Cansancio

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Desde la vez que había realizado los  veinte mil tiros con la ayuda de su banda que no sentía ese cansancio en el cuerpo. Las actividades del día anterior lo habían dejado rendido. El aire de mar, el entrenamiento, el desgaste mental, el sentimiento de traición y  derrota, y el haberse desvelado por estar con Rukawa era demasiado para un solo día. Y ahora, dentro de poco les tocaba un partido difícil, para el que no se sentía en condiciones físicas ni mentales. Y menos aún se sentía en condiciones de enfrentar a ese zorro en cuanto bajase a desayunar.
Se sentía aturdido por todo lo que había hecho; aturdido por el modo en que las cosas se le habían presentado, de esa manera tan fría, como si le hubiesen aventado un balde de agua helada a la cara. Lo que más lo confundía era su manera de hallar una solución al asunto. Había estado horas enteras pensando en la solución para lo que sus ojos habían visto junto al ventanal del hotel, para hallar alguna manera de actuar sin salir demasiado herido en el intento, si es que eso era posible. Mayor herida que la que le causó verlos  besándose dudaba poder tener. Aún se extrañaba de no haber golpeado hasta el cansancio a Rukawa; en ese momento el cuerpo se le había quedado tieso, y pudo oír como algo se desgarraba dentro suyo, muy profundo en el pecho. Esa mano tomándola de la cintura, atrayéndola; la figura de ambos juntando sus labios; el murmullo de Rukawa cuando se le confesaba; el rostro de emoción y amor de Haruko...Todo aquello calaba hondo en su ser, y de tan sólo rememorarlo sentía que algo dentro suyo se abría. La primera sensación que tuvo fue la de decepción. Imaginaba que algo así pasaba o podía pasar, pero era muy diferente el imaginarlos que el verlos delante suyo.
Durante el largo periodo que estuvo reflexionando frente al mar le llegó una serenidad de la que no se creía capaz. Haruko no lo quería, o por lo menos no lo suficiente. Siempre había estado enamorada de Rukawa, desde el comienzo él lo supo, por eso lo odió y se enfrascó en esa rivalidad inútil que a ningún lado lo había llevado. Luego de debatirse entre odiarla o perdonarla, se decidió por lo último; habían pasado muchas cosas, y no podía negar que Haruko seguía siendo una chica muy dulce, y que durante todo ese día había estado junto a él, acompañándolo, riéndose juntos. Seguro que ella puso todo su empeño por quererlo, pero Rukawa venció. Él fue el que la siguió esa tarde, Haruko no tenía la culpa de nada, y hasta llegó al punto de pensar  que Rukawa tampoco era culpable, después de todo no es que sólo la hubiese besado, le había dicho que la quería, y si eso era cierto, todo lo que hizo tenía un justificativo.
Hanamichi creía ciegamente en el dicho de que "en la guerra y en el amor todo se vale", y por eso disculpaba la conducta del zorro. Tenía severas intenciones de dejarlos en paz y tratar de hacer un borrón y cuenta nueva, a pesar de que era consciente de que cada vez que los viera se le partiría el alma, sin contar que sería el hazmerreír del grupo, claro.
Toda esa decisión se fue a la basura cuando había sentido que Rukawa lo abrazaba para luego comenzar a besarle el cuello. Eso no es lo que había esperado. Y menos aún lo fue la respuesta que éste le dio, del  motivo para hacer tales cosas.
Aún no podía creer que Rukawa fuese ese tipo de hombre. Sabía de su frialdad, pero no de la crueldad que llevaba adentro.
Cuando recordaba las palabras salidas de esos labios zorrunos lo volvía  a atacar la rabia.

¿Soy un chico? ¿Tengo sangre en las venas? ¿No parar hasta estar satisfecho?

Hana había entendido todo. Rukawa jugaba, jugaba con Haruko. Como él había dicho, era un chico que buscaba satisfacción, y por lo visto tenía pensado que Haruko se la proporcionaría, por más que para conseguirlo debiera de enamorarla con falsas palabras.
El odio que había sentido en ese entonces lo obligó a darle dos golpes mucho más violentos de los que generalmente daba, apenas siendo consciente de ello. Y allí lo había dejado tumbado, alejándose de prisa, por que si seguía allí lo más probable es que lo mandase al hospital sin dudarlo.
Apenas había echo unas cuadras cuando cayó en cuenta del peligro que corría Haruko. El zorro era un maldito pervertido, y por más que le contase la verdad a Haruko, la chica jamás creería tales acusaciones, y él mismo quedaría sólo como un novio inseguro que inventaba historias, temeroso que su novia lo dejase.
Había vuelto sobre sus pasos, y  allí seguía tirado Rukawa, con los ojos cerrados, ignorando su presencia. Por un momento pensó que tal vez hubiera perdido el conocimiento, idea que vio desechada cuando lo vio tiritar, sintiéndose a la vez aliviado. Ya estaba allí, y se había decidido a satisfacerlo, por que si eso buscaba, él se lo daría. Aún podía recordar la vez que entre suspiros y gemidos le rogó por más... De ese modo dejaría en paz a Haruko, y con eso Hana tendría tiempo para lograr que la chica se desenamorase del bastardo ése que la estaba confundiendo. No importaba si no llegaba a amarlo a él, pero no dejaría que ella saliera herida por la crueldad y el desaforo sexual de un chico de dieciséis años.

Seguía revolviendo a ritmo constante la taza de té que se le había servido desde hace tiempo, ajeno a lo que ocurría a su alrededor
Había tratado de hablar con Haruko, pero ella se veía por demás rara, y daba la impresión de que era ella la que quería decir algo importante, por lo que la noche anterior, luego de que Rukawa los dejase a solas, puso excusas para dejar la charla para el otro día. Y ese día había llegado, demasiado pronto. Apenas si había dormido, y al despertar, el ver el rostro de Rukawa solo le trajo mayor preocupación. Cada vez que lo veía deseaba tenerlo bajo su cuerpo, besarlo hasta saciarse. En ese punto era entendible la actitud de Rukawa, podía entender como el deseo podía obnubilar a alguien, pero también sabía que no lo suficiente como para lastimar los sentimientos de los demás a propósito.
Luego de despedirse de su, por ahora novia, había ido derecho por una ducha, y para cuando llegó al cuarto lo que vio le quitó el aliento: un zorro durmiendo con una cara angelical, vestido en pijama, destapado, apenas alumbrado por la luz del velador que dividía las camas. Pudo ver que su cara estaba hinchada donde lo había golpeado, y tuvo un deseo irrefrenable por tocarlo. Ése fue su error, por que una vez tan cerca de él, no le pudo quitar las manos de encima, a pesar del cansancio, del agotamiento emocional, de todo. Y hasta no verlo gozar bajo suyo no lo dejó.


-Me pregunto de qué te acordarás para ponerte de ese color tan rojo, Hanamichi-escuchó que le decía Ryota.
-Si, hasta le rivaliza  a ese pelo que tienes-agregó Mitsui.
-Ahhhh....yo...

Hana no se había dado cuenta de cuando llegaron al comedor de tan absorto que estaba en recordar las sensaciones de la noche pasada. Había sido el primero en bajar a desayunar, y de a poco el equipo llegaba.
-Ya muchachos, déjenlo pobrecito, que no ven que se debe de estar acordando de su novia. ¡No sean indiscretos!-los interrumpió Ayako, que ya tenía pintada en la cara su risa más pícara.
-¡No tienen que meterse en mis cosas, mejor traten de acompañar mi genialidad en el partido de hoy!-se defendió Hana, agradecido por la interrupción de Ayako que le dio tiempo de reponerse de su sorpresa.

Ante tal comentario, los otros dos chicos no hicieron más que gruñir ante la soberbia del pelirrojo, que ahora los miraba divertido.

-¡Y mejor desayunen bien! ¡No quiero a nadie agotado a mitad del partido! Recuerden que ustedes no tienen las energías inagotables de este genio-decía Hana mientras reía y mostraba uno de sus bíceps.
-¿Quién te crees que eres? Yo soy el capitán del equipo-le gritaba a la cara Ryota bastante molesto.
-Mejor trata de no hacer estupideces en el partido para que no te saquen-le escupió Mitsui mientras le daba una mirada despectiva.
-¡Michi!-decía el pelirrojo mientras se levantaba para encarar al tirador-ya te enseñaré yo a dirigirte a un genio.

Y así, había empezado una pequeña gresca entre risas y pequeños golpes, que fue terminada por un grito agudo de Ayako que se había alejado del molesto trío, ya resignada a las tonteras.

-¡Rukawa! ¡¿Pero qué le pasó a tu cara?!-decía mientras se acercaba para examinarlo mejor.
-¿Mmmm?-fue la única respuesta del zorro mientras se sobaba el mentón.
-Por Dios, ¡Hanamichi, seguro que fuiste tú!-lo acusó de inmediato la manager.
-No es para tanto-irrumpió una voz masculina desde la puerta del comedor-ahora los chicos ya arreglaron sus cosas y trabajaran tranquilos-era el profesor Anzai, que reía plácidamente.

Todos se ubicaron a la mesa, sólo faltaba Haruko, que se enteraron que estaba preparando todo lo necesario, y ya se encontraba en el estadio en el que sería el encuentro. Hana estaba aliviado por esa noticia; si no estaba preparado para enfrentar a Rukawa, menos aún para enfrentarlos a los dos juntos. Su vista en todo momento se fijó en el resto de  sus compañeros o en el pastel que estaba comiendo, pero jamás en el zorro que estaba sentado estratégicamente delante suyo.



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El partido fue desastroso, terminaron veinte puntos por debajo de sus rivales, y los principales causantes de aquello fue la dupla que tanto empeño ponía Anzai en lograr. Ambos lucían fatigados, y en particular Rukawa, que además de falto de energía no se movía adecuadamente. Parecía que algo le doliese, o eso fue lo que notó Hana que lo había visto en una ocasión tomarse el abdomen y hacer una mueca de desagrado para luego seguir jugando.
El clima en el vestuario se podía tocar con las manos. Todos estaban que echaban espuma por la boca por la derrota, a excepción de Rukawa que estaba adormilado recostado contra una pared.
Hana se sentía molesto. Él había hecho lo que más podía, pero no podía negar que a sus saltos les faltaban energía, y que había llegado al límite de sentir pequeños tirones en su lesionada espalda, lo que lo obligó a dejar de esforzarse en exceso. Además sentía culpa por el dolor de Rukawa, sabía que su puñetazo era el que lo aquejaba cada vez que quería hacer un movimiento demasiado brusco.
El Josei había sido un equipo muy fuerte, pero de haber estado en óptimas condiciones lo hubiesen derrotado sin extremas dificultades, y eso todos lo sabían.
Ahora sólo quedaba disfrutar del resto del tiempo y olvidarse de la derrota. El equipo en sí había jugado bien, y era lo que realmente valía.



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El equipo entero volvía a pie, el gimnasio donde habían jugado quedaba a pocas cuadras de su alojamiento. Al frente iba Hana junto a Haruko, acompañados por Miyagi y Ayaco que hablaban sin cesar. La manager, a pesar de la frustración de la derrota, ponía todo de su parte para animar a los muchachos, pero Haruko no estaba muy en papel de ayudante, ya que si bien iba casi pegada al pelirrojo no emitía palabra alguna a menos que le dirigiesen alguna pregunta, y esto a Hana le molestaba e inquietaba. Entre tanto preparativo para el partido su mente se había despejado un poco, pero ahora sintiendo su presencia tan cerca las preocupaciones no lo dejaban en paz.
Una vez llegaron, quedaron en ir a  sus habitaciones para cambiarse, tomar el almuerzo y luego terminar el día en la playa tomando sol; pero el plan de Hanamichi no era ése, el necesitaba hablar lo más pronto posible con Haruko. Aún no sabía qué decirle, pero el momento lo dictaría y saldría adelante.

-Haruko... ¿Podemos hablar un momento antes de que te cambies?-le preguntó mientras la tomaba de la muñeca, jalándola hacia fuera, en señal de que necesitaban intimidad.

La niña lo siguió hasta los jardines, y allí hallaron una banca donde se sentaron. Entre ambos había un silencio muy incómodo que Hana no se animaba a romper, aún en total desconocimiento de las palabras que debían salir de su garganta.
Haruko le evitó la molestia.

-Que bueno que hayas querido hablar, por que yo también estaba necesitando decirte algo, Hana-le decía sin mirarlo a la cara. Jugaba con el moño de su blusa, enroscando sus dedos en él para luego desenroscarlo, y así continuar.

Hanamichi sabía que tenía que decir algo pronto antes de que ella lo dejara, pero su cerebro no hilaba frase alguna.
-Es difícil decir esto, pero creo que ya no siento lo mismo, y no creo que pueda ser capaz de llevar adelante nuestra relación así-dijo de un tirón Haruko aún cabizbaja.
-Tú....-el pelirrojo juntó aire para seguir hablando- Yo ya sabía que algo así te pasaba, pero necesito que me des una oportunidad. Tal vez te presiono demasiado, y no es mi intención, pero por favor dame tiempo, yo sé que puedo hacer que te olvides de Rukawa.

Ante la mención del chico, Haruko instintivamente alzó la vista, y Hana pudo toparse con un par de ojos que lo miraban con duda y sorpresa.

-Yo sé que aún sientes algo por él, pero créeme cuando te digo que no te conviene...
-No...no entiendo por que dices eso...yo con Rukawa...
-No hace falta que lo niegues Haruko, ayer los vi-la interrumpió Hanamichi que no estaba dispuesto a escuchar mentiras de la boca de ése ángel.
-¿Nos viste?-y al darse cuenta de lo que eso significaba Haruko se alejó un poco, asustada de la reacción que podía tener su novio ante tal descubrimiento.

Hana se dio cuenta del temor de la chica, por lo que con cuidado la tomó de las manos y la miró con la mirada más tierna que pudo componer.

-No estoy enojado, no tienes porqué asustarte. Además yo sé que no fue tu culpa. Ese zorro se aprovecha de que antes tú estabas loca por él para confundirte.
-Pero...no entiendo cómo es que estás tan tranquilo...yo dejé que me bese-le dijo casi en un susurro.
-Porque yo sé que tú no lo buscaste.

Parece que de la nada Haruko recordó algo, porque pegó un pequeño salto en el asiento, con la preocupación reflejada en el rostro.

-Ahora entiendo por que estaba golpeado ayer... pero así y todo eso no cambia el hecho de que no siento lo mismo por ti, Hana.
-Eso lo sé, pero sé que es por su culpa, por que te acosa desde hace un tiempo. Igual estoy seguro de que no te seguirá molestando, así que te lo pido por favor, continúa conmigo. Rukawa puede tener a quienquiera, y saldrás lastimada tarde o temprano. Por favor, necesito que te quedes conmigo-suplicó Hana. Estaba desesperado por mantenerla alejada del zorro, y no le hubiera molestado postrarse de rodillas a sus pies con tal de separarlos.
-Yo no sé, Hana. No sé que decirte-dijo mientras volvía a bajar la cabeza.
-No tienes que darme una respuesta ahora, puedes pensarlo el tiempo que quieras. Sólo pido que de momento pasemos el día de la mejor manera posible, y cuando lo hayas pensado me lo dices. Yo esperaré, y sé que te decidirás por lo mejor, por seguir lo nuestro. Yo te quiero Haruko, no me dejes.-Le dijo mientras la abrazaba contra sí, sin sentir resistencia de su parte.
-Esta bien, me quedaré contigo-fue lo último que dijo la castaña.

Y ahí Hana pudo sentir como el pequeño cuerpo que rodeaba se estremecía, y oír como llegaba un llanto ahogado por la tela de su camisa. La chica estaba llorando, y lamentaba haberla puesto así, pero preferible eso a que le rompiera el corazón la persona que amaba. Se propuso que Haruko lo olvidara, y lo conseguiría.

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Luego de hablar con Haruko fue derecho al cuarto, sabiendo que se encontraría con Rukawa y que deberían hablar, pero siendo éste mucho más parco de palabras que Haruko-y mucho menos inocente-le traería dificultades. Ya le había dicho que le daría toda la satisfacción que necesitase, pero dudaba  que haya entendido que no debía cercarse más a Haruko.
Giró el picaporte, y entró con el mayor aplomo que logró juntar, para encontrase con un Rukawa que poco más parecía desmayado sobre la cama; tenía el calzado aún puesto y su morral aún cruzado sobre su espalda. Por lo visto, su cansancio había sido tal que, así como llegó, se tumbó. Le dio pena verlo en ese estado, por lo cual tomó la manta de su cama y lo cubrió, para luego marcharse dejándolo descansar. Ya habría tiempo para aclarar la situación cuando despertase.



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Todos disfrutaban del espléndido día. Ayako estaba tendida sobre una lona tomando sol, y con los anteojos oscuros le daba mucha gracia a Hanamichi como se veía. Por supuesto que Ryota estaba pegado a ella como garrapata, y ni hablar de la cara que había puesto cuando Ayako quedó en bikini; poco más y su mandíbula había quedado por el piso de la emoción de ver a su amada con pocas prendas. El resto de los chicos jugaban en el mar, con el agua hasta la cintura cantaban a voz de cuello; desde lejos Hanamichi oía sus gritos y risas, y entonaban una canción que a Hana le pareció el colmo de lo absurdo: "en el mar la vida es más sabrosa...en el mar te quiero mucho más...con el sol, la luna y las estrellas...en el mar". Sí que se divertían a lo grande, y para su suerte Haruko estaba con ellos.
El pelirrojo se había quedado cerca de la manager y el base, ya que estaba bastante cansado como para agotarse más chapuceando con los otros. Haruko estaba actuando normal, o casi. Mucho no se hablaban, pero habían almorzado juntos sin problemas, como en los viejos tiempos; camino a la playa caminaron de la mano, aunque con una clara incomodidad de ambas partes. Se estaba esforzando, y eso le alegraba el corazón a Hana.
El zorro aún no se había despertado cuando salieron del hotel, por lo que el entrenador le había dejado dicho en la recepción que cuando se levantase que se reuniera con ellos en la playa. Ya habían pasado casi tres horas y ni miras de Rukawa.
Pensando en él estaba cuando una sombra se proyectó a su lado, y de inmediato reconoció la silueta. No quería voltear a verlo, así que espero que se acercara. Y así lo hizo, y se sentó a su lado, para desconcierto del pelirrojo.

-¿Qué quieres aquí?-le preguntó molesto Hanamichi.
- A ti-le dijo, mientras que con una mano rozaba la suya, que lo sostenía sobre la arena.

¿En serio el zorro se le estaba insinuando con todo el equipo presente? No podía creer que tuviera las hormonas tan revueltas como para no tener un poco de reparo.

-Aquí no. No te atrevas. Están todos, incluso Haruko-lo amenazó apartando su mano de un golpe.

Rukawa quedó en silencio, pero no volvió a intentar ponerle una mano encima. Y Hana vio con terror que posaba sus ojos en la figura más pequeña sobre el oleaje, una figura que destacaba por su delgadez y palidez, que también cantaba y reía junto a los demás.

-Me tendrás más tarde, no te preocupes. Sólo que ahora no, ¿entendiste zorrito?-se apresuró a decirle, logrando que éste le sacase la vista de encima a su chica.
-Bien.

Y dicho, se sacó la musculosa que llevaba para sólo quedar en bermudas, y se extendió boca abajo sobre la arena, y para poca sorpresa de Hana cerró los ojos. De seguro que se dormía.

Hanamichi Sakuragi estaba conociendo tres de las pasiones del número once: el básquet, dormir y el sexo. Aparentemente no podía prescindir de ninguna de las tres.







Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora