Tres días

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Tres días . Se dijo  a sí mismo que si aguantaba tres días sin desmoronarse estaría todo perfecto. No tendría que asistir a clases y cruzarse a Hanamichi, tampoco tendría que jugar al básquet con el equipo y cruzarse con Hanamichi. De hecho, siquiera tendría que estar en el mismo país que Hanamichi, y por dos largos meses no habría posibilidad de encontrárselo por ningún sitio. 
Observaba frente  al espejo del baño las marcas de los golpes en su rostro y debía admitir que se veían bastante bien. Los antinflamatorios habían surtido efecto y los analgésicos además de actuar sobre su abdomen le habían quitado los dolores en las rodillas. De no ser por su humor negro, se sentía de maravillas. Peinó su dócil cabello con los dedos, y de salida del cuarto tomó el maletín que había preparado la noche anterior. En la cocina estaban sus padres, esperándolo para desayunar. Sonja servía jugo en los vasos, y Sophie terminaba de poner los alimentos sobre la mesa cuando entró.

-Buenos días,  cariño – lo saludó Sophie mientras se quitaba el delantal e iba  a ocupar su lugar en la mesa.

Rukawa no respondió.  No es que estuviera molesto con sus padres, pero tampoco tenía muchas ganas de hablar por las mañanas, como de costumbre. Se acercó  primero a la mujer y le depositó un beso en la mejilla, y luego al gigantesco hombre e hizo lo mismo. Ése era el ritual de la familia Rukawa  cuando los tres coincidían por las mañanas.

-Si tú  quedaste así no me imagino como quedaron los otros- le dijo juguetón Sonja mientras lo tomaba de la barbilla y le hacía girar el rostro en ambos sentidos para observarlo al detalle. El día anterior sus padres habían vuelto tarde y no tuvo oportunidad de verlos en la cena.

-No fue nada. Son unos idiotas de la escuela que siempre molestan- explicó.

-¡Qué raro! La persona que me llamó ayer me dijo que no habían sido del mismo establecimiento. ¿Hay algo que quieras contarnos?-preguntó seria su madre.

Rukawa se sentó e ignoró la pregunta llevándose un pedazo de fruta  a la boca y masticando lentamente. Estaba acostumbrado a los  interrogatorios de su madre, pero no en el desayuno. Cada vez que volvía golpeado -que últimamente era seguido- les tocaba reunión familiar luego de la cena para hablar sobre el tema. Siempre salía bien parado, a  fin de cuentas no es que él fuera un buscapleitos, y sus padres lo sabían.
Tragó el pedazo de manzana con la mirada de Sophie clavada en él, y suspiró.

-No hay mucho que contar en realidad, y tengo que apurarme a llegar a tiempo.  Tengo exámenes, ya lo sabes mamá. -y como notó la mirada aún puesta en él con el seño fruncido, prosiguió para calmarla- A la noche prometo contarles  todo. De verdad que no es importante.

-Bien, pero a la noche no te escapas. Y por cierto,  ayer no tuve tiempo de contarte,  pero una chica llamada Haruko vino al rato que llegaste de la escuela a verte, pero recién te habías acostado y no me pareció despertarte.

Otro pedazo de manzana lo salvó de decir algo al respecto, pero no pudo evitar atragantarse con la siguiente frase de Sophie.

-Dijo que era tu novia.

Tosió y tuvo que golpearse el pecho para desahogarse. Ya de por sí le cayó fatal que Haruko se acercase  a su casa, jamás le había dado la dirección ni la libertad para que lo visitase, y ¿quién se creía para presentarse tan ligeramente ella misma como su novia ante su madre? ¿Estaba loca? Siempre se olvidaba de la chica y su superfluo enamoramiento. Con alivio pensó que ya no tendría que volver a verla ni a fingir interés en ella. El único interés que le despertaba era, precisamente, por el interés que ésta despertaba en Hana, y ayer le había dicho que le daba lo mismo ya. De ahora en más Haruko ya no existía para él, y debería dejárselo en claro. No pensaba pasar los tres últimos días de clase con ese pulpo pegado a sus costillas.

Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora