capitulo 10

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El domingo amaneció nublado y Nana los despertó a eso de las diez para que pudieran desayunar con ella antes de regresar a Londres. Después de la charla de la noche anterior, entre Manuel y Lucero había algo muy especial; no era sólo «el principio de una gran amistad», que lo era, ni una mera atracción física, que también existía y era muy potente. Era más bien como si ambos se hubieran dado cuenta de que entre ellos había magia; de esa de la que se habla en las películas y en las grandes novelas. Pero como ninguno de los dos sabía muy bien qué hacer con ella, iban con cautela para no estropearla ni echarla a perder. Nana, que desde que había visto a su nieto con Lucero era la mujer más feliz del mundo, decidió darles tiempo y margen de maniobra y se juró que sólo intervendría si Manuel era tan idiota como para dejar escapar a la única chica capaz de hacerlo sonreír.

A las doce ya habían recogido todas sus cosas, y se despidieron de Nana con besos y abrazos, no sin que ella les hiciera prometer a ambos que regresarían a pasar otro fin de semana con ella el mes siguiente. A Manuel le hizo prometer además que, como siempre, la llamaría una vez a la semana. Hechas todas las promesas pertinentes, Lucero y Manuel se subieron al coche y se dirigieron directos a Londres, donde al día siguiente iba a empezar una nueva etapa de sus vidas.

— ¿Estás nerviosa por lo de mañana? —preguntó Manuel cuando ya estaban de nuevo en su apartamento.

—Un poco. —Lucero se mordió el labio inferior—. Mucho.

—No lo estés —sonrió él—. Ya verás como todo sale bien. La gente de tu sección es fantástica. Jack, el jefe del departamento, es uno de mis mejores amigos. Seguro que te ayudará mucho y que con él aprenderás un montón de cosas.

—No estoy nerviosa por eso. Seguro que todo el mundo es fantástico.

—Entonces, ¿de qué tienes miedo? —preguntó Manuel sin entenderla.

—De hacerlo mal —contestó ella sin mirarlo.

— ¿De hacerlo mal? Vaya tontería. Pues claro que lo harás mal.

— ¿¡¡Qué!!?

—Quiero decir —prosiguió él antes de que Lucero pudiera recuperarse de su asombro— que es normal que hagas mal ciertas cosas cuando empiezas un trabajo nuevo. Pero estoy convencido de que aprenderás rápido, y de que pronto lo tendrás todo bajo control.

— ¿Lo dices en serio?

—Claro. Por muy hermana de Antonio que seas, no te habría contratado si no creyera que estás capacitada para el puesto. —Le apretó la mano para transmitirle su confianza.

—Gracias —dijo Lucero mirándolo a los ojos, y tuvo que hacer un esfuerzo para no echársele encima y abrazarlo allí mismo—. Por todo.

—No tienes que darme las gracias —contestó Manuel sin apartar la mirada de la suya—. Cuando los conozcas a todos, no estarás tan contenta. —Le guiñó un ojo.

Lucero sonrió y apartó la mano de debajo de la suya.

—Debería acostarme. Seguro que me costará dormir y mañana tengo que estar fresca. Buenas noches.

—Buenas noches, LU.

Al oír que Manuel utilizaba el diminutivo por el que la llamaba de pequeña, se dio la vuelta.

—Buenas noches, Manuel.

Lucero se volvió de nuevo y se dirigió a su habitación, pero antes vio que él se había sonrojado.

♡︎𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙣𝙤 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙚𝙨𝙘𝙖𝙥𝙚♡︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora