Como zombie Hanamichi se levantó de la cama con la sensación de estar viviendo una situación duplicada, pero con poca certeza exacta de cuál, ¿o será que sólo eran ideas suyas? ¿O tal vez el alcohol no había desaparecido del todo de su sistema? Se sentía fuera de sí. El timbre había sonado a lo lejos mientras estaba cayendo por fin en las garras del sueño, y pensó otra vez en las andanzas de Ookus y Taka mientras bajaba con pie de plomo y lento -muy lento- por las escaleras para abrirles a sus amigotes, decidido a volver lo más pronto posible al cuarto y retomar el descanso. La memoria no atinaba a volver; el letargo tras el sueño interrumpido era denso y asfixiante. Asfixia que se disipó de golpe cuando sus ojos entrecerrados tras abrir la puerta enfocaron la figura alta y delgada que tan bien conocía: Kaede Rukawa estaba allí, plantado en la puerta de su casa a la luz débil y pálida del amanecer. Creyó estar soñando aún, o mínimamente confundido. Refregó sus ojos con fuerza, incrédulo, haciendo que éstos lagrimeen por la presión mojando sus dedos, pero al volver a mirar el umbral la figura era la misma, solo que más nítida, y podía jurar que más perfecta también. Se quedó embobado mirando los ojos azul eléctrico, y pensó fugaz que era cierta esa afirmación que escuchó una vez de que el alba era la mejor hora para filmar o tomar fotografías, pues la cualidad de la luz realzaba los colores. La hora mágica, decían… Y en esa magia quedó atrapado cuando los labios de Kaede se curvaron sutilmente en una sonrisa exclusiva para él, que logró por fin sacarlo de su modorra golpeándole el corazón. Le costó despegar la vista de los ojos y la sonrisa indescifrable del número once porque, definitivamente, había algo diferente en su expresión que lo alertaba, y buscó en el resto de su cuerpo alguna pista; escaneándolo veloz se deleitó con lo perfecto que era, con sus proporciones exactas, con lo bien que se le ceñía el jean en los muslos, con los mechones azabaches que le surcaban la frente estratégicamente, con los antebrazos tersos y blancos… cuando su escrutinio pasó por la mano herida, ahora ya vendada, sintió la culpa roerle la consciencia y dio por terminada la inspección, quedando sus ojos clavados en sus propios pies descalzos.
-¿No me vas a invitar a pasar?
La pregunta en tono monocorde quedó flotando en el aire, y no le quedó más remedio que volver a mirarlo para intentar comprender qué pretendía esta vez, y se sorprendió por la ansiedad que reflejaba su rostro, que poco coincidía con lo neutro de su pregunta.
-¿Qué haces aquí?- fue lo único que atinó a preguntar porque era lo que deseaba saber a fin de cuentas .
-Necesito que hablemos, Hana -dijo casi suplicante, en tono muy bajo, sorprendiéndolo- Por favor.
Hanamichi se le quedó mirando. Era la oportunidad que tanto había ansiado mientras se duchaba para pedirle perdón por sus continuos arrebatos, por su violencia desmedida; la oportunidad de zanjar de una vez por todas una relación que lastimaba física y emocionalmente. Después de fantasear con aparecerse en la casa del pelinegro pensó que era más de lo que podía pedirle a la vida.
Iba a hacerse a un lado para darle paso, pero quemado por las experiencias anteriores con Kaede dudó de sus intenciones y se mantuvo firme. ¿Y si solo buscaba terminar la noche metido en su cama por capricho o simple lujuria? Tal vez lo mejor era desprenderse de él por lo pronto y hablar cuando ambos estuvieran en mejores condiciones anímicas, más lúcidos y en algún lugar neutral que no los invite a terminar sudando en posición horizontal. Iba a plantearle la idea cuando la voz suave y masculina lo sacó de sus dudas.-Necesito que sea hoy, ahora mismo. Por favor- le pidió Kaede nuevamente acercándose un paso, quedando a centímetros de su cuerpo, sin quitarle la mirada azulina y suplicante de encima.
-No creo que sea buena idea después de todo lo que pasó esta noche-le dijo, tratando de convencerlo y de convencerse, débil por los modos nuevos del pelinegro, imposibilitado de alejarse de ese cuerpo que ya lo mareaba con la cercanía.
ESTÁS LEYENDO
Del Odio al Amor
أدب الهواةContinuación propia de Slam Dunk, fantástico manga de Takehiko Inoue. Intentando mantener la historia y las personalidades extravagantes de los dos novatos adolescentes del equipo de básquet del Shohoku que, rivales desde un inicio, se darán cuenta...