Noviazgo

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Creía estar soñando. Todas las palabras dichas con anterioridad aún resonaban en su cabeza, y por primera vez en su vida debía de darle la razón al zorro: era un cabeza hueca, de lo contrario, jamás las palabras podrían retumbar tanto dentro de su cráneo. Se sentía mareado de tanto bullicio que llevaba dentro. Rukawa decía quererlo a él; decía querer estar junto a él, y lo más importante, decía querer estar sólo con él. Según sus palabras, Haruko era historia vieja, y Sendoh nunca fue una "historia". La sangre aún le hervía de sólo recordar la escena que había presenciado en los vestidores, pero es verdad, no podía afirmar que había pasado más que lo que vio... Rukawa estaba de espaldas, y él no se quedó siquiera más de tres segundos como para ver en qué continuaba la cosa... Había tenido la idea de que Sendoh lo había visto, pero su mente y cuerpo se habían embravecido tanto, que no supo si había sido así o no. Si lo pensaba detenidamente, y es que tampoco le importaba demasiado en esa instancia...


Sintió la puerta de la habitación abrirse con presteza para luego cerrarse con cautela. Apreció a la perfección el sonido de una llave girando, y supo que el zorro se había encerrado deliberadamente junto a él. Estaban más que claras las intenciones del número once, y a Hanamichi se le formó en el rostro -oculto por las sombras- una media sonrisa de picardía y emoción por lo que suponía que ese acto implicaba. Recordaba a la perfección donde estaban, y así como él esperaba respetar su casa cuando estaba su madre en ella, esperaba hacer lo mismo en la de Rukawa, y más después de haber compartido la mesa junto a toda la familia. Le había parecido rara la reunión que se suscitó tras la sobremesa, y en un principio temió que tuviese algo que ver con él mismo y su extraña presencia como "enfermera", pero con la cara de hastío que había puesto Kaede cuando le dijo que le tocaba "reunión familiar", le quedó en claro que ese tipo de cosas se acostumbraban en ese hogar. No se habían demorado demasiado, apenas si le dieron tiempo de tomar una ducha más que rápida y meterse en el futón improvisado a un lado de la gigantesca cama. Estaba seguro que su zorrito estaría disgustado por no encontrarlo metido entre sus colchas, pero es que para ser honestos, aún no se creía demasiado todo lo que había pasado en ese breve lapso de tiempo. Hasta hacía unas horas, Hanamichi estaba convencido de que Rukawa era la peor peste que le podía haber atacado; lo creía desprovisto de cualquier sentimiento que no fuera la lujuria y el egoísmo con respecto a él, y ahora hasta había obtenido casi una declaración formal de los sentimientos del pelinegro. Recordaba con satisfacción como se había aferrado con fuerzas a él cuando quiso dar por finalizado todo el juego, y cómo lo había besado hasta desmayarse para retenerlo. Era de antología. No dudaba que fuese sincero, pero le costaba hacerse a la idea de que todo eso fuese realidad. Si las cosas eran como parecían, ¿ahora qué? ¿Serían novios? Hanamichi no tenía una real experiencia como novio, con Haruko las cosas nunca fueron de lo más fluidas. En su imaginario, las parejas se decían frases cariñosas, se demostraban constantemente afecto, se cuidaban, pasaban tiempo juntos y, por supuesto, se demostraban pasión... Su relación con Haruko tal vez llegaba a arañar un par de ítems, pero dejaba mucho -demasiado, diría- que desear. Y las cosas con Rukawa se habían dado de una manera tan extraña que se le hacía muy raro mostrarse verdaderamente cariñoso... ¡Hace un tiempo atrás sólo deseaba contacto físico con él para suministrarle alguna que otra paliza por ser un zorro engreído! Todo era demasiado atípico, y la inseguridad había hecho estragos mientras los minutos pasaban y él estaba solo en esa inmensa habitación. En su fuero interno, Hanamichi estaba inseguro; temía que todo fuese una jugarreta más, que en cuanto él demostrase haber caído completamente a sus pies fuese rechazado con crueldad. Estaba aterrorizado de saberse burlado de tal manera, pero ya no había vuelta atrás, y lo único que podía hacer era evitar -por lo menos en un principio- ser él el que tomara las iniciativas "afectivas" en la nueva relación. Esperarlo dentro de su cama era entregarse demasiado fácilmente, y no le parecía que hubiera lógica alguna en semejante acto, cuando ese mismo día lo había echado poco más a patadas de su propia habitación; cuando hacía menos de dos horas le había dicho de acabar con todo... Era su manera de protegerse de salir herido. El pelirrojo sabe que es una actitud cobarde de su parte, pero de momento sólo puede actuar así, y no fingiría algo que no era. Era eso o nada.

Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora