Cuba Libre (Parte 4)

383 37 25
                                    

Se dejó curar la mano en silencio. Intentó rehusar la ayuda de Akira, pero este no se dejó ahuyentar.  Diez minutos después,  con la mano vendada casi profesionalmente y tras varias visitas de compañeros curiosos, estaba harto del Cuba Libre y quería teletransportarse a su cama. El ir y venir de sus amigos le impidió  cruzar palabras con Akira, y estaba enfadado por la actuación paternalista de la estrella  del Ryonan. Él no necesitaba  que lo defendiera nadie, y menos de Hanamichi. Sólo se dejó curar y vendar porque se sabía poco hábil con su mano izquierda y lo necesitaba, y el resultado final era un vendaje firme que evitaba el sangrado por cualquier  movimiento; dolía un poco,  pero era aguantable. Ya lo ponía de mal humor saber que se le dificultaría  jugar básquet por una semana al menos, y todo apestaba. Todo. Pero había algo que necesitaba dejar en claro.

-Hanamichi no es mi pareja y tampoco  me golpea como diste a entender – dijo de un tirón, y mirando los ojos celeste de Akira indirectamente a través del espejo.

Akira no le siguió  el juego y lo miró  de frente, con una expresión  seria, poco usual en él.

-No sé lo que sean y no estás obligado  a contarme nada que no quieras, pero es un animal y siempre se la agarra contigo. ¡Mira tu mano!

-Él no me cortó la mano – respondió infantil, sabiendo  que daba una excusa. Hanamichi no busco cortarlo,  pero fue el responsable directo de su caída.

-¿ Y si caías mal y te lastimabas un ojo en lugar de la mano? O si recién  luego de devorarte allí dentro, porque te estaba devorando, te lanzaba  fuera con más fuerza y te golpeabas la cabeza o te rompías algo ¿tampoco  sería su responsabilidad?

Se quedó en silencio. Había algo de razón en lo que decía, pero no se sentía indefenso, y sabía que la intención  de Hanamichi no era lastimarlo realmente. ¿O sí? No pudo evitar recordar la vez que le lesionó el hombro… ese llave del pelirrojo  le había costado tres semanas fuera de la cancha, y si bien no había vuelto a usar su fuerza de esa manera, tampoco es que fuese más moderado con sus arranques.

-No quiero hablar de esto. Busquemos a Kuroi y las chicas y vámonos – pidió y salió  del lavabo casi huyendo, sin mirar si venía tras él o no. Sus pasos trataban de ser ágiles, pero el alcohol lo tenía aletargado aún. Iba a rebotar contra  la pared derecha  del pasillo pero el brazo protector de Akira  lo sostuvo a tiempo. 

-Mejor busquemos un lugar para que te sientes , tomas un par más de botellas de agua para bajar la borrachera mientras busco a Kuroi y las chicas , y luego te acompañamos a casa. Así no puedes ir a ningún  lado- y lo llevo a rastras hasta otro box vacío, donde se quedó agradecido mirando la muchedumbre en sus propias y particulares borracheras.

El clima seguía igual, todos sudados y bailando. No quería distinguir rostros, así que se recostó  lo mejor que pudo contra el asiento y cerró  los ojos. Quería irse de allí, pero la voluntad  no le alcanzaba para levantarse.  Sentía sed y calor.

Un toque frío en la frente lo sobresaltó; Akira le había apoyado una botella plástica helada unos segundos para luego dejarla junto a otra igual en la mesa.

-Tómalas  tranquilo, busco a todos y nos vamos.

Apuró la primer botella sin respirar,  y el frío lo revivió y devolvió  lucidez e interés por lo que sucedía alrededor. De a poco comenzó  a reconocer a varios bailarines y bailarinas. Akagi se distinguía entre todos, y en ese momento se fundía en un beso con una chica diminuta.  No muy lejos estaba Mitsui con Kogure; divisó a Ryota a Ayaco, a Akira tratando de   hablar con un renuente  Kuroi que no soltaba a la chica con la cual bailaba. De Hanamichi o Keiko no había rastro.
Iba por la mitad de su segunda botella, abstraído en sus pensamientos derrotistas cuando en medio de carcajadas el amigo gordo de Hanamichi -del cual nunca recordaba el nombre- se sentó frente suyo, le quitó la botella y se bebió de un trago lo restante.

-Lo siento, amigo. Lo necesitaba y no me quedó ni medio yen -se excusó sonriente mientras limpiaba con el bajo de su remera los vidrios de sus lentes.

No respondió y pronto  perdió  interés, aún  buscando con la vista al pelirrojo.

-Si buscas a Hana, perdiste amigo. Se fue con Keiko hace un rato. Estarás buenísimo a ojos de las demás  chicas, pero a Keiko no le gustas  ni un poquito- le dijo entre serio y burlón.

-No soy tu amigo – le dijo categórico y fulminándolo con la mirada – y poco y nada me interesa lo que haga Amiya.

-No siempre se puede ganar, estrellita – dijo burlón Taka para luego dejarlo de nuevo a solas rumeando su rabia.

¿Qué esperaba? ¿Cómo pensaba que terminaría esa noche? Golpeó la mesa con el puño cerrado, maldiciéndose en el acto por su estupidez. El se metería acalambrado de dolor en su cama, pensando en Hanamichi hasta que le ganara el sueño, mientras el muy maldito  estaría enredado  con Amiya en las sábanas que tan bien conocía hasta que saliera el sol. El solo pensamiento lo quemaba por dentro. Tanteó su billetera para constatar que aún estuviera en su lugar,  y fue derecho a la barra. Quería una cerveza amarga que hiciera juego con la amargura que sentía dentro. No quería pensar ni imaginar más nada, y el alcohol lo volvería a  ayudar y ya no corría  riesgo de toparse con la bestia ni su chica.
Cerveza en mano se mezcló en la marea de cuerpos, que lo recibía otra vez con flashes incesantes. En nada estaba rodeado de chicas, sintiéndose el centro de atención, morigerando el dolor de su lastimado ego. La cerveza le duró nada, pero una chica con el cabello teñido  de rosa chicle le ofreció la propia intacta. Estaba terminándola  cuando se sintió alzado del piso, y en unos segundos en que siquiera pensó en oponerse, estaba en la vereda del Cuba Libre, flanqueado por Kuroi a la derecha y Akira a la izquierda.

-Pensé que se estaba desintoxicando…

-Eso pensaba también- escuchó  que respondía Akira a su hermano.

-¿Son mis guardaespaldas? – preguntó entre sorprendido y molesto -no me quiero ir-  y amagó con volver, pero los brazos de sus  amigos no le permitieron moverse.

-Quedamos en que te recomponías y nos íbamos.

-Pues cambié de opinión- retrucó burlón y desafiándolo al soltarse de un tirón ante la mirada sorprendida de Akira que no estaba acostumbrado a otro tono que no sea el desinteresado de siempre.

-Ey, vamos -intercedió Kuroi - no me digan que dejé a una preciosura deseosa allí dentro para acompañar a alguien  que no se quiere ir…

-Nadie te pidió  nada. Déjenme  en paz.

Sabía que estaba  siendo egoísta. El fresco repentino de la madrugada le había devuelto algo de sobriedad, y con la sobriedad volvía su frustración  y su enojo. Se quedó mirando con dureza a Akira. Ambos se miraban  con dureza. No se imaginaba qué pasaba por su cabeza, pero en cuanto imaginó que podía llegar a sentir lástima  por él dio por terminado el duelo y se giró para volver al antro y beber hasta perder la consciencia. Por supuesto que no había dado ni dos pasos cuando  otra  vez tenía en perfecta  sincronización  a los hermano Sendoh a cada lado escoltándolo. Se resistió,  y como si tuviera el peso de una pluma sus pies abandonaron el suelo y entre sacudidas , primero leves luego frenéticas, fue alejado unos cincuenta metros de la entrada del bar, hasta que con un rodillazo aflojó el agarre de Kuroi e hizo pie, quitándoselos a ambos con violencia.

-¿ Quién  mierda se creen? -les ladró molesto, aunque un poco preocupado cuando vio que Kuroi  estaba arrodillado y se agarraba la ingle.

-¡Tus amigos! – gritó Akira. Era la primera vez que lo escuchaba alzar la voz, pero su testarudez era más grande y no quería dar el brazo a torcer .

-Si son mis amigos vuelvan allí y emborráchense conmigo- propuso infantil.

-¿Para qué? ¿Para que totalmente borracho te arrastres o te dejes humillar por el imbécil de Sakuragi? ¡Prefiero arrastrarte yo hasta tu casa Kaede! – volvió a gritar.

-¡No hables de lo que no sabes! – gritó igualando  el tono. Detestaba alzar la voz, pero el alcohol y el calor del momento lo desinhibían.

Se quedaron mirándose, acalorados y algo jadeantes. Kuroi seguía arrodillado, pero no era ajeno al humor que los rondaba. Se incorporó con pesadez y se acerco medio paso a su hermano y su amigo furioso.

-Kaede, no tengo idea de qué pasa con ese pelirrojo, pero vamos… tiene novia y estuvieron toda la noche pegados, no tiene sentido que te enemistes con Akira y desperdicies tus últimos  días en Japón con una resaca horrorosa por un imbécil que siquiera te registra. Y menos volver a un lugar en que te refriegue su relación  en la cara. Piénsalo.

Mientras escuchaba las palabras pausadas de Sendoh mayor, el coraje iba decreciendo, y la mirada altiva que mantenía en Akira se le hizo imposible de sostener. Sabía que sus palabras tenían razón, aún ignoto de todo lo vivido  con Hanamichi. Sabía que Hanamichi lo despreciaba, y así y todo  él le daba las posibilidades de seguir haciéndolo una y otra y otra vez. Porque sabía que de no haber entrado Akira a los aseos hubiera terminado teniendo sexo como  quisiese Hana para luego ser botado.

-¿Nos dejas acompañarte? – insistió Kuroi al ver la duda-  ¿O prefieres volver a ese antro viciado a romperte el hígado bebiendo y el corazón mirándolos?

Amargo y derrotado bajó la vista a sus pies. No tenía nadie a quien mirar si volvía al Cuba Libre… Hanamichi había  dado por terminada la salida grupal y ahora empezaba su velada personal. Si pudiera mirarlo, pero no, debe estar enredado con esa geisha para estas horas, pensó.

-¿Por eso estás así? ¿Por eso quieres seguir tomando? ¿Por qué Sakuragi  se marchó con esa tipa? – preguntó incrédulo Kuroi.

-¿Qué? – preguntó confuso y asustado de haber dicho lo que pensaba en voz alta.

-Diablos Aki… de pasar tanto rato contigo me olvido que eres más joven, y de que Kaede es más joven  que tú -reflexionó el mayor.

En otras circunstancias el rojo en su cara no se hubiera hecho esperar. Estaba avergonzado de exteriorizar  lo que tan bien tenía guardado, pero el sabor amargo, la tristeza y coraje que le daba el sentirse abandonado, despreciado y olvidado  le ganaba a la vergüenza. No sabía qué  hacer, y por primera vez en mucho tiempo  se sintió expuesto y desprotegido. No podía mirar a ninguno de sus acompañantes, y con pasos  vacilantes se fue acercando a la pared más cercana, contra la cual apoyó su espalda – sintiendo el frío de la piedra contra la playera húmeda que le prestó  Akira- y se fue deslizando hasta quedar sentado en el piso, con la cabeza  gacha entre sus rodillas. Derrotado y miserable deseaba poner la mente en blanco, pero un carraspeo cercano llamó su atención y la de sus amigos. Unos pasos más adelante, recién  salido de una callejón angosto estaba Yohei Mito, con Iori tomada  de la mano a su costado.

-Salimos a tomar  aire con Iori y no pudimos evitar escuchar los gritos- dijo Yohei acercándose.

-¿Ahora  le dicen tomar aire eh? – ironizó Kuroi y fue hasta su amiga y la abrazó por el cuello despegándola de su acompañante- con razón no te encontraba  ahí  dentro, hasta en el baño de damas me metí. Nos estábamos yendo ¿vienes?

-¿Y Katy?

-Quiere quedarse, según ella encontró  al amor de su vida, pero en cuanto mañana se de cuenta que apenas tiene 17 nos recriminará por no advertirla. Sabes como es.

-El amor no entiende de edades – apuntó Yohei sin dejar de mirar a Iori.

-Tienes mi número guapo, cuando quieras me llamas y me olvido que te llevo cuatro vueltas de sol.


Rukawa estaba asqueado de la escena y de todos. Mito era el único  de los amigos de Hana que no le desagradaba, pero su juicio estaba nublado por las palabras que le escuchó decir a escondidas aquella tarde en casa del pelirrojo. ¿No podían todos solo desaparecer? Había vuelto a bajar la cabeza, pero sentía los cuatro pares de ojos clavados en él.

-Tal vez te interese saber que Hana no se fue con Keiko -soltó casual Mito, captando su atención  de golpe.  Lo miró, y en su rostro no detecto nada, pero decidió  ignorarlo.

-Vamos Kaede- le pidió Akira.

-¿Todo este griterío no era porque Hana se fue con su chica? -preguntó mordaz – pues  bueno, como les digo, no se fue acompañado.

-¡Cállate!- lo interpeló molesto Rukawa. – Eres tan mierda y mentiroso como Hanamichi.

-Doy fe - intercedió Iori-. Ese par armó lindo revuelo aquí  fuera también,  pero el bombonazo se fue por su lado luego de meter a la chica totalmente ofendida dentro de un taxi. Ja, supongo que hasta a las más sexys les dicen que no de vez en cuando.

Estaba confundido ¿ Hana había rechazado a Amiya? ¿ De verdad no se habían ido juntos? ¿ Se habían peleado allí fuera? No dejaba  de hacerse preguntas cuando Iori se acercó y le tendió la mano.

-Te cuento el chisme completo mientras volvemos ¿te parece? -le ofreció- pero te anticipo que creo tienes el boleto ganador, y esa chica tenía un papel en blanco.

Rechazó su mano, pero se levantó lento, analizando las implicancias de lo dicho,  sin entender o no queriendo entender en realidad,  lo que insinuaba Iori. ¿Boleto ganador? ¿Él  se llevaba el premio  gordo? ¿ a Hana? Miró desconfiado a la chica y luego a Mito.

-Parece que te volvió  el alma al cuerpo, Rukawa. Y si te preguntas a qué se refiere Iori, sí, el que se ha ganado el corazón  del torpe de mi amigo eres tú. No entiendo nada de lo que pasa entre ustedes, pero es así. Estoy cansado de ver a Hana como un fantasma por tu culpa, y no me da impresión de que la estés pasando mejor.


-¿Es una nueva burla? - tanteó- ¿Irás a contarle como estoy para reírse un rato juntos? – dijo acercándosele peligrosamente.

-Nunca me burlé de ti.

-¡Cállate! -le ordenó dolido con el recuerdo de las risas. Ese tipo lo había tratado de regalado y entre ambos lo habían destrozado cuando más ilusionado estaba.

-¡Tiempo fuera! – pidió Kuroi interponiéndose entre el tranquilo Mito y el acalorado Rukawa – a ver que alguien me explique qué está pasando aquí. Según entiendo el pelirrojo  le corresponde pero ¿ así y todo se hecha una novia y se la refriega en la cara? Linda manera de ganarse el cariño...

-Yo tampoco entiendo que esté aquí lloriqueando porque Hana se va con su chica cuando el que se cansó de humillarlo y rechazarlo fue él- agregó Mito.

-Nunca lo rechacé , ¿qué mierdas dices? – le retrucó molesto.

-Te pavoneaste de haberle quitado a Haruko delante de todos. ¿O lo vas a negar?

-¿Te pensaste que me quedaría  de brazos cruzados mientras se burlaban de mi?

-Te vuelvo a decir  que nunca me burlé de ti. ¿Todo esto es por orgullo? Es increíble lo cabeza hueca que son los dos -terminó diciendo  Yohei más para sí mismo que para los presentes.

-Los escuche ese día en la habitación  de Hanamichi -dijo rencoroso sin importarle que Akira Kuroi e Iori estuviesen presentes. Necesitaba expulsar el veneno que llevaba dentro, y el rostro impasible fingiendo inocencia de Mito lo exasperaba- ¡tú mismo dijiste entre muchas otras cosas que no pienso reproducir que te parecía  demasiado que hiciera papel de enamorado solo para alejarme de Haruko!


-¿Que qué? -exclamó Mito, con el desconcierto pintado en el rostro. Los segundos pasaban y Rukawa se sentía más frustrado por la expresión  desentendida.

-Los escuché a los dos, y cuando  me iba escuché  sus risas ¡No te atrevas a mentir o me desquitaré con tu cara, y sabes que soy igual de animal que Hanamichi! -lo amenazó ya fuera de sí y acercándose peligrosamente.

Se juró que en cuanto lo negara no habría fuerza humana que lo salvara de la paliza que pensaba darle, y no le valdría un ejército de Sendohs que interceptaran su camino.  Pero su furia fue cortada por una risa sonora y auténtica: Yohei Mito se cacareaba en su cara, pero lejos de parecerle una burla se veía una risa sincera y despreocupada.

-Es todo un gran malentendido  - dijo aún riendo- te aseguro  que Hanamichi no tiene más ojos que para ti, pero está convencido que eres tú el que no lo quiere ni un poco, súper  estrella. Y si me das unos minutos y no me desfiguras te contaré  absolutamente todo.
























Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora