El enojo que sentía amenazaba con hacerme cometer una locura y podía sentir la magia fluyendo por todo mi cuerpo, era una sensación extraña, pero me hacía sentir poderosa. Mi madre no era nada de lo que imaginé, ni siquiera se parecía a la mujer que conocí en un principio, y con cada cosa que hacía solo lograba odiarla más.
—Emma —dijo Regina deteniéndome en el pasillo frente a la puerta de la que era nuestra habitación.
—¿Estás bien?
—Gracias —dijo y me abrazó.
Cerré los ojos y me fundí en su abrazo.
—Te quiero tanto, Regina. Sé que no tienes idea de lo que realmente pasa, pero voy a buscar la manera de solucionarlo.
No le dijimos nada a Henry para evitar preocuparlo, y al caer la noche cuando estuvimos listos para dormir, Regina me dijo que estaba bien si compartíamos la cama, que había suficiente espacio y yo me sentiría más cómoda.
Ella podía no tener sus recuerdos, pero cuando sus ojos se cerraron, su cabeza se apoyó en mi hombro y se acurrucó junto a mí. A pesar de todo, sentí que volvíamos a ser una familia.
La llegada del nuevo día renovó mis ganas de segur preparándome. Los tres fuimos a los establos después de desayunar.
Me sostuve con todas mis fuerzas, no me importaba lo ridícula que me veía abrazando al caballo, prefería aguantar las burlas que caerme y romperme la cadera; incluso necesité un maldito banco para subirme al caballo.
—Confía en mí. No voy a dejarte caer —para Regina era fácil decirlo, no era ella quien estaba subida en una bestia de color marrón.
—Estoy bien así —dije desde mi postura incómoda.
Henry rió a carcajadas. Él estaba montando por su cuenta mientras yo era paseada por Regina guiando las riendas del caballo, me sentía como uno de esos niños que se suben a un caballo por primera vez, excepto que yo era una adulta y no me sentía capaz de sentarme erguida. Por suerte, dos vueltas después, Regina me permitió bajarme, y preferí usar un banquito otra vez, solo para estar segura de no romperme una pierna.
—No fue tan difícil ¿cierto?
—Necesito encontrar otro medio de transporte, los caballos no son para mí.
—¿Puedo montar un poco más?
—Tenemos cosas que hacer, chico.
Agarré a Regina por la cintura, la levanté del piso y la hice girar.
—¡Ponme abajo!
—No.
Le di un par de vueltas más en el aire y la devolví al piso.
—Eres incorregible —me regañó y se alejó llevando el caballo devuelta a los establos.
Mis padres habían asignado varias personas para seguir cada paso que dábamos, ninguno de ellos era sutil. El comedor había sido arreglado por completo y se convirtió en regla tener que comer allí. Lo bueno de escuchar rumores era estar al tanto de lo que sucedía en el castillo: estaban preparando habitaciones para Henry y para mí, lo más alejadas posibles de la habitación de Regina.
—No puedes estar de acuerdo con mis padres.
—No podemos seguir compartiendo mi habitación.
—Todo lo que dices es no, pero me gustaría que se lo dijeras a ellos. La próxima vez que intenten decirte lo que puedes o no puedes hacer, mándalos al diablo.
—Yo no puedo hacer eso.
—¿Por qué no? —pregunté exasperada.
—Ellos han hecho mucho por mí. No puedo traicionarlos.
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Not in a sexual way
Roman d'amourUn simple coqueteo que no debe significar más que un juego inocente en el que Emma parece siempre perder y en el que Regina estará dispuesta a aprender. Leer bajo su propio riesgo. #Swanqueen