Capítulo 44

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Lucero tuvo también un día ajetreado. Pasó toda la mañana preparando el nuevo diseño de las páginas de la revista. Jack había pensado que un modo de contrarrestar en cierta medida el robo de los artículos era ofreciendo un diseño más innovador a los lectores, y la idea le había gustado mucho a Santi. Sin embargo, para poder llevarla a cabo, todo el departamento de diseño y maquetación llevaba días trabajando al doscientos por cien.

—Lucero—la interrumpió Jack—. Yo necesito descansar un poco y voy a salir a comer, ¿me acompañas? —Ella guardó lo que estaba haciendo y cogió su bolso.

—Sí, claro. La verdad es que tengo hambre. ¿Viene Amanda con nosotros? —preguntó.

—No. Me ha dicho que Santi y Manuel están repasando unos artículos y prefiere quedarse arriba por si la necesitan. Cariño, no sé qué le has hecho a Manuel, pero sea lo que sea, me alegro.

Habían salido ya de la revista y Jack dudaba entre el hindú de la esquina y la pequeña cafetería italiana que había dos calles más abajo.

—Yo prefiero comer un panini —decidió Lu.

Caminaban apresurados. Con todo el trabajo que tenían no podían perder demasiado tiempo comiendo. Una vez llegaron a la cafetería y tuvieron sus panini delante, Lucero se decidió a preguntar:

—¿Por qué crees que le he hecho algo a Manuel?

—Porque está contento. Creo que hacía años que no lo veía así. —Vio cómo Lucero se sonrojaba—. Además, en mi opinión, hacen una pareja fantástica. Ahora come y no insultes mi inteligencia diciendo que sólo son amigos.

Ella se atragantó y tuvo un ataque de tos; cuando se le pasó, se atrevió a mirar a Jack.

—No sé si somos una pareja fantástica. Para serte sincera, no sé qué somos.

Jack enarcó las cejas y en un gesto de amistad le tomó la mano.

—Manu siempre ha sido muy frío, al menos por lo que yo lo conozco. Pero desde que tú llegaste es distinto. Al menos ya no esconde tan bien sus emociones. Parece más humano. —Al ver que ella levantaba una ceja, continuó—. Bueno, tengo que reconocer que durante unos días pensé que iba a matar a alguien. Nunca le había visto tan enfadado ni tan confundido. Pero hoy estaba... no sé, más relajado, más joven, incluso le he oído contar un par de chistes. Eso significa algo, seguro. —Siguió comiendo su panini y bebió un sorbo de café.

—Ya, bueno, para mí todo esto es nuevo. Estoy tan contenta que no puedo parar de sonreír. —Se acabó su almuerzo—. Jack, ¿puedo preguntarte algo?

—Dispara. —Él también había acabado, y estaba dándole un mordisco a una manzana.

—¿De qué conoce Clive a Manuel? Esta mañana, cuando nos hemos tropezado con él, ha sido como estar en medio de un duelo del Lejano Oeste. Me ha parecido que entre los dos había algo más, aparte de la revista.

—Clive es un imbécil, pero no te equivoques, no es estúpido. Clive y Manuel se conocieron en la universidad, creo que al principio incluso fueron amigos, buenos amigos. No sé qué pasó entre ellos, pero debió de ser grave. Su amistad se rompió y, si no fuera porque Santi es el tío de Clive, no creo que pudieran estar juntos en la misma habitación sin pelearse. Hace unos años, en una fiesta de Navidad de la revista, oí cómo Clive amenazaba a Manuel con no sé qué de su padre. Nunca olvidaré la mirada de Manuel, pensé que iba a matarlo. Evidentemente, nuestro Manuel no hizo nada, sólo le susurró algo a Clive y éste se marchó de la fiesta y del país. Tardó varios meses en volver a aparecer.¿Extraño no?. Le pregunté a Manuel qué había pasado y se hizo el loco. —Miró el reloj y se levantó—. Deberíamos volver.

—Vamos. —Lucero anduvo en silencio, no podía quitarse de la cabeza la historia que Jack le había contado. Bueno, la próxima semana vería a Nana, seguro que ella sabía algo. A Manuel le habían hecho daño, de eso estaba segura, y ella iba a encontrar el modo de compensarlo por ello. O a intentarlo.

Llegó la hora de salir y Lucero aún no había tenido noticias de Manuel, nada, ni una llamada; seguro que había estado muy liado con la reunión. No sabía qué hacer, ¿lo esperaba? No, mejor no, mejor actuar como si nada. Recogió sus cosas y se fue hacia casa. Estaba cansada, no había dormido mucho y, aunque estaba enamorada del culpable, tenía ganas de tumbarse un rato y descansar. De camino, aprovecho para llamar a sus hermanas, ellas siempre se habían contado todo lo que les pasaba con los chicos, pero lo de ella y Manuel tenía ganas de guardárselo unos días más; quería disfrutarlo y asegurarse de que no se lo había imaginado. Así pues, sólo les explicó que ya no iba a mudarse, y que ese fin de semana lo iban a pasar fuera.

Manuel no había telefoneado a Lucero en todo el día. Era verdad que había estado muy ocupado, pero no tanto como para no poder hacer una llamada. No se la había quitado en todo el rato de la cabeza, y por eso mismo había decidido que era mejor no hablar con ella. Los hombres siempre han sido animales extraños. Quería pensar, reflexionar sobre cómo actuar a partir de entonces. No había llegado a ninguna conclusión, y lo único que había logrado había sido tener una erección permanente durante todo el día. Sólo con recordar lo de la noche anterior, se le aceleraba el pulso y le sudaba la espalda. Nunca había sentido con tanta intensidad al hacer el amor, quizá exceptuando la primera vez que se acostó con Lucero, e incluso entonces fue distinto. Y nunca jamás había relacionado el sexo con el amor, pero con ella le era imposible no hacerlo. En sus treinta años de vida, se había acostado con bastantes mujeres, no tantas como Antonio, pero tampoco había sido un monje.

Nunca había tenido una relación afectiva estable; como máximo, alguna compañera de viaje como Monique, una mujer que sólo se amaba a sí misma y que lo único que quería y ofrecía era buen sexo sin obligaciones. A él eso siempre le había funcionado, era una manera de no tener que hacer frente a sus demonios personales; a su padre, amar a su madre lo había convertido en un alcohólico, en un mal padre y, al final, en un cadáver, mientras que a su madre, la increíble Gloria, nada de aquello le había importado lo más mínimo. El amor no existía, y si existía, nunca acaba bien. No, seguro que enamorarse no podía ser bueno. Pero Lucero se merecía que lo intentara. Se merecía que él arriesgara su corazón tanto como ella. Sí, eso iba a hacer, iba a cuidarla y a quererla, y a esforzarse por que fuera feliz allí con él. Y si algún día quería volver a Barcelona, la apoyaría. Sólo esperaba recuperarse de su partida. Apagó el ordenador y se fue a casa.

Es temprano y les dejo este capítulo, van muy mal las cosas con Manuel 👀 comenten che chikas😩 me mató subiendo Capítulos para que luego ya no comenten no se qué está pasando normalmente habían 90 comentarios en las tres historias🤡💔 me dejan como boba 🤡🤡🤡
No sean gachas🤧🤙🏻

♡︎𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙣𝙤 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙚𝙨𝙘𝙖𝙥𝙚♡︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora