Rukawa acosador

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Hanamichi estaba bastante furioso. La noche ya estaba avanzada, y ni rastros del zorro. Más le valía aparecerse de un momento a otro, pues esta vez sí que lo había dejado con las ganas. Además quería de una vez probarlo  para poder quitárselo de la cabeza, y de paso, satisfacer el apetito que Haruko de momento no saciaba. Estaba sentado en el sillón de la sala, a oscuras, observando la puerta de entrada impaciente. Se estaba quedando adormilado cuando tocan a la puerta. De un salto se levanta y abre. Ante sí tenía una enorme silueta oscura, de espaldas anchas y caderas delgadas. La luz lo iluminaba por detrás, de modo que el pelirrojo no podía verle el rostro. A contraluz le pareció sumamente  sexy; ese porte que tenía Rukawa, tan distinguido...

-Pasa de una vez, zorro. Pensé que ya no vendrías.

Rukawa se limita a entrar sin pronunciar palabra. Apenas Hanamichi cierra la puerta, Rukawa lo abraza por detrás, comenzándole a besar el cuello.
Hanamichi se dio cuenta de la prisa, y él tampoco pensaba hacerse rogar para ser sinceros. Dejó que lo acariciase unos segundos más, y cuando ya no pudo aguantarse se giró y atrapó a Rukawa con sus brazos, atrayéndolo firmemente. Lo besó. Está vez no cavilaría, lo obtendría todo del zorro, y nada echaría a perder el momento. El zorro le devolvía el beso con auténtica voracidad; sus lenguas se enredaban, y Hanamichi no se cansaba de morder el labio inferior de ese apasionado zorro que se dejaba a su antojo. Cuando sintió que con su beso no podía explorar más de aquel chico de pelo negro, lo fue encaminando hacia el cuarto, sin despegársele ni un segundo. Traspasaron el umbral, y de inmediato Rukawa tropezó con el borde del lecho, y cayó en él en toda su extensión. Hanamichi se quedó parado unos instantes mirando la exquisita belleza que lo rodeaba. La luz apenas se filtraba de las farolas de la calle, y le daba al rostro de Rukawa un juego de luz y sombra que lo dejó fascinado. Se detuvo en los labios hinchados y en la firme línea de su frente, con unos pocos mechones azabaches cubriéndola a medias. El calor invadía su cuerpo, lo sentía subir despacio. Los ojos del zorro estaban oscuros, no le decían nada.

-¿Qué esperas? Ven, torpe-lo apuró Rukawa con un hilo de voz.
        
          Hanamichi no se hizo esperar. En dos segundos se deshizo de su remera y se abalanzó sobre Rukawa, volviéndolo a besar con más fiereza que antes. Pero no prolongó el beso en exceso, sentía urgencia por probar la piel del zorro. Le sujetó las manos por encima de su cabeza mientras le levantaba el sweater que llevaba para comenzar a lamerle con paciencia las tetillas. Cada suave lamida era correspondida por un gemido de Rukawa, que no hacía nada por tratar de liberarse de la prisión del pelirrojo; y cada gemido del zorro provocaba más y más tensión en la entrepierna de Hanamichi, que ya sentía el jean demasiado molesto y ajustado. No sabía como un simple gemido lo podía poner en ese estado de completa excitación, pero para esas alturas tampoco es que le importara demasiado. Seguía torturándolo con la lengua y también le daba leves mordiscos, con lo cual Rukawa se retorcía bajo él, con un ritmo desquiciante. Por fin le suelta las manos, y pretende seguir bajando para explorar a sus anchas la zona más baja de su torso. Lo aceleraba ver como a cada movimiento de Rukawa, se marcaban los músculos de sus costados, delineándose  bajo la nacarada piel. Era perfecto, definitivamente. Y el pelirrojo mordisqueaba la piel a su paso, bien consciente de que dejaría pequeñas marcas.
El sweater molestaba, con un rápido movimiento Rukawa se lo quitó, arrojándolo quien sabe donde. Hanamichi comenzaba a desabrochar los pantalones de Rukawa, tarea que se complicaba debido a lo tensa que estaba la prenda. Sonrió satisfecho, al zorrito lindo le gustaban  en sobremanera las caricias que le daba, saltaba a la vista...
Por fin le quitó los pantalones, y acto seguido también los boxers, dejando a Rukawa totalmente expuesto a la mirada inquisitiva de Hanamichi, que parecía estar viendo un exquisito manjar. No hubo necesidad de asirle el miembro, ya que de la excitación se mantenía erguido. Así, Hanamichi tocó su punta con la lengua; un roce ligero, que duró menos de un segundo, pero que arrancó un pequeño grito al zorro, que sujetaba con fuerzas las sábanas. Nunca se había imaginado haciendo tal cosa, pero sabía delicioso, más rico que cualquier cosa que hubiese probado en su vida, y lo deseaba; decidió probar a gusto, metiéndoselo completamente en la boca, degustándolo una y otra vez en toda su longitud con la lengua. Rukawa estaba fuera de sí. Entre gritos y gemidos pronunciaba el nombre de su amante pidiéndole más. Hanamichi ya no soportaba la tensión, y desabrochándose el pantalón comienza a tocarse. Rukawa lo ve, y con un leve gesto de disgusto lo aparta a regañadientes logrando sentarse y dejando al pelirrojo parado en la orilla.

-No es necesario que te toques tú mismo. Te complaceré-dijo Rukawa mientras tomaba el miembro de Sakuragi y de una acometida se lo metía a la boca.
Hanamichi deliraba, sentía que las piernas en cualquier momento cederían. El zorro resultó bueno. Su boca era tan caliente y suave que con cada succión sentía desfallecer. Mientras Rukawa continuaba, él le acariciaba el cabello, aguantándose las ganas de apartarlo, por que si seguía así acabaría en su boca.
-Basta o te llevarás una sorpresa, zorrito-dijo entre gemidos Hanamichi mientras lo apartaba dificultosamente.

Lo acostó en el centro de la cama, y por fin se deshizo de los pantalones que habían caído hasta sus tobillos. Sentía deseos de estar dentro del zorro inmediatamente, pero no quería lastimarlo. En Rukawa, las expresiones de placer le agradaban más que las de dolor, por lo menos en la cama. Ya tendría tiempo de humillarlo en la cancha.
Ya los dos desnudos, Hanamichi lo cubrió con su cuerpo, besándolo, compartiendo sus sabores. Lo besaba lento, debía calmarse un poco o acabaría con la diversión aún antes de empezar. Sentía el cuerpo de ese ardiente zorro refregarse con el suyo, y se daba cuenta del movimiento de caderas del pelinegro que a cada segundos abría más y más las piernas.
Miró  su parte más íntima sintiéndose extraño, y comenzó a besar la parte interna de los muslos bien formados a  la estrella del Shohoku, antes de encargarse apropiadamente de su entrada. Rukawa, a cada caricia de Hanamichi no podía ocultar el temblor que éstas le provocaban.
El zorro estaba tenso, o eso es lo que se imaginó Hanamichi, y en consecuencia actuó con paciencia, lamiéndolo suavemente, lubricándolo para poder meter uno de sus dedos allí. Cuando lo logró, de la garganta de Rukawa salió un ruido demasiado ronco, mezcla de placer y sorpresa. Comenzó a moverlo mientras lo masturbaba para tratar de relajarlo. Cuando sintió que aflojaba, introdujo un segundo dedo, notando apenas resistencia por aquél orificio. Ya estaba a su merced...
Hanamichi se posicionó, y antes de por fin hacerse uno, lo besó con la mayor delicadeza de la que fue capaz, encontrándose como estaba.
Le supo a gloria el interior del zorro. Era tan cálido, que lo derretía. Rukawa abrió más sus orbes azules cuando lo sintió entrar. No parecía dolerle, por lo que Sakuragi comenzó a moverse, sintiendo que a cada acometida el placer aumentaba y él perdía más dominio sobre si mismo. Y Rukawa...Por Dios, Rukawa gemía tan fuerte que cada nota salida de su garganta lo atravesaba. Se arqueaba bajo los movimientos cada vez más impetuosos de Hanamichi, sin darse cuenta que con esto lo excitaba más y más, que al verlo así explotó llenando de su calor a un Rukawa que, al sentirlo liberarse se corrió sobre su propio vientre.
Sakuragi tenía la mente en blanco. Su cuerpo era tan liviano que podría volar; pero así y todo se desplomó sobre el sudado zorrito, ya sin aliento.
Pasaron largos minutos antes de que se decidiera a salir de Rukawa. Se estaba tan bien allí, que se negaba. Pero una vez fuera, el sueño lo venció, tumbándolo de costado a su enemigo.
Podría haberle hecho el amor toda la noche, pero la sensación que le embargaba el cuerpo no le permitía moverse, se sentía en el firmamento. A los pocos minutos Rukawa también se entregó al descanso.
En la habitación sólo se distinguían sobre el lecho blanco dos cuerpos entrelazados, brillantes de sudor;  cuando despuntó la mañana aún seguían así, y las blancas pieles brillaron cuando el sol las tocó atravesando las cortinas.

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Hanamichi estaba despertando, sentía una calidez en todo el cuerpo. Lo primero que se le pasó por la cabeza era que tendría que acostumbrarse a cerrar las persianas o a colocar unas cortinas oscuras. Era el mismo pensamiento que tenía todos los fines de semana, que era cuando se levantaba más tarde. Pero esta vez se sintió distinto, porque el calor no le daba sólo en la espalda, si no que también lo sentía en todo su costado. Ahí se percató de que escuchaba otra respiración, y como un rayo, todo lo sucedido la noche anterior llegó a su memoria. Abrió los ojos, y ahí se topó con el rostro del zorro a pocos centímetros del suyo, que irradiaba paz.
Rápidamente se apartó, rompiendo también el abrazo con el que lo mantenía a su lado. Rukawa no reaccionó. Era puramente cierto que tenía el sueño pesado.
El pelirrojo no sabía bien cómo debía de proceder. La mañana estaba bastante avanzada, y pronto debía partir a la cita con la que había quedado con Haruko el día anterior. No sentía deseos de ir, prefería quedarse en la cama con el zorro un rato más, pero apenas este pensamiento le pasó por la mente lo desterró de un manotazo, y para obligarse a despejarse (y por que lo necesitaba) se decidió por una ducha.
Hanamichi no quería pensar en nada. Quería que en cuanto saliese de la ducha Rukawa no estuviera allí; que tuviera la delicadeza de partir sin decir nada. De sólo pensar verlo los colores le subían a las mejillas.
Pero para cuando terminó Rukawa seguía en la misma posición: boca abajo con la cara de lado. La sábana apenas le tapaba lo mínimo indispensable, pero quedaba a la vista que estaba desnudo. No soportaba verlo. Numerosos pensamientos lo asaltaban, así que prefirió vestirse y salir, dejándole una llave para que pudiera cerrar al salir. Que se levantase a la hora que quisiese, a él no le importaba.



-¿Qué te pasa hoy? Estás demasiado callado-preguntaba Haruko mirando a Hanamichi que parecía estar en las nubes-¿dormiste bien? Tienes ojeras...
-Estoy cansado, sólo es eso. Pero no importa, si me sonríes recuperaré mi energía-dijo Hanamichi al ver la expresión de preocupación de Haruko.
-Tú siempre diciendo cosas tan hermosas. Por eso estoy enamorada de ti, Hana-dijo con una gran sonrisa mientras se pegaba a su cuerpo.
-¿Sólo me quieres a mí?
Haruko se soltó del brazo de Hanamichi y lo miró extrañada.
-En definitiva estás raro. Dime qué te pasa-exigió Haruko con una mirada un poco más seria.
-No es nada, es que hace tan poco estabas tan enamorada de Rukawa que se me hace raro que ahora estés tan loca de amor por mí...
La chica lo miró con una completa extrañeza, y Hanamichi observó como luego bajaba la vista sonrojándose. No necesitaba más respuesta que ésa, Haruko confirmaba sus sospechas: no había olvidado al zorro. Tal vez ese era uno de los motivos por el cual no podían pasar más allá de unos besos castos y abrazos.
-No es así, yo sólo te quiero a ti, Hana-dijo Haruko muy despacito.
El pelirrojo se quedó pensativo un momento mientras seguían caminando por la calle.
-Jajajaja, sólo es chiste Haruko, no te lo tomes a pecho. Yo sé que sólo puedes tener ojos para este tensai-carcajeó como era su costumbre, mientras sujetaba de nuevo por la cintura a su chica de ojos celestes que ya lo miraba de frente.
El clima se había relajado.

-Mmmm...Hana, creo que sería mejor que hoy no vayamos al entrenamiento. Están exagerando con el partido contra el Ryonan. Al final de cuentas sólo es de práctica, y ya les han ganado en otra ocasión. Entrenar un sábado es demasiado.
-No, no, no, no-negaba con convencimiento el pelirrojo-estamos empatados. Recuerda que ellos nos ganaron la primera vez. Está es la definición. Además quiero derrotar al presumido de Sendoh.
-Pero recuerda que estás lesionado y no te puedes sobreesforzar por un partido sin valor. Es mejor guardarte para las eliminatorias de los próximos nacionales.
-Haruko, recuerda que soy un genio, yo puedo jugar todos los partidos si sigo las recomendaciones de la doctora Mika-san-dijo Hanamichi arrugando el ceño. Haruko solía insistir bastante con el tema de la lesión. Hanamichi entendía que se preocupara, pero a veces podía ponerse demasiado insistente para su gusto.
-Es que no quiero que te lastimes de vuelta. Nada más-dijo Haruko con aire algo compungido.
-Ya, ya, ya lo sé. Eres tan linda Haruko, siempre pensando en mí-le dijo con una sonrisa en los labios-pero este partido es importante, y quiero jugarlo-finalizó.

Hanamichi no sabía por que razón pensaba una cosa y decía otra. Cada vez le sucedía más seguido cuando estaba con Haruko. La chica resultó más habladora de lo que pensaba, y si bien confiaba en las habilidades del pelirrojo en la cancha-después de todo ella fue quien dijo que él era el salvador del Shohoku-, generalmente decía cosas no demasiado importantes. Casi tontas. A veces prefería que no hablase tanto, como el zorro.


El entrenamiento había comenzado como todos los días, con una salvedad: Rukawa no estaba presente. El muchacho jamás llegaba tarde a una práctica, y menos hablar de faltar. Todos sabían que su vida se iba en el básquet, y que si le decían de practicar los domingos seguro estaría deseoso de hacerlo. Nadie dijo nada, pero todos estaban sorprendidos.
Apenas habían pasado diez minutos cuando alguien irrumpe en el gimnasio. Nadie daba crédito a sus ojos. Era Rukawa, completamente agitado, dado que generalmente llegaba en bicicleta, nada cansado por que dormía en el viaje. No vestía la ropa adecuada para las prácticas, cosa que llamaba más la atención.

-Rukawa, que bueno que llegaste, pensamos que ya no venías-lo atajó Ryota cuando este ya pasaba  hacia los vestuarios.
-Lo siento, me quedé dormido y vine lo más rápido que pude, capitán-dijo Rukawa.
-No importa. Apresúrate que en diez minutos comenzamos con un partido de práctica-le dijo Ryota mientras volvía su atención a los ejercicios que realizaban.

A Hanamichi no le pasó inadvertido que el zorro todavía llevaba puesta la misma ropa con la que se presentó en su casa. ¿Acaso ese idiota estuvo durmiendo toda la mañana y parte de la tarde? Se preguntó incrédulo.

El entrenamiento pasó sin contratiempos, y para sorpresas de todos, Rukawa no le quitaba la vista a la chica de ojos celestes que cada vez que lo notaba bajaba la vista avergonzada; tanto la miraba que hasta en un par de oportunidades se perdía de hacer una buena jugada. Sus ojos  la recorrían de arriba abajo, cosa que enfurecía a Sakuragi que no le perdía pisada. Nadie decía nada, ya que sería vano tratar de preguntar. El mutismo del pelinegro a veces era intimidante.
Terminó por fin, y salteándose la ducha, Hanamichi tomó a Haruko del brazo y se la llevó fuera del gimnasio. Ni estando loco hubiera dejado a Haruko sola mientras él se duchaba, sabiendo que ese zorro solía quedarse entrenando un rato más. Pasaron a un lado de Rukawa, que tampoco cejó en su observación. Hanamichi maldecía por lo bajo al zorro y su actitud.



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       -¿Tú crees que Rukawa pueda quitarme a Haruko? Es que yo no sé...-le dice tímido Hanamichi a su amigo Yohei con el que había salido a dar una vuelta- ella dice que me quiere, pero mis ojos ven como ella se pone cuando ese estúpido zorro la mira... Arghhh, ese imbécil me hace quedar como un idiota delante de todo el equipo-dijo un poco más animado-. Si lo hubieses visto hoy...no le despegaba la vista el muy maldito. Y Haruko...Haruko...-y ya no pudo continuar, por que la desazón se hizo presente en su voz.
Yohei lo miraba y pensaba que su amigo estaba bastante afectado. Hacía muy poco que salía con Haruko, y era su primer noviazgo. Desde el principio no sabía qué pensar cuando se dio cuenta de que la chica estaba interesada en el tontón de su amigo. Y ahora esto que le contaba Hana le parecía bastante tirado de los pelos. ¿Rukawa interesado en Haruko? Si esto era tal como lo planteaba el pelirrojo, creía que  Hana no tenía muchas oportunidades; y si la niñita lo dejaba por el otro muchacho sería un duro golpe a la moral de Hanamichi, que acabaría odiando más a su compañero de equipo.
-Creo que por el momento no deberías dejar que te afectara tanto. Confía en Haruko. Ella es tu novia, y si te dice que te quiere no deberías de dudar. Además no tiene motivos para mentirte, Hana-le dijo pensativo Yohei.
-Tal vez tengas razón, pero es que si hubieses estado en mi lugar entenderías lo que digo. Se pone colorada, baja la vista...y lo peor de todo fue cuando le pregunté y se quedó callada-dijo Hanamichi mientras recordaba lo sucedido hacia poco.
-¡Vamos Hana! ¿No me digas que ahora estás falto de confianza en ti mismo? Después de todo lo que hiciste para conquistarla y hacer que se desenamore de Rukawa-y con una sonrisa maliciosa agregó:-debes tener en cuenta también que no debe ser fácil lidiar con un cabezotas como tú. Pobre de Haruko, si si...
    -Arggghhh...si serás Yohei, que cruel que eres-le gritaba mientras le hacía una llave en su cuello, dejando al otro sin respiración.  Y con eso finalizaron la charla, quedando ambos bastantes intranquilos, pero sin querer confesárselo al otro. 


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Hanamichi estaba molesto; el zorro seguía empecinado en hostigar a Haruko con la mirada, y ésta cada vez se ponía  más difícil a la hora de asistir a las prácticas. Hasta le había comentado  la posibilidad de dejar el puesto de manager junto a Ayaco por que interfería con sus horas de estudio. Hana sospechaba que todo se debía a la situación en la que la había puesto Rukawa.
Debía poner un fin a todo. Haruko estaba cada vez más rara; si antes se dejaba besar de vez en cuando, ahora se le ponía en un plano más complicado, limitándolo a tan sólo unos cuentos arrumacos y besos muy inocentes. Y todo por culpa del maldito zorro.
El día anterior, durante la previa al calentamiento el pelirrojo quiso tomarla de la cintura de improviso para besarla, pero está con cara de espanto y de un empujón se apartó, dejando a un Hanamichi colorado hasta las orejas sin saber que hacer o decir. Y lo peor fue que todos lo vieron. Vieron como Haruko lo rechazaba.
Hablaría con Rukawa, no quedaba más remedio. Lo enfrentaría, y de paso le reclamaría por las llaves que el pelinegro jamás le devolvió desde aquella vez que durmió en casa de Hana y cerró al salir. Hanamichi supuso que en el apuro por llegar al entrenamiento se olvidó de dejarlas en algún sitio. Y el muy descarado siquiera se le había arrimado para devolvérselas. No es que quisiera que Rukawa se le acercase para algo, pero su madre pronto volvería de su viaje de trabajo y solicitaría su copia, y él no tenía por qué hacer otras. El zorro era el que siempre estaba en falta, y a Hanamichi le daba rabia tener que hacerse cargo de cualquier cosa relacionada al de los ojos azules. Desde la vez que durmieron junto que apenas si cruzaban miradas, ya que por lo visto el zorro las tenía todas reservadas para su novia. Hanamichi estaba que estallaba cuando lo recordaba.
Luego de la escena de ayer, Haruko se había quedado en casa alegando un resfriado, que no sorprendió a nadie.

Una vez en los vestidores Hanamichi se demoró adrede para esperar a que el zorro terminara su entrenamiento extra. Ya no sabía que hacer para ganar tiempo, así que comenzó a peinarse el corto cabello frente al espejo. Había crecido bastante, y le daba un aspecto desprolijo. Pensaba que tal vez debería de raparse de nuevo, después de todo, con ese corte su fama se había duplicado.
Perdido en esos pensamientos lo encontró Rukawa, que se quedó observando a Hana largo rato, mientras este posaba y miraba detenidamente cada ángulo de su rostro.

-Estorbas si te quedas parado ahí, idiota-dijo Rukawa, sacando a Hanamichi de su abstracción, mientras cruzaba sus brazos-y bien, ¿para qué me esperas?-le preguntó.
-Yo no te espero nada, zorro idiota. Sólo me estoy alistando para salir con Haruko.
Quería dejarle bien en claro que aunque ayer haya presenciado esa escena, la chiquita de los ojos celestes le pertenecía, y no le daría oportunidad de acercársele.
-Pero ya que estamos aquí quiero que escuches algo con atención...-le dijo Hanamichi con una expresión de pocos amigos en la cara.- No quiero que sigas molestando a Haruko, ya déjate de bobadas que molestas a todos. Haruko es mi novia, ¿lo entiendes? Y nada de lo que haya pasado entre nosotros cambiará eso. Y por cierto, quiero mis llaves de regreso, no te creas que te las puedes quedar.
Rukawa se quedó mirándolo, sin decir nada, con la mirada tan fría como de costumbre. El pelirrojo lo miró, y el verse reflejado en ese azul tan impasible lo puso nervioso, por lo que dio por terminada la charla tomando sus cosas y encaminándose a la salida.


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¿Pero es que a ése zorro le habían comido la lengua los ratones? Se preguntaba una y otra vez fastidiado Hanamichi en su casa mientras miraba sin mirar la televisión. Hastiaba que nunca dijera nada.
Estaba cansado de pensar en todo este asunto, tan preocupado estaba de pensar en el zorro junto a Haruko que no se detuvo a analizar que es lo que realmente le molestaba de la situación; si imaginar a su chica con su rival, o verlo a éste con otra persona.
Hanamichi Sakuragi en el último tiempo no pensaba con claridad...


Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora