Acciones inesperadas

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La noche estaba fresca, y sentía un leve malestar cuando la brisa tocaba su piel que durante todo el día estuvo expuesta a los rayos solares. Su tez era tan pálida que dificultosamente se quemaba, pero ahora la sentía caliente en contraste con el viento que provenía del mar. Caminaba con paso seguro hacia la playa, en busca del pelirrojo. Tenía largas cuadras para pensar en lo ocurrido...lo que mencionaron en la cena lo puso en sobre aviso y en cierta forma lo alarmó: Hanamichi había ido al hotel, y por lo visto había llegado antes que el resto, y era muy probable que lo hubiese visto junto a la niña tonta. De haberlo sabido antes hubiera ido tras él más a prisa, pero se confió en que era cierto que se había quedado un poco más por allí dando vueltas. La idea no era que lo viese en esa situación con Haruko. ¿Por qué cuando debía ser ruidoso no lo era? Siempre sentía a distancia su presencia; siempre riendo o jactándose de algo, hasta su andar era estruendoso, y ni hablar de esa cabellera más roja que los infiernos. Pero esta vez no lo había sentido...tan sumergido en la "confesión"  que no prestó atención a su alrededor. Además de suponía que nadie debía de verlos, que todos estarían aún fuera practicando…
No sabía si maldecir o no su suerte... en parte lo aterraba la idea de que Hanamichi lo odiara por verlo en esa circunstancia, pero por otra, con esto dejaba zanjado el tema de  a quien quería Haruko. A ver si con eso entendía de una vez por todas ese idiota la hipocresía de Haruko.
Recordó con una mueca de disgusto el valor del que se tuvo que armar para largarle un "te quiero" a esa chica insulsa; lo que le costó sonreírle, y más aún lo que le costó besarla "apasionadamente". Fue toda una proeza. La chiquilla no le gustaba en lo más mínimo, además de escuálida y desabrida le parecía una descerebrada que lo único que hacía era babear por él, o por lo menos es lo que siempre estuvo acostumbrado a verle hacer hasta el momento en que se enteró que salía con Hanamichi. En ese momento dejó de sentir las miradas perforantes de la tonta en sus espaldas cada vez que estaba en la duela; no es que le prestara atención, pero acostumbrado a la sensación de ser observado continuamente se daba cuenta cuando no había nadie comiéndoselo con la mirada-cosa que nunca pasaba, y menos con la hermanita del excapitán por allí-.
Y todas las veces que tuvo que tratar de verla a solas y a escondidas de Hanamichi para tratar de volver revivir el fuego que en su momento sintió por él. ¡Dios! La había tenido que soportar hablando de cualquier imbecilidad que se le pasase por la cabeza. ¿En serio Hana toleraba eso a diario? Si así era, definitivamente le venía como anillo al dedo el título de idiota. Todo para que la tonta esa se olvidara de los sentimientos ficticios que sentía por su supuesto novio y lo dejara de una vez en libertad. Pero lo peor fue la noche que pasaron juntos... ésa fue una medida desesperada. Tuvo que hacer algo para evitar que esos dos se encontrasen a solas en la casa de Hanamichi para festejar su aniversario. Casi se sintió desfallecer del horror cuando escuchó la conversación entre Ryota y Sakuragi en el gimnasio. Ya sabía él que la cosa no estaba bien...esa misma mañana Haruko se había mostrado más reticente en su compañía y el idiota estaba más que enérgico en el transcurso de la jornada que lo habitual. Y sus sospechas fueron confirmadas por los mismos labios del pelirrojo: estaban a un paso de una "reconstrucción" de su relación. Esa era la única excusa factible para que la tonta  se mostrara algo fría cuando el la buscó. No había duda de que en un principio la chica sentía algo por Hanamichi y no deseaba herirlo, pero Rukawa sabía que estaba confundida y se aprovecharía. No le fue difícil. Esa misma tarde se apresuró a ir a su casa y prepararse para una cita, y trataría de ser muy dulce y de retenerla consigo toda la noche, para evitar que sus esperanzas con Hanamichi se fueran por la ventana. Tuvo que llevarla al cine a ver una tonta película de amor mientras le tomaba de la mano, y luego de invitarla a cenar pasaron el resto de la noche en un karaoke. No se animó a besarla pensando que podría se contraproducente de momento, pero cuando por fin la dejó en casa de su amiga se dio cuenta de que ella esperaba tal cosa, y con un severo revoltijo de estómago le dio un beso casto y fugaz y se marchó. Quedó demolido de estar toda la noche en vela con el agravante de escuchar esa vocecita aguda que le taladraba los oídos a más no poder con su charla incesante, pero cumplió su cometido. Estuvo muy tentado de pasar por la casa del pelirrojo-aún tenía muy presente que tenía una copia de la llave de éste-pero de momento el cansancio lo venció.
Luego fue más sencillo lograr intimidar a Haruko; ya la tenía rendida a sus pies. Al principio la chica se mostraba avergonzada por sus actos, pero ahora estaba de lo más natural,  la muy traicionera. No le dirigía miradas mientras estaba con Hana, y menos aún se ponía nerviosa al sentir su mirada acosadora, pero apenas tenía oportunidad lo buscaba para tratar de repetir el beso. El escapaba a sus requerimientos, cosa que notó que le empezó a molestar, por lo cual el día anterior le había dicho que estaba un poco decepcionada, ya que Hana era mucho más tierno... Y lo dejó allí sin poder replicar. Era astuta cuando quería. Y encima, durante el viaje en tren había osado estar tan cerca de su novio… No se resistió a la tentación de molestar al pelirrojo empujándolo, acto que la castaña tomó como celos de su parte. No estaba errada, ¡pero celaba a Hanamichi no a ella! Pero como para sus propósitos daba igual se sentía triunfal. A la muy zorra no le alcanzó, estuvo durante todo el día pegada al chico, por lo que no quedó más que buscarla inmediatamente y aplicar un poco de convicción a sus palabras con unas frases tiernas, un beso y un abrazo. ¡Puaj! Se sentía asqueado de tener que hacer todo aquello, ¡y encima Hanamichi los vio!
Ya no sabía que reacción esperar de Hanamichi cuando por fin lo divisó sentado entre las rocas, semi escondido-llevaba diez minutos buscándolo con la vista por los alrededores sin frutos-. No quería que el otro notase su presencia, así que sigiloso caminó hasta él, con la arena como cómplice silenciando sus pasos.
La silueta de ese cuerpo le nublaba las ideas. Estaba totalmente inmóvil, con una pierna flexionada sobre la roca, que a su vez era abrazada por sus brazos, con la cabeza levemente gacha. El viento intenso apenas movía hebras de su corto cabello, que a la luz nocturna había perdido su brillo y se asemejaba a un tono rojizo muy oscuro, como la sangre. Por supuesto aún llevaba puesta la ropa de entrenamiento: sus clásicos pantaloncillos blancos y musculosa azul que revelaba demasiado de la piel de sus hombros y brazos.  No sabía como llamar su atención ahora que estaba a escasos pasos de él. Un leve temblor en el cuerpo del pelirrojo provocado por la brisa le dio la idea.
-Si sigues allí te enfermarás-dijo lo más suave posible para no asustar al otro.
No recibió respuesta, por lo que pensó que tal vez no lo había escuchado. Pronto salió de su error cuando vio que Hanamichi lentamente giraba su rostro hacia él, y cuando la posición de su cuerpo no le permitió verlo más de frente acompañó a su cabeza con un rápido movimiento de sus piernas para quedar sentado frente a él con las piernas cruzadas como un indio. No podía observarle la cara, la luz apenas le permitía entrever sus facciones.
-¿Qué haces aquí, Rukawa?-preguntó sin ningún tipo de timbre que le otorgara vida a su voz.
Rukawa se quedó seco ante lo extraño del tono de Hana. La pregunta en sí era predecible de ese tonto, pero no la forma de realizarla. Esperaba encontrarlo enojado, para qué mentirse a sí mismo. Conocía demasiado bien la explosividad de ese chico.
-Te pregunté algo...y no me vengas con esa idiotez de que te preocupa que pueda enfermar. ¿A qué viniste?
-Todos están preocupados porque no has vuelto aún...
-¿Y decidiste venir tu solito a buscarme? Mira que eres un zorro valiente...-dijo Hanamichi en el mismo tono inexpresivo.
-Pensaron que era la mejor opción-no sabía como continuar con la conversación, se sentía confundido. Para esas alturas esperaba haber recibido algún golpe del torpe, pero no, éste seguía sentado allí con la cara escondida entre las sombras.
-Vuelve tú solo, yo lo haré cuando me venga en gana-y dicho esto  se volteó ágilmente para volver a quedar en la misma posición de antes.
Rukawa se le quedó mirando. ¿Por qué estaba tan tranquilo? Le llegó la idea de que tal vez no lo hubiese visto junto a Haruko y de que sí hubiera vuelto por algo realmente, o que necesitara un poco de aire, o cualquier otra excusa...pero así y todo estaba convencido de que él los había visto, pero entonces ¿por qué esa actitud?
A pesar de haberse quedado clavado en el mismo sitio con la cabeza funcionando a un cien por ciento, no lograba hallar una respuesta satisfactoria a su dilema. Otra vez estaba allí quieto, y otra vez vio como ese cuerpo se estremecía por el frío; frío que el no sentía, por que luego de haber tomado el baño se había puesto una campera liviana pero abrigada. No lo dudó: en silencio se quitó su abrigo y realizando los pocos pasos que los separaban se la colocó por los hombros en un rápido movimiento. Otra vez la reacción no fue la esperada, ya que el pelirrojo tampoco se inmutó ante tal acción. El pelinegro esperaba que lo apartase de un manotazo, o que se levantara para tomarlo de su ropa y darle una zamarreada por atrevido, o que le gritase, o cualquier cosa...algo... Pero no, allí estaba Hana como si no hubiese notado el gesto. El desconcierto de Kaede llegó a límites insospechables.

-Hanamichi-lo llamó con apenas un hilo de voz mientras colocaba sus manos sobre sus hombros. No reaccionaba, pero claramente sintió como todos los músculos del que se decía llamar genio se tensaban ante su toque.

No hubo respuesta, y Rukawa ya estaba extasiado de tener sus manos sobre ese cuerpo. Lo tenía demasiado cerca; en sus adentros se moría por abrazarlo, mas no se animaba. Hanamichi estaba actuando raro; no era como las anteriores veces en que lo sedujo. No era por pudor que no se animaba, el pudor estaba demás sabiendo lo que había ocurrido entre ellos un tiempo atrás en la casa del pelirrojo. Por fin cedió a su voluntad y deslizó sus brazos, descendiendo por el pecho hasta juntar sus manos, encerrándolo en un débil abrazo, tratando de transmitirle calidez. La cercanía lo impulsó a rozar con sutileza sus labios con el cuello del otro. Sintió su piel helada y erizada, y lo atacó un deseo irrefrenable de besarlo a sus anchas, para quitar esa sensación de frialdad del cuerpo de "su idiota". No se refrenó y de a poco fue besando cada centímetro de esa piel que estaba salada por el sudor de esa tarde. Perdido estaba en ese sabor, cuando sintió como unas manos igual de heladas le aferraban sus muñecas para  separarlas y deshacer el agarre. Hanamichi apenas volteó el rostro, aún sujetando sus manos. Sus miradas quedaron enfrentadas, y por fin ahora el pelinegro pudo observar en detalle la cara de Sakuragi: había un brillo que no conocía en esos ojos miel que tanto le gustaban. Lo reconoció como una mezcla de pasión, rabia y curiosidad.

-¿Por qué haces esto?-preguntó el pelirrojo, ya con un tono un poco más matizado.

-¿Por qué?-repitió Rukawa mientras se alejaba un poco para observarle el rostro con mayor distancia. La respuesta era más que sencilla, estaba locamente enamorado de ese muchacho de sonora carcajada, y su sola cercanía le hacía desearle más que a nada en el mundo...como sucedía ahora... Pero no podía decirle algo así, nunca se le dio muy bien eso de exteriorizar con claridad sentimientos o pensamientos.
Hana se bajó de la roca en la que estaba y lo enfrentó, y ahora sí que sus rostros quedaron prácticamente a la misma altura.

-No me hagas repetir la pegunta. Contesta-le exigió en un tono ya más característico de él.
-Hanamichi, no soy de piedra, tengo sangre en las venas-dijo esbozando una media sonrisa. Ese era lejos el motivo por el que hacía lo que hacía, pero no por eso era menos verdadero-después de todo soy un chico, y hasta que no esté satisfecho no pararé-concluyó ya con una sonrisa completa.

Le sorprendió el cambio en el rostro de Hana, que reflejó sólo furia en un abrir y cerrar de ojos. Y luego de eso sintió un terrible golpe en su estómago, que lo dejó sin aire y doblado en dos sujetándose la zona impactada. ¿Pero que demonios había sucedido? No podía levantar el rostro del piso, por lo tanto lo único que veía eran las zapatillas blancas de Hanamichi que no se movían de allí. Pasaron apenas unos segundos más cuando por fin pudo alzar su rostro, para encontrarse con el puño de Hanamichi que se acercaba a una velocidad descomunal a su cara. No pudo hacer nada para esquivarlo, y el golpe impactó por completo sobre el lado izquierdo de su mentón, tirándolo a la arena de espaldas.
Esta vez siquiera atinó a tocarse la zona lastimada, sólo tenía ojos para ver a su agresor, cuya cara, como por arte de magia, ya no reflejaba nada. Se levantó quedando apoyado sobre sus hombros, viendo como el otro se alejaba de donde estaba; alejándose de la costa y de él.

A pesar del golpe, su cabeza pensaba vertiginosamente en lo que había ocurrido. Varias veces había recibido golpes de él, pero ninguno con la fuerza de esa vez. Sentía su abdomen tieso, que se quejaba ante cada respiración, y su mandíbula enviaba certeros estallidos de dolor a su cerebro, mientras sentía como un líquido caliente se deslizaba por su barbilla. Trató de llamarlo, pero cuando quiso abrir sus labios una mueca de dolor lo detuvo. Era mejor dejarlo ir, y con esa idea se volvió a recostar sobre su espalda, cerrando los ojos, tratando de serenarse y de pensar con mayor claridad. Pasados unos minutos reparó en la humedad de la arena bajo suyo, y en que ahora sólo llevaba una musculosa, que lograba que su piel impactara de lleno con ese suelo mojado. La adrenalina del momento estaba desapareciendo, y el frío se le iba colando hasta los huesos, aunque poco le importara.

No supo cuanto tiempo estuvo allí tendido, pero ahora era consciente de que estaba tiritando y de que sentía la mayor parte de su cuerpo entumecido. Como no era su intención enfermar por estar tendido en un piso mojado con semejante viento soplando, se dispuso a abrir sus ojos para poder marcharse de allí. Tal vez encontrara su chaqueta-si es que Hana no se la había llevado, cosa que dudaba-.

Apenas se enderezó tuvo que llevarse el brazo a su estómago por el brusco movimiento, pero algo más llamó su atención: una sombra se proyectaba a su lado. Se giró como pudo para ver a Hanamichi parado a menos de un metro de él, observándolo. Lo único que se le ocurrió a Rukawa es que el idiota se había quedado con ganas de golpearlo un poco más, y por dicho pensamiento se incrementaron los espasmos que sufría su cuerpo, sumándosele al temor el frío. Hana se acercaba, por lo cual cerró los ojos esperando el ataque. Dado su posición esperaba una patada, o que tal vez lo levantase en vilo para luego darle con gusto puñetazos en el rostro. No sabía si lo merecía, pero los aceptaría si con eso se calmaba.

Lo siguiente que sintió fue algo tibio sobre su espalda. Abrió los ojos de inmediato, para ver que ahora tenía sobre sus hombros su propio abrigo, y que Hana se encontraba arrodillado a su lado, mirándole la comisura de los labios que había sido lastimada.

Rukawa estaba petrificado de la sorpresa. En la cara de Hanamichi no había rastro de furia o de indiferencia, sólo se veía un dejo de culpa, o tal vez tristeza. No sabía decirlo con exactitud.

Mayor fue el asombro cuando sintió las yemas de los dedos del pelirrojo tocándole la zona afectada con delicadeza, apartándole el hilillo de sangre que ya se estaba secando.
Trató de incorporarse más aún, pero un fuerte brazo se lo impidió, provocando que sus rostros se aproximaran más. El tenerlo otra vez tan cerca lo hizo olvidarse de cualquier malestar, pero no iba a cometer la estupidez de tentarse de nuevo y besarlo, no sabiendo la reacción del pelirrojo. Para evitarlo intentó poner un poco de distancia, pero falló, porque Hanamichi se había acercado más a él, y de súbito unió sus labios. Si antes había estado petrificado, ahora no sabía como llamarle a la sensación que le impedía moverse y hasta pensar. El contacto era frío, pero él ya se sentía derretir. Iba a responderle cuando Hana se apartó apenas para mirarle.

-Perdón... no debí haberte golpeado.

De su boca las palabras no querían salir, se encontraba mudo ante las palabras de ese sujeto que lo enloquecía con sus acciones.
Y nuevamente lo besó, beso al cual Rukawa respondió con celeridad. No pensaba perder la oportunidad de saborear esos labios, no importaba que a cada movimiento una punzada desagradable le informara de su labio partido.
El brazo que hace un rato le impedía levantarse ahora lo obligaba a recostarse de nuevo, pero ya no sobre la fría arena,  se interponía la chaqueta.
Hana lo seguía besando, y sentía como la lengua de ese ser que tanto anhelaba se introducía en su boca y la examinaba sin darle tregua. La sensación de estar siendo besado era magnífica, no quería que se terminara. Era la primera vez que el primer paso lo daba Hanamichi, anteriormente siempre él comenzaba a seducirlo. Colocó sus brazos alrededor del cuello de Hanamichi, para evitar que el beso terminase. No le permitiría alejarse de él de ningún modo, no una vez que ya lo había encendido por completo.
Las manos de Hana recorrían sin prisa sus hombros y su cuello, deleitándolo a cada roce, sin abandonar su boca en ningún momento. Rukawa quiso largar una exclamación de placer cuando sintió que esa mano se dirigió a su pecho para acariciarlo, pero fue suprimida por la boca del otro. Por fin Hana se apartó un poco, rompiendo el beso que ya los estaba asfixiando a ambos.

-Estás frío...-le dijo en un susurro, mientras Rukawa vio como uno de sus cortos mechones se meció por el viento-prometo calentarte con mi cuerpo.

Sabía que esas palabras podían ser entendidas en cualquier contexto como pura lujuria, pero algo en esos ojos casi dorados le dijo que no era sólo eso. De cualquier modo no pudo evitar que tal comentario aumentara más su deseo. Esta vez él buscó los labios de Hana y lo besó con fiereza, exigiéndole silenciosamente más. No se hizo de rogar, por que enseguida esas manos lo tocaron más íntimamente bajo la musculosa, llegando a sus pezones que ya estaba erectos debido al frío y a la excitación que lo embargaba. No reprimió un gemido que tampoco fue acallado por la boca del otro, que ahora se dedicaba a verlo retorcerse del placer ante tan ínfima caricia. Una sonrisa curvó los labios de Hanamichi, para luego comenzar a buscar con sus labios los mismos puntos que instantes antes había tocado con sus manos. Y por fin pudo sentir la calidez de esa boca recorrerle todo su pecho dejando un pequeño rastro de saliva caliente a su paso. Podía enloquecer en ese momento ante tan delicioso contacto, pero sabía que debía mantener la cordura si quería experimentar un mayor placer a  manos de ese chico que ahora bajaba por su cuerpo y se detenía en la zona de su estómago, desparramando pequeños besos muy suaves en lo que le pareció un intento de disculpa por haberlo golpeado con anterioridad. Su excitación llegó al límite cuando sintió que le proporcionaba deliciosos besos a su miembro por encima de la tela de sus pantalones. Nunca había pensado que un par de pantalones podían llegar a ser tan incómodos y que podían separarlo de esa tibia boca que tanto deseaba.
Rukawa era un mar de sensaciones, no podía reaccionar correctamente, se limitaba a gemir y a sujetar con más pasión la cabeza color fuego que lo atormentaba sin cesar. No supo cómo, pero cuando pudo abrir los ojos, se encontraba desnudo de la cintura para abajo, y arrodillado entre sus piernas  Hanamichi con frenesí se quitaba sus propios shorts, quedando igual de expuesto que él. Enseguida se tiró encima de su cuerpo para besarlo, y de esa manera frotar entre sí sus erecciones, arrancando pequeños gemidos de éxtasis del pelinegro que eran sofocados por sus propios labios.
El beso duró segundos, porque nuevamente volvió a su posición entre las piernas de Rukawa, y comenzó a tocar ese duro miembro con dulzura para luego llevarlo a su boca y comenzar a saborearlo con pequeños lengüetazos. Rukawa clavaba sus dedos en la arena húmeda a sus lados, su intención no era refrenar sus gemidos, pero sentía que si los exteriorizaba su garganta se desgarraría de tanta intensidad. El pelirrojo continuaba con su quehacer a un ritmo  que enloquecía al pelinegro que cada vez sentía que se acercaba más al orgasmo tan ansiado gracias a la deliciosa boca que lo atormentaba sin pausa.

-Por favor...para...basta Hanamichi...ya no puedo contenerlo más-suplicó  como pudo.

Pareciera que no hubiese dicho nada, por que  Hana continuó con su ritmo, y hasta lo incrementó, mientras que trataba de introducir un dedo en la entrada de él, acción que provocó en Rukawa una oleada de placer mayor al ya experimentado.

-N-n-nooo....aghhhhh....nooo....

Ya le era imposible contenerse, su cuerpo comenzó a tensarse peligrosamente anunciado la llegada de la pronta eyaculación. Y por fin Hana logró meter un dedo en su ano, desencadenando que todo su ser se estremeciera por las sacudidas de un orgasmo tan intenso que lo obligó a emitir un grito breve y apagado por las sensaciones que dominaban sus partes bajas. No lo veía-ya que su cabeza estaba perdida en la sensación que apenas había terminado de experimentar como para ocuparse encima de las imágenes que podía extraer del medio-pero pudo sentir como Hana no apartó ni un momento la boca de su miembro, el cual seguía succionando con fervor. Al dedo que tenía dentro lo siguió otro, y más tarde otro, volviéndolo a excitar con los movimientos que realizaban dentro de él. Rukawa estaba preso de lo que sentía. El pelirrojo no le daría descanso...seguía lamiéndolo, y mientras que con una mano dilataba su entrada lo más que podía, con la otra acariciaba sus abdominales totalmente tensos.

-¡Hazlo ya!-exigió con una voz que apenas reconoció como suya.

Y por fin pudo sentir como Hana lo llenaba completamente de un solo envión. Apenas si sintió un poco de dolor que en el acto fue reemplazado por el más irreverente placer mientras Hanamichi se movía en un ritmo acelerado. Por lo visto, se había estado reprimiendo terriblemente, y al estar dentro de él  había desatado toda su pasión.
Las embestidas ganaban a cada segundo más potencia y profundidad. Rukawa se sujetaba de los hombros de Hanamichi, mientras éste estaba apoyado sobre sus manos a sus lados, con el cuerpo completamente arqueado hacia atrás, con los ojos cerrados y con una expresión de completa concentración mientras no cesaba en sus movimientos. Otra vez estaba al borde del abismo; Hana estaba rozando una parte dentro suyo que hacía que intensas y cada vez más frecuentes ondas eléctricas le llegaran a su sistema, dejándolo muy cerca de un segundo orgasmo.
Ambos cuerpos se tensionaron al unísono, para que segundos después ambos acabaran en un completo silencio, uno desparramando su semen sobre su propio estómago y el otro dentro de la cavidad que tanto placer le había dado. Una vez pasada la sensación inicial dejaron salir de sus gargantas jadeos de cansancio y éxtasis, y Hanamichi cayó sobre el cuerpo que antes estaba frío, pero que ahora despedía un calor desbordante. Rukawa no sentía nada, sólo una calidez por dentro y una sensación de total abandono.

-De ahora en más solo yo te daré la satisfacción que tanto buscas. ¿Entendiste, zorro?-le dijo Hana mientras buscaba nuevamente sus labios.
Rukawa se desconcertó ante tal afirmación, pero no iba a negarse en lo más mínimo a la petición de su pelirrojo. Y sin pensarlo dos veces respondió al beso, abandonándose nuevamente a los brazos de ese caliente cuerpo.
Luego tendría tiempo de pensar en la frase de Hanamichi.


Del Odio al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora