No podía creerlo. Simplemente no podía asimilar que habíamos sido llevados a la fuerza a un mundo diferente, supuestamente donde había nacido. Un lugar al que ninguna persona cuerda querría regresar alguna vez. Había ogros, enormes y grotescos, que seguramente querrían comerme. No podía morir arrollada por un auto, pero un caballo podía pisarme hasta la muerte.
Creo que apreté a Regina demasiado, porque se quejó, y sus ojos se abrieron. Sentí un leve alivio momentáneo. Besé su cabeza, admirando lo hermosa que se veía con el cabello largo, y le dije que todo estaría bien. Ella no estaba del todo consciente. Me hubiese gustado saber qué sedante le habían dado, pero nadie iba a decirme nada. Eran ellos contra nosotros tres y Sarah, al menos ella era una aliada con la que podía contar.
Me quedé sentada en el suelo, con Regina en mis brazos y sosteniendo firmemente a Henry para que la distracción de estar en un lugar con el que había soñado durante tanto tiempo no lo hiciera perderse entre la multitud. Todos se movían a nuestro alrededor, organizándose, asegurándose que todos recordaran el plan que habían acordado para emprender el camino a su viejo hogar. Disimulé un suspiro de alivio al ver a Sarah.
—¡La conozco! —Henry se movió emocionado a mi lado.
Giré para ver a quién se refería, y reconocí de inmediato a Aurora con Philip cabalgando a su lado. Ellos nos habían estado esperando, traían caballos y algunos carruajes. Sus guardias ayudaron a organizar a algunos de los pobladores. Más de la mitad de los habitantes de Storybrooke se fueron con ellos, el resto iríamos al castillo de la Reina Blancanieves.
—¿Quién eres? —Regina preguntó en un susurro.
Dejé de observar al resto de personas y me concentré únicamente en Regina.
—¡Hey! —Sonreí—. Estás despierta.
Sus hermosos ojos no mostraban ningún tipo de reconocimiento.
—¿Quién eres?
—Soy yo, Emma.
Mi corazón se aceleró, mis músculos se tensaron, estaba entrando en shock. Ella no me reconocía, no sabía quién era yo. Se puso nerviosa, aún somnolienta y débil, moviéndose inquieta en mis brazos y mirando hacia otro lado.
—Nieve —ella recordaba a mi madre y no a mí.
—Mamá —Henry intentó hablar con ella, dándose cuenta de lo que estaba sucediendo.
Mary Margaret se acercó a nosotros, al igual que un león a su presa. Solo pude estrechar a Regina con fuerza, casi convencida que me la arrebatarían.
—Nieve —dijo Regina casi desesperada.
—Regina —Mary Margaret se inclinó hacia nosotras.
—¿Qué hiciste con ella? —La acusé—. ¡Borraste sus recuerdos!
—¿Qué? ¡No! —Encima de todo fingió inocencia.
Regina me empujó un poco pero no la solté.
—¿Cómo pudiste? ¿Este era tu maravilloso plan?
—No he hecho nada.
—Déjeme ir —dijo Regina, y miró a Mary Margaret buscando ayuda—. Nieve. Dile que me deje ir.
—Regina...
—¡No la toques! —aparté su mano de inmediato.
—Estás asustándola —se atrevió a decirme.
—¿Yo estoy asustándola?
—Cálmate. Solo es un mal entendido.
Regina forcejeó conmigo, despojándose de su adormecimiento ante su evidente desesperación por alejarse de mí.
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Not in a sexual way
RomantikUn simple coqueteo que no debe significar más que un juego inocente en el que Emma parece siempre perder y en el que Regina estará dispuesta a aprender. Leer bajo su propio riesgo. #Swanqueen