capitulo 15

343 41 5
                                    


—Está bien, no lo contaré. Pero a cambio de mi silencio, debes prometerme que no te dejarás convencer por estos canallas y que no te creerás nada de lo que te expliquen. —Guiñó un ojo a sus amigos y, afortunadamente, la conversación se dirigió hacia otros temas.

—Bueno, Lucero, ya que no vas a contarnos ningún trapo sucio de Manu, ¿por qué no nos explicas algo más sobre ti? —Propuso Nicholas mirándola a los ojos—. Aún no me creo eso de que no tienes novio. ¿Es que todos los hombres de Barcelona están ciegos?

Lucero se sonrojó, bebió un poquito más de vino y respondió:

No son sólo los de Barcelona. Tampoco puede decirse que aquí hagan cola ante mi puerta.

—Eso es porque no miras en la dirección adecuada —replicó Nicholas al instante.

—Ya, seguro que eso se lo dices a todas —dijo ella sonriéndole.

—¡Pues claro! —soltó Nicholas, riéndose de sí mismo.

—Todos deberíamos seguir tu ejemplo, Nicholas —intervino Jack cuando también dejó de reírse—. Menos en aquel caso en que tuve que pedirle a aquella mujer policía que no te arrestara.

— ¿Qué? ¿Casi lo arrestan? —Lucero miró entusiasmada a Jack—. Cuéntamelo.

—Eres un traidor —farfulló Nicholas, pero sin enfadarse, pues seguía sonriendo—. Te advierto que si esa boca empieza a largar, yo les contaré a todos lo de la sueca.

Jack meditó durante medio segundo y luego, con una sonrisa de oreja a oreja, dijo:

—De acuerdo, cuéntaselo. Ya sabes que no soy vergonzoso.

—Sabía que podía contar contigo, Jack. Vamos, empieza a hablar y no te olvides ningún detalle. —Lucero volvió a servirse vino, e hizo lo mismo con la copa deManuel.

—Mierda. —Nicholas cogió la servilleta para cubrirse la cara y no ver ni oír cómo todos sus amigos se reían de él.

Así pasaron un par de horas más, riendo y bebiendo, hasta que Nicholas, viendo que el restaurante estaba ya vacío, les advirtió.

—Chicos, esta gente tiene que cerrar.

—Sí, ya es muy tarde. Lucero deberíamos irnos. Debes de estar cansada y a mí me iría bien dormir. Mañana tengo que revisar unos documentos... No todos podemos disfrutar de un sábado sin trabajo.

—Manu, eres un pesado —lo interrumpió Jack—, pero sigo queriéndote. Largaos, nos vemos el lunes en el trabajo. Lucero, como siempre, ha sido un placer.

—Eh, no te olvides de darme dos besos —gritó Nicholas acercándose a ella—. Me encanta esa costumbre española, creo que voy a apropiarme de ella.

Lucero le dio un beso en cada mejilla y empezó a ponerse el abrigo.

A las despedidas de Jack y Nicholas siguieron las de los demás. Todos fueron muy cariñosos e intentaron sobornarla de varias maneras para que antes de irse desvelara algún chisme sobre Manuel. Ella se despidió con una sonrisa y les prometió que en la próxima cena les contaría algo realmente «inspirador»

«Por fin solos», pensó Manuel. La cena había sido muy agradable. Desde el primer día, Lu había conectado muy bien con todos sus amigos, y ellos parecían adorarla. Especialmente Nicholas, que esa noche la había estado mirando con mucho interés, tanto que había llegado a ponerlo nervioso. No era que a él le importara, pero ¿era necesario que cada dos palabras la piropeara y que no parase de darle palmaditas en la mano? ¿Y a qué había venido eso de los dos besos? Al día siguiente mismo hablaría con Lucero para advertirle que Nicholas, aunque era uno de sus mejores amigos, no era de fiar.

Iban caminando en silencio, hasta que ella interrumpió sus pensamientos.

—Manuelito, ¿te preocupa algo? Estás muy callado.

—No, no estoy preocupado. ¿Tú estás contenta? —Tras un silencio añadió—: Lo pareces.

Lucero sonrió, no paraba de hacerlo.

—Sí, lo estoy. Estoy contenta, feliz. Hace dos meses, estaba hecha un lío, no tenía trabajo, mi mejor amiga estaba más preocupada por su último ligue que por mí, y tenía miedo de qué pasaría al venir a Londres. Temía verte de nuevo y no saber hacer mi trabajo, y volver a enamorarme de... —Al darse cuenta de lo relajada que se sentía por culpa del vino, cerró la boca de golpe.

—¿A enamorarte de quién? —Manuelito le cogió la mano que ella no había parado de mover mientras hablaba sin control. Estaban delante del portal, y Lucero lo miraba perpleja. Notaba cómo el corazón le retumbaba en los oídos y cómo se le erizaban los pelos de la nuca.

♡︎𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙣𝙤 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙚𝙨𝙘𝙖𝙥𝙚♡︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora