Metidas de pata (parte 2)

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Rukawa creía estar soñando, y a decir verdad hasta hace unos segundos lo estaba haciendo, pero el ruido lejano de un teléfono lo despertó. No había pasado mucho tiempo desde que se había acostado, pero se encontraba totalmente despierto y expectante. Las cosas resultaron mucho mejor de lo previsto. Ni en sus sueños había jugado con la posibilidad de pasar la noche en lo de Hana, pero allí estaba, durmiendo sobre un lecho improvisado al lado de donde soñaba su novio. Había ido a verlo con la intención de cenar, pero esto era la gloria absoluta. El único inconveniente es que Hanamichi se había negado rotundamente a ‘jugar’ un rato con él antes de dormir; accedió a un par de besos, pero cuando sintió sus manos comenzando a manosearlo lo había apartado demasiado enojado y nervioso. Tampoco es que pretendiera hacer el amor allí mismo, pero un poquitín de acción no le hubiera sentado mal para bajar el postre. Sabía respetar a su suegra y no veía honrado hacer ese tipo de cosas a sus espaldas.
Luego de la cena -que se demoró bastante en ser preparada y servida, pero que estaba deliciosa- habían tenido una extensa y vergonzosa charla antes del postre, en donde Noriko contó variadas anécdotas del torpe que tenía por hijo. Rukawa no podía dejar de sentirse anonadado por la cantidad de palabras que podía hilvanar esa mujer en un minuto. Si hasta en varias oportunidades perdía el hilo de la conversación, cosa que era captada por ella, que le pedía disculpas por su verborragia interminable. Hanamichi no hacía más que sonrojarse y retar a su madre por las cosas que revelaba, pero al final de la velada ya reía con las cosas contadas. En algún momento de la noche su mal humor había desaparecido, dejando ver al Hana del que él se había enamorado.
El momento decisivo fue cuando, preocupada por su seguridad, Noriko le dijo de pasar la noche con ellos. Vio el terror reflejado en los ojos miel de Hanamichi, y por más apetecible que se le hiciera la oferta la declinó. Pero gracias a las fuerzas que manaban de esa mujer y a su poder de decisión sobre los demás, allí estaba.
Se quedó mirando el perfil de Hanamichi que dormía boca arriba, con la boca levemente abierta, completamente despatarrado entre las colchas que parecían no querer quedarse quietas y amenazaban con caer. Estaba tentado de meterse a la cama con él, pero sabía que no podía, y se contentaba con mirarlo.
Empezó a sentir calor y sed. Buscó el vaso de agua que había llevado Noriko al cuarto antes de que se acostasen, pero estaba vacío. Se levantó tratando de no hacer ruido y bajó hasta la cocina en busca del liquido que ansiaba. Sin más, llena el vaso y lo apura de un sorbo; hasta que no sintió el líquido en su garganta no supo que tan sediento se sentía. Tomó otro vaso, y ya más calmo, posó la vista en un papel amarillo pegado en el refrigerador. Era una nota para ellos:



Hanita, Kaede: Lamento dejarlos solos, no les podré hacer el desayuno mañana, pero a más tardar al mediodía estoy de vuelta. Falleció el padre de una amiga y la iré a acompañar. ¡Pórtense bien!

Noriko


El pelinegro estaba que no se creía su buena suerte. Por supuesto que la muerte de alguien no era buena, pero al diablo, a él no le concernía. Con una sonrisa maliciosa regresó al cuarto, más sigiloso que antes; luego de cerrar tras sí echo llave a la puerta de la habitación de Hana, para luego esconderla dentro de la mochila del torpe. Tenía un plan.

-Hana-lo llamó.

Se había colocado encima del pelirrojo, sentándose apenas sobre la pelvis del otro, sin aplastarlo con su peso, manteniéndose en sus rodillas. Trataba de despertarlo susurrándole al oído, pero el ser bajo suyo siquiera se movía. Estaba profundamente dormido.
Moría por besarlo, pero evitó los labios para rozarle el cuello con suavidad, como si fuera el tacto de una pluma. Hanamichi no podía sentirlo, y sin embargo, Rukawa ya estaba completamente excitado con la situación de tener el cuerpo que deseaba bajo suyo y a su plena disposición. Siguió besando el cuello, ascendiendo hasta la oreja del torpe, pasando la húmeda lengua por las circunvoluciones cartilaginosas. Hanamichi se removió, evitando el contacto, haciendo que la cara de Rukawa quedara casi metida en su cabellera roja. El pelinegro aspiró extasiado la fragancia que lo inundaba, y ya un tanto impaciente, comenzó a besar la piel con menos cuidado, mientras trataba de quitarle la parte de arriba del pijama para acariciarlo. Ya casi lo lograba cuando Hanamichi abrió los ojos y lo vio. De un momento a otro, se vio boca abajo en la cama; el pelirrojo lo había tomado por sorpresa, y con una llave aplicada contra su brazo de una manera un tanto dolorosa, lo tenía aprisionado bajo su cuerpo, evitándole cualquier movimiento.

-Ya sabía yo que nada bueno podía salir de todo esto-le susurró colérico Hanamichi cerca del oído- Eres un maldito pervertido… ¿Qué demonios te crees que haces?

A Rukawa le dolía el brazo y el hombro, pero bueno, tampoco esperaba menos de la bestia de su chico. Estoicamente aguantó el dolor, y tratando de poner voz lujuriosa habló.

-¿No es obvio? Buscaba un poco de sexo ardiente.
-¡Eres imposible!-le dijo molesto y aplicando más fuerza- ¡Te dije que te olvides de este tipo de cosas estando mi madre cerca!
-Es que te ves encantador cuando duermes y no lo pude evitar-dijo sonriendo con dolor.
-¿Si? Así que luzco encantador… -dijo luego de unos segundos el pelirrojo- Pues a mi te me haces encantador cuando sufres.

Y tras esas palabras, casi dulces a sus oídos, Rukawa sintió como la presión sobre su brazo se intensificaba rápidamente, provocándole un dolor agudo en el hombro y parte del pecho. Era demasiado dolor hasta para él, y decidió apurar su juego antes que su impulsivo novio le dejara un brazo inservible de por vida.

-Si no me sueltas-alcanzó a decir con voz trémula al sentir más presión-, por más que te guste la cara que pongo, tendré que gritar.
-¡Imbécil!-le espetó Hanamichi, para luego soltarlo tras un último apretón por demás doloroso, que logró que Rukawa se quejara ahogadamente de la punzada que le recorrió desde la cintura hasta el cuello.
-¡Te pasas, Hanamichi!-le recriminó bien bajito mientras se sentaba y se masajeaba el área adolorida.
-Cállate la boca-le ordenó el pelirrojo en un tono amenazante y bajo- me iré a dormir a la sala, asi que duerme donde quieras.

Como buen conocedor de las reacciones del pelirrojo, Rukawa esperaba esto, y sonreía contento de haber preparado esa pequeña trampilla en dos minutos. Hanamichi se colocaba las pantuflas, y él de lo más callado, se tumbó en la cama aún tibia, esperando el gran momento. Y llegó. Cuando el otro trató de girar el picaporte la puerta no cedió.

-¿Qué mierda significa esto Rukawa?-preguntó casi ladrando de la furia. Rukawa rió, porque por más enojado que estuviera, no se animaba a levantar la voz ni un decibel.
-Significa que duermes aquí.
-Dame la llave o te juro que te muelo a golpes, zorro imbécil.
-Ven, golpéame- dijo incitante, provocándolo en más de una manera-dame bien duro, Hana… aunque tu madre puede que nos escuche, ¿no?

Vio la derrota en la cara del chico, y sintió un poco de culpa por engañarlo de ese modo, pero verdaderamente disfrutaba hacerlo. Le daba la adrenalina que necesitaba sin correr ni el más mínimo riesgo de ser atrapado infraganti. Era sencillamente excitante.
Hanamichi caminó de vuelta hacia la cama, pero en lugar de subir, se sentó en el suelo, apoyando su espalda en ella, evitando mirarlo.

-Tú ganas-lo escuchó decir. Apenas había sido un murmullo de lo tan bajo que fue pronunciado.

Al ver que el siguiente paso no lo iba a dar Hanamichi, Rukawa abandona las sábanas revueltas y se ubica enfrente de un pelirrojo que lo miraba cansado. Arrodillado en el piso lo besa, enlazando sus brazos a su cuello. Hana responde a sus labios, renuente.
En menos de cinco segundos, Rukawa ya lo había despojado de todas las prendas, y llenándolo de besos húmedos, bajaba presuroso por el cuerpo de Hanamichi que sólo cerraba los ojos y reposaba su cabeza en el borde de la cama. Antes de llegar a su miembro, se desnudó él mismo con ágiles movimientos; volvió a lo pendiente, y la dureza que le faltaba a Hanamichi fue adquirida dentro su boca. Lo saboreaba golosamente, mientras que a sus oídos no llegaba más que el ruido de la respiración agitada de ambos. Encaprichado en que soltase algún gemido enardeció la succión que realizaba, mientras acariciaba con poca delicadeza los testículos. Se oían imperceptibles protestas, pero ningún verdadero gemido. Ya algo molesto por la tozudez de su novio, hizo presión con su lengua en el orificio uretral del miembro completamente hinchado que ocupaba su boca, logrando el tan ansiado jadeo de placer que buscaba. Siguió con la misma táctica, sacando cada vez más y más gemidos bajos de la garganta del pelirrojo, que ahora tenía uno de sus antebrazos cubriendo su propia boca, en un intento desesperado por acallarse. Dejó que se corriese silenciosamente, y en vez de tragar lo que llenaba su boca, puso un poco en sus dedos y lubricó su propio ano. Se levantó sólo para quedar encima de las caderas de su chico, contento de que la excitación de Hana aún no bajara. Tomó el rostro que tanto amaba haciendo que lo mirase, mientras que, bajando lentamente, se penetraba él mismo. Al no estar correctamente dilatado le dolió, pero la calentura era demasiado como para pararse a pensar en esos detalles. Sin apartar la mirada de esos ojos que en la oscuridad no tenían color, empezó un lento sube y baja, disfrutando al máximo la sensación de tener dentro a su adorado torpe.
Al poco tiempo que llegó su orgasmo, sintió el semen caliente de Hanamichi mojándolo por dentro luego de unas frenéticas embestidas.
Aún sin reponerse de lo vivido lo besó dulcemente, tratando de transmitirle todo lo que sentía en ese momento. Amaba hacer el amor con ese tipo; amaba hacerlo, casi como lo amaba a él por su torpeza, su ingenuidad, por todo.

-No fue para tanto al final- murmuró sobre los labios gruesos de Hana tras terminar el beso.
-Algún día te mataré, zorro.-replicó carente de enojo.
-Mmmm puede ser, pero hoy no lo harás. Estoy cansado y tengo demasiado sueño, y seguro estás igual.

Esta vez fue Hanamichi quien lo besó, robándole el poco aliento que había recuperado, mientras lo abrazaba fuertemente.

-¡Despacio!-se quejó el pelinegro al sentir dolor en su reciente torturada anatomía- Aún me duele el hombro, torpe.
-Te lo merecías.
-Lo sé-reconoció.

Tras unos pocos besos más, ambos se acostaron en la desecha cama, cubriéndose como podían, muy cansados como para disponer bien las sábanas y las colchas. Lo que más le extrañó a Rukawa, fue que Hanamichi se acurrucara junto a él, abrazándolo posesivamente de la cintura. Nunca lo había hecho, siempre era él el que luchaba porque no se apartase. El cambio le gustó, y acomodándolo sobre su pecho dejó que se durmiese, para luego caer rendido él también.




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No podía existir un despertar más hermoso que el de esa mañana. Hanamichi era el ser más bello que hubiese visto en su vida. Sí, talvez decir que una masa musculosa de metro ochenta y tanto, cabello escandaloso, entendido en artes de lucha, gritón, infantil, egocentrista, torpe, mal hablado, etc., era bello, era demasiado, pero para Kaede Rukawa, era un Adonis. Su Adonis.
Llevaban largo rato entrelazados en la cama. Había despertado hacía más de una hora, cuando apenas el sol despuntaba, pero se hallaba tan cómodo teniendo a Hana en brazos que no quería siquiera moverse. Se sentía un tanto sucio luego de la travesura jugada al pelirrojo, y pensaba tomar un baño cuando despertase el otro. Quizás tuviera suerte y accediera a que se duchasen juntos, aunque no depositaba demasiada confianza en que sucediese.

-Zorro-comenzó a balbucear Hanamichi, que parecía hablar de dormido.
-Shhh duerme-lo silenció.
-Zorro ven-seguía diciendo entrecortado, ya que su boca estaba semienterrada bajo uno de sus brazos.
-Estoy aquí, tranquilo. Duerme un rato más.

Por lo visto hizo caso a su voz, porque luego de acurrucarse más y más contra su piel, quedó en silencio.

No podía haber pasado mucho cuando el cuerpo que abrazaba se tensó, para luego incorporarse y quedarse sentado al lado suyo. El rostro dormido de Hana denotaba una clara confusión, y lo miraba de una manera extraña.
Rukawa trató de jalarlo hacia él, pero el pelirrojo lo apartó suavemente y comenzó a quejarse con la voz pastosa.

-Esto no se tiene que volver a repetir, es muy peligroso. Mi madre podría habernos oído y tú como si nada. Realmente me molesta mucho que te comportes de esta manera.
-Pero fue divertido y no nos escuchó-le dijo para calmarlo.
-Ese no es el punto, y lo sabes.

El pelinegro no quería desnudar su mentira aún, porque en cuanto Hana lo supiese seguro pondría el grito en el cielo y lo echaría  a patadas. Por eso, trató de suavizar el asunto, para poder disfrutar un rato de los mimos matutinos.

-El punto es que me moría porque hagamos el amor, y lo hicimos. No es para tanto. Tú también lo disfrutaste -y para reafirmar sus palabras, el también se sentó para abrazarlo y reposar su mejilla en la piel tostada- Fue fantástico.

Estuvieron un rato en silencio, hasta que el pelirrojo lo rompió con una voz carente de todo matiz.

-Eso no fue hacer el amor, no confundas las cosas. Fue sexo, sexo que tú buscaste. Lo hicimos porque no podía negarme. Fue sólo sexo.

El número once no sabía qué replicar a eso. No se imaginó que podía tomarlo de ese modo. Es verdad que no había pensado mucho en los deseos del otro y que buscaba desesperadamente saciar sus ganas, pero él no había pensado en sexo solamente. Las palabras estaban atoradas en su garganta; quería decirle que no era lo que había intentado, pero sólo pudo emitir un miserable lo siento, tan bajo que apenas él se escuchó. Tenía razón al decirle que había sido sexo y nada más. Porque eso fue lo que pareció.

Al cabo de un rato, cuando las ideas dejaron de bailar en su cabeza, seguían en la misma posición.

-Sé que tienes razón, y que fue sexo, pero créeme que no fue mi intención forzarte a nada, es sólo que no me podía contener.
-No tienes que excusarte-le interrumpió-, sólo que me gustaría que no te confundieras más.
-Ya, no lo volveré a hacer-dijo aliviado, pero sin sentirse plenamente satisfecho. Hanamichi estaba demostrando ser bastante más maduro que él al dejar pasar cada una de sus meteduras de pata.

Besando su cuello, lo fue tirando nuevamente sobre la cama, para ahora él acurrucarse en su pecho. Hanamichi no se opuso, y lo dejó reposar en esa amplia caja torácica sin quejas.

-Quiero que me llames por mi nombre-dijo luego de pensar un rato en todo lo pensado.
-No
-¿Por qué?-no entendía la negativa-yo te llamo por tu nombre.
-Porque no me gusta. Eres un zorro, y te llamaré así las veces que me de la gana-respondió.

Rukawa se sonrió. Amaba el apodo que le había puesto y que sólo él utilizaba, pero deseaba escuchar su nombre.

-Tú eres un torpe y yo no te llamo así todo el tiempo.
-Yo no soy un torpe, zorro engreído. Además ya tienes a Sendoh para que te llame por tu nombre ¿no?

Quiso levantar su rostro y ver a la cara a Hanamichi, pero este con un fuerte brazo se lo impidió. Resoplando se quedó quieto. Otra vez los celos hacia Akira… Creía que ésa era una cuestan zanjada, pero Hanamichi se negaba a abandonarla.

-Hana, ya te dije que con Akira no tengo nada más que una amistad. Deja de celarme.
-Ya te dije que no te celo, pero es la verdad. No necesitas que yo también lo haga, y además no tengo intención de abandonar tu mote.
-Mmmm pero cuando estábamos en la sala me dijiste Kaede.
-Sí, pero eso fue para despistar a mi madre. ¿Acaso te piensas que come clavos? ¿Qué amigo llama al otro por su apellido si son tan cercanos como para que uno de ellos lo vaya a buscar a la casa dos veces en el día?
-Vaya, ahora entiendo. A veces piensas-remató burlón.
-Cállate idiota-le retó mientras le daba un golpe en la cabeza, que fue respondido con un pellizco fuerte en las costillas-¡Imbécil! Eso duele.
-Ya, no llores tanto.
-Yo no lloro, los genios no lloran, sólo que me asustaste.
-Ya, sí, como digas-dijo dándole la razón como pocas veces.

Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora