Capítulo 34: El anillo Parte 1

1.1K 106 14
                                    

—¿No crees que estás exagerando?

—No.

—No tiene nada de malo que te haya pedido matrimonio, a menos que no quieras casarte con ella.

—Claro que quiero casarme con ella.

—No entiendo por qué estás enojada.

—¡Porque era mi idea! Yo debía pedirle matrimonio, pero ella siempre hace eso y sé que le encanta ganarme y tener la última palabra en todo.

—Estás siendo infantil.

—Ella es infantil. Simplemente terminamos de hacer el amor y me pidió matrimonio, con anillo y todo. Me tendió una trampa.

—Definitivamente estás siendo infantil.

Refunfuñé una vez más y me llené la boca de cerezas para no seguir hablando de más. Sarah metió el pastel en el horno, se limpió las manos en el delantal y se sentó frente a mí.

—¿Qué? —Pregunté con la boca llena.

—¿Cuál es el plan?

—No tengo ningún plan.

—Vamos, llevamos dos semanas aquí, casi el mismo tiempo desde que llevas ese anillo en el dedo y tu humor está cada vez peor, y estoy segura que media ciudad sabe que estás planeando una propuesta de matrimonio.

—Solo estoy de mal humor en privado, tengo derecho a estar de mal humor en privado.

—Si Regina se da cuenta, si es que no se ha dado cuenta ya, va a entender todo mal.

—Eso no sería ninguna novedad, Regina siempre entiende todo mal y encuentra cualquier razón para enojarse conmigo.

—Entonces devuélvele el anillo, dile que estás enojada y que no piensas casarte con ella.

—Cierra la boca. Voy a casarme con esa mujer aunque sea lo último que haga... ¡Maldición! Es como si no pudiera deshacerme de esa frase.

—Perfecto. Deja de quejarte y disfruta el momento —dijo en un tono demasiado exigente.

—Se supone que estoy planeando la mejor propuesta de matrimonio, es lo que le he dicho a Regina todos los días y no tengo ni la más mínima idea de cómo hacerlo. Creo que ya recorrí todas las joyerías, y ningún anillo es el ideal. Hice una reserva en un restaurante demasiado caro y la cancelé esta mañana porque quién diablos propone matrimonio en un jodido restaurante.

Guardé silencio esperando que Sarah pusiera algún tipo de idea brillante sobre la mesa, pero ella solo miró el temporizador del horno y me quitó el tazón de cerezas.

—¿No piensas decir nada?

—No.

—¿No? Si estás intentando ser algo cercano a una madre para mí lo estás haciendo muy mal.

—Jugar esa carta conmigo no va a funcionar, en especial cuando estás comportándote como una loca a la que quiero echar de mi cocina.

—Eres increíble. Te recuerdo que le diste brebajes mágicos de fertilidad a mi novia, nunca te lo voy a perdonar.

Se encogió de hombros y se llevó una cereza a la boca ocultando pobremente una sonrisa de burla. No me quedó más que entender el mensaje y dejarla terminar de preparar la cena, salí de la cocina y fui al patio trasero para cortar un poco de leña, no era algo en lo que era buena pero usar un hacha resultaba extremadamente relajante.

—Puedo ayudarte.

—¡Qué diablos! —Me llevé la mano al pecho, sintiendo mi corazón casi infartarse al escuchar la sorpresiva voz de David. Mi afán por evitarlos se había convertido en un juego del gato y el ratón, y estaba lleno de encuentros inapropiados, como la noche anterior que me topé con Mary Margaret esperando fuera de la puerta del baño para decirme que estaba muy feliz por permitirles quedarse a vivir conmigo.

Not in a sexual wayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora