Renovados ánimos

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Hanamichi no tenía intenciones de asistir a los entrenamientos de esa tarde. Aún se encontraba sumido en la vergüenza de haber sido sacado del partido, y a eso le podía sumar la preocupación por su vida amorosa. No quiso hablar de lo sucedido con Haruko. No preguntó nada, y ella tampoco sacó el tema a colación. No se habían visto desde ese día, y por suerte tampoco se vieron esa mañana en la preparatoria. Su más grande miedo era que Haruko lo dejara por Rukawa. No soportaría verlos juntos; la sola imagen le ponía los pelos de punta y lograba que un escalofrío le subiese  por la espalda. Por ese motivo evitaba hablar del tema: prefería hacerse el desentendido que afrontar una conversación seria con la chica. Hace poco le había dicho que lo quería sólo a él, pero Hana lo dudaba.
Apenas terminó la última hora salió disparado rumbo a la calle para no encontrarse con nadie del equipo que pudiera verlo y tratar de llevarlo al entrenamiento. Ahora tenía una tarde libre que aprovecharía para salir con sus amigos. El básquet lo absorbía por completo, y necesitaba liberar sus oídos más no sea por un día del ruido de los piques en la duela.

Al día siguiente tampoco se presentó al entrenamiento, poniendo como excusas las mismas del día anterior. Tampoco había sabido nada de Haruko, pero sabía que hoy sí debería de verla, ya que desde hace unos días habían comprado un par de boletos para una función de cine que darían esa tarde.
Haruko fue puntual. Allí estaba la castaña de ojos claros tan radiante como siempre, ofreciéndole su bella sonrisa que provocaba dolor en el pelirrojo. ¿Desde cuando el verla le dolía? ¿Dónde había ido a parar el cosquilleo que sentía cuando tan sólo escuchaba su voz de ánimo? Había logrado más que acompañarla hasta su casa a la salida de la escuela… Qué tonto que era en esas épocas cuando pensaba que se podía ser feliz con tan poco; se sentía avergonzado por su propia inocencia. ¿Pero a quién le debía que la niña de sus sueños ya no le resultase tan encantadora? Hana lo sabía, sabía que las cosas habían cambiado desde la vez que el zorro osó insinuársele, y él, no tuvo mejor ocurrencia que tomar lo que le ponía en bandeja de plata, cayendo en la trampa del astuto pelinegro. ¡Qué bien que lo engatusó! Al ver lo adorable que era Haruko, comprendió todo: las miradas furibundas de Rukawa, los intentos de seducirlo para mantenerlo alejado de la chica, las charlas que tenían a sus espaldas; la manera de desafiarlo era tan clara que Hanamichi lo odiaba. ¿Y Sendoh? Ese era otro tema que no lo dejaba en paz. Dudaba bastante que el zorro estuviera interesado en algo más que jugar al básquet con el puercoespín, y más aún sabiéndolo tan prendido de Haruko. Pero... lo que realmente le pasara a Sendoh no se lo podía imaginar. Hanamichi se consolaba con la ilusión de que era una broma de mal gusto.
Y con esta efímera esperanza besó a su chica y entraron al cine, ambos fingiendo que allí no pasaba nada.



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Hacía una semana que no pisaba la cancha. Ya habían pasado todos los miembros del Shohoku por su clase para averiguar el motivo de su ausencia, y a todos los despachaba con la misma excusa: que estaba tomándose unos días para ponerse al día con los estudios, que no quería que lo dejasen fuera del equipo por reprobar materias. Nadie pudo sonsacarle más información.
Terminaba por fin la última hora de clases, y despertándose de la pequeña siesta que se había tomado sentado en su pupitre durante la clase de matemáticas-para fastidio del profesor- camina para despejarse la modorra y en el pasillo se encuentra con el zorro que se le para enfrente, quedándosele mirando fijo.

-Cuando pedí que te sacaran del partido no fue para molestarte-le dijo Rukawa en un tono que no tenía ni una nota de vida.
-Sí, eso es lo que dices, pero lo hiciste para fastidiarme y poder lucirte a tus anchas. Por lo visto lo lograste, así que no veo por que estás ahora diciendo esto. Te estorbaba ¿no? No disfraces tus actos, zorro. Y agradece que no te haya dado una golpiza en el momento, y bien que tenía ganas, pero no vales la pena ¿sabes?
-No es motivo para que huyas de las prácticas.
-¿Y quién diablos te dijo que yo huyo?-dijo en un grito Hanamichi que hasta ese momento había logrado mantener la compostura-deberías sociabilizar más con tus compañeros así te enteras de las novedades, zorro estúpido.
-Huyes-dijo Rukawa con un gesto de total indiferencia, haciendo oídos sordos a la explicación de Sakuragi.
Esto sacó de los cabales a Hana, que lo tomó del cuello del uniforme con violencia alzándolo apenas medio centímetro del piso, y quedando sus rostros muy cercanos. Uno enrojecido de la furia, y el otro inmutable. Tenía pensado descargar su rabia contra el zorro, pero sentir la respiración del otro tan cercana y ver el brillo oscuro de sus ojos, le nublaron el pensamiento apaciguando los malos sentimientos.
Despacio lo suelta, devolviéndolo a su posición anterior.
-Creo que realmente te gusta hacerme enfurecer...pero como te dije una vez, no caeré en tus artimañas. No te daré el gusto nunca más-sentenció Hanamichi. Y así continuo su camino.

Las preguntas se arremolinaban en la cabeza de Hanamichi. ¿Para qué lo estaba buscando ese zorro? Por que lo estaba buscando, si no, no habría motivo para estar rondándose por los pasillos de su curso. Ahora se arrepentía de su impulsividad y de no haber indagado más acerca de los motivos del zorro para la petición realizada semana atrás durante el enfrentamiento, por que a fin de cuentas fue para eso, o eso es lo que suponía. Lo había buscado, de eso no había dudas. ¿Y si tal vez había ido para disculparse? No, eso no podía ser posible. ¿Rukawa disculpándose? Habría que esperar mil años para ver algo así. Era como su sonrisa, tampoco jamás pensó en verla, y sin embargo ahí estuvo para Haruko; y en todo caso si Haruko cautivó la sonrisa del zorro también podría monopolizar  sus disculpas. Haruko debía de ser la excepción a la antipatía natural de Rukawa. Sólo Haruko.
Lo había acusado de huir...y había dado en el clavo. ¿No le bastaba con haberse sentido humillado por la estrellita que ahora encima debía huir por su culpa? Hanamichi cayó en cuenta de que eso debía de ser lo que pensaban todos, y el recién ahora se percataba de ello. No dejaría que nadie sintiese pena por él, no por el tensai. Debía pelear por Haruko, y lo más importante: debía de superar a Rukawa, aunque en eso se le fuese la vida. Tal vez no lograra alcanzar la perfección de su juego-era consciente de que Rukawa llevaba años jugando-, pero con perseverancia y mucho cuidado (no quería desatender su lesión) podría ser de mayor ayuda para el equipo y ser una verdadera estrella que todos admirasen. Iba a volver a las prácticas ese mismo día, y dejaría su ser en la cancha. También trataría de enmendar la falta de atención con Haruko. Era su novia, y lo había deseado más que a nada; se había metido en el mundo del básquet por ella; quiso ser el mejor para que solo ella lo mirase, para eclipsarla. Ahora que al fin la tenía no cejaría en su afán de jugar.

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-Me alegro que hayas vuelto con esas energías al entrenamiento, se extrañaban bastantes tus gritos y payasadas-le decía Ryota a Hanamichi una vez terminada la práctica.
-Ya que me puse al día con mis clases, pondré todas mis energías en esto, ya verás como el Shohoku remonta con este genio a su mando-gritaba y carcajeaba el pelirrojo.
-¡Tu no estás al mando! ¡El capitán soy yo! Grandísimo idiota-le dijo Ryota con  una fingida ira en la cara. No podía enojarse con su compañero. Conociendo su carácter sabía lo difícil que se le hacía estar allí de nuevo luego de lo sucedido en el encuentro con el Ryonan.
-Jajaja, si...pero el próximo seré yo, por que soy un genio. ¿Acaso no lo demostré hoy con mi energía inagotable?
Y dicho esto toma un balón y se posiciona para practicar tiros de salto ante la mirada sorprendida de su compañero.
-¿Seguirás practicando?
-Por supuesto, tengo que ponerme al día por el tiempo perdido-dice Hana con una sonrisa de autosuficiencia en la cara.
-Bien, pero si te vas luego que Rukawa asegúrate de cerrar bien el gimnasio y dejar todo en orden para mañana, ¿si?
-Seguro-dice mientras pega un salto y encesta.
-Por cierto Hanamichi, ¿no tenías una cita con Haruko hoy? Ayaco me contó que le pidió a Haruko que la acompañase al centro comercial en la tarde y Haruko se negó por que debía salir contigo-dijo Ryota recordando la conversación con la manager.
-Sí, es verdad, pero la  cita es por la noche. La invité a mi casa, hoy cumplimos dos meses de novios y quería celebrar con una cita especial, y como Haruko no conoce mi casa...pensé que sería lo ideal-decía mientras iba en busca del balón bajo el aro, con total naturalidad y en un tono alto. Se había dado cuenta de que Rukawa estaba cerca y quería que se enterase de todo lo que hablaban.
-Oye...¿Y estarán solos? -preguntó Ryota con un leve rubor y una sonrisa maliciosa.
-Si serás mal pensado...-le recriminó Hanamichi-pero sí, estaremos solos.
-Jajajaja, qué bien. Sí que eres  suertudo. Ojalá Ayaco se atreviese a venir a mi casa...-dijo con una mirada lujuriosa que no pasó desapercibida a Hanamichi.
-¿Así que es verdad? ¿Estás saliendo con Ayaco? Y mira que no me has contado nada. Eres un pésimo amigo, Ryota-le dijo mirándolo duramente-Aunque la verdad no se notan que sean novios, no se los ve juntos jamás en la escuela...-comenzó a reflexionar.
-Ahhhh...eh...este...bueno, se me hace tarde, me tengo que ir-dijo el bajito eludiendo el comentario de Hanamichi que retomó su entrenamiento extra.-¡Y no te canses demasiado, guarda energías para esta noche!-dijo guiñándole el ojo en gesto de complicidad.
-¿Con quién crees que hablas? Mis energías son infinitas, y más si estoy con Haruko. ¡Recuerda que soy de a-c-e-r-o!

El pelirrojo y el pelinegro quedaron solos en el inmenso recinto, pero en ningún momento hablaron. Sólo se escuchaban las suelas de sus calzados contra el piso lustroso mientras corrían y saltaban, el ruido seco de los piques, y sus respiraciones agitadas. Cualquiera que los viese pensaría que estaban absortos en el juego, pero en sus cabezas no había rastros del básquet, sus  cuerpos se movían por costumbre.
Por vez primera Rukawa no fue el último en irse, y también por vez primera no iría directo a su casa, si no que daría un rodeo por la  casa de la chiquilla de ojos celestes. Tenía asuntos pendientes.




Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora