«¿Y el amor?», le susurró una voz rebelde dentro de su cabeza. El amor había acabado con su padre, y le había demostrado a él que para lo único que sirve es para hacer desgraciado a quien lo siente y a todos los que lo rodean. No, Manuel no quería saber nada del amor. Por eso, lo mejor para todos era cortar de raíz lo que había entre él y Lucero. Si ella fuera una de esas mujeres a las que les bastaba con la relación física y un par de cenas al mes, tal vez podrían seguir así durante los casi cinco meses más que ella iba a estar en Londres, pero él sabía que Lucero no era de ésas. El día en que se enamorase lo haría por completo, y a ese hombre le entregaría su cuerpo, su vida y su corazón; pero Manuel no estaba preparado para hacer lo mismo. Sin embargo, al imaginarse a Lucero con otro hombre, un impulso asesino lo invadió de golpe. Por suerte, en ese momento llegó a la puerta de entrada de la revista y no tuvo tiempo de analizarlo.Entró en la sala de reuniones y vio que Santi estaba leyendo The Scope.
Santi Abbot era un hombre de unos sesenta años, excéntrico, brillante y quizá lo más parecido que tenía Manuel a un ángel de la guarda. Se habían conocido cuando éste trabajaba como becario en un periódico local y Santi fue allí para estrangular al que se había atrevido a escribir un artículo satírico comparando el parlamento británico con la caza del zorro. Pero cuando Sam conoció a su víctima, decidió que era mejor utilizar a «aquel muchacho descarado» para otros fines, y le ofreció un trabajo como periodista en uno de los periódicos de mayor tirada de Londres. Desde entonces, cada vez que Manuel se metía en un lío por no saber cerrar el pico o por no entender el sentido del humor británico, Santi lo ayudaba, y cada vez que Santi quería obtener la mejor noticia, el mejor enfoque o disfrutar de una partida de snooker, llamaba a Manuel.
—¿Piensas entrar o vas a quedarte ahí pasmado? —preguntó Santi frunciendo el cejo.
—Lo siento. — Manuel tuvo que hacer un esfuerzo para no sonrojarse. Tenía que hablar con Lucero esa misma noche—. ¿Es ésa la revista?
—La misma. —Santi se frotó la cara con las manos—. Están los dos artículos que íbamos a publicar esta semana. Míralo tú mismo. —Le ofreció la revista.
Manuel le echó un vistazo y, pasados unos minutos, la tiró encima de la mesa.
—Tienes razón. ¿Qué vamos a hacer?
—Varias cosas. Primero, vamos a averiguar quién demonios nos ha robado esos textos, y segundo, tenemos que encontrar el modo de publicar el ejemplar de esta semana sin ellos. ¿Tienes alguna idea?
—Sobre quién ha robado los artículos, no, pero creo que sé cómo podemos publicar el ejemplar del miércoles sin problema. Hay un par de piezas que descarté en números anteriores y que podríamos utilizar en éste.
—Perfecto.
— ¿Y sobre el robo? —Manuel aún no se podía creer qué alguien les hubiera robado los artículos.
—Tenemos que pensar algo. Tenemos que averiguar qué ha pasado antes de que se repita. Tengo la sensación de que esto no va a ser un caso aislado.
— ¿Por qué lo dices?
—Porque me duele la pierna.
Manuel lo miró estupefacto.
—No me mires así. Desde que me rompí la pierna, cada vez que tengo un mal presentimiento me duele. Y nunca falla.
Manuel sonrió aliviado. Tal vez la pierna de Santi fallara esa vez.
Santi y Manuel se pasaron casi todo el día repasando los nuevos artículos y decidieron que, de momento, ellos dos serían los únicos que tendrían copias de los archivos.
—Deberíamos irnos —dijo Santi mirando el reloj—. Silvia y las niñas querían ir a cenar a un restaurante y mañana tenemos un compromiso fuera de la ciudad, así que...
—Tranquilo. Yo también debería irme ya. —Manuel se quitó las gafas y se dispuso a apagar el ordenador.
— ¿Cómo van las cosas con esa chica, con la hermana de Antonio?
—Lucero.
— ¿Quién?
—Lucero. La hermana de Antonio se llama Lucero.
—Ah. Bueno, pues, ¿cómo van las cosas con Lucero? —Santi empezaba a sonreír de un modo extraño. Nunca había visto a Manuel ponerse tan nervioso por una simple pregunta.
—Bien. —Cogió la chaqueta, e iba a despedirse cuando Santi insistió.
—¿Sólo bien?
—Sí, bien. Normal.
Santi conocía demasiado bien a Jose Manuel Mijares como para saber que no le estaba diciendo la verdad y que, además, no tenía intención de hacerlo. Así que optó por no insistir; ya encontraría el momento adecuado para volver a intentarlo.
—Me alegro. —Apagó la luz de la sala y los dos se encaminaron hacia el ascensor.
Bajaron en silencio, pensativos.
—Nos vemos el lunes. —Santi se despidió con una sonrisa.
Algo preocupaba a Manuel, y estaba dispuesto a apostarse su mejor taco de billar a que era esa chica con la que tenía una relación «normal».
Manuel decidió regresar a su apartamento caminando. Así tenía más tiempo para pensar en lo que iba a decirle a Lucero cuando la viera. No debería haberse acostado con ella. Él siempre había tenido claro que no quería tener una relación con nadie, que con su trabajo y sus amigos ya tenía más que suficiente. Y acostarse con Lucero había sido un error, un error. Ella era dulce, lista, divertida... perfecta. Pero no para él. Sí, tenían que olvidar lo que había pasado y ser sólo amigos. Ojalá ella pensara lo mismo.
CHICAS NO ODIEN A MANUEL MANUEL SUFRIÓ MUCHO CON SUS PADRES POR ESO LE TIENE MIEDO A LAS RELACIONES SERIAS TIENE MIEDO A TERMINAR COMO SU PADRE 🥺🥺🥺
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♡︎𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙣𝙤 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙚𝙨𝙘𝙖𝙥𝙚♡︎
RandomLucero, una joven diseñadora gráfica que vive en Barcelona, se ve forzada a redirigir su carrera profesional a causa de un accidente. Aconsejada y apoyada por su familia, Lucero se traslada a Londres. Su hermano Antonio ha intercedido para que Manue...