—¿Qué te pasa?—Odio esta escena. Me pone los pelos de punta. —Lu tenía la cabeza pegada a su pecho.
—Pero si ya la has visto, ya sabes lo que va a pasar. —Manuel estaba perplejo, y empezaba a costarle respirar; por no hablar del problema que empezaba a tener entre las piernas.
—Ya sé que no tiene lógica, pero no puedo evitarlo. Cuando acabe, me avisas. —Ella seguía sin moverse y su cerebro no paraba de repetirle que le encantaba el olor de Manuel.
—Ya está, ya ha salido de la habitación, ya puedes darte la vuelta.
Él no hizo ningún esfuerzo para que ella se soltara.
Lucero se volvió, pero no recuperó su posición inicial, sino que se quedó a su lado, apoyó la cabeza en el pecho de Manuel y puso la mano encima de su cadera. La excusa de los sustos de la película era perfecta, pero además a él parecía no importarle; incluso se movió para que ella pudiera acercarse más y le rodeó la espalda con un brazo. A medida que la historia de Drácula avanzaba, Lucero y Manuel estaban cada vez más abrazados, él le acariciaba el brazo cuando ella se asustaba y ella le recorría suavemente con las manos los abdominales o el muslo. Ninguno de los dos decía nada. Cuando llegó la escena final, Lucero empezó a llorar. Fue a enjugarse las lágrimas con la manga de la camiseta, pero notó como Manuel se incorporaba y le cogía la cara entre las manos. Seguro que se reía de ella. Pero no, sin decir nada, recogió con el pulgar una de sus lágrimas, la miró directamente a los ojos, sonrió y susurró:
—No llores. Sólo es una película. —Seguía acariciándole las mejillas.
—Es tan triste. —Lucero continuaba llorando—. Se quieren tanto. Todas las historias de amor que me gustan acaban mal.
—¿Todas? —Ahora él le acariciaba el pelo, parecía totalmente concentrado en desenredárselo.
—Todas. —Dejó de llorar y sintió cómo a cada pequeña caricia de Manuel, se le aceleraba el pulso Si no la soltaba, iba a tener un problema—. Ya estoy bien.
—Yo no.
La miró a los ojos. Le temblaban las manos; bajó suavemente la cabeza y la besó. Eran unos besos suaves, ligeros, como de mariposas. Le besó las mejillas, los párpados, los labios, la nariz. Lucero estaba perpleja, las veces anteriores en que Manuel la había besado era como si no pudiera evitarlo, pero en esa ocasión era como si quisiera hacerlo, como si ella fuera lo único que le importara. Manuel le cogió las manos y empezó a besarle las puntas de los dedos.
—Manuel, ¿qué haces? —A Lucero empezaba a costarle respirar.
—Besarte. Pero no debo de estar haciéndolo muy bien si tienes que preguntármelo. —Él sonrió, pero siguió con el camino de besos que estaba dibujando ya en su muñeca.
—No, lo haces muy bien. Estoy segura de que te lo habrán dicho muchas veces. Demasiadas. Lo que quiero saber es por qué. —Lucero cerró los ojos, Manuel le estaba besando el cuello y le acariciaba la espalda.
—Nunca nadie como tú. Lu, ¿me escuchas? Nunca ha habido nadie como tú. Me estás volviendo loco, no puedo concentrarme en el trabajo, ando como trastornado todo el día, pensando en lo que debes de estar haciendo, y por las noches no puedo dormir. Estas últimas semanas me he dado cuenta de una cosa. —Se separó un poquito de ella, aunque sin soltarle las manos, quería seguir tocándola—. No sé cómo decirte adiós.
A Lucero le temblaba el labio inferior y volvía a estar al borde de las lágrimas.
—Pero tampoco sé cómo pedirte que te quedes.
Entonces la soltó para pasarse las manos por el pelo nerviosamente.
—¿Quieres que me quede? —Lucero le acarició la rodilla.
Manuel se levantó y empezó a pasear por delante del televisor, que ahora tenía la pantalla azul.
—Sí, creo que sí. Pero me da miedo. No se me da muy bien lo de necesitar a los demás. Nunca me he en... —antes de decir «enamorado», rectificó—, sentido tan bien con nadie, pero no sé si puedo. No sé si tengo determinados sentimientos o, mejor dicho, no sé si quiero tenerlos.
—Tranquilo. —Lucero se puso también de pie y le acarició la espalda.
—No quiero hacerte daño. No me lo perdonaría y... —Levantó el labio en una media sonrisa—. Seguramente Antonio me mataría.
—No te preocupes, sé cuidarme sola. Los problemas que tengamos, si es que llegamos a tenerlos, los solucionaremos en su momento. Sólo quiero saber una cosa, ¿estás seguro? —Lucero se paró delante de él, mirándolo directamente a los ojos.
—Sí —respondió él sin dudar ni un segundo—. ¿Y tú?, ¿quieres quedarte?
—Sí.
YA ME DIERON GANAS DE LLORAR POR LA PELÍCULA TAMBIÉN WE😣
Y NI LA VI🤙🏻🤭
LAS COSAS SE PONEN INTENSAS ENTRE MANU Y LU😶🥵😂
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♡︎𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙣𝙤 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙚𝙨𝙘𝙖𝙥𝙚♡︎
RandomLucero, una joven diseñadora gráfica que vive en Barcelona, se ve forzada a redirigir su carrera profesional a causa de un accidente. Aconsejada y apoyada por su familia, Lucero se traslada a Londres. Su hermano Antonio ha intercedido para que Manue...