luego llegó Anzai, y siquiera escuchó lo que les dijo, perdido en su culpa y remordimiento. Se enteró que Rukawa se había ido cuando de fuera les llegó el claro ruido de los aplausos de la gente que se había reunido a verlos, y era obvio que eran para el jugador destacado: Rukawa.

Suspiró cansado de sus propios recuerdos,  y ya algo inquieto por la tardanza de Yohei. Faltaban cinco minutos para las ocho y media, y si no llegaba pronto tendrían que pedir un auto si querían llegar a tiempo  a lo de Kogure. Se friccionó las sienes con fuerza para ayudar a relajar, deseaba pasar una buena noche y no quería arrancar ansioso. Se echó hacia atrás y cerrando los ojos trató de enfocarse en el recuerdo de los últimos besos con Keiko para pasar el rato, pero se  le vino a la mente el primer beso que recibió de Rukawa aquella vez lejana en los vestuarios, cuando probó esa boca y se enganchó por completo e irremediablemente al chico. Y pensar en ese beso lo llevó  a pensar en todas las veces que lo había besado y habían tenido sexo, desde la primera vez en su propia habitación hasta la última vez que tuvieron la inolvidable maratón sexual en los vestuarios.  Sin proponérselo su miembro ya había reaccionado a los recuerdos, y latía desesperado y apresado dentro de sus pantalones. Se levantó molesto y fue al baño a echarse agua al rostro para bajar la temperatura y quitarse las imágenes de la cabeza. Mientras se secaba la cara sonó el timbre. Se peinó los cortos pelos rojos, y satisfecho con su apariencia le sonrió al espejo y salió dispuesto a llevarse la noche por delante.

De a poco se van sumando algunos lectores, gracias por votar! Y gracias por supuesto a los que desde el inicio siguen esta historia.
Barbi

Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora