capítulo 25

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— ¿Sí? —respondió éste con voz soñolienta.

— ¿Decías en serio lo de ayudarme a buscar piso? —preguntó ella sin disculparse siquiera.

—¿Lucero? —Nick se despertó de golpe y encendió la luz de su habitación para asegurarse de que no estaba soñando—. ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo?

—Claro que estoy bien. —Respiró hondo—. Y no, no ha pasado nada.

—Ya. —Nick era perfectamente capaz de distinguir el dolor que se escondía en las palabras de Lucero —. Vamos, cuéntamelo.

—Ha llamado Monique.

— ¿Monique? —Eso era mucho peor de lo que imaginaba—. ¿Y qué quería? Hace mucho que no se ven.

—Seguro. —Lucero  estaba convencida de que Nicolas intentaba encubrir a su amigo para cumplir con la solidaridad masculina y todas esas chorradas.

—Te lo juro. —Movió la almohada para estar más cómodo—. Y bien, ¿qué quería?

—Devolverle una bufanda.

—Lu, piénsalo bien, casi estamos en septimbre. Nadie lleva bufanda en esta época; ni siquiera el estirado de Manuel.

Lucero tuvo que reconocer que en eso tenía razón.

—Da igual. Esa llamada ha sido sólo un aviso —replicó Lucero enigmática.

— ¿Un aviso de qué? —Nunca lograría entender a las mujeres.

—De que si me quedo aquí acabaré pasándolo muy mal. —Respiró hondo de nuevo—. ¿Vas a ayudarme?

—Claro que sí. Te ayudaré, y no sólo con lo del piso. —Nicolas siempre había pensado que Manuel era un hombre muy inteligente, pero empezaba a tener serias dudas al respecto.

—Gracias. — Lucero comenzó a recuperar la calma, pero al ver la hora que era se sobresaltó—. Dios mío, Nick, es tardísimo.

—Ya lo sé. —Bostezó—. Deberías acostarte.

—Siento haberte despertado —se disculpó Lucero.

—No pasa nada. Para eso están los amigos. Buenas noches. —Nicholas colgó antes de que ella pudiera desearle lo mismo.

Lucero se quedó en la cocina unos minutos más. Lavó la tetera y la taza que había ensuciado para nada y, cuando estaba a punto de apagar la luz, oyó cómo se abría la puerta del piso.

— ¿Lucero? —Manuel  entró en la cocina—. ¿Aún estás despierta?

—Sí —respondió ella escueta—. Me he preparado un té, pero me temo que no puedo ofrecerte. Acabo de tirarlo todo.

—No te preocupes. — ¿Eran imaginaciones suyas o Lucero estaba más seria que de costumbre?—. Lo único que tengo ganas de hacer es acostarme.

Lucero  estuvo tentada de preguntarle si solo o con Monique, pero se mordió la lengua.

—Me voy a mi cuarto —dijo ella antes de darle la espalda y echar a andar—. Buenas noches.

Manuel le colocó una mano en el hombro y la detuvo.

—No creo que puedas dormir si acabas de beberte una taza de té —comentó con una tímida sonrisa en los labios—. ¿Por qué no te quedas aquí conmigo a charlar un rato? Me gustaría hablar contigo sobre Nick.

—El té lo he tirado —respondió ella apartando la mano de él—, así que no creo que tenga problemas para dormir. Y sobre Nicolas no tienes nada que decir. No es asunto tuyo. —Lo miró a los ojos e, imitando su sonrisa, añadió—: Y si quieres «charlar» con alguien llama a Monique. Ella estará encantada de hablar contigo. —Al ver que Manuel la miraba atónito, continuó—: Ha llamado hace un rato, «cari».

Cuando Manuel reaccionó, Lucero ya se había encerrado en su habitación. Fue hacia el contestador y escuchó el mensaje de Monique. El calificativo que utilizó sonaba fatal. Arreglar eso iba a ser más difícil de lo que creía


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♡︎𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙣𝙤 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙚𝙨𝙘𝙖𝙥𝙚♡︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora