Capítulo 46.

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Manuel salió primero de la ducha y preparó un albornoz para Lucero, que permaneció un par de minutos más bajo el agua antes de salir. Una vez fuera, vio que Manuel le había dejado preparado su pijama para que no tuviera que ir a la habitación a buscarlo. Se vistió y fue a su encuentro.

—¿Manuel?

—¿Sí? —Él se había puesto una camiseta blanca y un pantalón de algodón. Aún tenía el pelo mojado—. ¿Estás bien?

—Sí —respondió ella sonrojándose—. ¿Y tú?... Tú no... Bueno, ya me entiendes.

Manuel soltó una carcajada.

—Te entiendo perfectamente, pero no te preocupes. Estoy muy bien.

— ¿Ah, sí? —Lucero se acercó a él, que estaba sentado en el sofá con el ordenador portátil abierto encima de la mesa.

—Sí. Me gusta cuidarte. —Le dio un beso—. Me gusta hacerte feliz.

—Y a mí. —Ella le devolvió el beso y vio que hablaba en serio. A él no le importaba que ella no le hubiera hecho nada en la ducha.

—¿Tienes hambre? —le preguntó Manuel acariciándole cariñosamente el pelo.

—Sí. —Su estómago hizo un ruido escandaloso—. Mucha.

—Yo también —dijo Manuel relajado—. ¿Qué te parece si voy a la esquina a comprar un par de esos sándwiches que tanto te gustan?

—Genial. ¿De verdad no te importa?

—Por supuesto que no. —Se levantó del sofá y le dio otro beso—. Espérame aquí. Ahora que te he encontrado no quiero perderte de vista.

—Aquí estaré. Por nada del mundo me iría a ninguna parte. — Lucero  quería abrazarse a Manuel  y comérselo a besos, pero como su estómago volvió a entrar en acción, supuso que lo mejor sería aceptar su ofrecimiento de comida.

—En seguida vuelvo.

Él se fue del piso con una sonrisa en los labios. Entró en la tienda de comestibles favorita de Lucero y, mientras hacía cola para que le atendieran, se acordó de que a Nick también le gustaba mucho la comida de allí. Él nunca había llegado a preguntarle a Lucero qué había pasado entre ellos dos, y, aunque se repetía que no debía importarle, sabía que le importaba. Tenía que preguntárselo. Al menos, así dejaría de torturarse con la incertidumbre.

Lucero se estaba durmiendo en el sofá. Había sido un día lleno de emociones y aquella ducha la había dejado muy, muy relajada. Se esforzó por mantener los párpados abiertos, pero no lo consiguió.

—¿Has dormido bien, reina? —le preguntó Manuel cuando ella abrió los ojos.

—Me he quedado dormida. Lo siento. —Vio que los sándwiches que Manuel había comprado estaban esperándola encima de la mesa—. ¿Cuánto rato he dormido?

—Una media hora. No te preocupes, he aprovechado para trabajar un poco. —«Y para torturarme con imágenes de ti con Nick», pensó—. ¿Quieres comer? —Se levantó y empezó a preparar los cubiertos.

—Sí, estoy muerta de hambre.

Ya estaban acabando de cenar cuando Manuel le preguntó:

—¿Mañana vamos a casa de Santi, te acuerdas? —Había querido preguntarle otra cosa, pero al final no se había atrevido.

—Sí, claro. — Lucero no podía dejar de bostezar—. Creo que lo mejor será que me vaya a la cama. ¿Vienes?

—No puedo, tengo que acabar de repasar unas cosas.

— ¿Vas a quedarte mucho rato? —Lucero le dio un beso entre palabra y palabra—. No quiero estar en la cama sin ti.

—Un poco, quiero acabar esto para enseñárselo mañana a Santi. —Ella volvió a besarlo—. No me tientes. Vamos, vete. Te prometo que no tardo nada. Pero antes de que te vayas, me gustaría preguntarte una cosa. —Se le hizo un nudo en la garganta.

—Lo que quieras —respondió ella al instante, sorprendida por el cambio de actitud.

—¿Pasó algo entre tú y Nick? —Y apretó los puños a la espera de su respuesta.

—¿Y si te dijera que sí? —preguntó ella a su vez mirándolo a los ojos.

—Entonces te pediría que no volviera a suceder, por favor. Quiero darle una oportunidad a lo nuestro.

—¿No te importaría que me hubiera acostado con él?

Él tardó unos segundos en contestar.

—Sé que se supone que debería decir que no —se pasó nervioso las manos por el pelo—, pero mentiría. Me importaría. Mucho. Muchísimo.

—Pues no pasó nada —explicó ella sincera al ver que él, sin saberlo, le estaba ofreciendo un pedacito de su corazón—. Nada.

—¿De verdad? —Manuel  empezó a tranquilizarse.

—De verdad. Yo nunca haría algo así. Y Nick tampoco. Él te quiere mucho, ¿sabes?

—Ya, bueno. Supongo que sí. —Manuel sonrió—. De lo contrario, seguro que habría intentado acostarse contigo.

—¿Y tú? —Ya que él había sacado el tema, Lucero decidió preguntarle sobre Monique.

—¿Yo qué? —Él no entendía la pregunta.

—Monique. — Lu se limitó a pronunciar ese odioso nombre.

—¿Monique? —Manuel pareció realmente ofendido—. No creo ni que lograra excitarme.

Lucero se ruborizó al oír ese comentario tan gráfico y a la vez tan sincero.

—En cambio, contigo, ése parece ser mi estado permanente. —Manuel se acercó a ella y le dio otro beso—. Vamos, vete ya o no acabaré esto nunca.

—De acuerdo. —Lucero  se rió y se apartó de él.

Caminó hacia el pasillo y, por un instante, tuvo una duda, ¿entraba en su habitación o en la de Manuel? Él ya estaba sentado frente al ordenador y  Lu oyó cómo las teclas dejaban de repicar un segundo. Notó los ojos de él clavados en su nuca y, sin dudarlo, abrió la puerta de la habitación de Manuel. Sintió que él sonreía a su espalda.

—Buena elección, reina —dijo en voz baja. Lu no lo había oído, pero seguro que sabía que eso lo había hecho feliz.

Por desgracia, Manuel tuvo que quedarse un par de horas más trabajando en el nuevo artículo. La próxima edición estaba a punto de salir y quería tenerlo acabado por si volvían a ser víctimas de un robo. También aprovechó para revisar un par de currículos. Odiaba desconfiar de sus compañeros, pero tenía que reconocer que la teoría de Santi tenía cierta lógica. Por suerte, no encontró nada y decidió irse a dormir.

PERDÓN POR TARDARME TANTO EN SUBIR CAPÍTULO EN ESTA HISTORIA, HABÍA TENIDO UNOS CUANTOS PROBLEMAS CON LOS CAPÍTULOS PERO AQUI LES DEJO ESTE PORQUE SEGURAMENTE SE QUEDARON PICADAS🌝
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♡︎𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙣𝙤 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙚𝙨𝙘𝙖𝙥𝙚♡︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora