Es un trato

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Era tonto sentirse de ese modo, pero no podía evitar entrar en  pánico ahora que estaba a nada de la casa de Yohei. Las cosas se habían salido un poco de control, y por eso estaba en la situación que estaba... y todo por culpa del zorro ése que se había inmiscuido más y más en su vida. Era mucho más sencillo odiarlo infantilmente que saberse enamorado de él. Por sus continuos asedios, Yohei los había agarrado en una situación por demás embarazosa; en el momento se había quedado duro del asombro y del horror de que su mejor amigo lo viera así y se enterase de ése modo  de que pasaba algo entre él y Rukawa, pero ahora que por fin había caído en la realidad, lo único que le gustaría sería cavar un hoyo muy profundo, meterse en él y no salir nunca más, evitando a toda costa el trago vergonzoso por el que iba a pasar dentro de muy poco. Yohei lo conocía a la perfección, y era la única persona que sabía todo y más de su vida; con Yohei no había secretos, o por lo menos hasta que empezó todo con Rukawa no los  había. Todo se había sucedido de una manera vertiginosa y confusa; su lesión, su noviazgo con Haruko, la presión que se auto imponía para mejorar día a día y ganarse un lugar junto al equipo en el campeonato futuro, los exámenes, y esa loca y frustrante relación indefinida con Rukawa. Habían hecho que perdiera el norte y alejara inconscientemente a su amigo de todo lo que le sucedía. Siquiera recordaba cuando  había sido la última vez que había salido con sus amigos a divertirse un rato como solían hacerlo cuando recién habían ingresado al Shohoku. Noma, Ookus y Takamiya eran bastante menos tolerantes, cada dos por tres le reclamaban por su ausencia, pero Yohei le daba su espacio y no exigía más de lo que Hana podía brindar, y él se lo agradecía. Debía corresponder a la fidelidad y paciencia que el otro le daba, era lo justo.
No era necesario temer por la reacción de Yohei, él jamás diría algo para ofenderlo, y siempre lo apoyaba en lo que sea que fuera  a hacer. Recordaba las veces que se ponía de su lado y le daba ánimos para encarar a la chica que le gustase, las veces que recibía golpes por meterse en peleas que el pelirrojo suscitaba -Yohei era bastante más pacífico, pero peleaba por defender o secundar a su amigo-, las veces que soportó plantones por que Hana recién empezaba a jugar básquet y entrenaba todos los días y a toda hora... Yohei era un amigo fiel; el único con el que podía compartir la culpa por la tragedia de su padre. Solo Yohei Mito sabía de sus más oscuros recuerdos de la época en que era en exceso peleador, sólo él sabía tanto -o más que él mismo- de su persona... Pero  así y todo, no dejaba de ser vergonzoso el que lo haya encontrado con Rukawa -justo con Rukawa, a quien decía odiar- en las duchas del gimnasio ¡Estaba lamiendo al zorro cuando los encontró!
Hanamichi se ruborizaba mientras caminaba por la acera recordando la escena y jugaba nerviosamente con sus dedos que estaban metidos en los bolsillos de su holgado pantalón.
A decir la verdad, no quería tener que contarle todo lo que pasó con Rukawa, y menos aún lo que pasaba. Si lo pensaba fríamente, no era tan malo que se haya acostado con él en algunas ocasiones... pero lo que había comenzado a sentir sí que era malo; no podía confesarse enamorado de la persona que hasta hacía unos días detestaba. No era normal lo que le sucedía. Lo sabía.
Además estaba Haruko; no era leal con ella, y ya no se debía a que tenía relaciones con Rukawa siendo su novio. Esa misma tarde le había quedado más que claro que lo que mantenían era una farsa sostenida por hilos débiles de compasión mutua. Hanamichi sabía que Haruko no quería herirlo, que sinceramente lo apreciaba como amigo, pero que ella, a quien quería era a Rukawa; y él, que en todo momento había buscado protegerla del daño que le podía causar ese chico, es el que ahora salía lastimado por partida doble: primero fue la decepción de no saberse correspondido por la chica, y en el presente, era no saberse correspondido por Rukawa, o mejor dicho, ser uno de los " amantes" de Rukawa. Ése era el calificativo que podía otorgarse, le había quedado claro esa misma tarde en el gimnasio.
El sonrojo que llevaba fue reemplazado por una mueca de disgusto al recordar que era uno más, sólo uno más en la retorcida vida del pelinegro.

Se encontraba frente a la fachada de la casa de su amigo, y haciendo acopio de fuerzas y coraje tocó a la puerta. Salió a atenderlo Sora, la hermana menor de Yohei, que con una sonrisa de oreja a oreja lo saludó y lo invitó a pasar. Hana era como un hermano más para los hermanos de Yohei. Desde el preescolar que pasaba interminables tardes en esa vivienda, y había visto nacer a dos de los cinco hermanos. Estar en esa casa le traía infinidad de recuerdos, y se sentía tan a gusto como en la propia. Luego de saludar a los presentes -que eran varios, teniendo en cuenta la progenie de la familia- se encaminó al cuarto de su amigo, al cual entró luego de tocar secamente una vez. El muchacho estaba sentado sobre unos almohadones en el suelo, con los auriculares puestos y mirando la portada de una caja de cd, motivo por el cual recién se dio cuenta de la presencia del otro cuando se sentó a su lado y le sacó la caja plástica de las manos.


Con una sonrisa de lado, Yohei se acomodó mejor para que Hana se acomodase y quedaran enfrentados. No pensaba perderse el poder ver los ojos del chico mientras hablaban. Se había pasado toda la tarde esperando que Hanamichi se pasase por su casa. Tenía tanto que confirmar... Desde el momento en que Hana le había hecho preguntas "raras" sobre su relación con Haruko que él sospechaba que pasaba algo. No se lo notaba enamorado como solía estarlo antes. La actitud del pelirrojo con la chica había pasado a ser más fraternal que romántica, o eso es lo que a él le parecía. Lo que sí, jamás -pero jamás- se hubiera tentado a pensar que pasaba algo con Rukawa. Siempre supo de los celos que le tenía su amigo a  ese chico de imperturbable mirada, pero nunca pensó que había algo más tras las acciones hostiles. Aunque la hostilidad siempre partía de Hanamichi, lo que era el otro, sólo se limitaba a responder a los 8constantes ataques. Había sido el colmo encontrarse con Rukawa en la casa de Hana cuando éste estuvo enfermo, pero allí estaba, y la decisión con la que le informó que eran algo más que amigos lo había dejado clavado en su sitio, mudo de la impresión. La escena de las duchas de ese día, no lo tomó tan desprevenido, y hasta le causó gracia ver al grandulón de su amigo tan apasionado con el pelinegro. ¡Hana apasionado! Era de no creerse que ése fuera el mismo chico que, cada vez que veía a la chica de turno que le gustara, se sonrojaba hasta la mismísima raíz del cabello.
Pero por fin lo tenía ante él, y quería saber qué es lo que pasaba de una vez por todas; si bien no había querido presionarlo, ahora era el momento de ejercer sus derechos de casi hermano.
Parecía que Hanamichi encontraba muy divertida la tapa del disco, desde que había llegado no había levantado la mirada de ella. Por lo visto, iba a estar complicado sonsacarle las cosas, pero conociéndolo como lo conocía, de inmediato ideó una pequeña estrategia: traerle un riquísimo té acompañado de un par de rebanadas de pastel de chocolate casero. Hana siempre se volvía más accesible luego de comer dulces, y Yohei sabía que ésta no sería la excepción a la regla. Sin preguntarle siquiera, se salió del cuarto, para regresar en menos de diez minutos con una bandeja repleta de delicias.

-Creo que me leíste el pensamiento-le dijo Hana riendo sonoramente al ver el pastel y la taza humeante- me moría de hambre.
-Pastel casero de chocolate, hecho por mi propia progenitora-le respondió Yohei animándolo a que siga riendo. Sabía que le causaba gracia que llamara a sus padres "progenitores".
-Guau, qué milagro que tus hermanos hayan dejado algo...-comentó mientras tomaba una taza.
-No es un milagro, es obra de reiteradas amenazas...-le aclaró.
-Seguro... Vamos a probar esta delicia-dijo Hana, más para el pastel que para su amigo.

Sí, su plan había funcionado; tenía a Hanamichi de lo más dócil y relajado recargado contra el borde de su cama  mientras se rascaba la cabeza distraído y le hacía bromas sobre sus hermanos. Verlo de ese modo lo hizo sentirse un tanto culpable de abusar de la ingenuidad y sencillez del otro... Pero ahora no había marcha atrás, debía de empezar a preguntar o el ambiente se tensaría, ya que apenas quedaba una porción mínima de la torta.

-¿Y, Hana? ¿Me contarás en qué andas con Rukawa?-le preguntó de un tirón, apenas tragó el bocado que tenía en la boca.
-Ahhh...sí, eso... la verdad es que no ando en nada... Lo que viste hoy fue una situación que se me salió un poco de las manos-explicaba el pelirrojo abochornado-pero nada más.
-¡¿Nada más?! ¡Pero si poco más y los agarró en el medio de la acción!
-No es mi culpa, es ese zorro que me busca todo el tiempo...-se defendió Hana, pero al ver que su amigo no quitaba la cara de incredulidad se siguió explicando- Es largo de explicar...
-Tengo todo lo que resta de tarde...

Yohei escuchó las cosas como se fueron dando desde el principio de la boca de su amigo que, de a ratos, se ponía colorado mientras interrumpía la increíble sucesión de hechos. Sabía que había cosas que se estaba guardando por ser demasiado íntimas, pero no le importaba; le interesaba el modo peculiar en cómo  se había dado todo. Según Hana, Rukawa estaba enamorado de Haruko, y por lo tanto se correspondían... Era confuso ¿supuestamente Hana había aceptado tener sexo con él para que no lo tuviera con Haruko? Digamos que le creía en parte, pero lo que no entraba en la cabeza, era que Rukawa lo buscara a él si era correspondido por la persona de la que decía estar enamorado. ¿Para qué hacer eso?
No entendía las razones para el comportamiento del otro, y se lo había hecho saber, pero Hanamichi todo lo justificaba diciendo que Rukawa era un insensible que sólo pensaba en el placer personal que podía obtener en el momento, y que si tuviera que ser con la chica, tardaría más en conseguir, porque Haruko era su novia, además de ser una chica inocente y recatada.
Yohei no podía creer que Hana creyese tal cosa, pero en cuanto quiso rebatírselo, se obcecó con la idea, y él la tuvo que abandonar. Era eso o ponerse a discutir acaloradamente con su amigo. A los ojos del pelirrojo no podía haber más razones que ésas, y de momento él tampoco tenía armas para objetar. No sabía qué pensar... La actitud de Rukawa era muy sospechosa; lo que había visto en sus ojos aquella vez en la casa de Hanamichi le pareció algo más que un descargue hormonal.

-Bien, entiendo que sea él el que te esté buscando y el que haya iniciado todo, pero hay algo que no me cierra...-le dijo Yohei pensativo una vez que el pelirrojo terminó  el relato con las palabras que habían intercambiado esa tarde en el gimnasio.
-¿Qué?
-¿Por qué le correspondiste desde la primera vez que te buscó?
Veía como el muchachote sentado frente suyo se sorprendía con la pregunta, como si  nunca lo hubiese pensado.
- Yo...-tartamudeaba Hanamichi sin saber que decir.
-¿Te gusta Rukawa?-le preguntó por fin, sacándose la duda que lo carcomía desde hacía horas.
-¡No!
-¿No?
-No-repetía enérgicamente mientras negaba con la cabeza sin mirarlo ni una vez.
-Vamos, Hana. Puedes contarme... Sabemos que no eres de los chicos que se anda dejando hacer por ahí así por que sí...-lo animó.
-No te creas que me gusta ni nada por el estilo-le decía Hana bajando más y más la mirada-, lo que pasa es que él... él... bueno, él me excita-dijo casi en un susurro.

Tenía unas ganas espantosas de echarse a reír de su actitud, que por un lado era totalmente sincera cuando le decía que lo excitaba, pero a la vez era totalmente deshonesta cuando decía que no le gustaba para nada. Podía verlo en sus ojos: Hanamichi estaba loco de amor por su rival, y el rojizo de sus orejas lo confirmaban.
Sólo falta que lo asuma ante alguien más que él mismo, se decía Yohei, convencido de que Hanamichi ya se había dado cuenta de sus sentimientos.


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El día no hubiera terminado tan mal de no ser porque, cuando llegó a su casa, allí estaba Rukawa, esperándolo sentado junto a su bicicleta en el cordón de la acera. ¿Es que nunca lo dejaría en paz? Le pareció raro que, con lo atrevido que era, no se hubiera metido en la casa para esperarlo metido en la cama. Eso era bastante más lógico dado los antecedentes... Pero tal vez, las palabras que le dijo esa misma  tarde no le habían entrado por un oído y salido por el otro... En parte eso lo dejaba más tranquilo, pero a la vez sentía decepción de no ser "sorprendido" nunca más por el candente chico.
Si al final todo había resultado bastante bien con Yohei, ¿Por qué Rukawa arruinaba todo con su presencia allí? Le había mentido tanto a su amigo, que casi se había convencido a sí mismo de que en realidad Rukawa no le gustaba. No supo cuando, pero en un determinado punto del relato, comenzó a decir cosas que no eran, por miedo que al escucharlas, lo afectasen más que al ser pensadas. Tonto, pero cierto.
Lo divisó de lejos, pero mientras se fue acercando trataba con todas las fuerzas de no mirarlo. Ya era de noche, y la luz de la luna le había traído recuerdos de la vez que habían estado solos en la playa, y su corazón se aceleraba al recordarlo sólo iluminado por esa luz blanquecina. Estaba a tan pocos pasos y aún no sabía como demonios reaccionar a su presencia... Tanto pensar lo obligó a no decidirse, y cuando pasó a su lado lo ignoró, metiendo rápido la llave en la cerradura de la puerta para adentrarse en su casa y olvidarse del asunto, como si dejando al zorro fuera de su hogar pudiera dejarlo fuera de su cabeza.
Vano intento, porque cuando casi lograba cerrarla, una mano se coló por el resquicio que quedaba, impidiéndoselo.

-Ey, Hanamichi, por favor... Déjame entrar-le pidió Rukawa. Hana no podía verle el rostro, ya que no había cedido a abrirle la puerta, pero pudo sentir algo raro en la voz del otro que lo obligó a destensar los músculos que inconscientemente había apretado.

-¿Y ahora qué?-le preguntó mientras dejaba que el otro abriera la puerta.
-Vamos, necesito hablar contigo...

El pelirrojo lo pensó por breves segundos, pero al ver la expresión de impaciencia del zorro, lo invitó a entrar con un pequeño movimiento de cabeza.

Hanamichi observó como Rukawa parecía perdido mirando los detalles del recibidor y la sala, mientras él iba hacia el teléfono del comedor para revisar si tenía algún mensaje. Desde hacía unos días que no revisaba el contestador, y de seguro se encontraba con bastantes llamadas de su madre. Estaba seguro que, en cuanto volviera, lo regañaría y amenazaría con llevarlo a casa de unos tíos que vivían a pocas calles mientras ella viajaba por negocios.
Esperaba muchas llamadas, pero esto era increíble: ¡Tenía un total de ciento cuarenta y siete mensajes, y la mayoría de un remitente que no conocía!

-¿Quién demonios?-dijo pensando en voz alta.

-Fui yo...-escuchó tras suyo. Rukawa miraba apenado la pantalla de la máquina que mostraba su número-es que no sabía dónde te habías metido esa tarde luego de que dijiste que tenías una cena con Haruko...
-¿Lo dices en serio?-preguntó atónito, sin creer que ese tipo hubiese llamado tantas veces mientras él estuvo enfermo.
-Estaba preocupado... tenía miedo de que estés con ella... No me gusta imaginarlos juntos ¿sabes?-dijo el pelinegro mientras lo miraba con algo de recelo.

Así que era eso... Rukawa pensaba que podía estar con Haruko en una cena romántica y se había preocupado por ella. ¿Cómo no lo había pensado antes? Por un momento pensó que llamaba para saber por su ausencia, pero no... Todo para cerciorarse que no esté con la chica. Hana sintió como algo se removía en su interior, pero se negaba a sentir celos. No se permitiría celar a Rukawa, y menos de Haruko.
¿Cuándo las cosas se invirtieron de ese modo?, se preguntaba.

-Te puedes quedar tranquilo que no hice nada con ella... Ese día sólo dije eso para molestarte, sólo me estaba divirtiendo a tu costa-le dijo amargado al recordar que ese día Sendoh  le había informado que Rukawa también estaba de cita.
-Resultaste ser un torpe vengativo-le dijo Rukawa más distendido. Hana no entendía por qué se había tomado tan bien el último comentario, si su intención había sido hacer que se enojara.
-Cállate, estúpido zorro, y di de una vez lo que querías decir, por que si vienes para pasar una noche "apasionada"... puedes ir a buscar a otro-le dijo con rabia, con mucha más rabia de la que hubiera querido.
Al momento se arrepintió del tono. Sabía que, más que rabia, eran celos los que había dejado entrever en sus palabras; Rukawa lo había notado, y lo supo por la sonrisa de entendimiento profundo que expresó el chico zorruno. ¿Por qué sonreía de ese modo? Era tan raro verlo sonreír… cada vez que lo hacía, él se olvidaba de cualquier cosa que estuviese pensando.
El blanco de sus pensamientos fue manchado por un rojo ardiente cuando sintió los labios de Rukawa tomar los suyos con cuidado, en un beso corto, que lo llevó hasta el cielo para luego hacerlo reaccionar de golpe.

-¡¿Qué haces?!-le preguntó molesto. Todo le parecía una burla.
-Ahora entiendo...
-¿Entiendes qué?-preguntó más enojado aún por sentirse ajeno a los pensamientos que tenía el otro.
-Estás celoso de Akira, por supuesto. Por eso dijiste eso de la cita con Haruko, por eso te fuiste tan enojado de las duchas esta tarde, y por eso largaste esa frase para despedirte de Akira hoy...-le dijo tan rápido, que Hana no pensaba que tantas palabras pudiera ser emitidas en tan breve tiempo.
-¡Eso es mentira!-se defendió casi a los gritos- ¡No tengo que celarte por nadie! No sé quien te crees...-dijo furibundo por saberse descubierto mientras buscaba escaparse de la cercanía de Rukawa que lo miraba tan intensamente, regocijándose en cada una de la palabras que decía.

Lo odiaba tanto por jugar con él de ése modo... Si así parecía disfrutar de saberlo celoso, no se imaginaba lo que podía llegar a disfrutar al saber que se había enamorado de él como otra de esas tontas que coreaban su nombre a sol y sombra. Lo odiaba, pero se odiaba más a sí mismo por ser tan evidente y servirse en bandeja de plata como blanco de burlas.
El escape perfecto era la cocina, así que allí fue, y metió su cabeza en el refrigerador haciéndose el que buscaba algo dentro. Sentía la presencia del otro tras suyo, siguiéndolo en silencio; también notaba que estaba alegre... no sabía cómo, pero sabía que el muy maldito estaba contento...

-Tienes razón, no tienes porqué  celarme-le dijo muy cerca de su oído, para estremecimiento del pelirrojo.

Cerró la puerta molesto para alejarlo de su cuerpo, y de paso enfrentarlo. Iba a decirle que lo dejara en paz, pero cuando abría la boca para hacerlo, Rukawa lo interrumpió con otro beso rápido mientras lo abrazaba por la cintura, encajonándolo contra la mesada.

-No hay razón para que me celes, tienes bien claro de quién estoy enamorado... y te puedo asegurar que sólo tengo intenciones de hacer esto contigo-dijo el pelinegro mientras buscaba de nuevo sus labios.

Mientras Hana respondía al suave beso, pensaba en lo dicho. Sí, sabía de quién estaba enamorado, y le dolía que las cosas fueran así. Dolía que ese chico dijera amar a una persona mientras trataba de revolcarse con otra. ¿Cómo podía ser tan frío?
Las cosas estaban claras, Rukawa se había encargado de dejarlo así con esa frase. No sabía por qué, pero pensaba que estaba siendo sincero cuando le decía indirectamente que no tenía nada con el puercoespín. Eso lo aliviaba, pero todavía no estaba del todo convencido... después de todo, estaba hablando del zorro manipulador...
Abandonando los pensamientos, se dejó llevar por la presión que ejercía la boca del otro en la suya, y permitió que entrara en su cavidad para que lo besara a gusto y lo hiciera olvidar por un momento de todo. Cuando ya sentía que estaba perdido en la nada, el cuerpo que se apretaba contra el suyo se alejó, dejándolo necesitado de calor. Lo miró confundido y deseoso de más, pero Rukawa lo miraba serio.

-Mira, Hanamichi... Sé que dije que soportaría que continúes con la farsa del noviazgo, pero no sé que pueda resistirlo más...-le decía sin apartar ni un instante la mirada azulina- Cada vez que te veo junto a ella me entran unas ganas terribles de alejarte... y cuando noto como te comportas dulcemente con ella, siento deseos de agarrarte a golpes. Hoy casi no me contengo...-le dijo con un destello de enojo.
-¿Hoy?-preguntó Hana confundido por las palabras. No podía creer que fuera tan celoso y le estuviera diciendo aquello.
-Sí, hoy te vi mientras la abrazabas camino a la salida de la preparatoria, y de no ser por Akira que me llevó a las rastras de allí, te hubiera armado un escándalo. Estaba tan enojado contigo que recién a última hora planeé venir a verte... Dios, tenía ganas de matarte-le dijo recordando el momento y sacudiendo la cabeza como si quisiera borrar lo visto con eso.
-¿Estabas allí?-preguntó el pelirrojo anonadado, pues él pensaba que se había quedado conversando con Sendoh, o vaya a saber qué cosas más.
-¡Por supuesto! Cuando noté como te fuiste celoso salí tras de ti para aclararte lo que te dije recién... pero me topé contigo y Haruko...-dijo Rukawa acusándolo con la mirada.

Al ver la severa mirada de preocupación en ese rostro tan inexpresivo, Hanamichi sintió deseos de que ninguna cosa lo aquejase, por lo cual -a pesar de saber que no se lo merecía- decidió explicarle que el abrazo que vio fue producto de una despedida, y que esa misma tarde había roto con la niña, a petición de ésta.
Él no se había podido negar; Haruko lo había interceptado mientras salía furioso del gimnasio, a unos cien metros de allí, y entre lágrimas le había pedido perdón por no poder corresponderle. Le había pedido que siguieran siendo amigos. Le conmovió el dolor de la chica; le conmovió ver sus hermosos ojos celestes completamente irritados de tanto llorar; le conmovió ver lo desaliñada que estaba y ver como tartamudeaba; le conmovió el arrepentimiento que leyó en sus ojos cuando le decía que no había sido un ejemplo de novia... Hana sabía a qué se refería con esto último, sabía que Haruko estaba tratándole de decir que se había dejado besar por Rukawa, que se había visto con él a sus espaldas... en fin, que lo había engañado. En ese momento, Hana no se sentía con fuerzas como para rebatir sus palabras, y de la manera más comprensiva que pudo, calló el temblor y la voz de la chica con un cálido abrazo. Haruko se había dejado envolver por completo mientras él le susurraba que estaba todo bien, que no la culpaba ni la odiaba por dejarlo, que seguirían siendo amigos, pero que en ese momento, necesitaba tiempo para pensar. La sostuvo así hasta que el torrentes de lágrimas cesó, y tras un breve adiós y una sonrisa conciliadora, se alejó de  la niña que lo miraba ya más relajada, con una expresión de alivio evidente.

Supo que Rukawa estaba buscando rastros de mentira en sus palabras, pero como no las había, no se molestó en ofenderse o recriminarle. Al final, pareció dejarlo satisfecho, porque todo rastro de enojo desapareció de sus ojos.

-Es la mejor noticia que podías haberme dado-dijo el zorro sonriente.
-Sí, lo sé. Ya no tienes que preocuparte por lo que pueda hacer con ella...-dijo Hana, pero al ver la mueca triunfal del otro prefirió seguir hablando-pero estás equivocadísimo si piensas que dejaré que Haruko lo pase mal, no dejaré que ella salga lastimada por nada de esto…tú sabes muy bien lo que ella siente por ti...-le dijo con miedo a lo que pudiera pasar ahora que la chica estaba libre.
-Mientras tenga esto-dijo el pelinegro mientras le tomaba el mentón-no me interesa hacerle pasar un mal rato.
-¿Es un trato?-preguntó esperanzado Hanamichi. Lo aterraba la idea de que Rukawa estuviera con Haruko, no podía siquiera pensar en ella.

Rukawa parecía no comprender, pero despreocupadamente asintió, para luego volverlo a besar, dando por zanjada la conversación.



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Despatarrado en el sillón de la sala estaba Rukawa profundamente dormido. Luego de cerrado el trato, un gruñido del estómago del pelinegro les recordó que era tarde y que era la hora de la cena. Hana se había reído, agradecido que no sólo a él le ocurriesen ese tipo de cosas; con eso quedaba claro que Rukawa era tan humano como él, y no el ser perfecto que todos imaginaban y adoraban.
Rukawa se estaba yendo, dejando al pelirrojo confundido y expectante, que imaginaba que pasaría algo aquella noche... después de todo, no eran novios que se contentaban con verse y hablar un rato. En un impulso, Hana lo había invitado a cenar.
Y por eso, ahora lo veía frustrado, con el plato de comida enfriándose delante suyo. Mientras él cocinaba, el otro se había quedado dormido mirando la televisión. Le dio pena despertarlo, y se sorprendió así mismo de esto. Si hubiera sido en otra época, le hubiera dado puntapiés en las costillas por vago y dormilón, sólo por el gusto de molestarlo. Pero no... ahora lo único que hizo fue apagar la luz y traerle una manta para taparlo.
No supo cuanto llevaba observándolo dormir, pero había algo hechizante en ese cuerpo que poco más parecía muerto de lo inmóvil y pálido que se veía. Arrebujado en el otro sillón, contemplaba los finos rasgos de Rukawa. Realmente era hermoso; tenía un rostro envidiable, delicado pero a la vez muy viril. Nunca se había puesto pensar en el porqué de tantas admiradoras, obcecado como estaba en que todas lo adoraban por su juego, había pasado por alto que Rukawa era bello a cualquier mirada, sin importar el género de ella.
Lo último que admiró antes de dormirse, fue la fina boca sonrosada que dejaba escapar un pequeño suspiro, mientras su dueño se acomodaba para descansar más cómodo.











Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora