Capítulo 30: La búsqueda

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REGINA

Lo último que podía recordar era haber discutido con Emma e irme a la cama muy enojada con ella. Cuando desperté en el interior de un carruaje, con las manos atadas, vestida únicamente con mi camisón de dormir y unas botas una talla más grande que evidentemente no eran mías, pensé que se trataba de una pesadilla, o que mis alucinaciones se habían vuelto más reales. Pero el carruaje se detuvo, un guardia corpulento me tomó del brazo y de un tirón me sacó del carruaje. Lo único que se me ocurrió fue guardar silencio e intentar analizar lo que estaba sucediendo.

—Este es el pago que te envía tu Rey, cuando la carga sea entregada al otro lado del reino, recibirás la otra parte.

—No puedo esperar a tener mi dinero. He pensado que puedo acortar camino si los salvajes han dejado Sherwood.

—No seas imbécil. Sherwood es un nido de ratas, no me importa si te comen vivo pero ella tiene que llegar intacta. Más les vale a ti y a tus hombres hacer bien el trabajo.

El hombre gordo y corpulento al que fui entregada como una vulgar carga enredó el otro extremo de la cuerda con que estaban atadas mis manos y me haló obligándome a caminar. Detrás de mí, los guardias que me habían dejado con esos tres delincuentes que ahora eran mis captores, se fueron en sentido contrario montados en sus caballos.

—¿Dónde me llevan? ¿Quiénes son ustedes?

—No estamos aquí para ser amigos. Tenemos un largo viaje por delante.

—¿Tienen idea de quién soy? No daré ni un solo paso —dije deteniéndome—. Exijo que contesten mis preguntas.

El hombre se detuvo —los otros dos también lo hicieron y comenzaron a reír— y caminó hacia mí.

—Has sido vendida, su majestad. Nuestro Rey te ha vendido al mejor postor y nosotros somos los nobles caballeros que te escoltaremos a tu nuevo hogar.

Sentí que mis piernas flaquearon, no sabía si mi corazón estaba latiendo correctamente pero no podía pensar después de escuchar lo que ese hombre me dijo. Me haló con fuerza para que lo siguiera, y mis débiles intentos por resistirme no sirvieron de nada. Sus fuertes risas solo entorpecieron mi concentración y por más que quise no pude acceder a mi magia.

—Soy... soy la prometida de la princesa Emma... ella es su futura Reina, y si no me dejan ir les aseguro que ella misma cortará sus cabezas... —Mi voz carecía de fuerza y mis muñecas dolían terriblemente—. El reinado de Blancanieves tiene los días contados, ella y ese patético pastor que tiene por esposo no podrán salvarlos si continúan con esto.

Nos detuvimos delante de un pequeño carruaje, oculto entre los árboles, lo engancharon a dos caballos, abrieron la puerta y me empujaron dentro sin la menor delicadeza.

—Blancanieves no es más nuestra reina. Nuestro único Rey es George.

Cerró la puerta con fuerza, dejándome en la oscuridad, con solo mis pensamientos de compañía.

—Debería darte vergüenza. No eres más que una niña débil y tonta.

—¡Cállate! —Grité cubriéndome los oídos.

—¿En serio crees que ella va a venir por ti? ¡No eres nada! No demorará en conseguir alguien mejor.

—Estoy contigo, Regina. Estamos juntos en esto. Jamás te dejaré sola —dijo Daniel, pero ni siquiera eso pudo darme tranquilidad.

No pude evitar llorar, y ellos parecían no querer desvanecerse ni dejar de hablar. Ni siquiera pude pensar en Henry o en Emma porque las voces de mi madre y de Daniel eran demasiado fuertes.

Not in a sexual wayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora